Una UE a 27 velocidades - Fernando Hoyos

La Unión Europea está de capa caída, la pobre, y no sabe bien cómo levantar cabeza. Entre los que se van pero en realidad no saben del todo si quieren irse y los que se quedan gritando hasta quedarse roncos que quieren marcharse, nuestra pobre Unión corre de un lado a otro como pollo sin cabeza.

Dije hace algunos meses que la salida del Reino Unido de la Unión Europea podría convertirse en el revulsivo

Dije hace algunos meses que la salida del Reino Unido de la Unión Europea podría convertirse en el revulsivo que estrechara los lazos y objetivos de los 27 miembros restantes, y aún lo pienso. Pero no es menos cierto que el problema fundamental de la UE, a día de hoy, está precisamente en sus Estados miembros, de quienes es el rehén absoluto.

El primer capítulo de la nueva UE se escribirá en Sibiu. A los que el nombre no les diga nada les tranquilizo de antemano: yo descubrí la existencia de esta población rumana hace bien poco. Este municipio de la histórica Transilvania (a quienes nos deleitamos con novelas de vampiros esto nos suena un poco más) será el centro que acogerá la primera cumbre de la UE de 27 Estados miembros. Es decir, la primera cumbre tras la salida del Reino Unido de la UE.

¿Por qué no aprovechamos y hacemos reformas? Parece lo más sensato. Es además una buena forma de generar ilusión, de tener un nuevo proyecto común

Ya que se marcha un compañero de piso, ¿por qué no aprovechamos y hacemos reformas? Parece lo más sensato. Es además una buena forma de generar ilusión, de tener un nuevo proyecto común dentro de nuestra pequeña gran familia y de acallar la amargura que supone el abandono del compañero que, todo hay que decirlo, no dejaba de quejarse y tenía mil cuitas con el casero.

Esas loables intenciones ya se desgranaron grosso modo en el Libro Blanco sobre el futuro de Europa, que un servidor presentó sucintamente en este mismo espacio. Poco a poco se van concretando las propuestas en documentos sucesivos y la verdad es que muchas de ellas son sumamente interesantes.

Entre las más llamativas está la idea de fusionar las presidencias de la Comisión Europea y del Consejo Europeo en una única persona

Entre las más llamativas está la idea de fusionar las presidencias de la Comisión Europea y del Consejo Europeo en una única persona. Así se plantea en un recentísimo documento de la Comisión en el que se dibujan los escenarios y la viabilidad jurídica y práctica de la propuesta. No entraré en descripciones prolijas de cómo se podría o no hacer porque ya está explicado en el documento, sino que iré al fondo del asunto.

La idea en sí me parece fantástica: recordemos que a las dos presidencias actuales se le suma la Alta Representante de la UE (la ministra de asuntos exteriores de la Unión, para entendernos). Juntos conforman una suerte de Santísima Trinidad que, a pesar de tener un importante peso y unas nada desdeñables competencias, poco puede hacer para poner orden en el caos en el que se está convirtiendo nuestra querida Europa, y no es precisamente por falta de competencia.

Para los que se estén perdiendo con tanta Europa y tanto órgano, les explico la UE en tres líneas: la Unión la conforman tres instituciones, el Parlamento (que representa los intereses de los ciudadanos europeos); la Comisión (que es el gobierno de la Unión y representa los intereses de esta); y el Consejo Europeo (que representa los intereses de los Estados miembros). Que quien presida la Comisión presida también el Consejo Europeo es una idea estupenda que contribuiría a tener a una única persona que realmente sea la máxima responsable de la Unión… pero que no solucionaría el problema fundamental, que no es otro que el Consejo Europeo y los Estados miembros.

El Consejo Europeo se ha convertido en una auténtica prensa hidráulica para todo lo que se asemeje a la construcción europea

Tras el triste fracaso de la Constitución Europea, el Tratado de Lisboa de 2009 confirió mayores poderes al Parlamento Europeo y catapultó a la cima política al Consejo Europeo (¡institución fundamental, ojo!). Este último se ha convertido en una auténtica prensa hidráulica para todo lo que se asemeje a la construcción europea. La actitud predominante que rezuma no es otra que el famoso grito infantil de «por mí y por todos mis compañeros, pero por mí primero». Lo malo es que eso impregna ahora en cierto modo a toda la Unión, que corre el riesgo de desvirtuarse y convertirse en una plataforma para representar los intereses de sus Estados miembros pero desde distintos sitios.

Se ve en el mismo Parlamento Europeo, por ejemplo. Es cierto que los grupos parlamentarios son grandes familias políticas europeas que, en teoría, votan en interés de todos los ciudadanos europeos y no de su país de origen. Por desgracia, el Parlamento Europeo ha sido durante mucho tiempo el retiro dorado de numerosas personalidades políticas cuya carrera nacional había expirado; gente cuya posición depende íntegramente de que su partido (u otro, el que sea, con tal de que les garantice mantenerse en su puesto) les permita repetir en las listas. Es decir: son a menudo dóciles rehenes de formaciones políticas nacionales y, por ende, de las rencillas políticas nacionales.

¡Y la Comisión! ¡La guardiana de los Tratados! ¡La esencia política por excelencia de nuestro proyecto comunitario, la encarnación de unos valores que trascienden fronteras! Ella representa los intereses de la Unión… y por ello es totalmente lógico que tenga tantos Comisarios como Estados miembros hay en el club. ¿Son 15? Tantas serán las carteras. ¿28? Se desdoblan. ¿27? Tranquilos que ya volveremos a hacer una nueva distribución. Propuestos siempre por sus respectivos Estados miembros, aquí también solemos tener a menudo candidatos a ocupar carteras que normalmente dependen del color político que gobierne en casa para mantener su puesto. Es decir: también son a menudo dóciles rehenes de formaciones políticas nacionales y, por ende, de las rencillas políticas nacionales.

Ese es sin embargo sólo uno de los escollos. ¿Por qué tiene que haber una cartera para cada Estado miembro? Al fin y al cabo, la Comisión es el Ejecutivo comunitario y la representación de los Estados miembros está en el Consejo. «Ya, pero entonces los países con menor población quedarían siempre relegados y lo coparían todo los de siempre».

Pues ahí tenemos, efectivamente, parte del problema: que todos quieren un Ejecutivo comunitario, sí; pero vamos a atarlo corto, no sea que le vengan ideas raras. Los alemanes quieren colocar a un alemán, los españoles a un español, y así ad infinitum. Todo el mundo sabe que el número de carteras es desproporcionado pero nadie quiere quedarse sin sitio porque eso implica perder peso en la Comisión y, en definitiva, no poder influir en ella desde dentro. Por mí y por todos mis compañeros, pero por mí primero.

El año pasado dije que a Europa le falta ambición, y ahora añado que le sobra egocentrismo nacional y cortoplacismo

El año pasado dije que a Europa le falta ambición, y ahora añado que le sobra egocentrismo nacional y cortoplacismo. Estamos en un momento verdaderamente crítico; vivimos una época de pasiones encendidas, de extremos donde todos somos o fachas o Rosa Parks, de política de tuit y argumentos a cincuenta céntimos el kilo. Pasamos nuestros días obsesionados con ganar, con tener la razón, con conquistar todo y a todos. Así se refleja en la sociedad y en nuestra clase política. Pero estamos errando el tiro: el problema es que para avanzar de verdad no hay que ganar, sino ceder.

Hablar de la Unión Europea en campaña queda muy bien, pero si luego tratas a la UE como una superficie comercial en rebajas, un sitio en el que optimizar lo que te llevas y minimizar lo que te gastas, mal vamos a ir. No se van a conseguir objetivos positivos para Europa cuando nuestra brújula es el rédito nacional, nuestra cota de poder; que la UE está muy bien, pero que el de Valdemorillo salga mejor parado que el de Sibiu porque «es de aquí».

Nuestra clase política es reflejo de nuestras ambiciones como sociedad. Antes de que la Constitución Europea viera la luz, unas rencillas políticas internas (que nada tenían que ver con la UE) en Francia y Países Bajos dieron al traste con el que habría sido el primer paso real hacia una integración plena.

Sin voluntad de ceder todos a la vez, da igual que las presidencias sean una, dos o veintisiete, porque seguirá siendo por mí y por todos mis compañeros, pero por mí primero

Yo aplaudo propuestas valientes como la de fusionar las presidencias de la Comisión y el Consejo Europeo en una única persona. El problema es que a día de hoy seguimos obsesionados con nuestros terruños y banderas, porque estamos unidos en la diversidad pero anteponiendo mi diversidad a la tuya, no vaya a ser. Sin esa ambición, sin ese cambio de actitud, sin voluntad de ceder todos a la vez, da igual que las presidencias sean una, dos o veintisiete, porque seguirá siendo por mí y por todos mis compañeros, pero por mí primero.