el negro futuro venezolano

El 6 de diciembre se celebró un evento electoral entre amiguetes de la Revolución venezolana. La dictadura se proponía asestar el último golpe para matar la esperanza venezolana, tomando el poder legislativo que durante cinco años estuvo en las manos de una oposición anulada y quebrada política y emocionalmente. El evento se llevó a cabo en el mes del XXII aniversario de la Revolución en Venezuela.

El 5 de enero de 2021 acabó el periodo constitucional de la última Asamblea Nacional elegida en unas elecciones competitivas en Venezuela. No pudo gobernar ni dar un paso hacia la transición democrática. Contó con legitimidad y legalidad, pero se enfrentó a una dictadura despiadada y apoyada por los caballeros negros de la geopolítica mundial: China y Rusia.

¿Cómo luchas democráticamente para recuperar una democracia si no tienes poder alguno para gestar cambios?

Recuerdo haber escrito unas líneas sobre la legitimidad de Juan Guaidó. En ese momento tenía esperanza en la ruta que pondría fin al periodo más oscuro de la historia de mi país, y que parecía la correcta ese día 5 de enero de 2019. Sin embargo, el 5 de enero de 2021, se acabó su periodo constitucional y con él termina el último resquicio de instituciones democráticas en Venezuela. La Asamblea Nacional que lidera Guaidó, quebrada y desahuciada, trata de apelar a la continuidad administrativa, usando como argumento la manifiesta ilegalidad de las elecciones celebradas por el chavismo en diciembre de 2020 sin haber conseguido fronteras adentro una solución al problema principal: la transición hacia la democracia enfrentando a la dictadura más perversa de América. ¿Cómo luchas democráticamente para recuperar una democracia si no tienes poder alguno para gestar cambios?

Recuerdo que en agosto del 2019 escribí en este mismo portal, que el principal problema de Juan Guaidó no era que el chavismo quisiese deshacerse de él, sino contar con la capacidad y el liderazgo que le permitiese aglutinar a toda la oposición política del país. El fracaso fue rotundo. El año 2019 fue duro, pero Guaidó dio una batalla internacional envidiable, en la que consiguió apoyos fundamentales en la lucha contra el Estado/Cartel que aplastaba al país, pero no fue suficiente. En Venezuela la realidad era otra, Guaidó carecía de todo poder y, especialmente, de unidad de acción política. Esta situación empeoraría con la pandemia de la Covid19, que permitió a Nicolás Maduro atornillarse al poder, dejó a Guaidó sin estrategia y del país se apoderó el caos, profundizando así la pérdida de los pocos espacios democráticos que quedaban. De las calles se apoderó la ley del más fuerte, la gente se olvidó de la política y se dedicó a subsistir para comer.

Venezuela carece de un sistema económico estable, su economía se ha dolarizado de facto, la opacidad sobre las cifras de la pandemia es total y el colapso energético es inminente. Cualquiera diría que esto debió haber jugado a favor de Guaidó y en contra de Maduro, pero el primero falló en su única labor: reunir a la oposición en una sola voz. Es cierto que dentro de la misma oposición se iba a por la yugular del interino de forma constante, pero faltó hacer política en serio, pactar lo único importante, el mecanismo democrático para producir un cambio real, sin tanta palabra hueca y promesas imposibles de cumplir.

También es cierto que el chavismo no hizo una sola concesión a la oposición victoriosa del 2015

También es cierto que el chavismo no hizo una sola concesión a la oposición victoriosa del 2015, le anuló por completo, pero la oposición tampoco fue capaz de crear una maquinaria que le hubiese permitido acudir a las elecciones de diciembre pasado. Sí, hablo de un plan que hubiese permitido participar en un proceso electoral en desventaja, es cierto, pero con 5 años para prepararse haciendo política y engrasando una maquinaria que hubiese podido al menos luchar contra el fraude en vez de esa inacción interna que dejó al chavismo carta blanca para asestar golpe tras golpe, derrota tras derrota. Si se hubiese hecho al menos política, el país no estaría en el limbo en el que se encuentra hoy. El profesor chileno, Fernando Mires, lo ha repetido hasta el cansancio, que las opciones son dos: votar o no votar, la segunda opción no lleva a nada. En esto coincido con Mires, si no tienes un plan de choque real, al menos construye una estrategia conjunta que te permita denunciar un fraude si lo hay, o ganar a pesar del fraude como se hizo en 2015.

Lo sé, algunos dirán que soy ingenuo porque ganar las elecciones del 2015 no sirvió de nada, y que el chavismo no sale por las buenas. Quizá ignoren que tal como se ha demostrado hasta ahora, no existe un ciudadano armado en pie que esté dispuesto a derrocar por la fuerza a la dictadura. Además, los que crean que en 5 años el chavismo se hizo más débil son más ingenuos que yo. Al menos, con trabajo político y construcción de una maquinaria democrática se da solución al primer gran problema que tenemos ahora, la legitimidad. Caso contrario, los países empezarán a tomar su distancia en los mismos términos en que lo hace ahora la Unión Europea: mostrando su rechazo a las elecciones fraudulentas del chavismo, dando su apoyo al pueblo venezolano y dejando de llamar presidente encargado a Juan Guaidó, tal como se expresa en un comunicado del 06 de enero.

¿Qué podemos esperar del 2021 en la política venezolana?

¿Qué podemos esperar del 2021 en la política venezolana? Los más místicos tratan de recordar que Hugo Chávez prometió que la Revolución duraría hasta el 2021. Es imposible como venezolano no recordar la voz del personaje en cuestión repitiendo hasta el cansancio esta promesa. Otros contaban con que Donald Trump iba a ser el mesías que cubriría el vacío de liderazgo que existe en la oposición venezolana, pero con la irrefutable victoria de Biden se han volcado a la radicalización, suponiendo que el demócrata se arrodillará al comunismo y a los Castro. Yo creo que con la estrategia correcta es más fácil conseguir una posición estadounidense más efectiva y menos ilusa, también una posición americana menos comprometida con la mano negra que mece la cuna, la de Putin como ocurría con Trump.

Sin embargo, debo contaros que el año 2020 me permitió visitar mi país natal, la pandemia alargó mi estancia de 20 a 45 días y lo que más me sorprendió es la forma en que en Venezuela existen intentos varios de crear un sistema paralelo al de la dictadura. Una economía que se niega a darle un centavo al chavismo en impuestos, pues las personas prefieren pagar sobornos a los funcionarios que dar un euro al Estado comunista. Las personas han encontrado un refugio en la producción de bienes y servicios incluso en las condiciones más difíciles. La vecina vende queso, el de la esquina trae productos de Colombia y las transacciones se realizan en moneda extranjera. Los venezolanos siguen trabajando a diario para vencer la dictadura con trabajo, pasan de la política que no les da soluciones y luchan de forma aguerrida contra la dictadura que les oprime criminalmente. Es una esperanza muy frágil, lejana a la transformación democrática que todos esperamos, sí, pero pocos caen en cuenta de que son 22 años de Revolución, que son miles de muertos y millones de expatriados por razones políticas, económicas y humanitarias.

Quizá el 2021 traiga a Venezuela una alternativa política que sepa orientar adecuadamente el espíritu libertario de los ciudadanos de mi país, porque en la medida en que el tiempo pasa, quienes hoy estamos en el extranjero ya hacemos planes para no regresar, y tememos que el día que volvamos sea a morir y descansar en paz con los nuestros, que en mi caso está en las montañas andinas de mi querida San Cristóbal.