Negar el cambio climático - Alfonso Sopeña

El ascenso al trono de la Casa Blanca (entiéndase la ironía) del nuevo presidente de los EEUU, Mr. Donald Trump, quebrantó las esperanzas que el Acuerdo de París alcanzado en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático del año 2015, suscitó en los ciudadanos más concienciados sobre este grave problema. El pesimismo inicial se ha confirmado. El pasado junio, el populista irredento que dirige ahora los destinos de los EEUU, anunció, que el segundo país más contaminante de la Tierra abandonaba el pacto logrado por 195 países, es decir, por el mundo entero.

Hace aproximadamente 251 millones de años se estima que la temperatura de la Tierra ascendió de forma notable y que desaparecieron, entre el 75 y el 90% de las especies marinas y terrestres fósiles conocidas

Sin embargo, aún existen amplios sectores de la población que niegan el problema. Utilizan argumentos diversos basados en la ignorancia o en intereses poco confesables. Uno de ellos, esgrimido incluso por profesionales teóricamente conocedores del problema, es: “los cambios climáticos han sido frecuentes a lo largo de la historia de la Tierra”. ¡Pues claro! Negar que durante los aproximadamente 4.600 millones de años que tiene nuestro planeta ha habido cambios climáticos, es negar la historia de la Tierra. La existencia de los seres vivos está íntimamente ligada a un entorno muy determinado de temperaturas, por encima, o por debajo del cual, simplemente, la vida no es posible. La mayor pérdida de biodiversidad conocida se produjo acompañando al cambio climático de finales del Pérmico y comienzos del Triásico (hace aproximadamente 251 millones de años). Se estima que la temperatura de la Tierra ascendió de forma notable y que desaparecieron, entre el 75 y el 90% de las especies marinas y terrestres fósiles conocidas.

En una escala temporal diferente, a nadie se le ocurriría negar que el homo sapiens y sus antecesores, han sufrido grandes calamidades y hambrunas como consecuencia de cambios significativos en el clima. Sería como negar la historia de la humanidad. Las grandes migraciones y mermas de población mundial fueron provocadas, en muchos casos, por tremendas sequias o por periodos de frio glacial. Uno de los más relevantes, es La Pequeña Edad del Hielo que, con variaciones significativas, se prolongó desde comienzos del siglo XIV hasta mediados del XIX. Los años más fríos conocidos como mínimo de Maunder, fueron los comprendidos entre 1645 y 1715. Esta etapa, se inició con una gran hambruna y terminó de la misma forma. Por ejemplo, la población de Islandia se redujo a la mitad y la de Irlanda, sufrió en esos años un descenso, por muerte o migración, de unos 2,5 millones de personas.

Cambio Climático vs. Cambio Global

Sin embargo… ¿se refiere la actual controversia exclusivamente a este tipo de cambios en la variabilidad natural del clima? La contestación es no. Es necesario aclarar que el tipo de Cambio Climático al que hoy parece estar sometido nuestro planeta es, en realidad, un Cambio Global, entendiendo como tal, el conjunto de cambios ambientales producidos por la actividad humana y, en especial, los cambios en los procesos que determinan el funcionamiento del Sistema Tierra. Es decir, el efecto de la actividad antrópica sobre el sistema climático global, con dos características que lo hacen diferente de otros cambios producidos a lo largo de la historia de la Tierra. La primera diferencia es la extraordinaria rapidez con la que los cambios se están produciendo y, la segunda, el hecho de que solo una especie, la humana, es culpable de todos ellos. Hay dos factores principales que influyen en este proceso: la presión demográfica con el cambio de usos del suelo que genera, y el conjunto de actividades antrópicas que afectan, no solo a la superficie terrestre, sino también a la atmósfera que la envuelve. En este caso, el aumento de los gases de efecto invernadero desde el inicio de la Era Industrial, se ha demostrado determinante. Los sistemas de producción y consumo energía son el principal factor responsable.

A pesar de los grandes esfuerzos científicos que se han hecho para tratar de precisar las causas y paliar o mitigar los efectos de todos estos cambios, las incertidumbres son aún notables

A pesar de los grandes esfuerzos científicos que se han hecho para tratar de precisar las causas y paliar o mitigar los efectos de todos estos cambios, las incertidumbres son aún notables. Uno de los principales problemas es la ausencia de series de registros de indicadores climáticos con suficiente extensión temporal para extraer conclusiones razonables a medio y largo plazo. El análisis de los datos instrumentales recogidos por estaciones meteorológicas, aforos en los cursos fluviales, mareógrafos, etc., permite obtener datos de interés sobre la evolución más reciente de algunos factores climáticos. Pero este tipo de registros, apenas abarcan algo más de un siglo. En España, muchos de los datos instrumentales completos y fidedignos, comenzaron a tomarse a principios del siglo XX y, por tanto, a pesar de su exactitud, apenas resuelven el problema. Un ejemplo, es el de los registros de aforo que se iniciaron en 1912. Además se interrumpieron entre 1932 y 1942 por razones diversas, entre ellas, la Guerra Civil. Para intentar separar los datos de variabilidad climática natural de los producidos por las actividades humanas con la garantía de obtener conclusiones razonables, es necesario retrotraerse varios milenos. Pero ¿cómo resolver el problema? No es sencillo. La Ciencia utiliza lo que se conoce con la palabra inglesa de proxies climáticos, es decir indicadores indirectos mediante los cuales pueden estudiarse las características de los climas del pasado.

Paleoclimatología

La Paleoclimatología utiliza los datos que provienen de registros naturales de la variabilidad climática, como son, los registros contenidos en distintos tipos de documentos históricos, el estudio de los anillos de crecimiento de los arboles (Dendrocronología), de los testigos de hielo, de las asociaciones de polen fósiles (Palinología), de los sedimentos oceánicos, o de las pautas de crecimiento de algunos organismos como los corales. Todo este tipo de análisis necesita utilizar técnicas sofisticadas y laboriosas. La extensión temporal de los datos que pueden obtenerse de cada una de ellas es diferente y también limitada. Como ejemplo, en el caso de la Península Ibérica, la dendrocronología que estudia los anillos de crecimiento de un conjunto de árboles distribuidos por todo el territorio en áreas en las que quedan bien marcadas las variaciones anuales, solo abarcan un intervalo temporal de unos 1000 años. En adelante, nos centráremos solo en dos de las especialidades poco conocidas pero que proporcionan datos de gran interés paleoclimatológico: la Climatología Histórica y la Paleohidrología.

Climatología histórica

Es una especialidad que utiliza documentos históricos de interés para la reconstrucción de las series climáticas. Las fuentes pueden ser de carácter administrativo, agrario, de observaciones instrumentales antiguas, etc. También, de algo tan específico, como los documentos relativos a las rogativas pro pluvia o ad petendam pluviam (pidiendo la lluvia) o las pro serenitate (solicitando su cese). En España la práctica de rogativas se ha desarrollado durante siglos. El protocolo seguido era idéntico siempre que la situación requería la celebración de una ceremonia de rogativa. El control lo ejercían directamente las instituciones, civiles y eclesiásticas, con competencias y responsabilidades perfectamente definidas.

Producida la situación que requería una rogativa, se actuaba invariablemente de la misma forma:

  1. El gremio correspondiente de agricultores lo comunicaba a las autoridades municipales.
  2. El gobierno municipal evaluaba la gravedad de la situación y pedía a las autoridades eclesiásticas la celebración algún tipo de rogativas.
  3. Las autoridades eclesiásticas realizaban entonces las gestiones necesarias, incluyendo en el calendario de actividades la rogativa correspondiente y haciéndola pública para general conocimiento.
  4. Por último, tenía lugar en tiempo y forma la rogativa, según lo acordado por las autoridades municipales y eclesiásticas.

Cada una de las actuaciones necesitaba trámites, deliberaciones y determinaciones que quedaban perfectamente registradas, paso a paso, en las actas municipales. También en las actas de capítulos catedralicios, donde se reflejaba cada rogativa en el calendario litúrgico correspondiente. Lo que hace muy valiosos este tipo de datos para el análisis paleoclimático es que, además de la precisión y fiabilidad de los registros documentales, los tipos de rogativa dependían de la gravedad de la situación. El catálogo estaba codificado en cinco niveles de la forma siguiente:

  1. Preventivo. Oraciones dentro de las iglesias al terminar las misas.
  2. Medio. Acto interior (intra ecclesiam) con exposición de reliquias o imágenes del intercesor y con recorrido por la iglesia o por un claustro si lo había
  3. Severo. Acto fuera de la iglesia (extra ecclesiam). Procesión o procesiones por las calles de la población con imágenes y/o reliquias de los intercesores.
  4. Grave. Inmersiones en agua de reliquias o imágenes de especial veneración. Acabaron por prohibirse debido a los daños que causaban en las reliquias y se sustituyeron por misas generales de difuntos o exposiciones del Santísimo Sacramento.
  5. Crítico. Peregrinaciones a santuarios o ermitas. Por tanto, en estos casos, además de la intensidad del episodio climático, es posible determinar su ámbito geográfico.

Sin duda todo este conjunto de datos debe ser analizado y evaluado por especialistas muy expertos. Los resultados son estimables por la exactitud de los registros documentales y porque la codificación en niveles de las rogativas permite, mediante un sencillo tratamiento estadístico, obtener series de la variabilidad climática en los periodos comprendidos en los registros documentales.

Paleohidrología

Una de las principales incertidumbres de los informes del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático, es la predicción de crecidas e inundaciones fluviales extremas en respuesta al Calentamiento Global. El valor de las técnicas paleohidrológicas, reside en la posibilidad de ampliar los registros de eventos fluviales extremos a los últimos milenios y de relacionarlos con el clima. Para ello, se utilizan los sedimentos depositados por los ríos durante las inundaciones de gran magnitud, pero de baja frecuencia. Las grandes crecidas fluviales provocan el transporte de una elevada cantidad de sedimentos en suspensión que se acumulan en las llanuras aluviales, en cavidades y en remansos donde la velocidad del agua es muy baja, normalmente menor de 0,2 m.s-1. La superposición a lo largo del tiempo de los depósitos dejados por cada inundación, conforma las páginas del libro donde ha quedado impresa la historia de las crecidas ocurridas en el pasado. La altura sobre el fondo del cauce a la que se localizan los sedimentos, determina el nivel mínimo alcanzado por el agua durante la crecida. Esto permite calcular los caudales de agua que evacuó el río durante las sucesivas avenidas. Si además se datan los depósitos utilizando métodos radiométricos, arqueológicos, etc., se pueden reconstruir con una aproximación razonable, los periodos de concentración de las avenidas mayores y separarlos de aquellos en los que los ríos apenas han producido inundaciones importantes.

No hay duda, de que las series temporales así obtenidas, tienen correlación con periodos de máxima actividad de fenómenos extremos y, por tanto, con la variabilidad temporal del clima. Por otra parte, aunque este tipo de técnicas no proporciona series temporales tan precisas como las de los registros instrumentales o las del estudio de los anillos de crecimiento de los árboles, tienen la ventaja de que permiten obtener datos de todo el Holoceno, es decir, de un periodo de la historia de la Tierra que abarca aproximadamente los últimos 11000 años.

Los estudios paleohidrológicos en España orientados a la mejor comprensión del Cambio Climático

Los registros más completos proceden de las investigaciones que se han realizado en la cuenca del río Tajo, cerca de Puente del Arzobispo (Toledo) y en Alcántara (Cáceres), donde se han podido reconstruir las principales crecidas de los últimos 17000 años (Benito, et al. 2009). Las crecidas más catastróficas se concentraron en tres periodos comprendidos entre los años 8540 y 8110 a.C. (antes de Cristo), alrededor del año 5000 a.C. y entre el 785 y el 1205 de nuestro calendario (A.D.). Los caudales máximos superaron los 4.100 m3s-1 en Puente del Arzobispo y los 15.000 m3s-1 en Alcántara. Los periodos comprendidos entre los años 8110-7500 a.C., 7000-5000 a.C. y 1205-1450 A.D., también registraron crecidas frecuentes, pero de moderada o baja magnitud. De entre todos los períodos con elevada frecuencia de crecidas extraordinarias, destaca el comprendido entre los años 8540 y 8110 a.C. cuando se sucedieron, al menos, doce inundaciones catastróficas que supondrían hoy un serio riesgo para poblaciones como Toledo y Talavera de la Reina. Afortunadamente, las obras hidráulicas, tan denostadas por muchos ecofundamentalistas lo evitarían, puesto que regulan los caudales de las cuencas fluviales en los momentos de los eventos extraordinarios más peligrosos.

En el periodo comprendido entre 1910 y la actualidad, en el que se dispone de registros instrumentales, los ríos Atlánticos de la Península Ibérica han experimentado una disminución de la frecuencia de las crecidas ordinarias. En las cuencas mediterráneas, los datos indican un aumento en la irregularidad hidrológica y de la generación de crecidas relámpago.

Por otra parte, no hay que olvidar los aspectos humanos y económicos. En España, los desastres naturales de este tipo produjeron entre 1971 y 2002 daños materiales superiores a 3.400 millones de euros, ocasionando casi 1.700 víctimas mortales. Hay estudios que demuestran el incremento considerablemente, casi exponencial, de víctimas mortales y de pérdidas económicas en las últimas décadas. En la última del siglo XX se incrementó el tipo de precipitaciones convectivas que generan crecidas relámpago en cuencas pequeñas, como las ocurridas en Yebra y Almoguera (Guadalajara), Biescas (Huesca), Alicante y Badajoz, con 207 víctimas mortales. Este cambio en los patrones de magnitud y frecuencia de diverso signo en las cuencas atlánticas y mediterráneas puede interpretarse como una señal clara de cambio en las tendencias actuales del clima.

Las crecidas de los ríos peninsulares en los últimos 2500 años

Cuando se analizan las series temporales de las que se dispone sobre las inundaciones en los últimos 2500 años, se observan diferentes cambios en los patrones de la frecuencia y magnitud de las crecidas y de las sequías. La mayor parte de ellos se producen en momentos de transición climática. El incremento y la severidad más notable de las inundaciones de los ríos que drenan al Mediterráneo se produjo entre los años 1580-1620 y 1840-1870. Igual sucede en las cuencas atlánticas, aunque en este caso, se detectan cuatro periodos distintos entre 1590 y 1610, 1730-1760, 1780-1810 y 1870-1900.

Puente de Alcántara

El río Tajo a su paso por el Puente de Alcántara

El río Tajo, en el tramo comprendido entre el emblemático puente romano de Alcántara y la frontera con Portugal, ha proporcionado datos muy interesantes de los últimos 150 años y es un ejemplo ilustrativo de los resultados que pueden obtenerse a partir del estudio de los sedimentos depositados por las inundaciones mediante la aplicación de las técnicas paleohidrológicas. Como se observa en el gráfico adjunto, en algunos momentos del siglo XIX, la luz de los ojos centrales del puente quedó reducida a su mínima expresión. Se alcanzaron caudales de hasta 14.899 m3s-1. Una idea de la magnitud de estas crecidas la proporciona la comparación con el caudal medio actual del río Tajo que, en esta parte de su curso, se cifra en aproximadamente 133 m3s-1.

A veces me pregunto: ¿cuántas veces los eficientes ingenieros romanos debieron reconstruir el puente de Alcántara después de una riada catastrófica? Habrá que consultar con algún especialista en esta parte de la Historia por si existen documentos que lo acrediten.

Para saber más

– Los sistemas fluviales y las paleocrecidas. G. Benito, A. Sopeña. Historia natural, 2003, 72-76.

Riesgos Naturales, Crecidas fluviales y Cambio Climático. G. Benito et al., Enseñanza de las Ciencias de la Tierra, 2009, 17:155-163.

La climatología histórica en el marco geográfico de la antigua monarquía hispana. M. Barriendos. Scripta Nova, 1999, 53.