El coche electrico - Alfonso Sopena

Pasado algún tiempo del circo mediático creado con motivo de la Cumbre Mundial del Clima, COP25, que tuvo lugar en Madrid en el mes de diciembre de 2019, y alejados del ruido provocado por Greta Thunberg y sus corifeos, es posible volver al debate sereno sobre las evidencias de las graves afecciones que un amplio espectro de las actividades humanas, están causando en nuestro Planeta. Las certidumbres son cada vez mayores, aunque existen aún reductos de negacionistas irredentos que, en algunos casos, tienen gran influencia social. Un buen ejemplo es el del actual presidente de los EEUU. Sea por convencimiento o por intereses inconfesables de tipo económico, lo cierto es que posturas de esta índole causan un enorme daño al progreso mundial de la lucha contra el Cambio Global.

Uno de los argumentos más comunes contra la aceptación de las conclusiones científicas que la influencia antrópica está produciendo en el sistema Tierra, suele ser, que a lo largo de sus casi 4.600 millones de años de historia siempre hubo grandes variaciones y cambios climáticos. Y tienen razón, es cierto, pero es un pobre argumento que demuestra un gran desconocimiento y confusión con respecto a la historia geológica de nuestro Planeta.

Nada tiene que ver la percepción humana del paso del tiempo, con la escala que se utiliza para la delimitación de las edades geológicas. Por ejemplo, es una gran estupidez, referirse al periodo Criogénico de hace unos 720 millones de años, en el que casi toda la superficie terrestre estuvo cubierta de hielo, o a la mayor extinción de la vida de finales del Pérmico y comienzos del Triásico, hace 252 millones de años. La temperatura ascendió entonces de forma notable y durante un lapso temporal que se calcula, aproximadamente, entre 800.000 y un millón de años, desaparecieron entre el 75% y el 90% de las especies marinas y terrestres fósiles conocidas. Todas estas transformaciones, se produjeron en intervalos temporales de cientos de miles o de millones de años. Esta, es una diferencia esencial con la velocidad, vertiginosa desde el punto de vista geológico, a la que actualmente tienen lugar los cambios influenciados por la especie humana.

Antes de entrar en mayores detalles, es necesario reiterar que Cambio Global y Cambio Climático, no son términos equivalentes. El primero, como ahora se entiende, es el impacto que el conjunto de actividades humanas produce sobre el Sistema Tierra y, en particular, sobre la biosfera. Por tanto, no hay discusión sobre ello. Es innegable que las actividades humanas han producido y producen efectos, perniciosos o no, sobre el conjunto de hábitats que utilizamos todos los seres vivos. El Cambio Climático, es solo uno de los componentes de Cambio Global. Las grandes obras de ingeniería civil, los cultivos extensivos, la aplicación de pesticidas, la tala masiva de foresta, etc. son actividades que alteran, a veces de forma notable, los hábitats en los que se desenvuelve todo tipo de vida.

Hechas estas precisiones y aclarado que quien escribe, solo cree que será la Ciencia quien proponga soluciones reales al problema, puede entrarse en el análisis de uno de los temas preferidos últimamente por los demagogos del Cambio Climático: la panacea de las energías renovables y del coche eléctrico como paliativo de todos los males venidos y por venir. La simpleza de los planteamientos mediáticos y con frecuencia políticos, sobre las llamadas nuevas tecnologías, es apabullante y desoladora. Haciendo caso omiso de cualquier planteamiento holístico, se santifica y se falsea la realidad, de tal manera, que un problema extraordinariamente complejo parece transformarse en banal: “cuándo todo sean energías limpias y renovables y todos los sistemas de transporte sean eléctricos, todo, también, estará solucionado”. Un ejemplo cualquiera, tomado de la propaganda al uso: la marca de automóviles Volvo del poderoso grupo chino Geely, cuyo dueño es también el accionista mayoritario de Mercedes, dice en su publicidad que su estrategia es “reducir la huella de carbono por vehículo durante toda su vida útil en un 40% para 2025, con la aspiración de fabricar coches sin ningún impacto sobre el clima en dos décadas”. El gran disimulo, es valorar solo el usufructo, sin atender al proceso completo. Sin duda, un planteamiento falaz en la actual situación de la industria del transporte por carretera.

No cabe duda alguna de que los sistemas eléctricos de transporte mejoran y mejorarán de forma notable la calidad del aire de los grandes núcleos urbanos. Es tan elemental como los beneficios que el abandono del carbón para alimentar las calderas de calefacción produce en la sanidad ambiental. Pero la pregunta es: ¿Los beneficios son locales? ¿Cuál es la aportación de todos estos cambios y de las nuevas tecnologías al Cambio Global? ¿Estamos haciendo una contribución real para paliar el grave problema del Cambio Global sin crear otros problemas nuevos?

Las fuentes de producción de energía eléctrica

¿De verdad, alguien sensato, analizando el gráfico adjunto de producción mundial de energía eléctrica elaborado por la Agencia Internacional de la Energía para el periodo comprendido entre 1990 y 2017, puede pensar que hoy el coche eléctrico es la solución? No parece que la respuesta merezca más explicación. Pero para mayor abundamiento, basten las recientes declaraciones del actual director general de tráfico, cuyos titulares en los medios de comunicación son muy expresivos: “El coche eléctrico es carísimo y no hay dónde enchufarlo”. “El director general de tráfico cree que el momento de estas motorizaciones aún no ha llegado”. “Se ha vendido un producto que no teníamos en la estantería”. Me consta que este ataque de sinceridad y sensatez de Pere Navarro casi le cuesta el cargo.

¿pero, son realmente limpias estas energías si se considera el proceso completo de su fabricación?

Se puede argumentar que la solución es acelerar, en lo posible, la necesaria e ineludible transición energética a las llamadas energías limpias. Perfecto, ¿pero, son realmente limpias estas energías si se considera el proceso completo de su fabricación? Por ejemplo, ¿las ventajas de considerar solo la emisión de gases de efecto invernadero durante su uso, superan a los inconvenientes de contemplar el proceso completo de minería-transporte-fabricación-explotación y, en su caso, reaprovechamiento de componentes una vez superado el periodo de vida útil?

Qué dice la Ciencia sobre las nuevas tecnologías y el futuro bajo en Carbono

Uno de los segmentos más olvidados del proceso, o quizá el más encubierto por la propaganda, es el de la obtención de los elementos necesarios para la fabricación de nuevas tecnologías orientadas a la mitigación del Cambio Climático. Existen ya suficientes trabajos científicos publicados, y la opinión mayoritaria es que se requerirán grandes cantidades de materias primas para construir las nuevas infraestructuras y fabricar los dispositivos de energía bajos en producción de CO2 y en gases de efecto invernadero. No cabe duda también, de que habrá nuevas oportunidades empresariales y se prevé un gran auge de todas las industrias implicadas en el suministro de los metales y minerales necesarios. Algunos son, por ejemplo, el cobalto, el cobre, el litio, el coltán, el cadmio o las tierras raras, como elementos necesarios para las tecnologías de energía solar y fotovoltaica, para las baterías, para producción de electricidad, para los motores de vehículos automóviles, para las turbinas eólicas, las pilas de combustible, reactores nucleares, etc. Se entiende, por tanto, que la demanda de este tipo de materiales, crecerá de forma exponencial en las próximas décadas, como indican las previsiones del gráfico adjunto.

Con respecto a la movilidad y al transporte, las proyecciones de algunos estudios apuntan a que, en las próximas tres décadas, los vehículos eléctricos deberían pasar de transportar 1,2 millones de pasajeros a desplazar un volumen de 965 millones personas. Esto supone, que el correlativo aumento de la capacidad de almacenamiento de electricidad, debería pasar a mitad del siglo XXI, de 0,5 GWh, a 12.380 GWh. Y para ello, la cantidad de energía solar fotovoltaica instalada, debería elevarse de 223 GW a más de 7.100 GW. Es decir, que, según los cálculos disponibles, la demanda de materiales y de metales necesarios para la transición a una economía con bajas emisiones de carbono, es inmensa. Algunos cálculos indican que el aumento de la demanda hasta el año 2060 de este tipo de materiales, será de un 87.000% para las baterías de automóviles eléctricos, un 1.000% para la energía eólica, y un 3.000% para las células solares y fotovoltaicas. Aunque son proyecciones sujetas a una gran incertidumbre, también el Banco Mundial ha opinado, aunque de forma más críptica: «la transición a la energía limpia será significativamente intensa en la demanda de minerales».

La minería necesaria

Pero ¿son realmente tan limpias estas tecnologías de producción de energía eléctrica? La repuesta, cuando se contempla el proceso completo, desde la extracción y producción de los minerales necesarios, hasta el eventual reciclado al final de la vida útil de los dispositivos de producción y consumo de energía eléctrica, plantea dudas muy serias. Incluso, dentro de la perspectiva de una economía circular. Ítem más, en la situación actual, se plantean graves problemas sociales y medioambientales en muchos lugares de extracción de este tipo de materias primas. Muchos de los minerales y metales necesarios para las tecnologías bajas en carbono, son elementos tecnológicamente críticos, es decir, que no tienen sólo un carácter estratégico o de importancia económica, sino que también, son elementos con un riesgo importante de escasez y de volatilidad de los precios. Además, su minería puede producir graves riesgos sociales, enfermedades y deslocalización de poblaciones con escasos recursos económicos.

La mayoría del cobalto utilizado en la producción de baterías para automóviles y para el almacenamiento de electricidad, se extrae en minas de la República Democrática del Congo, un país que lucha por recuperarse de años de conflicto armado. Muchas mujeres, y a veces niños, trabajan en labores mineras por sueldos más bajos que los de los hombres y sin los requisitos básicos que la seguridad en este tipo de trabajos de riesgo requiere. Debido a la falta de estrategias y de medidas preventivas, como pueden ser el uso de perforadoras con chorro de agua o de una ventilación adecuada, muchos mineros padecen niveles extremadamente altos de metales tóxicos en su cuerpo y están expuestos al desarrollo de afecciones respiratorias graves, a enfermedades cardíacas, o incluso, a distintos tipos de cáncer. Otro ejemplo notable es el de Chile. La explotación del litio ha provocado el agotamiento del agua subterránea en casi todo el Desierto de Atacama. Además, se han destruido ecosistemas muy frágiles, y se han convertido en salinas, extensiones importantes de praderas y lagunas.

Un somero repaso demuestra que la mayoría de los elementos que se utilizan en los dispositivos de las nuevas tecnologías presentan problemas análogos. Ejemplos son la extracción y laboreo del cadmio, del neodimio y o del disprosio, empleados en diferentes procesos de fabricación de baterías de níquel-cadmio, en módulos fotovoltaicos que usan teluro de cadmio, o en semiconductores de sulfuro de este metal. El neodimio y el disprosio se utilizan en la producción de imanes de generadores eléctricos, en aerogeneradores, en motores de vehículos eléctricos o en las barras de control para los reactores nucleares de fisión.

Aunque la minería en áreas terrestres seguirá durante bastantes décadas solventando las demandas de las tecnologías bajas en carbono, la presión social en contra de las explotaciones y de los laboreos de minerales metálicos, es cada vez mayor. Existen ya algunos intentos que consideran la posibilidad de explotación de los yacimientos marinos y oceánicos. Por ello, la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos, creada en virtud de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, ha iniciado ya el proceso de regulación de extracción de minerales oceánicos. Metales como el cobalto y el níquel, tienen importantes perspectivas en la plataforma continental, dentro de las Zonas Económicas Exclusivas de cada Estado soberano. En aguas internacionales, los nódulos metálicos localizados en la vasta zona de Clarion Clipperton, en el Pacífico (al SO de California y a unos 3.000 Km de Costa Rica, según paralelo), así como en las “costras” de cobalto y teluro, que se encuentran en los montes submarinos de todo el mundo, son algunos de los depósitos más ricos de metales para las tecnologías verdes. Aterra pensar en esta nueva amenaza para los ecosistemas marinos, pero no sería nada extraño que el declive de algunos minerales terrestres y las cada vez más difíciles condiciones de explotación, unidas a la resistencia social contra la minería convencional, puedan llevar a la explotación de las reservas minerales oceánicas.

Dentro del Acuerdo de París de 2015 se propuso que, dentro de las llamadas Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC por sus siglas en inglés), cada Estado, cree una lista de los minerales que explota o podría explotar dentro de su territorio, para contribuir al proceso mundial de descarbonización y comunique las acciones que, con posterioridad al año 2020, tiene previstas para la mitigación del Cambio Climático. De esta forma, podría articularse un sistema mundial de compensaciones a los países productores. No se duda de la buena voluntad de la propuesta, pero la utopía es clara, a la vista de los pírricos avances que se producen en cada una de las Cumbres Mundiales sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas.

No es necesario salir de España para encontrar ejemplos ilustrativos de la resistencia social y gubernamental a la minería metálica. Aunque en la actualidad y desde el año 2010, todo el litio necesario para la industria española es de importación, según el Instituto Geológico y Minero de España, si se explotaran los yacimientos de este metal alcalino, nuestro país podría ser el mayor productor de Europa, con hasta un 5% de la producción mundial. El “sí pero aquí no”, la versión española de la inglesa “not in my back yard” es cada vez más popular y abrir una nueva explotación minera de este tipo, es en la actualidad, un camino tan plagado de obstáculos y burocracias, que la mayoría de las empresas desisten de recorrerlo.

En resumen, beneficios ambientales sí, sobre todo, para determinados países y para muchos ámbitos empresariales, pero ¿limpias?… A veces pienso que la inteligencia humana es una maldición para el Sistema Tierra.

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