La emigracion recorre Europa - Ramon Marcos

La emigración, como un fantasma, recorre Europa. Todos parecen temerosos de ella y se ha convertido en motivo de discordia entre y dentro de los países europeos.

Tras múltiples debates, en la cumbre europea de la pasada semana, se ha llegado a un acuerdo de mínimos para abrir centros comunes de recepción de emigrantes

El nuevo Gobierno italiano ha rechazado el desembarco en sus costas de emigrantes irregulares rescatados en el Mediterráneo. El Gobierno alemán se ha dividido, porque los socios bávaros de Merkel quieren restablecer las fronteras interiores europeas para evitar los movimientos de los emigrantes solicitantes de asilo entre Estados miembros. El Parlamento húngaro ha aprobado una ley para condenar con penas de cárcel a quienes ayuden a los emigrantes irregulares y ha reformado la Constitución para impedir el asentamiento de extranjeros en su territorio, salvo europeos. España ha decidido acoger a los emigrantes del Aquarius rechazados por Italia, al tiempo que Macron y Salvini, Francia e Italia, tenían un choque diplomático por esta cuestión y del partido de Macron surgían voces claramente contradictorias… Al final, tras múltiples debates, en la cumbre europea de la pasada semana, se ha llegado a un acuerdo de mínimos para abrir centros comunes de recepción de emigrantes.

Parece indiscutible que la emigración se ha convertido en un tema clave para el futuro de Europa. Desde estas páginas vamos a tratar de explicar, en sucesivos artículos, algunos de sus puntos esenciales. En este primer artículo vamos a aportar una serie de datos y a dejar constancia de unas cuantas realidades que pueden ayudar a entender el problema de una manera informada y lo más objetiva posible.

En el último lustro la emigración a Europa ha tenido dinámicas de montaña rusa. A partir de 2014 comenzaron a llegar más emigrantes irregulares por el mediterráneo, casi 300 000, multiplicándose por 2,5 las cifras de 2013. En 2015, se produjo la gran crisis migratoria con la llegada de más de un millón de emigrantes, que descendió a poco menos de 400 000 en 2016 y a unos 185 000 en 2017. Los principales lugares de primera acogida de esos emigrantes han sido Grecia, Italia y España, países adonde, desde 2015, han llegado 1 089 909, 470 875 y 74 406 personas, respectivamente. Tras esta primera acogida, esos emigrantes, la mayoría demandantes de asilo, se fueron moviendo entre los países europeos, sobre todo en el año 2015, con llegadas que superaban los 400 000 en Serbia, Croacia, Hungría, Eslovenia, para acabar siendo acogidos en su mayor parte en Alemania.

En 2015, llegaron a Grecia más de 800 000, a Italia unos 150 000 y a España entorno a 4000; en 2016, fueron 173 000, 181 000 y casi 15 000 respectivamente; en 2017, 35 000, 120 000 y unos 29 000

A fin de clarificar los datos agregados, es conveniente tener en cuenta su evolución en los tres principales países de primera acogida: en 2015, llegaron a Grecia más de 800 000, a Italia unos 150 000 y a España entorno a 4000; en 2016, fueron 173 000, 181 000 y casi 15 000 respectivamente; en 2017, 35 000, 120 000 y unos 29 000. Durante todos estos años la mayor parte de los emigrantes llegaron por mar, aunque a Grecia y España (en este caso a través de Ceuta y Melilla) tuvieron llegadas por tierra. En 2018, Italia y Grecia siguen bajando significativamente sus datos de emigración mientras suben los de España. Italia lleva unas 15 000 llegadas —de mantenerse este ritmo reducirá este año en un 75% el flujo migratorio—, Grecia unas 12 000 y España 14 500, de las cuales un 80% se han producido por mar.

Las principales vías de emigración han partido de Turquía en el Mediterráneo oriental hacia Grecia; de Libia y Túnez, a través de Níger y Malí, en el Mediterráneo central, hacia Italia; y de Marruecos y Argelia en el Mediterráneo occidental hacia España. También hay que destacar, aunque ahora esté retenida, la de África Occidental en dirección a las Islas Canarias. Por estas vías han circulado y continúan circulando emigrantes de muy diferentes países, ya que aunque los emigrantes han salido sobre todo de Turquía y Libia, sus nacionalidades son otras. En la del Mediterráneo oriental los flujos más importantes provienen de Siria, Irak y Afganistán. En la del central, por una parte, de Eritrea, Sudán y, por otra, de África occidental: Nigeria (que representa alrededor del 20% del total) Malí, Senegal, Gambia, Guinea y Costa de Marfil, además de cierta migración de Bangladés. En la del Mediterráneo occidental, llegan de Marruecos y Argelia y de África del oeste: Gambia, Costa de Marfil, Guinea Conakry y Malí, entre otros.

En contra de lo que parece pensar la opinión pública en muchos países europeos, desde 2016 se están reduciendo las cifras de emigración irregular

De estos datos se pueden extraer algunas conclusiones preliminares. La primera es que, en contra de lo que parece pensar la opinión pública en muchos países europeos, desde 2016 se están reduciendo las cifras de emigración irregular. Entre 2015 y 2017 han experimentado un descenso de casi un 80%, y la tendencia, en lo que llevamos de 2018, sigue a la baja. Estas reducciones se refieren esencialmente a los emigrantes que llegan a Grecia e Italia, mientras que los que llegan a España están aumentando. Sólo a 19 de junio de este año casi 4000 personas han llegado por mar a España mientras que en 2015 apenas llegaron 400.

La segunda conclusión es que el tipo y número de emigración depende de la situación de los países de origen. La emigración masiva hacia Grecia y posteriormente los Balcanes, Austria y Alemania de 2015 y parte de 2016 procedía de países en guerra o con Estados fallidos: Siria, Irak y Afganistán, mientras que la emigración hacia Italia y España responde a las dificultades de zonas de África oriental y occidental por su pobreza relativa y su debilidad institucional para dar empleo a amplias poblaciones jóvenes en continúo crecimiento. La primera emigración ha motivado grandes presiones sobre el sistema europeo de asilo y refugiados, pero está relativamente contenida. La segunda, un flujo continuo en el tiempo que penosamente se detendrá en los próximos años por las enormes diferencias de renta entre Europa y esos países y su efecto llamada. En esta emigración económica, Europa tiene uno de sus grandes retos: arduamente, a pesar de los nuevos centros que se quieren abrir, se podrá repatriar a todos esos emigrantes.

La tercera es que los países principales de salida, Turquía y Libia, lo han sido en el primer caso por su enfrentamiento político con la UE, como medida de presión, y en el segundo por ser un Estado fallido donde no existen controles y las mafias campan a sus anchas. Asimismo, hay que tener en cuenta que si países como Marruecos, Senegal y Mauritania han dejado de ser, o no han sido nunca, países masivos de salida es gracias a su estabilidad institucional y a los acuerdos previos que habían sido pactados con España y a los que se incorporó posteriormente la UE. Pero no se debe obviar que cerradas unas vías se presiona sobre las otras. Ya lo estamos viviendo.

La Unión Europea y los países miembros han ido adoptando un conjunto de decisiones que han sido determinantes de la reducción de los flujos de emigración irregular. Ante la urgencia de detener las llegadas masivas a través de Turquía, se pactó un acuerdo con este país —que se ha visto compensado con la entrega de miles de millones de euros— para que controlara y asentara en su territorio los flujos provenientes de Siria, Irak y Afganistán. Otros acuerdos similares se hicieron con Jordania y Líbano, que también han recibido migraciones masivas de aquellos países. Posteriormente, se ha llegado a acuerdos con las diversas facciones gobernantes de Libia para detener las salidas hacia Italia, para realizar retornos voluntarios y para luchar contra las mafias traficantes de seres humanos. De igual forma, se ha reforzado el control de la frontera exterior de la Unión Europea (Frontex) y se han firmado acuerdos con los principales países de emigración para que hagan reconocimientos de sus emigrantes irregulares al objeto de que puedan ser repatriados y pueda avanzarse en la lucha conjunta contra las mafias. Por otra parte, se adoptaron acuerdos para repartir los solicitantes de asilo entre países europeos, medida, que, por cierto, no está funcionando y que sigue siendo uno de los centros de las diferencias europeas.

Estas políticas europeas han sido inspiradas en lo que España hizo en la década del 2000, con bastante éxito en muchos casos, en contraste con la pobre ejecutoria de otros países europeos

Por añadidura, a fin de atender a las causas profundas de la emigración, en la cumbre de la Veleta en 2015 se aprobó el Fondo Fiduciario de Emergencia para África destinado a luchar contra las causas profundas de la emigración, que desde esa fecha ha aportado cientos de millones de euros a proyectos en varios países africanos, sin olvidar la apertura de vías legales de migración laboral, sobre todo circular, todavía en una fase muy incipiente. Los acuerdos de la última cumbre son en su mayoría un reforzamiento de estas acciones. Es importante resaltar que parte de estas políticas europeas han sido inspiradas en lo que España hizo en la década del 2000, con bastante éxito en muchos casos, en contraste con la pobre ejecutoria de otros países europeos.

La emigración es un problema arduo, que no se va a resolver con declaraciones grandilocuentes y mucho menos xenófobas; un problema que exige ser diagnosticado con seriedad, sabiendo diferenciar entre sus diferentes tipos y causas, y que requiere de políticas a largo plazo. En próximos artículos iremos analizando las caras de esta compleja realidad poliédrica, pero no deseo concluir sin dejar apuntada una primera convicción: la solución al problema de la emigración sólo podrá afrontarse, salvo implosión, con una política común que evite que los países de primera llegada, Grecia, Italia, España o los nuevos en los Balcanes que puedan surgir, carguen con el principal peso de la atención a la emigración irregular y demandantes de asilo.

Fuente de los datos: ORGANIZACIÓN INTERNACIONAL DE MIGRACIONES (OIM)