Red E Filosofia

Hace unos meses el diario El País entrevistaba a Concha Roldán, presidenta de la Red Española de Filosofía, de la Asociación Española de Ética y Filosofía Política y directora del Instituto de Filosofía del CSIC. Como en El País y en otros medios creen que su trabajo no es informar sobre Vox, sino combatir a Vox, y creen, además, que es buena idea hacerlo preguntando su opinión sobre Vox a todo quisque -sea eximia filósofa o popular reguetonero- y en relación a cualquier cosa, el entrevistador le preguntó a Concha Roldán qué le parecía que Vox, presentándose como el adalid de la filosofía, hubiese atacado al Gobierno por la situación en que quedan las asignaturas de filosofía en la nueva ley de educación. Al entrevistador se le ocurrió preguntar a Cocha Roldán sólo por Vox, aunque todos los partidos de la oposición acuden diligentes en pro de la filosofía cada vez que el Gobierno de turno perpetra una reforma educativa que la degrada un poquito más, como dando a entender que existe alguna especie de incompatibilidad entre el partido de ultraderecha (¡chupito!) y la filosofía. El caso es que a Concha Roldán, a la que nunca pareció mal que otros partidos hicieran lo mismo en ocasiones anteriores, no le gustó que Vox criticara una ley que ella ha criticado. Pero lo que El País destacó de la entrevista, claro, fue esta polémica declaración: «Me encuentro cada vez más profesionales de nuestra disciplina que son de Vox. No sé cómo van a enseñar los valores de la igualdad entre los géneros, por ejemplo. O si les va a interesar la ecología, porque a mí me parece que eso tiene que ver con la ética».

Lo primero que cabría preguntarle a Concha Roldán es quiénes «son» de Vox: ¿sus diputados (algún profesor de filosofía lo es), sus candidatos (algunos profesores de filosofía lo han sido), sus afiliados, sus votantes, los que han manifestado alguna vez estar de acuerdo en algo con dicho partido, los que simplemente no muestran abierta hostilidad hacia él? Porque no está claro. ¿Cómo detecta Concha Roldán a los de Vox? ¿Cuál puede ser, por ejemplo, la marca infamante en relación al valor «igualdad entre los géneros»? ¿Es de Vox el que piensa que la Ley Integral de Violencia de Género acaba con la presunción de inocencia y con la igualdad ante la ley de hombres y mujeres sin lograr a cambio que disminuya ni un poquito la violencia de género? ¿Lo es quien piensa que los hombres no matan a las mujeres por el hecho de ser mujeres, que la llamada violencia de género es multicausal, que la infligen hombres concretos contra mujeres concretas y por motivos concretos, que explicar sin más que los hombres matan a las mujeres porque son machistas es una necedad más que inútil contraproducente (porque un mal diagnóstico -y este es malo porque es burdo, simplón e interesado- implica necesariamente una mala solución)? ¿Son de Vox los que piensan estas cosas o las piensan porque son de Vox? ¿Y es porque las piensan que no creen en la igualdad entre hombres y mujeres? ¿Cree que son machistas aquellos a los que repugna el carroñeo político y mediático -con la ministra Montero presidiendo el festín- alrededor de los niños asesinados por sus padres y la indiferencia que provocan los niños asesinados por sus madres? Si ignoran unas muertes porque no son útiles para su causa, hay que concluir que otras les importan sólo y únicamente porque sí lo son. ¿Le preocupan a Concha Roldán los profesores de filosofía que «son» del partido que nutre de carencia de escrúpulos y menguada inteligencia al mal llamado Ministerio de Igualdad, los que «son» de alguno de los partidos que forman un Gobierno que es responsable solidario de tantas ocurrencias desigualitarias y dañinas?

El feminismo, entendido como el movimiento que lucha por la igualdad de hombres y mujeres, puede dejar de ser de izquierdas, abortista, sorórico, anticapitalista, antimilitarista, antigramatical, altermundista o ecologista, y no por ello dejará de ser un movimiento por la igualdad entre hombre y mujeres. Es más, si deja de ser muchas de estas cosas, será genuinamente feminista. Si quiere seguir siendo un movimiento que lucha por la igualdad de hombres y mujeres, el feminismo debe ser radical y esencialmente liberal, entendiendo el liberalismo muy ampliamente como aquella corriente transversal que defiende la igualdad ante la ley de todos los ciudadanos, sean hombres o mujeres; que defiende la libertad y responsabilidad del individuo, sea hombre o mujer, para decidir sobre su propia vida; y que propone valorar a cada uno en función de sus méritos personales, no en función de su sexo. Este feminismo no corre ningún peligro con Vox y sí con otros partidos.

En cualquier caso, Concha Roldán debería fomentar el debate acerca de estas cuestiones en lugar de intentar cerrarlo de una forma tan burda, con unas declaraciones más adecuadas al navajeo político que a la reflexión filosófica, más propias de una subsecretaria/niñera del Ministerio de Igualdad que de una filósofa de su sabiduría y prestigio. Tampoco es propio de su consistencia intelectual enhebrar tópicos ridículos sobre el machismo de Vox, lo que hizo en una entrevista concedida recientemente a La Voz de Galicia: que quieren oprimir a las mujeres, encerrarlas en sus casas, reducirlas a su rol de madres y esposas, que las mujeres de Vox en realidad sólo parecen ser libres… En fin, acusaciones absolutamente gratuitas. Siendo la pérdida de los derechos de las mujeres tan evidente allí donde gobierna Vox, no debería costarle demasiado probar su acusación con hechos y dichos concretos. ¿Dónde están, no sé, el decreto que hace a las mujeres de Castilla y León a depender de sus maridos para abrir una cuenta bancaria o sacarse el permiso de conducir, el que las saca del mercado laboral, el que obliga a las niñas a estudiar labores, cocina y economía doméstica en lugar de matemáticas, lengua y biología? En su imaginación y en la de todos los que repiten las mismas bobadas que ella. Se me dirá que hay formas más sutiles de oprimir a las mujeres, de encerrarlas en casa sin que se note; pero una gran filósofa, perita en sutilezas, las descubriría fácilmente. Pues tampoco. El rigor y la honestidad intelectual quedan para mejor ocasión.

Por otra parte, ¿piensa Concha Roldán que la labor de los profesores de filosofía es requetemachacar los valores que se inculcan a los alumnos fuera de la escuela? ¿No deberían, más bien, incentivar en sus alumnos un sano escepticismo acerca de lo que ven y oyen? Si la filosofía en la escuela tuviera un compromiso con una orientación política determinada, limitaría la capacidad crítica que debe fomentar en los alumnos. A estos no se les puede decir «sed críticos, pero ojo, no lo seáis conmigo, que lo que yo os digo va a misa». Hay, claro está, algunos, muy pocos, poquísimos consensos que no deben ponerse en cuestión. Uno de ellos: la libertad de expresión… incluyendo también la de los profesores de Vox, que también son criaturas del Señor. Y si se habla a los alumnos de la igualdad entre hombres y mujeres (otro consenso al que no debemos renunciar), no se les puede decir: «los profesores que son de Vox se oponen a la igualdad entre hombres y mujeres, creedme, os lo digo yo». Hay que justificar lo que se les dice, porque hay que enseñarles a justificar lo que dicen. Hay que enseñarles a hacer lo contrario de lo que hace Concha Roldán.

Además, hay también, aunque estos haberes parece que no le producen la menor inquietud a Concha Roldán, «profesionales de nuestra disciplina» que «son» de un partido en el que militan condenados por terrorismo orgullosos de serlo; un partido que rinde homenaje a terroristas que -recordemos- han renunciado sólo estratégicamente a asesinar, torturar, secuestrar y extorsionar; un partido que nunca ha pedido perdón a las víctimas del terrorismo. Hay profesores de filosofía que «son» de partidos que intentaron dar un golpe de Estado en 2017 y que han prometido volver a intentarlo; partidos que han contribuido activamente a implantar y mantener un régimen que busca obsesivamente la desespañolización de Cataluña (con el ejercicio de violencia que ello supone contra los que supuestamente encarnan el residuo españolista); en fin, profesores-militantes que contribuyen con ardor a desespañolizar la escuela con métodos tan simpáticos como el de vejar a los alumnos cuyos padres se muestran díscolos con el proyecto nazionalista. Hay profesores de filosofía que «son» de partidos recogenueces cuyo racismo rampante ni asusta ni preocupa, vaya a saber usted por qué. Y hay profesores de filosofía que «son» de partidos que alientan y justifican desobedecer la ley porque por encima de ella está la «voluntad popular»; partidos que montan campañas de acoso contra los jueces que condenan a alguno de sus miembros; partidos que animan a los suyos a vandalizar las calles cuando los resultados de las elecciones o las sentencias judiciales no les gustan, o a asaltar las sedes de Vox y agredir a sus militantes porque «al fascismo no se le discute, se le combate»; partidos cuyos líderes se han dedicado a asesorar dictaduras y a cobrar muy bien por ello. Por haber, hasta hay profesores de filosofía que «son» de partidos a los que distintas asociaciones y comunidades judías españolas han calificado repetidamente como antisemitas (las mismas asociaciones y comunidades que agradecen a Vox su apoyo). También hay, por último, profesores de filosofía que «son» de partidos y organizaciones que aplauden y justifican, si es que no los organizan, escraches como los sufridos este año por José Manuel Errasti y Marino Pérez, autores de Nadie nace en un cuerpo equivocado. Ellos y otros -también las feministas clásicas, entre las que presuntamente se encuentra Concha Roldán- son censurados y agredidos por disputar de manera racional con la ideología queer que domina en el Ministerio de Igualdad y, lo peor de todo, en colegios e institutos. ¿Le parecerá a Concha Roldán que algo de esto tiene que ver con la ética? ¿Sabe cómo van a enseñar los profesores que «son» de estos partidos los valores relacionados con todo lo anterior?

Dejo para el final dos cuestiones importantes. La primera tiene que ver con el compañerismo y el cargo que representa Concha Roldán. La presidenta de la Red Española de Filosofía debería tener un poco de consideración con los miembros de las distintas asociaciones de filosofía que la REF coordina que pudieran «ser» de Vox, y no insinuar de ellos, con mala fe y ninguna razón, que probablemente fomentan en sus alumnos comportamientos machistas. La segunda es qué piensa Concha Roldán que se puede hacer al respecto. Porque, siendo el problema tan grave (sin duda lo es el aumento del número de profesores que corrompen a los alumnos), algo habrá que hacer. ¿Quizá diseñar mecanismos que impidan su acceso al profesorado? ¿Y los que ya están dentro? ¿Se pondrá a los sospechosos bajo vigilancia, grabando sus clases y sometiéndolas a riguroso escrutinio? ¿Y luego qué? ¿Amonestar, reeducar, expulsar a los contumaces?