El cortoplacismo y la resignacion - Jorge Valencia

Hace un cierto tiempo que no sigo tan detalladamente como antes el devenir de los acontecimientos políticos de nuestro país. Las razones son varias, entre ellas el no tener una opción política en España a la que poder votar, no ya con la conciencia tranquila y la seguridad de encomendar tu mandato a una formación en la que poder confiar y que se adecue más o menos a tus ideas, sino ya simplemente al no tener ni siquiera un partido político para elegir con la nariz tapada como mal menor.

Aunque he de confesar que soy casi incapaz de discernir entre los llamados males menores y mayores… Porque el populismo antisistema y antieuropeo, por ejemplo, es un mal al que se enfrenta nuestra joven democracia. Pero ¿es entonces el mal menor el sistema que promueve y alienta con toda su artillería mediática ese populismo que amenaza seriamente nuestro sistema de libertades? ¿O es más bien la fuerza motriz de ese engranaje bien engrasado por todos sus tentáculos? Los nacionalismos identitarios y excluyentes son sin duda también un problema para España puesto que ponen en peligro la unidad del país y la igualdad entre españoles. ¿Pero me van a decir entonces que son males menores aquellos que les financian, protegen y ceden a sus chantajes legitimando el oportunismo del nacionalismo como forma de hacer política?

Aquello que nos venden como el “mal menor” no es sino la causa de ese “mal mayor” que se pretende evitar

Más bien podríamos decir en ambos casos que aquello que nos venden como el “mal menor” no es sino la causa de ese “mal mayor” que se pretende evitar. Ni que decir tiene que si no fuera porque finalmente los perjudicados seríamos todos los ciudadanos, hace mucho tiempo que yo hubiera votado al populismo para que sus patrocinadores se lo comieran con patatas y les aprovechase. Pero qué le vamos a hacer, aunque las tentaciones son grandes, uno al final tiene algo de apego por sus conciudadanos y también por uno mismo…

De todas formas, ¿por qué nos hemos de resignar a elegir entre males y no exigimos poder elegir entre el bien menor y el bien mayor? Siempre será mejor un bien (aunque sea menor) que un mal (aunque sea menor). Pero ya en ese mecanismo siniestro disyuntivo se pretende anular de facto nuestra capacidad de elegir algo bueno. No se quejen oigan, que ustedes pueden elegir. Eso sí, solo entre el mal o sus creadores y alentadores. No está mal…

Viene esta reflexión a cuenta del desolador panorama político que existe actualmente en España. Esta especie de resignación colectiva nos lleva a acabar aceptando por ejemplo la corrupción, el engaño o el oportunismo como mero decorado del paisaje, que está ahí inevitablemente unido a la condición humana y debemos tolerar para evitar “males mayores”. Y no digo yo que no esté unido a la condición humana, pero no debemos tolerarlo y mucho menos premiarlo.

A esto se le une el cortoplacismo, que es la tónica general hoy en política en España, pero no ya de una legislatura a otra, ni de un año a otro, sino de un tuit a otro. No nos engañemos, nuestro país atraviesa debido al golpe de Estado en Cataluña uno de los momentos más difíciles de su historia, poniéndose en tela de juicio nuestro sistema de derecho y de libertades, en grave riesgo de ser hecho trizas ante un gobierno y una oposición que se niegan a asumir sus responsabilidades y cuya única preocupación es mantener el poder como sea en el caso de unos y arrebatárselo a los unos en el caso de otros.

Somos un país en el que ante un golpe de Estado desde el poder de una administración autonómica del mismo, los políticos se dedican a filtrar videos (porque hay vídeos que filtrar, todo hay que decirlo) para mover ficha política entre los suyos mientras esperan a ver si a los golpistas se les pasa y escampa, naturalmente con el objetivo de seguir funcionando de la misma manera que nos ha traído a esta situación. No piensen ustedes que para cambiar de estrategia…

La altura de miras política está hoy en día a niveles subterráneos, pero ni siquiera hay voces aisladas que se rebelen ante tal panorama desolador

¿Pero acaso creen nuestros políticos que no recibiremos una factura en el futuro por haber permitido impunidad de quienes incumplen la ley y haber blanqueado en televisión un golpe de Estado como si la de los golpistas fuese una postura respetable más? ¿Cree nuestra ilustre clase política que con salvar el escollo (si lo salvamos) ya está todo solucionado? No creo que lo piensen, simplemente creo que les importa un comino mientras tengan garantizada una cuota de poder. Pero el daño en términos de pedagogía democrática será tremendo a largo plazo. La altura de miras política está hoy en día a niveles subterráneos, pero ni siquiera hay voces aisladas que se rebelen ante tal panorama desolador. Sí, quizá en privado sean durísimas las críticas al presidente del gobierno y sus políticas o a los líderes de la oposición, pero ni una sola voz discordante en público.

Hoy que a tantos se les llena la boca de feminismo podríamos recordar a Rosa Díez y María San Gil, dos mujeres que nunca han presumido de feminismo porque no lo necesitan, dado que sus actos hablan por ellas mismas. En un momento en el que el terrorismo golpeaba con fuerza la democracia española y se cobraba víctimas mortales, ambas supieron poner los intereses del país por encima de sus intereses partidistas (Rosa Díez era dirigente del PSE y María San Gil del PP). Comprendieron que defender la libertad, la democracia y el Estado de Derecho que la banda terrorista ETA intentaba cargarse era mucho más importante que el resultado electoral que pudiera obtener cada uno de sus partidos por separado.

Obviamente, aquello no era del agrado de sus partidos, pero ellas se arriesgaron a hacer lo que creían que había que hacer para sacar a la gente a la calle y “obligar” a sus partidos a comportarse como había que comportarse en aquel momento.

A día de hoy, están de nuevo en juego los mismos valores y los derechos de todos los españoles, esta vez puestos en tela de juicio por un separatismo catalán golpista que ha decidido no acatar la ley. Y ahí tienen a nuestra casta política, recreándose con el juego de las sillas y con la mirada puesta en la encuesta del próximo domingo.

Tenemos un presidente del gobierno que no ha tenido más remedio que actuar y aplicar el artículo 155 de la Constitución con años de retraso y con la esperanza de que vuelva un Pujol “moderado” con quien poder volver a mercadear con la igualdad de todos los españoles a cambio de mantener al nacionalismo tranquilo. Un PSOE acomplejado y desnortado, cuya condición para apoyar la aplicación del 155 fue no intervenir TV3, el “arma” moderna de los golpistas del siglo XXI que cuando no fomenta el racismo y el odio al resto de españoles, se dedica a entrevistar a terroristas para reírse de sus víctimas. Y un Ciudadanos que en su habitual comportamiento oportunista e incoherente ha sido capaz en menos de un año de pedir que no se aplique el artículo 155 porque sería “matar moscas a cañonazos”, pedir más tarde su aplicación solo para convocar unas elecciones que podían ganar, dejar de apoyar después al gobierno por considerar blanda la aplicación de un artículo cuyos efectos ellos mismos habían limitado y finalmente volver a pedir su aplicación para desgastar al PP al comprobar que no se acaba el mundo por aplicarlo ni se pierden votos. Ya lo ven, el líder carismático elegido siempre por detrás de los acontecimientos. Liderando que es gerundio.

Y esto en el corto plazo, porque no piensen que nuestros políticos tienen planes a largo. Ya sabemos que PP y PSOE nunca han querido tocar estos temas, pero ¿han escuchado a Ciudadanos exigir que la educación vuelva a ser competencia del Estado, pedir una reforma del Estado en sentido federal eliminando cualquier elemento de desigualdad como fueros / cupo vasco / futuros privilegios para Cataluña o garantizar que el español pueda ser lengua vehicular en toda España? Ni lo han escuchado ni lo escucharán, porque los eligieron precisamente para que nada de esto se tocara.

Quizá hayamos pasado ya antes por momentos tan difíciles como el que atraviesa nuestro país en estos momentos, pero sinceramente, nunca hemos tenido una casta política tan corrupta, oportunista e irresponsable al frente. ¿Alzará esta vez alguien la voz? Porque si no, habremos de alzarla los ciudadanos.