Frontera venezolana con Colombia - Pedro Manuel Uribe

Colombia y Venezuela comparten unos 2200 kilómetros de frontera. En esa gran extensión, unos 140 kilómetros concentran la mayor parte de la actividad en el espacio que comparten la región de Táchira (Venezuela) y Norte de Santander (Colombia). Como tachirense, doy fe de la profunda relación que comparten las personas que viven de uno y otro lado de la línea fronteriza. Los 30 años que viví en Venezuela transcurrieron en un ir y venir entre mi natal San Cristóbal y la vecina Cúcuta. Las dinámicas humanas de la frontera responden a múltiples relaciones históricas, culturales, políticas y económicas que la hacen una frontera viva.

El investigador venezolano Francisco J. Sánchez (Universidad de Los Andes) cuenta que en la región fronteriza entre Norte de Santander y Táchira ha habido siempre un alto grado de entendimiento, aun cuando los gobiernos nacionales no lo tuviesen. Las cifras económicas son claro indicador de ello: para el año 2008 el comercio binacional suponía un intercambio de 5 mil millones de US$, en contraste radical con los 539 millones del 2017. En 2018 la frontera sigue produciendo números por miles, ya no de dólares sino de personas (al menos 3500 cruzan diariamente el Puente Internacional Simón Bolívar escapando de un Estado fallido).

Esta tragedia tiene diversas aristas: por un lado tenemos a Colombia como único Estado americano con una política de fronteras abiertas para con los venezolanos que emigran, y por otro lado, a quienes permanecen en el país por diversos motivos, como la imposibilidad de irse o el no querer hacerlo. A esto tenemos que sumar la inacción del Estado venezolano y su política oficial de ocultamiento de datos y cifras, la negación sistemática de la crisis humanitaria y la violación de derechos humanos.

Sabiendo esto, ¿cómo conocemos la situación social de la frontera más activa de América Latina?, ¿cómo nos preparamos para afrontar la crisis y el futuro de sus habitantes? La respuesta está en la dura labor de universidades, organizaciones civiles e internacionales que hacen vida en la frontera (ACNUR, Amnistía Internacional, Consejo Noruego de los Refugiados, La Cruz Roja) y que cubren el vacío institucional. Entre estas organizaciones se destaca el Observatorio Social del Estado Táchira (OSET), adscrito a la Universidad Católica del Táchira (UCAT), que trabaja de la mano con el Observatorio Venezolano de la Violencia y cuyo principal objetivo es dar a conocer la situación real de la frontera venezolana.

Los resultados que arrojan los informes del OSET son preocupantes en materia de violencia interpersonal, contrabando y carencias derivadas de la situación de pobreza

La profesora Rina Mazuera, Decano de la UCAT e investigadora del OSET, me explica que en los años que el Observatorio ha levantado datos, estos han ayudado a paliar la falta de información oficial, sin embargo cree que “la falta de datos oficiales empeora la situación, ya que no contamos con información sobre la verdadera situación del país.” Los resultados que arrojan los informes del OSET son preocupantes en materia de violencia interpersonal, contrabando y carencias derivadas de la situación de pobreza. ¿Cómo se consiguen estos datos? Mazuera revela que “allí [en el OSET] se trabaja con la prensa, pero estamos conscientes de que esta no cubre todos los sucesos por diversas razones, por lo tanto los datos deben ser más altos, los sucesos deben ser más. Adicionalmente, hacemos algunos estudios cualitativos que permiten completar los datos que se recogen con la prensa”.

Las condiciones adversas para diagnosticar la situación país, hacen de la labor del OSET en el estudio, diagnóstico, planificación y aportación de soluciones, una tarea que roza lo heroico. Desde el Observatorio se han levantado datos de diversos problemas durante los últimos 8 años, que relatan el deterioro progresivo de las condiciones de vida en el lado venezolano de la frontera. Estos reflejan la situación nacional y muestran un problema estructural con las peculiaridades típicas de las dinámicas de frontera. El OSET advertía que en 2012 la pobreza en la región alcanzaba 37,58%, de la cual el 20% era pobreza extrema. Para Mazuera, la crisis económica y social en la frontera es cada día peor. Esto se debe a la hiperinflación, el poco valor del Bolívar y la poca capacidad adquisitiva del salario. También cuenta que “no hay recursos para nada, los servicios públicos no sirven, las calles están abandonadas, no hay prepuesto para limpiarlas, ni para el alumbrado público, no hay dinero para los hospitales; la ciudad [San Cristóbal] está abandonada. La gente se preocupa de sus propios problemas, sobrevivir”.

Los habitantes del lado venezolano de la frontera más activa de América Latina tienen pocas opciones: migrar o sobrevivir a como dé lugar. Quienes se quedan suelen dedicarse a múltiples empleos o a actividades ilegales como el contrabando o el tráfico de sustancias prohibidas. El pluriempleo alimenta el comercio informal (en 2012 el 54,54% de la población fronteriza estaba en el sector informal). El contrabando (de gasolina o insumos básicos) es percibido como medio de subsistencia legítimo por un 35,5 % de los habitantes de la frontera, quienes además creen que la pobreza ha impulsado la elección de ese camino, a pesar de ser un negocio riesgoso y controlado por mafias criminales. Esto ha contribuido al aumento de la violencia en la frontera tachirense. En el 2015 el 60% de los crímenes fueron asesinatos y en el 2016 empezaban a registrarse linchamientos y saqueos. El flagelo de la violencia en la frontera ha sido recogido por medios internacionales como la BBC y El País, haciendo énfasis en el contrabando de gasolina y el narcotráfico.

En la actualidad, el OSET trabaja para conocer mejor el éxodo venezolano. Mazuera explica que el perfil de quienes buscan otra vida allende fronteras es diverso: “unos tienen la suerte de ser migrantes económicos, logran conseguir visa de trabajo. Otros se van con lo poco que tienen para ver como mejoran su situación. La mayoría se va sin nada a buscar suerte, pensando que los demás países son países de oportunidades como lo fue en algún momento Venezuela, y se consiguen que no es así, por lo tanto pasan hambre, duermen en la calle, algunos pierden su vida”.

El segundo paso es difundir y crear conciencia sobre la realidad venezolana, para que nadie sea indiferente al drama de millones de personas y pueda gestarse un cambio real y democrático

Hacen falta muchas páginas para contar todos los enredos de la crisis venezolana en la frontera con Colombia, aunque las historias no faltan en los medios internacionales. La situación es crítica y nos invita a reflexionar sobre lo que ocurre en Venezuela, en primer lugar porque la rapidez del proceso de descomposición económica y social sin una sola política racionalizada de recuperación, es inédita en América Latina. En segundo lugar, y como bien afirma Mazuera, “si el país sigue así, sin cambiar las políticas económicas, los venezolanos seguirán migrando en búsqueda de trabajo que les permita cubrir sus necesidades básicas, principalmente la comida”. La migración se ve alimentada por el hambre y las personas prefieren tener la esperanza de no pasarla en otro país, a la certeza de tener que sufrirla en su tierra. ¿Cómo logramos un cambio? El primer paso es documentar la realidad, y ese trabajo lo hacen las ONG’s ante la falta de transparencia del Estado venezolano. El segundo paso es difundir y crear conciencia sobre la realidad venezolana, para que nadie sea indiferente al drama de millones de personas y pueda gestarse un cambio real y democrático.