Dentro de unos días se cumplirán 40 años que se culminó la mayor negociación de la Historia de España y probablemente una de las más significativas de la Historia Contemporánea.
Lo que conocemos como “La Transición” fue un magno proceso sin precedentes en el que todas las fuerzas implicadas en el Estado, desde el Rey, como promotor del acuerdo, hasta los ciudadanos con su voto, pasando por todas las instituciones preconstitucionales de los poderes del Estado, prácticamente todas las fuerzas políticas del espectro ideológico y todos los poderes fácticos económicos, sociales y hasta religiosos, y por supuesto también el ejército, cada cual desde su posición, decidieron de forma pacífica e inteligente, con su acción o su omisión, un cambio de régimen que llevó a España de una dictadura a una democracia.
Un tránsito que suele hacerse pasando por las armas, se tejió con la voluntad de todos
Un tránsito que suele hacerse pasando por las armas, se tejió con la voluntad de todos, a través de las distintas representaciones que culminaban finalmente en las mesas de negociación que protagonizaron, sustancialmente, quienes han pasado a nuestra historia contemporánea como “los Padres de la Constitución”. En un win –win (ganar- ganar) de gran volumen y con una casuística de intereses y necesidades casi ilimitada, todas las partes implicadas – que eran todos los españoles – supieron definir el acuerdo apartando sus posiciones hasta diseñar el proyecto España, un marco de futuro para la convivencia, la prosperidad y la ubicación de nuestro país en el contexto de potencia mundial.
Empezando por el Rey que renunció al régimen heredado, pasando por el Partido Comunista que renunció a la República o el PSOE que renunció al Marxismo, la derecha renunció a la confesionalidad católica del Estado, el ejército a su papel de poder preeminente y la Iglesia a su identidad con el poder. Los centralistas y los “nacionalistas” aceptaron el Estado de las Autonomías. Se diseñaron y compensaron los tres poderes y todo se sumió bajo el paraguas de la soberanía nacional. Sugiero a los curiosos de la Historia que profundicen en cómo se fueron redactando todos y cada uno de los artículos de la Constitución pues no cabe duda que es la mejor forma de comprender la magnitud de la negociación y la trascendencia y volumen de un acuerdo que habría de tocar y someter todo.
Cuando uno se sienta a negociar, lo hace en el conocimiento de que esa actitud es voluntaria y que de alcanzarse un acuerdo es porque interesa, porque aquello a lo que se renuncia tiene menos valor que lo que se obtiene, y todo ello y sobre todo, que el pacto final que se alcanza hay que respetarlo de la misma forma que puede exigirse su respeto.
A lo largo de prácticamente 40 años, los españoles –con nuestros defectos y virtudes– y funcionando con la Constitución como acuerdo negociado entre todos, hemos conseguido hacer de nuestra patria una de las potencias mundiales, llevando el bienestar, el progreso y la prosperidad a la gran mayoría de nuestros hogares. La Corona ha jugado un magnífico papel en la Jefatura del Estado como aglutinante apolítico y mejor embajador de España, el Poder Legislativo ha representado con más acierto que error la soberanía nacional, el Poder Ejecutivo con la alternancia entre izquierda y derecha ha sabido gobernar básicamente desde el centro para todos los españoles y el Poder Judicial ha impartido justicia en el marco de un Estado democrático y de Derecho.
Ha llegado a la Moncloa un tipo que sin ningún pudor y ciego de ambición personal es capaz de poner en almoneda el magno acuerdo de negociación que fue la Transición
Todo iba funcionando razonablemente bien hasta que de la noche a la mañana y utilizando un proceso constitucional como es la Moción de Censura, ha llegado a la Moncloa un tipo que sin ningún pudor y ciego de ambición personal es capaz de poner en almoneda el magno acuerdo de negociación que fue la Transición plasmado en la Constitución traicionando a todos los que, en su momento, hicieron dejación de sus posiciones y de algunos intereses con tal de llegar a un acuerdo de proyecto para España.
Desde el ataque a la Corona permitido y plásticamente escenificado por parte de Sánchez, hasta su burla al Congreso con el pretendido escaqueo de tramitaciones legislativas pasando por su desprecio al Senado en la labor de control. Nulo respeto al Poder Judicial para procurar el apoyo de los independentistas catalanes y la entrega de la RTVE a sus socios de extrema izquierda para adoctrinar a los ciudadanos… hasta el uso de los fondos públicos para llevar a cabo la mayor campaña de propaganda electoral que ha conocido España jamás, con el CIS de alfombra roja a sus pies.
Y lo peor de todo… profundizando con ensañamiento en la herida de la confrontación fratricida de la Guerra Civil que terminó hace 80 años y que ya se encargó de abrir de forma descerebrada su correligionario Zapatero.
Nada está blindado contra enemigos. Ni siquiera el gran pacto social que es la Constitución Española de 1978.
Viviendo de ella, y disfrutando de ella, pero contra ella, está el grupúsculo de extrema izquierda bolivariana de marca Podemos
Viviendo de ella, y disfrutando de ella, pero contra ella, está el grupúsculo de extrema izquierda bolivariana de marca Podemos, comandado de manera férrea por la troika -Iglesias, Echenique, Errejón-, que anunció su intención de “tomar al asalto el paraíso”, lo que significa no solo instalarse en él de forma personal en casoplones de las zonas más caras de España, sino simple y llanamente cargarse las Instituciones tal y como negociamos que fueran para provocar un cambio de régimen y pasar, con bastante probabilidad si se les deja, de la democracia a la dictadura de extrema izquierda bolivariana.
Viviendo de ella, y disfrutando de ella, pero contra ella, están los independentistas catalanes cuyo objetivo es simple y llanamente romper España tal y como la conocemos para proclamar un territorio que es de todos los españoles como República Independiente de Cataluña.
Nuestro sistema es tan generoso, e ingenuo, que permite que unos y otros abusen de sus leyes y de sus dineros para desarrollar acciones y políticas que tienen como objetivo acabar con él. Situación absurda que desde luego, aunque sea por una cuestión de supervivencia, hay que revisar.
Lo que no tiene sentido, ni cabida, ni se puede tolerar, es que uno de los negociadores, el Partido Socialista Obrero Español, comandado ahora por Pedro Sánchez con el peor resultado electoral de la historia de esa formación política, traicione aquel acuerdo que nos dimos todos los españoles hace 40 años y apoyándose en extremistas de izquierda e independentistas lo convierta en papel mojado para su beneficio e interés personal sometiendo a las Instituciones del Estado a unas tensiones y descrédito sin precedentes.
Si Roma no paga traidores, España tampoco puede pagarlos. Si uno de los negociadores es capaz de romper la baraja, los demás tienen idéntico derecho a levantarse de la mesa y eso nos puede llevar de cabeza a una nueva confrontación fratricida.
Decían que Venezuela no es Cuba… ¿seguro? Dicen que España no es Venezuela… ¿por cuánto tiempo si no hacemos nada?
Sánchez no es confiable. Lo evidencia en su trayectoria, lo demuestra en sus actos
Sánchez no es confiable. Lo evidencia en su trayectoria, lo demuestra en sus actos, lo proclama en sus continuas contradicciones y cambios de criterio en función de su interés del momento… y lo pregona a la hora de elegir sus apoyos entre quienes desprecian aquella gran negociación que culminó en la Constitución Española de 1.978.
Sánchez no es un eslabón perdido, es el representante legítimo del PSOE que negoció la Constitución y está obligado a mantener los acuerdos alcanzados que constituyen el marco vital que nos ha permitido llegar hasta aquí de forma ejemplar y con notable éxito colectivo.
Sánchez no es un señor cualquiera que habita la Moncloa a su libre albedrío. Esa “casa”, y así lo han entendido todos los Presidentes del Gobierno de la Democracia, está hipotecada por el respeto a la Constitución, y a todas las reglas tácitas de este equilibrio institucional, político, económico y social que se diseñó en la Transición.
Sánchez debe convocar Elecciones Generales ya. La Moncloa no admite okupas y España no merece estar gobernada por un traidor.