Todos tendemos a autoengañarnos. Muchas veces es cuestión de pura supervivencia. A pesar de lo que dice la nueva religión new age de la superación personal, según la cual todos nuestras metas y logros en la vida depende de nuestra voluntad y persistencia, sabemos perfectamente que no es así y que hay cosas que difícilmente (o nunca) podremos cambiar o metas que jamás alcanzaremos por más que nos esforcemos. Así que alguna que otra automentira piadosa nos ayuda a no hundirnos del todo y conservar lo que sí tenemos de bueno o valioso, sin perder definitivamente la confianza en nosotros mismos.
Ese mecanismo sicológico afecta no sólo a nuestros defectos, vicios o limitaciones personales sino en general a todos nuestros actos, con una capacidad infinita de buscar loables justificaciones a comportamientos presididos por la mera intención de sacar partido o provecho de algún tipo, o simplemente de proteger nuestra propia imagen ante el espejo, sin ver el rostro deformado de nuestro retrato, como le ocurrió al infortunado Dorian Grey.
La mayor parte de nosotros votamos o hemos votado en alguna ocasión aplicando el criterio del menos malo, que es una variante del principio ético del mal menor
Este fenómeno se puede apreciar claramente en el ámbito de la participación política. La mayor parte de nosotros votamos o hemos votado en alguna ocasión aplicando el criterio del menos malo, que es una variante del principio ético del mal menor, que justifica la elección de un mal con tal de evitar otro mal mayor. Creo que no ando muy desencaminado si afirmo que ese criterio del mal menor, junto al del voto útil (que no deja de ser una variante del anterior), son probablemente los más relevantes a la hora de determinar el voto en las democracias modernas. Es más, puedo afirmar que a lo largo de mi vida solo he votado convencido durante 8 años, por lo que el resto lo he hecho tapándome la nariz, como se suele decir, lo cual creo, por cierto, que es mucho más responsable y coherente que no ir a votar, como hace mucha gente por simple desidia o, en mi opinión, por pura cobardía o vanidad personal.
Ninguna obra humana ni logro de ningún tipo se ha conseguido si no es arremangándose y ensuciándose en la tarea
En este último grupo encuadro a aquellos que nunca “se mojan”, las almas bellas, los equidistantes o eternos “independientes”, siempre por encima del bien y mal, dando lecciones al resto de los mortales que, de alguna u otra manera participan o se involucran en política, votando a este o aquel partido e incluso yendo más allá y prestándoles su apoyo o colaboración. Suelen envolver su comportamiento de un cierto halo romántico o incluso rebelde, pero lo cierto es que es una postura cómoda la de los abstencionistas, aunque triste en mi opinión, pues ninguna obra humana ni logro de ningún tipo se ha conseguido si no es arremangándose y ensuciándose en la tarea.
Hablando de ensuciarse en la tarea, creo que podría llegar a votar al PP en las próximas elecciones, viendo cómo está el panorama. De hecho, lo he realizado en diversas ocasiones a lo largo de mi vida, tanto en el País Vasco como en elecciones generales. Pero intento no engañarme acerca de su corrupción sistémica, de sus complejos, de su incapacidad para mejorar nuestro capitalismo de amiguetes (del cual se benefician), colaborando de esta manera al creciente deterioro de nuestras instituciones y, en general, de nuestro sistema democrático. Lo mismo podría decir del PSOE, al cual también he votado en diversas ocasiones, a pesar de compartir muchos de los vicios del PP, de su superficialidad e idioteces varias, de su corresponsabilidad en la corrupción y su complicidad manifiesta con el nacionalismo, a pesar de ser esta una ideología en principio incompatible y radicalmente contraria a los principios sobre los que se fundó el comunismo, el socialismo y la socialdemocracia en general.
El haber votado con la nariz tapada yo creo que es una sensación y experiencia que podemos compartir millones de españoles y lo único que difiere es el grado de convencimiento con el que uno lo hace o hasta qué punto prefiere mirar para otro lado y justificar la corrupción o las mentiras “de los propios”.
En este mal de la ceguera voluntaria, del deseo de no saber, destacan especialmente los votantes o simpatizantes de Ciudadanos
En este mal de la ceguera voluntaria, del deseo de no saber, destacan especialmente los votantes o simpatizantes de Ciudadanos. Lo digo principalmente por mi propia experiencia en las redes sociales, en las que habitualmente critico las decisiones o declaraciones del gobierno y, no con menor frecuencia, las de los partidos de la oposición. Alguno de esos comentarios o tuits críticos pueden llegar a recibir alguna contestación, especialmente en el caso de los populistas (Podemos o los independentistas), que arrecian con sus trolls, siempre prestos a intentar amedrentar y barrer al discrepante como forma (totalitaria) de hacer política.
Pero con ningún partido me pasa lo que con Ciudadanos actualmente, cuyos simpatizantes siempre me afean cualquier tuit o comentario crítico con la típica frase lapidaría de: “te equivocas de enemigo”. O cuando no es eso, los reproches consisten en todo tipo de valoraciones no sobre el contenido de lo publicado, sino sobre mi persona: que se me nota el rencor, que critico por envidia o cualquier otra cuestión que, sin cuestionar el motivo de mi crítica, al parecer me inhabilita para poder expresar una opinión o simplemente publicar una noticia de cualquier medio: a los reyes del rock no se les puede criticar.
No seré yo, desde luego, el que vaya a censurar a nadie por elegir a Ciudadanos como su opción electoral, sea la buena o la menos mala. Pero el que lo haga ha de saber que C’s creció como partido nacional incorporando todo tipo de formaciones regionalistas y localistas, muchas con rancio olor identitario (de su pueblo, región o micro-nación), con personas incursas en causas de corrupción que acabaron en sus listas, a los que no se les hizo ningún asco si traían votantes, dinero o influencias.
Su comportamiento ético ha distado mucho de ser ejemplar, fomentando como forma casi normal de hacer política el transfuguismo y careciendo de una verdadera democracia interna en su funcionamiento
Es más, se ha hecho público recientemente en la Comisión de Investigación del Senado que investiga sus finanzas que C’s ha elegido candidatos en función del dinero que podían aportar al partido (cuestión que de ser inveraz supongo que hubiera motivado la inmediata querella por calumnias). Sus cuentas jamás han llegado a ser aprobadas por el Tribunal de Cuentas, aflorando multitud de casos en los que dicha formación ha utilizado irregularmente las subvenciones de los grupos municipales de forma ilegal, a los que se llegó a exigir el 15% de todos sus recursos, lo que está prohibido por la Ley. Su comportamiento ético ha distado mucho de ser ejemplar, fomentando como forma casi normal de hacer política el transfuguismo y careciendo de una verdadera democracia interna en su funcionamiento. Políticamente hablando son capaces de decir una cosa o la contraria en la misma semana si las encuestas perciben algún cambio en la opinión pública y las mentiras de Rivera son constantes, por más que la mayor parte de los medios encuentren siempre un motivo para disculparlas o ignorarlas.
Sin duda es cómodo no querer saber, cerrar los ojos y hacerse luego el sorprendido y escandalizado cuando hagan lo que estaban diseñados (y patrocinados) para hacer desde el principio, pues nunca con malos mimbres salieron buenos cestos. Pero en esto, como en tantas otras cosas, creo que es mejor (aunque sea más duro y trabajoso) conocer e informarse antes de votar, a ver si es verdad que el tan cacareado cambio político no trae solo nuevas caras y partidos sino también una ciudadanía más madura y responsable.