Ana Iribar reside en Madrid desde 1996, que es la ciudad en la que se refugió con su hijo de un año tras el atentado y asesinato de Gregorio Ordóñez Fenollar en San Sebastián. El terrorista disparó a su marido un tiro en la nuca por la espalda en un bar de la parte vieja donostiarra.

Aquel día, 23 de enero de 1995, su esposo tenía 36 años de edad y era teniente alcalde de San Sebastián, diputado en el Parlamento Vasco y el principal político vasco enfrentado a ETA y al nacionalismo que, según las encuestas, era favorito para ganar las elecciones en el mes de mayo de aquel mismo año. Desgraciadamente, quien de verdad acertó fue su madre, Consuelo Fenollar, que ya había anunciado el asesinato de su propio hijo porque Gregorio decía la verdad sin tapujos y “por eso algún día le van a matar”.

Ana decidió que lo primero era proteger a su hijo y por eso, al poco tiempo del atentado y viendo la reacción de la sociedad vasca, se marchó de San Sebastián para evitar que Javier creciera marcado. Lejos de su ciudad lo educó en los valores de la democracia, la justicia y la libertad por cuya defensa su padre había sido asesinado.

En todo este tiempo pasado, Ana Iribar ni ha olvidado ni ha flaqueado en su reclamación de justicia. Preside la Fundación que lleva el nombre de su marido asesinado y sus intervenciones públicas en los actos realizados a lo largo de estos años muestran a una mujer capaz de sobrevivir ante la máxima dificultad, que se enfrenta a los terroristas con el mismo tipo de firmeza, claridad y determinación que le costó la vida a su esposo Gregorio, cualidades que tanto han faltado en la mayor parte de los políticos y de los ciudadanos de nuestro país.

El hecho de que la organización terrorista haya decidido disolverse ni exime a esta bestia del terror de responsabilidad ante la justicia, ni al Estado para actuar hasta detener al último de sus miembros y resolver el último de los atentados cometidos por la banda terrorista

En el mes de mayo pasado, junto a Consuelo Ordóñez y otras víctimas del terrorismo y acompañadas por intelectuales activos contra ETA, participaste en San Sebastián en la presentación del manifiesto Quieren poner el contador a cero, título que hace referencia a los 358 asesinatos de ETA que todavía permanecen impunes y que sale al paso de las últimas maniobras de los nacionalistas declarando el fin de lo que denominan ciclo histórico de ETA. ¿Cuál es el objetivo que os habéis propuesto con este manifiesto?  Me he sumado a este manifiesto que promueve la eurodiputada de UPyD Maite Pagazaurtundua con Consuelo Ordóñez, presidenta de COVITE, junto con otras víctimas del terrorismo, mayoritariamente de ETA, y otros ciudadanos históricamente comprometidos en la defensa de la libertad, las instituciones y contra el terrorismo como Fernando Savater, porque creo que es necesario recordar a la sociedad española que el hecho de que la organización terrorista haya decidido disolverse ni exime a esta bestia del terror de responsabilidad ante la justicia, ni al Estado para actuar hasta detener al último de sus miembros y resolver el último de los atentados cometidos por la banda terrorista. Este manifiesto es la exigencia pública al gobierno de turno para que la actividad terrorista de ETA y de sus cómplices no quede impune. La calidad de nuestra democracia lleva ya demasiado tiempo en juego así como la credibilidad de sus instituciones.

Rubén Múgica, abogado de COVITE e hijo de otro político asesinado por ETA, declaró que el Estado ha renunciado a derrotar a ETA y a que se visualice tal derrota. ¿No crees que Rubén Múgica puede estar en lo cierto teniendo en cuenta que Josu Urruticoechea no ha sido detenido a pesar de su condición de jefe negociador de la banda y huido de la justicia desde 2002? El hecho de que terroristas como Josu Urrutikoetxea permanezcan huidos después de haber tenido además un especial protagonismo en la vida política vasca ─recordemos que llegó a presidir la Comisión de Derechos Humanos del Parlamento Vasco en un ejercicio de cinismo sin precedentes─, evidencia la lamentable falta de voluntad política por resolver sin ambigüedades y de manera inequívoca, lejos de negociaciones y de deudas políticas, el problema de ETA. Y resolverlo significa poner a disposición judicial a todos sus miembros e impedir que formaciones políticas y otros colectivos promuevan sus objetivos y ensalcen a los terroristas. A fecha de hoy, tal como asegura Rubén Múgica, el Estado parece haber renunciado a sus obligaciones en lo que respecta a la derrota de ETA. De hecho, no comparto el discurso que promovió el gobierno de Mariano Rajoy ni el que promueve el gobierno actual de Pedro Sánchez. ETA no ha sido derrotada, aún.

¿Cómo valoraste la declaración institucional que realizó el Presidente del Gobierno de España tras la declaración de ETA anunciado su disolución definitiva en la localidad francesa de Cambo en el mes de mayo pasado? La declaración institucional del entonces Presidente del Gobierno merece, como no puede ser de otra manera, todo mi respeto. Sus palabras de homenaje y recuerdo para todas las víctimas del terrorismo así como para los jueces y fiscales, fuerzas y cuerpos de seguridad del estado y su reconocimiento además al apoyo de los medios de comunicación y de organismos cívicos, la mención explícita de agradecimiento a la Corona y a los presidentes que le precedieron, son las que deben ser. Sin embargo, cuando asegura que ni ha habido ni habrá impunidad, el ya expresidente olvida que existen 358 casos de asesinatos de ETA sin resolver. Y en cuanto al fracaso del proyecto político de ETA, al que aludió Zoido tras la reunión del pacto antiterrorista ─ése que ha permanecido durante años escondido en algún cajón─, lo sería realmente si no existieran fuerzas políticas que aún lo defienden en ayuntamientos, diputaciones incluso en el Congreso de los Diputados. Tampoco estoy de acuerdo con que el relato de estos 50 años de terrorismo se haya escrito con dignidad. Lamentablemente, todo el recorrido de ETA está salpicado por la indignidad. Primero, de la mano de una sociedad que miró para otro lado durante mucho tiempo; de un Estado de Derecho ausente en el País Vasco; de unas instituciones vascas controladas por el nacionalismo para las que las víctimas no existían ni tenían voz ni derechos. Nada me hace pensar que el final de ETA vaya a tener un ápice de dignidad.

Gregorio es asesinado por ser un adversario político, no lo olvidemos, ETA dispara contra Gregorio nada más presentar su candidatura a la alcaldía de San Sebastián

Mariano Rajoy señaló que ETA no tendrá beneficios en ningún caso. ¿Crees que hay garantías de que está afirmación se vaya a cumplir realmente? Precisamente a esto me refiero: desconfío de las promesas políticas cuando la realidad es otra. Claro que todo se hace dentro de la legalidad, ¡sólo faltaría! Así se ha comprometido a actuar también el nuevo ministro del interior, dentro de la legalidad. Pero la realidad sigue siendo muy dura para los familiares de las víctimas. Recordemos que antes de ser asesinados por ETA, ciudadanos como Gregorio Ordóñez tuvieron que vivir bajo la amenaza permanente de ETA y de su brazo político, entonces HB. Gregorio es asesinado por ser un adversario político, no lo olvidemos, ETA dispara contra Gregorio nada más presentar su candidatura a la alcaldía de San Sebastián. A sus familiares nos exigen que perdonemos a las pocas horas de enterrarlo en Polloe. Después atacan su tumba hasta en tres ocasiones ─que sepamos─… Amenazan de muerte a su hermana, atacan su domicilio. Transcurren 19 años desde su asesinato hasta que es juzgado el tercero de los terroristas pertenecientes al comando etarra que participa en su atentado, ¡y poco menos que nos sentimos privilegiadas y agradecidas porque los terroristas han sido detenidos y juzgados! Todavía hoy sigue abierto su sumario, a la espera de conocer la autoría intelectual de su asesinato. De conocer la verdad, esa de la que tan poco se habla. Al poco tiempo, uno de sus asesinos ya está en libertad. Arrepentido, nos dicen. La familia de Goyo no pudimos quedarnos a vivir en San Sebastián y, sin embargo, uno de sus asesinos ya respira en esas calles en libertad. Todo estará dentro de la ley, pero el resultado es decepcionante, triste e injusto.

¿Qué opinión tienes sobre las declaraciones realizadas por el exministro del Interior, Jaime Mayor Oreja, en las que avisa de que, con esa declaración, ETA trata de legitimar su proyecto para lograr la ruptura de España? La opinión de Jaime Mayor Oreja tiene todas las trazas de acertar. Pocas personas conocen como él la situación, pocas personas como él han trabajado y trabajan en la defensa de España, de sus instituciones, y en intentar ofrecernos un análisis y un diagnóstico especialmente inteligente de la situación de España y las terribles consecuencias de ETA, más allá de las víctimas causadas, del problema de la descomposición de España.

Para ETA y especialmente para el nacionalismo vasco blanquear el relato de todos estos años es un paso más en la construcción de su plan de paz

En un artículo reciente, Rosa Díez expresaba no solo su preocupación por la falta de reacción de la sociedad ante lo que considera un intento de ETA y sus cómplices de blanquear su propia historia, sino también su indignación acumulada por una sociedad cobarde que callaba ante los que justificaban los crímenes y que ensalzaba como hombres de paz a quienes comerciaban con los muertos. Por tu parte, ¿en qué medida consideras que los ciudadanos hemos estado a la altura de una sociedad democrática y en qué medida hemos hecho dejación en la defensa de la libertad frente al terrorismo etarra?  Para ETA y especialmente para el nacionalismo vasco blanquear el relato de todos estos años es un paso más en la construcción de su plan de paz. Es más: necesitan hacerlo y así lo llevan maquinando desde hace años. Lo tienen fácil con un individuo como Jonán Fernández al frente del equipo. Supongo que para quienes han mirado durante todos estos años hacia otro lado, para instituciones vascas como la Iglesia, para quienes han despreciado a las víctimas e incluso ensalzado a los criminales; para toda esa parte de la sociedad que nunca ha empatizado con las víctimas de ETA ─¡y somos sus vecinos, sus compañeros de trabajo!─. Toda esa parte de la sociedad vasca que, entiendo, tendrá un leve remordimiento de conciencia ─de ahí ese empeño en pedirnos a las víctimas que “perdonemos”─ necesita un relato apaciguador, reconciliador, un relato de “bandos” para que la culpa que ensombrece tantas miradas en el País Vasco se desvanezca. Tiene razón Rosa Díez, ella sabe bien de lo que habla. Pero quiero recordar también aquí a todos los ciudadanos que, sin ser afectados directamente por un atentado, han reaccionado con mucho coraje y dignificado a esta sociedad tan cobarde con su generoso compromiso por la libertad y su lealtad con las víctimas.

La Historia ahí está, con sus criminales, sus encubridores, los silencios de la sociedad, la complicidad del nacionalismo vasco. La ausencia del Estado de Derecho cuando más falta hacía

En varias ocasiones has declarado que no estás por la reconciliación inmoral que promocionan instituciones vascas ni por el perdón. También te referiste a ello recientemente con ocasión de la entrega del último premio anual de la Fundación que presides al exministro francés Manuel Valls. ¿Cuáles consideras que son las condiciones necesarias para que una sociedad pueda pasar página tras tantos años de terrorismo? Yo no creo que se pueda ni se deba pasar página. La Historia ahí está, con sus criminales, sus encubridores, los silencios de la sociedad, la complicidad del nacionalismo vasco. La ausencia del Estado de Derecho cuando más falta hacía. Yo me puedo reconciliar con quien forma parte de mi entorno, con mi hijo, con mi jefe, con un amigo. Pero no con quien nunca he estado conciliada. Nunca han formado parte de mi vida, no van a hacerlo ahora. Son ellos ─los asesinos y sus cómplices─ quienes necesitan nuestro perdón, ya se ha convertido en un mero trámite que les ofrece el pasaporte a la libertad. Todos sabemos que quienes deben perdonarles ya están muertos, son sus propias víctimas. La sociedad no puede ni debe pasar página; debe asumir su responsabilidad, al igual que deberían hacer nuestros responsables políticos y poner todo el aparato del Estado de Derecho al servicio de la democracia, no de intereses de partido, ni de pactos, ni de negociaciones. Asumamos todos nuestra responsabilidad, hagamos autocrítica y seamos consecuentes para afrontar el pasado y mejorar el futuro. De lo contrario, y vuelvo al tema del principio, no habrá un ápice de dignidad en la historia de ETA, ni siquiera en su final.

Al acto de Cambo lo denominaron “Declaración de Arnaga” y entre los invitados asistentes se encontraban representantes no solo de la izquierda abertzale, sino también del PNV y de Podemos. ¿Crees que en el País Vasco son mayoría los partidarios de un final de ETA tal como se escenificó en Cambo? Yo creo que la sociedad en general, cualquier sociedad, necesita desarrollarse sin problemas y confía y deriva su responsabilidad en otros, en los responsables políticos. Creo que ETA se ha prolongado más de lo que cualquiera le auguraba en el tiempo, lo que necesariamente agota a cualquier sociedad. De esa prolongación excesiva en el tiempo hay responsables: lo son el oxígeno de la ideología nacionalista y la falta de acuerdo y de vocación auténticas para acabar con el terrorismo ─recordemos que el pacto antiterrorista se firma en este país más de 30 años después de la primera víctima de ETA─. Pienso a veces que cuando nos escuchan hablar a los familiares de las víctimas mucha gente pensará: pero ¿qué quieren ahora éstas? Sobre todo cuando ya llevamos años escuchando a los sucesivos gobiernos, desde José Luis Rodríguez Zapatero, hablar de la derrota de ETA.

En la presentación del manifiesto, Consuelo Ordóñez, presidenta de COVITE y hermana de Gregorio, finalizó su intervención diciendo que lo primero que tiene que hacer ETA es reconocer que nunca debiera haber existido. Supongo que estás de acuerdo con Consuelo, pero ¿crees posible que esto ocurra alguna vez? Y, en todo caso, ¿qué te parece que tendrían que hacer los responsables políticos para que algo así fuera posible? A mí la verdad, pedirle a ETA que reconozca que nunca debiera haber existido no me ayuda a resolver el problema. ETA ha existido y existe, es una realidad, de terribles consecuencias, irreversibles. No sólo por las víctimas causadas, sino por el vacío de pensamiento que ha dejado en la sociedad vasca y que sólo ha llenado el nacionalismo gobernante. Más allá de la actitud de los presos etarras y de la denominada izquierda abertzale; más allá de la exigencia formal de la ley que contempla la reinserción de los presos. La cuestión importante es que los criminales cumplan la condena que les ha sido impuesta y que el Estado persiga a los etarras que aún están en libertad y ponga todos los medios para resolver los asesinatos pendientes.

Nuestros responsables políticos deben dejar actuar al Estado de Derecho desde el firme propósito de garantizar a los ciudadanos la total derrota policial, política, social y cultural de ETA

Es frustrante ver cómo la solución de ETA siempre está condicionada por la política, por las negociaciones de los distintos partidos, cuando es realmente una cuestión de Estado y debería haber sido siempre contemplada como tal. Por eso nuestra democracia se resiente. Todavía tras la reunión del pacto antiterrorista el pasado mes de mayo, tanto el entonces ministro de interior Juan Ignacio Zoido como Margarita Robles, hoy ministra de defensa, hablan de la deuda de la sociedad con las víctimas. Esa dichosa “deuda” a la que se refieren de vez en cuando delata la trampa con la que nuestros responsables políticos manejan el lenguaje. Saben bien, tanto en el Partido Popular como en el PSOE, que esa “deuda” se la lleva cobrando desde hace muchos años el nacionalismo vasco. Nuestros responsables políticos deben dejar actuar al Estado de Derecho desde el firme propósito de garantizar a los ciudadanos la total derrota policial, política, social y cultural de ETA.