Reivindicar la transicion - Rosa Diez

Siempre es un buen momento para reivindicar la Transición española, ese logro democrático que asombró al mundo entero y que nos ha permitido vivir y educar a nuestros hijos en libertad desde que el dictador Franco murió en la cama en el año 1975. Particularmente es oportuno hacerlo en estos tiempos de política adolescente en los que la portavoz del Gobierno de España hace peligrosas afirmaciones del tenor de ”la legalidad irá por un lado y la política por otro” refiriéndose a los recursos ante el TC por los desmanes del gobierno separatista de Cataluña, como si se pudiera hacer política democrática fuera del marco de la ley.

Reivindicar la Transición ha de servir para explicar a estos frívolos que nos gobiernan que la Ley es la única defensa de los débiles frente a los poderosos

El hecho de reivindicar la Transición en estos momentos es un ejercicio de pedagogía política, un instrumento para explicar a estos gobernantes sobrevenidos merced la coalición negativa de populistas, pro-etarras, golpistas y nacionalistas que en democracia la política ha de ir por el mismo camino que la ley si no queremos que la cosa acabe mal. Y que por eso y para eso apostamos por la Transición democrática: para que no volvieran a producirse enfrentamientos sangrientos entre hermanos y para que jueces, políticos, gobernantes y ciudadanos asumiéramos que el respeto a la Ley y a las reglas es sagrado. Reivindicar la Transición ha de servir para explicar a estos frívolos que nos gobiernan que la Ley es la única defensa de los débiles frente a los poderosos, como es el caso de quienes no renuncian a ser ciudadanos españoles en Cataluña a pesar de estar sometidos al yugo golpista.

Los simplistas del Gobierno dicen que “hay que superar la Transición”. No sé lo que eso significa en concreto, pero, ¿se imaginan ustedes a un gobernante francés afirmando que hay que “superar” la Revolución francesa? ¿O a un norteamericano haciendo lo propio respecto de su guerra de secesión? Lo que estos adanistas envueltos en la bandera del progresismo de papel cuché nos piden es que “superemos” lo que la Transición consiguió para generaciones de españoles: la democracia. Porque la Transición fue el procedimiento utilizado para conseguir un objetivo con el que soñábamos la inmensa mayoría de españoles que no era otro que construir un país democrático en el que la convivencia entre distintos fuera la norma y en el que los conflictos políticos se dirimieran con los métodos propios de cualquier sociedad plural: con respeto a ley y siempre dentro de la ley.

Reivindicar la Transición significa aquí y ahora sentirse orgullosos de nuestro pasado compartido como españoles. De nuestro pasado más reciente, de ese que comienza cuando el dictador muere en su cama y los suyos votaron en las cortes franquistas la Ley de la Reforma Política.

Recuerdo bien que el PSOE de entonces defendió la abstención en el Referéndum en el que se votó la reforma política que supuso el harakiri del franquismo

Claro que conviene hacer memoria para recordar qué hizo cada cual en aquel momento histórico en el que nos jugamos el futuro de nuestro pais. Recuerdo bien que el PSOE de entonces defendió la abstención en el Referéndum en el que se votó la reforma política que supuso el harakiri del franquismo. Recuerdo bien a mi padre, un viejo socialista condenado a muerte por Franco -que a pesar de las sanciones nunca fue a votar en los referéndums que el régimen convocaba- explicándonos en casa que él creía que en ese referéndum en el que no te multaban si no ibas él pensaba ir y votar que sí a la Ley. “Para que no se repita la historia, hijos…”, nos dijo. Reivindicar la Transición es también recordar que la inmensa mayoría de los españoles de entonces pensaron como mi padre y no hicieron caso de la recomendación del PSOE y sacaron adelante una Ley de Reforma Política que abriría el espacio que permitió alumbrar el gran pacto democrático que supuso la Constitución Española, una de las más avanzadas en derechos y libertades del mundo democrático.

No es posible mejorar nuestra convivencia y la calidad de nuestra democracia si pervertimos la realidad y, mucho menos si renegamos de lo mejor de nuestra historia, de ese momento en el que nos juramentamos para que dejaran de existir las dos Españas y comenzamos a trabajar todos juntos por lo que nos unía como españoles: el deseo de que no se repitiera la historia.

Cierto que no es la primera vez que un Presidente de Gobierno socialista intenta reescribir la historia a su gusto. Antes que Sánchez lo hizo Zapatero, ese Presidente que llegó a la Moncloa tras el mayor atentado de la historia de España y que se puso como objetivo romper todos los lazos de la incipiente comunidad democrática que veníamos construyendo entre los españoles.

Fue Zapatero quien puso los cimientos para la ruptura de España pactando con los nacionalistas catalanes un marco político que suponía reformar de la Constitución por la puerta de atrás para dotar a Cataluña de un estatus de superioridad política respecto del resto de regiones de España y que resulta inaceptable en una democracia que ha de garantizar la igualdad de derechos de todos los ciudadanos. No se qué pasa con los presidentes socialistas que llegan de forma sobrevenida (Zapatero en 2004 gracias al atentado yihadista y a todo lo que ocurrió en los días posteriores, y Sánchez por el pacto con golpistas, pro-etarras y bolivarianos para la moción de censura en 2018), pero es como si nos hubiera mirado un tuerto. El primero señaló desde el primer momento que su enemigo era el PP y que era con ese partido con quien había que romper todos los pactos de estado y todos los puentes; el segundo ha decidido gobernar con el programa económico del PP y con el programa político de pro-etarras y golpistas, aderezado convenientemente con dosis de populismo bolivariano y nacionalismo identitario vasco.

Reivindicar la Transición es también recordar la emoción que sintieron quienes habían sufrido en propia carne lo más cruel de la dictadura cuando pudieron ejercer su voto por primera vez en libertad y fueron a votar en el Referéndum de la Constitución; o a los primeros españoles que se incorporaron como funcionarios en las instituciones europeas, esperados con recelo o benevolencia por el resto de países de la UE y que rápidamente fueron calificados como “los prusiamos del sur”. Es también explicar a los más jóvenes que gracias a esa Transición ejemplar ellos viajan sin pasaporte por toda Europa y han cambiado la maleta de cartón de sus abuelos por una beca Erasmus.

Reivindicar la Transición ha de servirnos para combatir a los totalitarios y desenmascarar a quienes son los principales enemigos de Europa y que en España conocemos bien aunque aquí les hayamos llamado siempre nacionalistas

La Transición supo arrancar ese germen de división entre hermanos que tanto dolor causó en España y que hoy algunos están empeñados en cultivar para conseguir votos. Porque reivindicar la Transición ha de servirnos para combatir a los totalitarios y desenmascarar a quienes son los principales enemigos de Europa y que en España conocemos bien aunque aquí les hayamos llamado siempre nacionalistas. Nacionalistas y populistas -lo mismo da que se califiquen de izquierdas o de derechas- están unidos por una religión que excluye a todo el que no profesa su fe, ya sean ciudadanos que provienen de otros países o vecinos de escalera que han decidido ejercer sus derechos libremente sin dejarse abducir por secta o tribu alguna. Reivindicar la Transición es, hoy más que nunca, enfrentarnos con la ley democrática a los golpistas que celebran el aniversario del golpe contra la democracia perpetrado el 1 de octubre en Cataluña.

Reivindicar lo que supuso el espíritu de la Transición ha de servir también para poner ante el espejo a todos estos políticos mediocres y acomplejados que lo mismo desentierran a Franco que prometen indultos a los golpistas. ¿Se imaginan qué hubiera ocurrido si un ministro de UCD hubiera declarado que era “partidario” de indultar a los golpistas del 23F?¿Se imaginan qué hubiera ocurrido si el Presidente Calvo Sotelo hubiera recetado como solución “empatía” con Tejero y los suyos? Me dirán que no es lo mismo… Efectivamente: esto es peor; porque hoy España forma parte de la Unión Europea, la democracia está consolidada, ETA no asesina cada semana…. Es decir: hoy no hay ninguna disculpa para la debilidad ante los golpistas. Lo de hoy, aniversario del golpe en Cataluña, es peor porque la cesión ante los golpistas no busca la estabilidad del país sino el mantenimiento en el poder de quien llegó la Moncloa apoyado por los enemigos de España.

En un momento de política mediocre, de mentiras, de cainismo, de amenazas a la libertad de prensa, reivindicar la Transición sirve también para recordar que se puede hacer política de otra manera

Quienes desprecian la Transición y lo que ella supuso quisieran borrar de nuestra memoria a todos sus protagonistas. Y es que no soportan la comparación con los políticos de aquella época, con su sentido de Estado, con su preparación, con su amor a España, a la democracia. En un momento de política mediocre, de mentiras, de cainismo, de amenazas a la libertad de prensa, reivindicar la Transición sirve también para recordar que se puede hacer política de otra manera. Y que hubo un tiempo no tan lejano en el que España fue un ejemplo para el mundo; un tiempo en el que cuando un dirigente político viajaba a otro país no le preguntaban por su tesis, por sus plagios, por sus mentiras o las de su gobierno, por sus comprensión hacia los delincuentes golpistas… Un tiempo en el que nuestros políticos eran interrogados con admiración sobre cómo lo hicieron para transitar con éxito desde la dictadura a la democracia. Todo eso es lo que quieren borrar de nuestra historia.

Yo no creo que haya que superar la Transición como dicen algunos que cuando hacían (o hacen) falta para construir o defender la democracia ni estaban ni se les esperaba. Yo creo que lo que hay que hacer es rendir homenaje a quienes se arriesgaron para hacer posible lo que era necesario. Reivindico a aquellos hombres y mujeres (si, también había mujeres, pocas ciertamente, pero allí estaban defendiendo el pacto democrático mujeres como la Pasionaria) que demostraron querer más a su país que a su ideología o a su partido. Quiero recordar que hoy no seríamos ciudadanos europeos de pleno derecho si no hubiéramos construido de forma ejemplar nuestra democracia; y quiero transmitir mi orgullo por el hecho de que mi país haya sido la envidia y el asombro de millones de europeos que –víctimas de nuestra propia historia negra, la que nosotros mismos construimos- descubrieron, a partir de nuestros hechos, una España desconocida.

Aunque parezca mentira reivindicar hoy la Transición es tanto como honrar a los demócratas que antepusieron el interés general a sus odios y a sus miedos. Brindo por todos ellos, por los que actuaron pensando en sus hijos y en sus nietos, por los que miraron hacia el futuro, por los que orillaron su ideología para que nosotros no tuviéramos que arriesgar nuestra libertad nunca más. Brindo por aquellos patriotas de la Transición, gente cabal, españoles sin complejos.

Brindo por mis padres, Heraclio y María, y por todos los de su generación que hicieron posible que hoy vivamos, a pesar de todo, en una sociedad plural y en una España democrática.