“Soy un caso perdido” es un poema de Mario Benedetti con el que siempre me he sentido particularmente identificada. Es, como no podía ser de otra manera, que diría él, un alegato contra los neutrales. He aquí algunos de sus versos:
“Por fin un crítico sagaz reveló
(ya sabía yo que iban a descubrirlo)
que en mis cuentos soy parcial
y tangencialmente me exhorta
a que asuma la neutralidad
como cualquier intelectual que se respete…
es claro que uno
y quizá sea esto lo que quería decirme el crítico
podría ser parcial en la vida privada
y neutral en las bellas letras
digamos indignarse contra Pinochet
durante el insomnio
y escribir cuentos diurnos
sobre la Atlántida…
no es mala idea
pero
ya me veo descubriendo o imaginando
en el continente sumergido
la existencia de oprimidos y opresores
parciales y neutrales
torturados y verdugos…
de manera que
como parece que no tengo remedio
y estoy definitivamente perdido
para la fructuosa neutralidad
lo más probable es que siga escribiendo
cuentos no neutrales
y poemas y ensayos y canciones y novelas
no neutrales
pero advierto que será así
aunque no traten de torturas y cárceles
u otros tópicos que al parecer
resultan insoportables a los neutros
será así aunque traten de mariposas y nubes
y duendes y pescaditos”.
Pues bien, en estos momentos críticos para España –sí, que quieren que les diga, no tengo estómago ni edad para esconder la cabeza bajo el ala y esperar a ver si escampa- , quienes defendemos el Pacto de la Transición ratificado en Referéndum el 6 de diciembre de 1978 (el primer Referéndum libre y democrático celebrado desde que se produjo el Golpe de Estado del 1936) ni podemos, ni debemos ser neutrales.
Vivimos tiempos oscuros, tiempos en los que los enemigos de la España Constitucional y democrática se esconden tras algunas de las palabras más manipuladas de la historia, tales como diálogo o progresista. En la España de Sánchez se le llama “diálogo” a ceder ante las exigencias de quienes pretenden romper la unidad e igualdad de derechos de todos los ciudadanos y sustituir la soberanía que reside en el pueblo español por los dictados de la tribu independentista, ya sea catalana o vasca.
En la España de Sánchez se articulan nuevas normas “legales” que establecen diferencias entre ciudadanos de un mismo territorio; vean quienes tengan alguna duda los textos de los independentistas catalanes – y los del PSC- y los de los nacionalistas y bilduetarras vascos. En las propuestas de ambos para sus nuevos Estatutos se establece una diferencia entre Nacionalidad y Ciudadanía, con derechos diferentes entre unos y otros, privando de derechos a quienes sean señalados en el segundo grupo, a los ciudadanos.
En la España de Sánchez se consideran “progresistas” todos aquellos que han decidido romper de forma violenta el orden constitucional. Sí, de forma violenta, como la violencia ejercida desde las instituciones contra todos los ciudadanos que en Cataluña no se ahorman al dictado independentista y que reclaman su derecho a disfrutar de forma efectiva de todos los derechos que proclama la Constitución, desde ser educados en su lengua materna a acceder en igualdad de condiciones a una plaza en la Administración. O como la violencia ejercida por los bilduetarras, cuyos dirigentes han sido condenados por terroristas.
En la España de Sánchez se está rompiendo lo más sagrado, la unidad de la Nación, instrumento imprescindible para garantizar la igualdad de todos los españoles. Y, lo que es más grave: la ruptura se está produciendo (siguiendo el modelo ya protagonizado por las autoridades catalanas y que acaba de ser sancionado por el Tribunal Supremo) con el impulso del Presidente del Gobierno de la nación. O sea, ahora el golpe contra el orden constitucional se va a dar desde la Moncloa.
Vivimos tiempos oscuros; tiempos dramáticos, tiempos de incertidumbre… Son tiempos para dar un paso al frente. Son tiempos para no arrugarse, tiempos para salir a la calle a reivindicar y defender lo mejor de nuestra historia moderna, la herencia que recibimos, la herencia que queremos dejar a nuestros hijos: la Constitución.
En la España de Sánchez, en esta en la que estamos, en esta que se nos rompe, literalmente, por las costuras, en esta en la que la igualdad y la libertad han sido puestas en almoneda desde el mismo Palacio en el que reside el Presidente del Gobierno, sería un delito democrático ser neutrales.
No fue posible en las elecciones; pero hemos de unirnos ahora. Españoles de todas las ideologías, españoles decentes, españoles sin complejos, salgamos a la calle a defender lo que nos une, a defender lo que nos convirtió en ciudadanos, a defender lo que es de todos. Salgamos a la calle a defender nuestra Instituciones, empezando por la Jefatura del Estado hasta la última, todas ellas.
Gritemos: ¡Viva la Constitución! Y actuemos en consecuencia.