Esto de la postmodernidad es un sindiós. No habían pasado dos días desde que un órgano del aparato de propaganda del independentismo catalán (concretamente Omnium Cultural) lanzara a las redes un vídeo para mostrar al mundo los terribles padecimientos que sufrían por esas tierras, cuando otro órgano del mismo aparato de propaganda (TV3 en esta ocasión) emitió en prime time otro vídeo que deconstruía en toda regla el primero. Digo deconstruía porque es la palabra que en jerga postmoderna se utiliza para estas cosas, si quieren traducirlo al lenguaje común pongan desenmascarar, desmontar o algo así.
Lo que para quienes en los márgenes de Europa están pasándolo realmente mal puede parecer una ocurrencia sin sentido, puede llegar a sonar como una originalísima genialidad si se alumbra en los salones más pijos y narcisistas de occidente
No estoy hablando de esos vídeos parodia del “Help Catalonia” que de todas partes, también de TV3, nos llegan a diario desde entonces. Estoy hablando del vídeo llamado “Help Rajoy” que se emitió el 18 de octubre en el programa Està passant, cuya particularidad radica en que estaba protagonizado por la misma actriz que el original y que, precisamente por ese detalle, no pueda ser considerado como una mera bufonada sino como un sofisticado acto de deconstrucción postmoderna. ¿Por qué demonios iban a escoger a la misma actriz, que exhibe su talento para emocionarse igualmente tanto si habla de abuelitos apaleados como de calçots, si no fuera para mostrar que todo, lo que había en un vídeo y en otro, era fingimiento, artificio, farsa? Por si acaso no ven bien la importancia del detalle piensen esto: ¿Se imaginan que los antigubernamentales ucranianos, dos días después de difundir aquel vídeo que ahora los progubernamentales catalanes han plagiado, hubieran hecho ellos mismos otro parodiando el primero y con la misma chica de protagonista? Sería un disparate que a esa gente no se le hubiera ocurrido jamás pero, lo que para quienes en los márgenes de Europa están pasándolo realmente mal puede parecer una ocurrencia sin sentido, puede llegar a sonar como una originalísima genialidad si se alumbra en los salones más pijos y narcisistas de occidente.
Qué gesto tan distinguido ese de reírte de la ingenuidad de los demás, sobre todo de la de los tuyos, los que te han hecho rico, sabiendo que además ese público, lejos de ofenderse, te va a volver a reír la gracia. Porque así ha sido, si no lo creen miren los mensajes que los independentistas han dejado sobre este vídeo en los diversos perfiles del citado programa de televisión. Ahí se pueden leer cosas “somos los mejores… el pueblo catalán ha sido, es y será siempre genial”, “es sátira que en Madrid no entienden, los descoloca”, “sois unos putos cracks”, “en el terreno humorístico les ganaremos siempre”, etc. Es cierto que también hay otros muchos mensajes de independentistas que se ve que no están en la onda, por ejemplo éste que dice: “No me parece bien, le quita toda credibilidad al otro, nos estamos dando un tiro en el pie y nos parece guay, de cara al exterior es una cagada”. O este otro de alguien que, como yo, no da crédito a lo que ve: “ Es la misma actriz, no? Le has hecho hacer este video a la misma chica?”. Aunque creo que mi preferido es éste: “No creo q este formato nos ayude mucho. Desgraciadamente en el mundo hay otros conflictos q angustian mucho más que el nuestro”. No sé yo si estos independentistas del sector crítico lo son porque creen que apartarse de la ortodoxia propagandística no les puede traer nada bueno o porque realmente creen que hay alguna verdad en el cuento del pueblo catalán oprimido. Más bien me inclino a pensar que son de los primeros, lo digo por pura intuición, en cualquier caso no les van a hacer ni puñetero caso porque son tan poco sofisticados que parecen mesetarios o, peor aún, ucranianos.
Ford, que innumerables veces trató en sus películas el tema de la costosa construcción del relato simbólico, realizó la que quizás sea una de las mejores obras sobre la cuestión que es El hombre que mató a Liberty Valance
Yo por mi parte confieso que soy un antiguo, lo que en una época de postmodernidad quiere decir que me considero moderno. La modernidad, frente a la postmodernidad, no tiene nada que ver con apostar por la ingenuidad, menos aún por el engaño. Por el contrario, en este contexto ser moderno significa ser plenamente consciente de que los relatos, los mitos, las representaciones, son construcciones humanas, por supuesto, pero por eso, precisamente porque son construcciones humanas, pueden ser verdaderas, ya que de hecho lo que no hemos construido los humanos no es ni puede ser ni verdadero ni falso, simplemente es. Así lo entendieron muchos de los modernos que en la historia han sido, gentes que sabedoras del artificio, de hecho maestras del mismo, no se dedicaron a la deconstrucción de esa supuesta impostura, sino a la creación de obras que forjaban y ampliaban el espacio para lo humano. Es lo que hicieron una y otra vez Cervantes, Velázquez o, por no bajar el listón, John Ford. Por cierto que Ford, que innumerables veces trató en sus películas el tema de la costosa construcción del relato simbólico, realizó la que quizás sea una de las mejores obras sobre la cuestión que es El hombre que mató a Liberty Valance, una historia sobre mitos fundadores que desde luego no caen del cielo.
Para combatirlos con algo que uno mismo no considere una falacia, lógicamente hay que creérselo y me temo que ni estos ni la mayoría de los gobernantes que hemos tenido en los últimos años creen realmente en eso que deberían defender
Pero volvamos al aquí y al ahora, a esta batalla sin precedentes que se está librando en nuestro país en el campo de la propaganda o, como ahora se dice, de la comunicación política. El problema que tiene el Gobierno de España a la hora de combatir la impresionante maquinaria que en este campo el independentismo lleva tiempo manejando es que nuestros gobernantes no son postmodernos, o al menos no lo son de forma creativa. Y para combatirlos con algo que esté más en la línea de lo que he situado en la modernidad, es decir, con algo que uno mismo no considere una falacia, lógicamente hay que creérselo y me temo que ni estos ni la mayoría de los gobernantes que hemos tenido en los últimos años creen realmente en eso que deberían defender. Suena fuerte pero sinceramente pienso que es así, no encuentro otra explicación a la absoluta pasividad en este tema durante tantos años, como no la encuentro a que durante décadas no se combatiera, dentro y fuera de nuestras fronteras, la propaganda de ETA y sus servicios auxiliares. No digo que lo que pasa ahora y lo que pasaba entonces no les importara, pero a lo sumo, en este campo de la comunicación política, hacían alguna cosita para poner en evidencia los métodos de unos y otros, pero no para oponer a sus respectivos proyectos totalitarios el nuestro, el común. Y pienso que esto es así porque, como digo, no creían en él con suficiente convicción. Tampoco pretendo decir que nuestros gobernantes, actuales y pasados, no sean capaces de mentir, de hecho lo hacen a menudo, pero una cosa es mentir para evitar responsabilidades de todo tipo, y otra utilizar la mentira para levantar complejos universos ficcionales en los que uno no cree ni de lejos, y para eso hace falta un je ne sais quoi que sólo los postmodernos tienen.
Encuentro cierto paralelismo entre lo que está pasando ahora mismo y lo que pasó hace dos siglos, concretamente en 1808…me refiero a que ante la ausencia de un liderazgo reconocible en las autoridades del país, parece como si se produjera un despertar de la gente, del pueblo, de los ciudadanos
Pero no todo está perdido. Este país, España, tiene algunas curiosas costumbres. Una de ellas es la de tener malos gobernantes, casi da igual que vengan impuestos o que los elijamos nosotros, a lo mejor es porque somos un poco masoquistas o porque queremos purgar alguna clase de culpa, quién sabe. Otra costumbre es la de la siesta, y no me refiero a la que cada uno se echa después de comer cuando puede, si no a la que dormirnos como país. Pero a esta costumbre podría ir asociada otra, que es la de despertar. No sé si alguien lo ha dicho ya pero, salvando todas las distancias que son muchas, encuentro cierto paralelismo entre lo que está pasando ahora mismo y lo que pasó hace dos siglos, concretamente en 1808. No me refiero desde luego a que estemos en la víspera de ninguna guerra ni nada que se parezca, me refiero a que ante la ausencia de un liderazgo reconocible en las autoridades del país, parece como si se produjera un despertar de la gente, del pueblo, de los ciudadanos… no sé qué palabra utilizar para evitar connotaciones indeseadas.
Me refiero desde luego a esa proliferación de banderas en los balcones, algo nunca visto al menos en el medio siglo que llevo viendo balcones y que, si en otras circunstancias me podría haber parecido excesivo e incluso inconveniente, ahora me parece absolutamente necesario. Me refiero también a esa salida a la calle de centenares de miles de personas a gritar algo tan simple y tan oportuno como “no somos fachas, somos españoles”. Pero sobre todo me refiero a eso que sin duda es nuestra mejor arma para luchar contra la propaganda independentista, y es esa auténtica avalancha de reflexiones, de historias, de imágenes de todo tipo, que inundan desde hace poco los espacios públicos de comunicación y debate y que no vienen de ningún gobierno ni de ninguna gran institución, sino de gente como usted y como yo. No he leído nunca tan buenos artículos como ahora, y no me refiero a los que publican las grandes firmas en los grandes medios, aunque también ahí he encontrado textos que me han sorprendido muy positivamente porque nunca había visto a sus autores escribir nada así. Me refiero más bien a los que escriben gentes que no cobran un euro por hacerlo, que se ganan la vida trabajando en otras cosas y que lo hacen en definitiva porque se lo creen. Son gentes que están diciendo cosas que antes casi no se decían y que necesitan ser dichas. Me refiero también a quienes sin medios han sembrado de vídeos caseros, de imágenes y de mensajes todas las redes y han conseguido tocar seriamente, si no hundir, la muy poderosa armada propagandística secesionista. Desde luego no vamos a convencer a casi ninguno de los abonados a la causa independentista, pero creo que tanto entre los indecisos como en el exterior y, sobre todo, en lo que se refiere a nuestra propia autoestima, se han hecho extraordinarios avances y ahora mismo eso es lo que cuenta.
Somos desde luego una fuerza irregular y desorganizada, aunque yo sin duda prefiero sentirme un partisano que no una pieza en esas “bizarre geometric figures”, según las llama la del vídeo, que forman las disciplinadas masas en las Diadas
Somos desde luego una fuerza irregular y desorganizada, aunque yo sin duda prefiero sentirme un partisano que no una pieza en esas “bizarre geometric figures”, según las llama la del vídeo, que forman las disciplinadas masas en las Diadas. Pero tampoco estaban muy organizadas aquellas guerrillas de hace dos siglos y acabaron ganando, y no deberíamos olvidar que de aquel levantamiento nació, según muchos historiadores, lo que hoy entendemos por la España moderna. Ahora parece que los españoles hemos tomado conciencia de lo que podemos perder y se diría que no estamos dispuestos a que se vaya por el desagüe sin luchar. Sabemos que nuestro futuro como país no está escrito en ningún sitio, que no somos ninguna clase de pueblo elegido porque no hay tal cosa, que no hay ninguna metafísica ni ningún designio divino en todo esto, que todo depende de lo que nosotros hagamos aquí y ahora para sostener el presente y construir el futuro. Se diría que al fin nos hemos dado cuenta de que somos simplemente españoles, ni más ni menos que nadie, y estamos empezando a creérnoslo.