“En el Algarve somos cuatro trabajadores, cuatro pensionistas, los jubilados y vosotros, no hay mucha más gente” me dice mi amigo Ricardo, un ingeniero nacido en Oporto que trabaja cerca de Portimao. Evidentemente, su frase es exagerada y quiere hacer un chiste, pero encierra una enorme dosis de verdad: en esta región del sur de Europa, que recibe más de nueve millones de turistas todos los años, los residentes no alcanzan los cuatrocientos mil, y casi todos ellos trabajan en la industria turística cerca de la franja costera, quienes, por supuesto, son más de cuatro. Basta conducir una hora hacia el interior del país para encontrarse con enormes áreas despobladas: la atracción de los salarios en la costa es suficiente para que el despoblamiento sea un problema en crecimiento. Puede que esos salarios sean bastante bajos pero al menos son reales y estables: el paro no existe apenas en esta región.
Ricardo y su novia, quien ha conseguido trabajo en los últimos años en el sector inmobiliario, cuentan que ellos “se consideran bien pagados”. Cada mes ingresa 1200 euros en nómina, cada uno; el sueldo que les corresponde en una empresa semipública de abastecimiento de aguas y gestión de residuos en Portimao como ingeniero con veinte años de experiencia, mientras Ana, su pareja, está consiguiendo superar esa cantidad con facilidad. Ambos han vivido fuera de Portugal, y fue trabajando en España donde se conocieron. Cuando decidieron volver se establecieron en Algarve y usaron los ahorros para comprar un piso en la ciudad de Faro, en un momento de precios muy bajos. Hoy, viviendo en Portimao, redondean sus ingresos alquilando el mismo piso por más del doble de lo que pagan mensualmente al banco; gracias a la explosión del turismo, han conseguido vivir mejor, al tiempo que ganar algo de dinero.
Un 25% de la población del país en la actualidad reside y trabaja fuera de Portugal
Pero hacer tales negocios requiere, además de disponer de suerte e intuición, una fuente de ingresos y seguridad jurídica. En un escenario donde los sueldos pueden ser tan bajos como 600 euros por jornada completa, el acceso a un crédito bancario, en el caso de que las instituciones rescatadas hace poco y obligadas a la austeridad estuvieran en condiciones de darlo, es tan impensable como conseguir esa cantidad trabajando dentro del país. Un 25% de la población del país en la actualidad reside y trabaja fuera de Portugal. Sin embargo, después de conseguir la plaza en una empresa pública Ricardo es uno de los privilegiados y el ejemplo de persona en quien se piensa cuando se habla de la recuperación portuguesa. Él y su novia se plantean en un plazo breve tener un hijo: hasta ellos empieza el optimismo que está detrás del pequeño remonte de la natalidad.
La idea de que existe un milagro económico portugués se basa en dos patas: en la reducción real del déficit, que ha recibido parabienes de las agencias de calificación y la aprobación de Bruselas, y en que quienes gobiernan se llaman Bloco de Esquerdas, Partido Socialista y Partido Comunista. La idea de que esta geringonça ha conseguido sacar al país de la crisis al tiempo que ha reducido la crisis prende en terreno seco y sin desbrozar entre la izquierda europea y por supuesto con más facilidad en España: el prestigio de los partidos de izquierda en el país vecino tras la revolución del 25 de abril es evidente. En España el deseo de sentirse protagonista de un levantamiento épico a los acordes de Grandola Vila Morena es tan grande como lo poco que en realidad se conoce sobre Portugal, su historia, economía y, por supuesto, política.
Una broma usual es que Portugal es una isla, parte de un archipiélago, junto a Azores y Madeira, del que la tierra emergida continental más allá de los montes leoneses y extremeños, el Guadiana y el Miño no es más que la más extensa. Hay algo de cierto en esta imagen: a pesar de compartir la Península, la Raya como se llama a la frontera hispano-lusa, separa a lo largo de más de 1200 kilómetros tan efectivamente como lo harían mil kilómetros de océano a los dos países. No sólo las costumbres, el carácter y las referencias culturales son distintas en un grado mayor del que uno esperaría, sino que ambos países viven de espaldas; sin embargo, esta ignorancia es asimétrica: mientras que la influencia, reconocida o no a regañadientes por portugueses, de las empresas y cultura españolas es muy grande en Portugal, en España lo que procede de Portugal se ve y se entiende como si procediera de un lugar exótico.
La falta de entendimiento y de conocimiento de la realidad se extiende, como ocurre siempre a partir de la cultura, a la economía y política. Sólo así resulta comprensible que Portugal y las políticas que se han emprendido desde la formación del gobierno tripartito de izquierdas se hayan convertido en un espejo en el que se quieren mirar políticos y militantes de izquierda españoles. Opinadores y periodistas han tenido que hacer uso de una condescendencia y desconocimiento no muy alejadas de las que se aplican para países considerados poco desarrollados. Portugal, según el relato, parece haber sorteado la austeridad mientras rehuía los recortes, y así evitaba aumentar el sufrimiento tras el rescate de la troika*.
la prioridad del gobierno salido de los pactos tras las elecciones de 2015 siempre tuvo por objetivo la devolución de la deuda
Sin embargo, la prioridad del gobierno salido de los pactos tras las elecciones de 2015 siempre tuvo por objetivo la devolución de la deuda, y la inversión pública no aumentó, ni se han resuelto los problemas de sanidad o educación o sector público. Con un movimiento de relaciones públicas muy acertado, la opinión pública europea ve a Portugal como el paradigma de una nueva manera de hacer política, al tiempo que la perspectiva de la salida de una crisis permanente ha cambiado la proverbial saudade lusa por optimismo hacia el futuro. A pesar de ello, pocos se ocultan a sí mismos que se trata de un milagro con pies de barro y apoyado en el turismo, la revalorización inmobiliaria y las exportaciones.
Ante una recuperación que puede desvanecerse como llegó, los conflictos laborales y de usuarios son continuo. Todos sienten que el tiempo de la humillación y de agachar la cabeza ha pasado. Sin embargo, ante uno de los problemas sin resolver, el sector público hipertrofiado, nuestro paradigmático Ricardo disfruta con un ojo en el horizonte y otro en el chaleco salvavidas.
(continúa en parte II)
*Hasta 2014 en cinco tramos, BCE, CE y FMI acordaron inyectar hasta 78.000 millones en la economía portuguesa, a cambio de austeridad en las políticas públicas de los que la mayor parte ya se han devuelto.