Partido Comunista fascista - Jorge Sánchez de Castro

Michel Foucault (Poitiers, 1926-París, 1984) publicó un prefacio a la edición estadounidense de El Anti-Edipo. Capitalismo y esquizofrenia (1972), de Gilles Deleuze y Félix Guattari, titulado «Introducción a un modo de vida no fascista». Según Foucault, la gran preocupación de los autores del citado libro era lograr introducir el deseo en el pensamiento, en el discurso, en la acción.  «¿Cómo el deseo puede y debe desplegar sus fuerzas en la esfera de la política e intensificarse en el proceso de derrumbe del orden establecido?»

Siendo sinceros, debiéramos reconocer que alcanzaron su objetivo, pues el deseo de los dirigentes omniscientes pretende transformar la política en una «fábrica de Amor»

Siendo sinceros, debiéramos reconocer que alcanzaron su objetivo, pues el deseo de los dirigentes omniscientes pretende transformar la política en una «fábrica de Amor», en una industria de producción del Paraíso a mayor gloria de los ciudadanos, eso sí, financiada coactivamente por nuestro bien por ustedes lectores; y donde el «Amor» aún no ha destruido el orden establecido, pero introduce el suficiente desorden para que el derrumbe progrese adecuadamente.

No obstante, para Foucault, el principal adversario del deseo, su «adversario estratégico es el fascismo. Y no solamente el fascismo histórico de Hitler y Mussolini –que supo movilizar y utilizar muy bien el deseo de las masas-, sino también el fascismo que reside en cada uno de nosotros, que invade nuestros espíritus y nuestras conductas cotidianas, el fascismo que nos hace amar el poder, y desear a quienes nos dominan y explotan» (sic). El famoso pensador francés consideraba que Hitler y Mussolini eran un problema. Parece que también, y sobre todo, el fascismo de alpargata, diario, el del hombre común que ama tanto al poder que paga sus impuestos de forma voluntaria sin necesidad de sentir la amenaza de las varias Agencias Tributarias. Pero el leninismo o el estalinismo no.

El libro de memorias del primero comunista y luego anticomunista Francisco Félix Montiel es una contribución inopinada a la obra de los citados filósofos galos

Pues bien, el libro de memorias del primero comunista y luego anticomunista Francisco Félix Montiel es una contribución inopinada a la obra de los citados filósofos galos, pues en las páginas de Los almendros de Urci. Memorias de una vida revuelta (Ed. Renacimiento, 2017), lo que se encuentra es el manual detallado de un auténtico modo de vida fascista: el de los partidos comunistas durante el siglo XX. Con especial atención al estudio del comportamiento de los dirigentes del Partido Comunista de España (PCE) durante la Guerra Civil.

Narrado no por un compañero de viaje de los que se sirvió la URSS para conseguir sus fines, sino por un miembro destacado del aparato, por un protagonista de las trincheras y de la propaganda

El libro, editado gracias al incansable trabajo del profesor de la Universidad de Murcia Jerónimo Molina, zafándose de los modos de vida fascistas del funcionariado dizque izquierdista que aún pretende salvar, a costa de la verdad, la leyenda mítica del exilio español; comienza con un esclarecedor prólogo del editor que quiere suplir lagunas y silencios de Montiel con los que éste pretende ocultar sus responsabilidades durante la guerra civil en sucesos claramente fascistas por leninistas o estalinistas. Lo que sigue después es un viaje a los horrores del comunismo durante el siglo pasado, narrado no por un compañero de viaje de los que se sirvió la URSS para conseguir sus fines, sino por un miembro destacado del aparato, por un protagonista de las trincheras y de la propaganda.

De la organización de la derrota por el PCE en el Madrid del 39, pasamos al exilio milagroso de nuestro protagonista en Londres y en París, para continuar su desventurada peripecia en Cuba perseguido por sus antiguos compañeros hasta su abandono de la isla en el 46.  Nos encontramos a Montiel en el año 1948 en la Checoslovaquia y la Polonia previas a su anexión «de facto» por la URSS, y le acompañamos de nuevo a la Cuba que hierve por la inminente caída de Batista y la llegada de los «demócratas» hermanos Castro, jaleada por los bellos miembros de la «gauche divine» estadounidense; sin que falte el testimonio de su batalla a favor de la Yugoslavia de Tito contra el oso soviético.

En todos estos episodios el memorialista sufre atentados e intentos de asesinato de los «fraternales» camaradas rojos.

En el libro no faltan datos conocidos pero deliberadamente enterrados. Véase la creación del mito del Che Guevara, originariamente un espía ruso colocado en el yate Granma por el jefe del Partido Comunista de Argentina, Codovilla, con objeto de garantizar los intereses soviéticos en la Cuba posbatista porque no se fiaban de Castro.

Leyendo a Montiel cabe preguntarse si todo el que se declara comunista hoy ejerce un modo de vida fascista

Concluida la lectura del volumen una duda es inevitable: ¿se trata de unas memorias o nos vendieron un libro de actualidad? Si el líder de Podemos se declara comunista y su recaudador Monedero afirma que «quien no sea comunista es que es mala gente», leyendo a Montiel cabe preguntarse si todo el que se declara comunista hoy ejerce un modo de vida fascista. O si extinto el fascismo histórico del que hablaba Foucault, los únicos fascistas vivos son los comunistas irredentos.

En el prólogo del profesor Molina se cuenta una anécdota que nos hace entender que la interrogación anterior es pertinente y ya se hizo antes a cuenta de otra ideología supuestamente progresista. Dice así el editor: «La pregunta que Posada lanza en 1931, en vísperas de la Segunda República, tiene todo el sentido. No es retórica. ¿Habremos hecho fascismo sin saberlo los llamados krausistas?».

Los dirigentes purgados de Podemos debieran leer a Montiel… para entender que fueron objeto de la «justicia popular de la organización» no porque fueran culpables de nada, sino que fueron elegidos para los puestos de mayor confianza política únicamente porque reunían todas las condiciones para ser purgados

Quizás la respuesta definitiva a si el comunismo no puede dejar de ser fascista se obtenga leyendo las páginas donde Montiel explica la función de las purgas, confesiones y chantajes en los partidos comunistas. «Justicia» estalinista que nos hiela la sangre y que el partido de Iglesias y Monedero no deja de realizar como un sacrificio a su reivindicado comunismo. Los dirigentes purgados de Podemos, voceros de que el «no partido» era una «Fábrica de Amor», mala copia de alguna de las frases del libro de Toni Negri «Imperio», debieran leer a Montiel para entender que fueron objeto de la «justicia popular de la organización» no porque fueran culpables de nada, sino que fueron elegidos para los puestos de mayor confianza política únicamente porque reunían todas las condiciones para ser purgados.

Si tuviesen en sus manos el libro y le ojearan seguirían la misma trayectoria que su autor: de comunistas-podemistas a antipodemistas.

Gracias a las Memorias de Montiel comprendemos, entre otras cosas, que la estrategia mundial de Putin para ganar cuotas de poder en Occidente se basa en las viejas tácticas soviéticas, o que Iglesias utiliza con el PSOE de Sánchez el mismo modelo que el PCE utilizó con el PSOE de la II República para infiltrar entre los socialistas una quinta columna de tontos útiles al objeto alzarse con la hegemonía de la izquierda.

No es momento de insistir en la analogía entre la entrega de Madrid por el PCE del 39 al coronel Casado, y la estrategia de los independentistas catalanes del «procés» para entregar la Generalitat a los que afirman ser sus enemigos, ya expuesta con detalle en esta misma revista hace unas semanas.

Memorias, libro de actualidad, pero sobre todo una página de la memoria histórica que no necesita llamar la atención destacándose con mayúsculas. Es una evidencia que la llamada Ley de Memoria Histórica es una manera pueril de reivindicar la Segunda República para liquidar mejor el Alzamiento.

Pues bien, el libro de memorias de Montiel, diputado de las últimas Cortes republicanas, ejerce la memoria histórica dentro del bando «leal» a la República para dejar en evidencia el engaño masivo de uno de sus pilares: el estalinista Partido Comunista de España.

Léanlo. Los almendros de Urci. Memorias de una vida revuelta constituye algo que hubiera entusiasmado y sorprendido a partes iguales a Foucault: el resumen de un modo de vida no fascista, en tanto en cuanto no estalinista, no leninista, no comunista.