Las elecciones presidenciales en Francia tradicionalmente llevan aparejada la disolución de la Asamblea Nacional y nuevas elecciones legislativas. Desde 2007 además los periodos presidenciales y legislativos coinciden. Aunque el presidente tiene la capacidad constitucional de nombrar el primer ministro, el nuevo gobierno requiere el apoyo de la cámara legislativa para poder gobernar.
Como es lógico, para evitar una cohabitación que limite su iniciativa política, todo presidente busca que la mayoría de la Asamblea coincida con su nueva mayoría presidencial. Mas, si bien esta elección siempre resulta un momento crucial para el afianzamiento de la acción política del nuevo presidente, en esta ocasión su trascendencia resulta ser todavía mayor, por razón de que Macron ha llegado al poder desde una plataforma política propia En Marche!, ajena a la tradicional división de partidos franceses de la V República. Así pues, del resultado de las elecciones legislativas, cuya primera vuelta ha sido este domingo 11 de junio, se seguirá la conformación de una nueva estructura política disruptiva, esto es, que dará por finiquitada la tradicional división entre socialistas y republicanos.
Los candidatos de «La République en Marche» tienen procedencias ideológicas variadas y abundan los profesionales sin adscripción política previa
Conocedor y beneficiario de este nuevo escenario, Macron, en su afán de sobrepasar la tradicional división izquierda-derecha, ha nombrado como primer ministro a Édouard Philippe, miembro de Los Republicanos, quien asimismo fue co-portavoz de la campaña de las primarias de Alain Juppé para ese mismo partido. El nuevo gobierno tiene ministros procedentes de diversos ámbitos ideológicos: socialistas; centristas del MoDem, como Bayrou, republicanos, independientes… Este nuevo gobierno pretende apoyarse en una nueva mayoría parlamentaria en torno a La Republique en Marche!, el nuevo partido impulsado por Macron, cuyos candidatos a las elecciones legislativas también tienen procedencias ideológicas variadas y en el que abundan los profesionales sin adscripción política previa.
Las elecciones legislativas para elegir los 577 diputados de la Asamblea Nacional siguen un sistema mayoritario a dos vueltas. De forma que, a la segunda vuelta, que será el 18 de junio, han pasado los dos candidatos más votados o aquellos que han superado el 12,5% de votos de los electores inscritos en su circunscripción. Este sistema usualmente ha permitido que el partido con mayores apoyos en la primera vuelta se haga con una amplía mayoría parlamentaria. Los resultados de la primera vuelta muestran que la recompensa al partido de Macron (LRM) en la segunda vuelta podría ser abrumadora, por la dispersión del voto entre múltiples opciones y una elevadísima abstención de más del 50%, que dificulta que pasen más de dos candidatos. Según las proyecciones, podría superar los 400 diputados, casi un 70% del total, aunque el apoyo en la primera haya sido solo un poco superior al 30% de los votos, históricamente uno de los más bajos del partido ganador. Entre el resto de partidos, los que podrían alcanzar representación, son Los Republicanos (LR), como primera fuerza de oposición, con más del 20 % de los votos en la primera vuelta y entre 100 y 130 diputados; el Frente Nacional (FN) con poco más del 13% y entre 2 a 5; Francia Insumisa (LFI), de Mélenchon, 11% y entre 13 y 23, y el Partido Socialista (PS) con un 10% y entre 15 y 25.
De confirmarse estos resultados se habrá producido una mutación del sistema político francés
De confirmase estos resultados, se habrá producido una mutación del sistema político francés, reforzada por un sistema electoral que puede dejar al Frente Nacional sin grupo parlamentario y a la izquierda con menos de 40 escaños. La mutación no será sólo ideológica, también se habrá producido una notable renovación de la clase política, ya que van a acceder a la condición de diputados muchos que anteriormente no habían tenido participaciones políticas relevantes. Esta renovación se ha visto favorecida por el establecimiento por primera vez de la incompatibilidad entre cargos públicos. De hecho, tras la primera vuelta, han quedado definitivamente fuera del proceso electoral pesos pesados, como el excandidato socialista a las presidenciales Benoît Hamon.
Este panorama político deja muy abierta la cuestión de cómo se va a articular el nuevo juego gobierno-oposición y cuáles serán las políticas que van a respaldar o rechazar los diferentes grupos parlamentarios.
Hasta ahora, los principales ejes de las políticas del nuevo gobierno han sido, además del reforzamiento de la autoridad de la figura presidencial, los siguientes: reforma de las leyes sobre ética pública —en parte malograda por los asuntos sobre los familiares del ministro Richard Ferrand y los asistentes europeos del MoDem—; reforma de las leyes sobre seguridad relacionadas con el terrorismo, para incorporar a la legislación común medidas del actual estado de urgencia; propuesta de una reforma laboral con mayor flexibilidad interna en las empresas; reforma fiscal, con una reducción de las cargas sobre el trabajo; reforma educativa con inversión y aumento de profesores en los centros con alumnos más complicados, mayor autonomía de los centros y evaluación de resultados, y apoyo a una política europea junto a Alemania. Es con este bagaje social-liberal, aunque innovador en ideas y propuestas, con el que Macron presenta a las elecciones.
En el ala derecha de la oposición, Los Republicanos, muchos de los cuales se han pasado ya a Macron, están divididos entre quienes podrían apoyar —los más próximos a Juppé— las políticas del gobierno y quienes —los próximos a Fillon— se opondrían a ellas por considerarlas excesivamente liberales en cuestiones de moralidad pública, trato a las minorías y por su política proeuropea y de dureza con Rusia. Lo más probable es que en el seno de Los Republicanos surjan tensiones que pongan en serio peligro la unidad del partido. El Frente Nacional, sin embargo, estará claramente en la oposición defendiendo políticas identitarias nacionalistas y rechazando a la Unión Europea. A pesar de ello, tendrá dificultades para hacer oposición efectiva, habida cuenta de que por su mal resultado y el sistema electoral francés es posible que no lleguen siquiera a tener grupo parlamentario. En caso de que sucediera esto, las disensiones internas, ya evidentes tras la derrota en las presidenciales, se acentuarían también hasta límites críticos.
Por el lado de la izquierda, el comportamiento tampoco es por completo previsible. Mélenchon intentará erigirse en la voz de la izquierda popular frente a un PS hundido y con dificultades para refundarse y hacer frente a un Macron que fue ministro en los gobiernos de Hollande y que, en muy buena medida, los ha absorbido. Como decimos, existe aquí también margen para la duda, aunque menor, pues parece plausible aventurar que la oposición de izquierda se articulará en torno a La Francia Insumisa y sus críticas a las reformas laborales y fiscales y a la política europea.
Ciertamente, en las últimas elecciones, ha cristalizado una nueva división política, que, en parte, se está dando en otros lugares del mundo occidental, y que responde a una realidad social: la división entre una Francia de arriba, «France d’en haut», que vive en las ciudades más dinámicas y ha salido beneficiada por la globalización, y una Francia de abajo, «France d’en bas», que se sitúa en la periferia de esas grandes ciudades, en las pequeñas y en el mundo rural. Una división donde los mejores empleos, salarios y condiciones de vida se circunscriben a la población agrupada en los núcleos centrales de esas grandes ciudades y donde el desempleo, la baja cualificación y nivel educativo se concentran en la Francia periférica. Ambos espacios, demasiado incomunicados entre sí, reproducen esas divisiones entre generaciones y han acabado con el mito de la Francia republicana meritocrática. Valga de ejemplo que, según la OCDE, Francia es el país en el que el entorno familiar más influye en los resultados escolares.
El gran reto al que se va a enfrentar la mayoría parlamentaria será lograr trascender a su electorado
A Macron, que presumiblemente tendrá frente a él una oposición dividida y débil en la Asamblea Nacional, se le va a ofrecer una oportunidad histórica. El gran reto al que se va a enfrentar la mayoría parlamentaria que él liderará, que no olvidemos ha tenido un resultado en porcentaje de voto moderado en esta primera vuelta en la que ha habido la mayor abstención de unas legislativas de la V República, será lograr trascender al electorado «d’en haut», que mayoritariamente ha votado por LRM. Si no supera este reto —o peor aún, si ni siquiera lo afronta—, es muy probable que la fractura ya existente entre esas dos Francias se vea agravada, con lo que en las próximas citas electorales los partidos más extremistas a izquierda y derecha se adueñarían del escenario político. Superado el antiguo escenario, con las manos libres y las expectativas muy en alto, es la ocasión para que el flamante Gobierno de Francia centre la política en los problemas reales que ha creado la globalización, corrija políticas equivocadas, hijuelas del tristemente célebre austericidio, y actúe como un Gobierno de todos sin dejar al margen los justos intereses de la Francia periférica.
Nos esperan unos apasionantes meses. Todos podremos aprender.