En España el Estado de Derecho funciona. Les puede parecer revolucionario leer algo así, tratando como premisa lo que se niega con tanta frecuencia, como enojosa inconsistencia. Pero la realidad es tozuda y tiende a proteger las manifestaciones de lo evidente.
No crean que el éxito del Estado de Derecho es casual. Lo que ahora tenemos entre las manos, este sólido instrumento de convivencia, es el resultado de una inteligente evolución, que ha ido acumulando buenas soluciones a problemas prácticos, conocimiento sobre el modo en que suele comportarse la naturaleza humana, reglas que garantizan el juego limpio, derechos y libertades que promueven la dignidad de toda persona, y una delimitación realista de las obligaciones y límites que nos protegen a unos de otros.
El Estado de Derecho se asienta en un pacto de convivencia, en el contrato social
El Estado de Derecho se asienta en un pacto de convivencia, en el contrato social, si se sienten más cómodos con esta denominación. Todas las cesiones y sacrificios que hacemos se justifican en las cesiones y sacrificios que otros hacen por nosotros, y tienen como objetivo el bien común, expresado en finalidades inmediatas y cuantificables: libertad, igualdad, paz, seguridad, respeto, y esperanza de prosperidad para todos.
Hay algo más. El Estado de Derecho es tan fuerte, también, porque se asienta sobre un formidable equipo de servidores públicos. Hay grandes cabezas en todas partes, pero no duden que algunas de las mejores de este país, a esas a las que de verdad les cabe el Estado y sus implicaciones, sirven en la administración, y aún más, están en el mundo del derecho, y dentro de este, permítanme que lo diga, en la judicatura. Lo sé porque conozco a unas cuantas de ellas.
El Estado de Derecho funciona bien y por eso los juzgados y tribunales de este país deciden una masa ingente de casos todos los años, con algo más que razonable acierto. Por eso los delincuentes pagan sus culpas, sean quienes fueran, y los hipotecados, los inquilinos, los propietarios, los trabajadores, los empresarios, los inversores, los matrimonios, ellas y ellos, acuden a los juzgados a buscar la protección de sus derechos. Por eso, también, tenemos mecanismos para absolver en el ámbito penal si tenemos dudas, porque sufre más un justo por la condena de un inocente que por la absolución de un culpable. Por esta retícula de certidumbre y previsibilidad las cosas marchan por la senda que hace posible nuestras vidas.
Porque funciona tan bien, el Estado de Derecho es uno de los objetivos más codiciados, por una más amplia gama de personas, y por los más variados intereses
Por eso precisamente, porque funciona tan bien, el Estado de Derecho es uno de los objetivos más codiciados, por una más amplia gama de personas, y por los más variados intereses. Mucha gente, demasiada, quiere controlarlo y desconocer sus previsiones en cuanto les resulte perjudiciales, pero exigiendo a la vez todas las ventajas. Se trata de oportunistas de diversa índole, que sin embargo ponen en práctica estrategias muy parecidas. No es difícil identificar algunas de las técnicas del descrédito, e incluso puede ser muy entretenido, un auténtico ejercicio de agudeza del tipo “dónde está Wally”, que les recomiendo vivamente.
Observen medios de comunicación y redes sociales. Una de las prácticas más extendidas es la siembra de dudas. Esta sería una táctica muy comprometida en otros países de nuestro entorno, porque el simple hecho de insinuar que la democracia es de mala calidad, que la justicia no funciona, o que las instituciones están averiadas, sin un fundamento mínimamente serio, llevaría aparejado de manera inmediata el descrédito del crítico temerario. Sin embargo, en España la actitud de acusar y generar desconfianza sin base alguna, parece haberse extendido con inusitada facilidad solo explicada por algunos de nuestros complejos históricos, mezclados con cierta desidia para desplegar hábitos críticos.
Detectarán, por ejemplo, un empeño por filiar políticamente a todos los jueces
Detectarán, por ejemplo, un empeño por filiar políticamente a todos los jueces. Da igual que la catalogación sea disparatada, o que no sirva en este momento; servirá en el futuro si ese juez tiene que tomar alguna decisión que moleste a alguien. Entonces se dirá que todo lo que hace se explica por aquella ideología presunta, y si obra de manera imprevista, entonces se sostendrá que se trata de un verso suelto, y por ello es aún más peligroso.
También se utiliza habitualmente la táctica que yo llamo falacia de asimetría. Un pelotón de opinadores que se autoproclaman expertos pasan a analizar las decisiones ajenas, dando por sentado, cuando conviene, que son de una calidad horrorosa y que lo contrario, es decir, la consideración de sus propios méritos para realizar tal valoración resulta simplemente impensable. Pero la asimetría debe romperse. Quiénes emiten tales juicios de valor deben someterse previamente al escrutinio de su propia calidad, para considerar no solo sus méritos académicos y científicos, sino su propia evolución personal y profesional; y una vez hecho esto, entonces veremos si están en condiciones de juzgar a los demás con el desparpajo con el que suelen hacerlo, confundiendo y manipulando. Por supuesto, también pueden incluirse como falacias de asimetría los casos en los que se afirma que la justicia española es peor que cualquiera otra europea, cuando normalmente suele ser al revés, o cuando con igual desenvoltura, se menosprecia a la democracia española precisamente por intentar sostener el Estado de Derecho, cuando los acusadores en cuestión no dudan en desconocer la ley y vulnerar los derechos ajenos, sin consideración al precio de tales actos.
Existe otra técnica igualmente destructiva, la que denomino de selección y derribo, consistente en individualizar y aislar de una resolución judicial, un aspecto concreto, que se segrega del conjunto y se comenta como si tal decisión judicial no resolviera otras cuestiones, ni lo hiciera de manera relacionada. El comentarista en cuestión sostendrá que el aspecto en cuestión constituye un error judicial, y además, que tal error se predica de toda la resolución judicial, que no es tal, sino la puesta por escrito de una trama inconfesable de intereses ocultos. Cuando se intente explicar que tal error no existe, el comentarista en cuestión se perderá en un aluvión de explicaciones que nada tienen que ver con el caso, pero que tienden a mantener la impresión de que existen irregularidades.
Huelga decir que la lectura y explicación de resoluciones judiciales está contraindicada para cualquier propagandista que se precie
Huelga decir que la lectura y explicación de resoluciones judiciales está contraindicada para cualquier propagandista que se precie. No hace falta conocer y examinar nada, porque para eso está el recurso a la sinécdoque del despiste, con la que se quiere alterar por completo la valoración jurídica que de verdad se ha producido en el caso, generando una corriente de simpatía hacia el que quiere presentarse como víctima propiciatoria de un Estado podrido. De este tipo es el argumento de lo han condenado a cinco años por robar un euro, cuando en realidad la condena se ha producido por robar poniendo una navaja en el cuello, cualquiera que fuese la cantidad que se llevara en el bolsillo; o lo han condenado por rapear, cuando en realidad ha sido por proferir amenazas ciertas y plausibles aprovechando que cantaba en una actuación.
Huelga decir que los panfletarios del desastre suelen ser inmunes a la realidad. Da igual que España se encuentre en uno de los mejores puestos en el escalafón europeo de respeto de derechos humanos, y en consecuencia, salga muy bien parada en las condenas tanto del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, como del Tribunal de Justicia de la Unión Europea. Los panfletarios utilizarán la técnica del descrédito en cascada, y dirán que lo que pasa es que en España no se denuncia por temor, como si no tuviéramos tantas o más denuncias y demandas que en otros países, y más abogados dispuestos a plantear casos que en gran parte de los países europeos. Es el mismo tipo de argumentos utilizados con las recientes condenas de personajes famosos, que se iban actualizando conforme cambiaban los hechos: no se atreverán a condenarlos, no se atreverán a mandarlos a la cárcel, los han mandado pero habrá que comprobarlo porque igual no están dentro de verdad. Desternillante.
Todo esto que intento describir me sugiere una especie de colisión entre principios físicos. Es como si los atacantes del Estado de Derecho quisieran hacer valer la física cuántica, y se empeñaran en sostener que sus propias medidas y valoraciones, por disparatadas que fueran, pueden alterar el estado del sistema. Pero enfrente no tienen una entidad susceptible de comportarse indistintamente como onda o como partícula, sino una gran masa que se comporta como un planeta y solo atiende la ley de la gravedad. Entiendo que es divertido jugar con partículas, y desesperante que te caiga encima el planeta cuando ya creías que lo habías hecho desaparecer en un agujero negro.
El Estado de Derecho funciona, no que sea perfecto. Claro que hay cosas que deben ser reformadas y mejoradas, y muchas que pueden ser discutidas
Digo que el Estado de Derecho funciona, no que sea perfecto. Claro que hay cosas que deben ser reformadas y mejoradas, y muchas que pueden ser discutidas porque el derecho proporciona un cierto margen de incertidumbre. Pero una cosa es que identifiquemos problemas, e intentemos solventarlos tomando como base la deliberación ciudadana, y otra muy distinta que, sospechando que el resultado de tal deliberación no respalde nuestras expectativas, decidamos más bien poner en duda y maquinar para destruir, en lugar de construir y mejorar.
En fin, quizás lo más revolucionario que pueda hacer en este momento un ciudadano consciente y comprometido, es “buscar a Wally” sin descanso. No conformarse con las explicaciones aparentemente sencillas y siempre distorsionadoras, intentar dilucidar la finalidad de las críticas, buscar información en buenas fuentes, desenmascarar a los tunantes. Todo el mundo tiene derecho a buscar lo mejor para sus intereses, pero no tengo tan claro que exista un derecho a buscarlo en detrimento de los intereses de los demás, e intentando afectar el prestigio de las cosas comunes, es decir, las de comer, con las que, recuerden, no se debe jugar. Por si acaso, tomen nota: el Estado de Derecho funciona.