Llevamos casi un par de años aguantando ese mantra sobre el renacimiento económico de Portugal. Ha sido como una luz al final del túnel para ese socialista de corazón al que se le hacía muy de noche cada vez que alguien le preguntaba por algún referente económico medianamente próspero liderado por un gobierno de izquierdas. El milagro portugués lo llamaron algunos. También el milagro socialista, pues así se hace llamar su gobierno. No creo que milagroso sea el adjetivo más adecuado ya que Portugal sigue arrastrando grandes problemas de financiación pública y acceso a la inversión, y basando su economía en un precario sector turístico. Aún con esas, fíjense que igual es más milagroso que socialista. Veamos.

Se acaba de aprobar la mayor bajada de impuestos sobre la luz de su historia, del 23 al 6%, y hace ya tiempo que se conocen los planes del país luso para atraer grandes capitales. Ni sucesiones, ni donaciones, ni patrimonio. A esto le añadimos un máximo del 20% en impuestos por los rendimientos de dichas fortunas u otras actividades económicas que no tienen porque tener lugar en territorio portugués. Una realidad que choca frontalmente con algunas de las medidas del plan de «estabilidad» financiera de Sánchez, por el que no solo se penalizarán las rentas altas sino que además ya se intuyen modificaciones en determinadas deducciones que afectarán entre otras cosas a los planes de pensiones privados.

La realidad es que los portugueses sufren menos cargas fiscales, sobre todo del lado empresarial ya que su impuesto de sociedades está 4 puntos por debajo del nuestro y también pagan menos por las cotizaciones sociales de sus empleados. No se puede decir que sea más fácil despedir pero sí que es más barato. El gasto público es menor y ya han dado pasos importantes en el camino hacia la privatización. La aerolínea nacional TAP está en manos de la gestión privada desde hace años, y lo mismo ha ocurrido con el principal grupo eléctrico del país: EDP.

Para empezar, un mal presentimiento: ¿no vamos en la dirección opuesta a nuestro país vecino?

Lejos de poder decir que Portugal sea una destacada economía liberal, la verdad es que en lo que se refiere a fiscalidad y gestión pública, se han alejado del modelo tradicional socialista como nunca antes lo habían hecho. Y esto nos lleva al tema principal: la subida de impuestos de Sánchez. Para empezar, un mal presentimiento: ¿no vamos en la dirección opuesta a nuestro país vecino? Seguro que les ha ocurrido alguna vez. Afrontamos un largo viaje en coche y pasados algunos kilómetros nos damos cuenta que nos hemos olvidado algo importante. Esa sensación al dar la vuelta mientras piensas que todo ese recorrido deberás deshacerlo más tarde, es lo más parecido a lo que iremos sintiendo según avance la legislatura. Esto me lleva a la siguiente paradoja: darme cuenta de que los mismos que hace meses alababan la gestión económica de António Costa y su alianza de gobierno, hoy han votado a Sánchez y sus socios. Me dirán que no es un drama.

Pero esto no termina aquí. Llevamos unos días aguantando las bromas de tertulianos y tuiteros del mundo «cultural» como respuesta a la alarma generada por el plan de Sánchez en determinados círculos liberales. Según algunos, el problema es que no nos hemos enterado de que la subida solo afecta a los ricos. Menudo despiste el nuestro. Repasemos. 26.000 millones más al año dice Sánchez que pretende recaudar. Para hacerlo más llevadero, dividamos algunos conceptos por categorías:

– La mayor parte de esa recaudación proviene del crecimiento estimado del PIB para ese periodo, algo más de 5.000M entre IVA e impuestos especiales, sobre todo por el crecimiento en el consumo de hidrocarburos. Datos no ya optimistas, sino más bien surrealistas. Pero en fin, no adelantemos acontecimientos. Al fin y al cabo, el optimismo ha sido siempre la norma.

– Luego tenemos el impuesto a determinados servicios digitales (la mal llamada tasa Google) que asciende a 1200M. Una manera de cobrar a grandes tecnológicas por su actividad fuera de nuestro territorio. Al margen de la evidente doble imposición, normalmente estas cargas se repercuten en las tarifas de medianas y pequeñas empresas que demandan sus servicios.

– 850M en transacciones financieras. Compra de acciones emitidas en España que más que dañar a los grandes capitales, desincentivará la inversión en nuestro país.

– El impuesto al diesel, el gran tapado. Por éste pretenden recaudar 670M. Creo que a estas alturas no hace falta ni mencionar a quién afecta esto. Efectivamente, a todo el mundo. Sobre todo al autónomo cuya actividad profesional le obliga a disponer de su propio medio de transporte.

– Luego tenemos el impuesto sobre el patrimonio, 339M. Este es de mis favoritos (nótese la ironía) pues comúnmente pensamos que afecta exclusivamente a los ricos pero en realidad afecta en gran medida a los ahorradores. El ahorro, uno de los pilares económicos de cualquier país, pisoteado por otro gran ejemplo de doble imposición. Se produce en gran medida en determinados territorios de nuestra geografía donde la vivienda se ha revalorizado mucho, y cuyos propietarios son en su mayoría personas mayores (los jóvenes no tenemos tan fácil acceder a viviendas de esas características al precio actual), cuya pensión es baja pero se encuentran, por sus ahorros y su revalorizada vivienda, dentro de este conjunto que la izquierda con descaro denomina «grandes fortunas». ¿Qué opciones tiene dicho sujeto? La primera consiste en pulirse sus ahorros, eliminando de raíz algo bastante humano: la querencia por dejar cierto legado a sus descendientes. La segunda opción pasa por vender su propiedad, o cambiarla por una más humilde, y obviamente también acabar gastando la diferencia. Conozco casos cercanos en los que muchos jubilados pagan por este impuesto 3 o 4 veces el valor de su pensión. ¿Tiene esto algún sentido?

– Llegamos por fin al que para algunos medios es el único impuesto a destacar: el de los ricos. Esos que solo afectan al 1% de las empresas y al 0,5% de las rentas. Por este segundo concepto el estado pretende recaudar 328M, la mitad que por la subida del diesel. Y por el impuesto de sociedades, que afecta a empresas con ingresos superiores a los 20M de € anuales, pretenden hacer caja por valor de 1700M. No es mi objetivo destacar lo complicado que resulta en España hacer crecer una empresa. No ya solo por temas burocráticos, sino por el bombardeo fiscal y regulatorio que empiezan a sufrir una vez alcanzan cierto volumen de negocio. Es obvio que este impuesto no ayuda en nada a cambiar nuestro tejido empresarial, compuesto especialmente por pymes y microempresas. Y a contrarrestar el hecho de que las denominadas grandes (con más de 250 empleados) no lleguen al 0,15% del total. No, no ahondaré en este tema no vaya a ser que me tachen de liberal. Me limitaré a poner en evidencia que no hay más vueltas que darle, estas dos son las únicas partidas que afectan a los grandes capitales. Punto.

¿Y de dónde sale el resto hasta llegar a los 26.000M? Bien, la verdad es que no está demasiado claro, ni siquiera en el documento oficial enviado a Bruselas

¿Y de dónde sale el resto hasta llegar a los 26.000M? Bien, la verdad es que no está demasiado claro, ni siquiera en el documento oficial enviado a Bruselas. Se supone que existen determinados planes por concretar entre ellos el relacionado con el cobro de las autovías (a todo quisqui claro) y una parte bastante importante y que también se comenta de perfil que tiene que ver con la eliminación de determinadas deducciones. Punto 7.1.2 del documento; proceso de revisión del gasto público. Se pretenden revisar reducciones por rendimientos del trabajo, arrendamiento de viviendas, tributación conjunta, deducciones sociales y familiares… ¿A quién afecta todo esto? ¿Solo a los ricos? ¿Solo a las grandes empresas? Pero espera. Igual la idea no es eliminar, sino más bien sustituir. O mejor dicho, subirnos al carro de la nueva moda de cuotas y discriminaciones positivas. Nada les impide ahora poner en vigor aquellas deducciones comentadas hace tiempo para empresas que garanticen cierta paridad en determinados puestos directivos. Quizá sea solo una cuestión de compensar las gallinas que entran por las que salen, pero asegurándonos entonces, en pos del rédito electoral, que las nuevas gallinas se ajusten al modelo progresista de nueva cuña.

Resumiendo. La memoria es selectiva, pues ya hemos olvidado lo que ocurrió con la subida de impuestos del último ejecutivo socialista. De las previsiones de recaudación a lo que finalmente se recaudó, la diferencia fue no menos que insultante. No hagamos bromas sobre quién pagará la cuenta o nos riamos del obrero que protesta por unos impuestos que supuestamente no le afectarán. La verdad por delante, el festín por el que el Estado piensa soltarse la faja, lo pagaremos todos, como ha ocurrido siempre. Y pensemos en todos esos kilos de más que tendremos que adelgazar, y esos kilómetros en dirección contraria que tendremos que desandar en el futuro próximo. Tan próximo como lo que tardemos en darnos cuenta del fraude que supone la figura de Pedro Sánchez.