La Constitución de todos - Francisco Zurita

Esta semana hemos celebrado el día de la Constitución, como siempre en medio de un debate, esta vez suscitado por la crisis provocada por el Gobierno de la Generalitat. Ahora surgen voces proponiendo una reforma constitucional que respete la singularidad de algunos, singularidad, por cierto, que siempre se presenta como una singularidad homogénea, es decir, somos singulares frente a otros, e iguales entre nosotros. Como si el resto no nos pudiéramos declarar singulares en base a una historia, siempre particular, y unas costumbres, lengua, señas de identidad… Como si además esa singularidad mereciera un trato diferente, en lugar de un trato igual para todos que permitiera el desarrollo personal en plenitud. Cada ser humano es un ser humano singular, y por lo tanto, deberíamos reconocer tantas singularidades como seres humanos existimos en el mundo. El reconocer esas singularidades que algunos proponen supone en muchos casos aplastar la singularidad personal, el reconocer sólo aquello que une frente a otros, el volver al pueblo, en lugar de a la ciudad, el enfrentar el concepto de pueblo frente al de ciudadano.

Es necesaria una reforma de la constitución, pero una reforma que profundice en el concepto de cooperación e igualdad

En mi opinión es necesaria una reforma de la constitución, pero una reforma que profundice en el concepto de cooperación e igualdad, una reforma que no permita una mayor desigualdad y menor cooperación, una reforma que se encargue de lo común, de lo que nos une, y no de las singularidades particulares de cada uno, que ponga el énfasis en el ciudadano como sujeto de derechos, y no en el derecho colectivo del pueblo, elegido o no.

Mención aparte merecen los partidos que proponen una reforma constitucional que reconozca la singularidad catalana, y al mismo tiempo, votan en contra del cupo vasco. Si de algo va sobrada nuestra clase política es de incoherencia

En estos días hemos asistido también al cálculo del cupo vasco, otra de las singularidades, esta sí recogida en nuestra Carta Magna, que provoca una desigualdad manifiesta entre los recursos públicos que recibe un ciudadano vasco o navarro y un, por ejemplo, ciudadano valenciano. El derecho de un pueblo, en este caso el pueblo vasco, reconociendo sus diferencias y ejerciendo su superioridad basada en hechos históricos anteriores a 1978, el privilegio frente a la ciudadanía que protege al igualarnos en derechos individuales. Mención aparte merecen los partidos que defienden un cupo vasco, y se niegan a reconocer otras singularidades, o los que proponen una reforma constitucional que reconozca la singularidad catalana, y al mismo tiempo, votan en contra del cupo vasco. Si de algo va sobrada nuestra clase política es de incoherencia.

Como decía, creo necesaria una reforma constitucional, pero una que nos proporcione mayor igualdad, que derogue las diferencias en función de dónde se vive o dónde se ha nacido, y que, la única diferencia que permita sea la del mérito que cada cual sea capaz de demostrar, que como dijo el clásico, nadie sea más que nadie si no hace más. Esta debería ser en mi opinión el espíritu que debería promover una reforma constitucional, el espíritu de crear unos ciudadanos sujetos de derechos y deberes, por supuesto respetando el libre desarrollo de cada uno, precisamente porque serían los poseedores de derechos.

Si entendemos que el que las Comunidades Autónomas hayan asumido las competencias en Sanidad ha hecho mejorar la asistencia sanitaria al conjunto de los españoles, ha permitido que su calidad de vida mejore y que su asistencia esté garantizada, entonces dejemos que esa competencia siga siendo ejercida por esa entidad

Sería necesario, en línea con esa eliminación de singularidades, asignar las competencias entendiendo que unas serán exclusivas de las Comunidades Autónomas y otras serán exclusivas del Estado Central, el criterio para decidir entre unas y otras es tan sencillo como el análisis de la historia de esas competencias ejercidas por un organismo u otro y la repercusión en la calidad de vida de las personas, que deben ser los sujetos de derecho, y no las Comunidades Autónomas. Si entendemos que el que las Comunidades Autónomas hayan asumido las competencias en Sanidad ha hecho mejorar la asistencia sanitaria al conjunto de los españoles, ha permitido que su calidad de vida mejore y que su asistencia esté garantizada, entonces dejemos que esa competencia siga siendo ejercida por esa entidad. Si consideramos que desde que la educación fue transferida la calidad de la enseñanza de los alumnos ha ido mejorando, y consideramos que nuestro sistema educativo está al nivel del resto de Europa, entonces sigamos gestionando la educación de la misma manera; y estos no son más que dos ejemplos de los muchos a los que puedo hacer referencia. Entendamos que en caso contrario deberíamos plantearnos que esas competencias sean asignadas al Estado Central.

Parece que somos minoría los que entendemos que la igualdad en derechos y deberes es algo necesario para el progreso de un país

En resumen, la reforma constitucional debería tener como centro y fin los derechos y deberes de los ciudadanos, independientemente de su lugar de nacimiento, y no primando derechos territoriales o singularidades. No parece que ese sea el camino elegido por nuestra clase política, como en tantas otras cosas, parece que somos minoría los que entendemos que la igualdad en derechos y deberes es algo necesario para el progreso de un país, parece que siguen pesando demasiado los territorialismos que se encargan de lo nuestro, en lugar de preocuparse de lo de todos, de lo común.

 

Fue miembro de UPyD y actualmente no milita en ningún partido. Trabajador por cuenta ajena, experto Universitario en Dirección y Gestión de Empresas por la UNED.