Los Goya - Elvira García

Hace ya muchos años que no veo los Goya, tampoco los Oscar, pero que no los vea no quiere decir que no me lleguen por tierra, mar y aire primero, quiénes están nominados a los galardones más importantes y después, ya con mucho más detalle, quiénes han ganado o perdido, qué se dijo o se dejó de decir o quiénes han vestido a los invitados o invitadas. Hasta el último cotilleo derivado de la gala tiene oportunidad de estar en portada, digital al menos, de los diarios más leídos en España. Así que si al día siguiente uno se asoma a ver qué pasa por el mundo, tiene a su disposición un impresionante despliegue informativo de todo lo relativo a este acontecimiento que tanto interés mediático despierta.

No sé si el cine merece tanta atención, ni por qué no se reparte algo del espacio con otras artes dejadas de la mano de dios y por tanto más necesitadas de promoción, pero lo cierto es que año tras año se repite la tradición de modo que vamos fijando en nuestra memoria el devenir de estos premios así como el gusto que tiene la farándula por acompañar el acto con variadas reivindicaciones, unas al margen de su profesión como el “No a la guerra” o el “Nunca máis” y otras que por el contrario suman cine y activismo como este domingo con los Goya de las mujeres.

Es precisamente por su extraordinario alcance mediático por lo que me parece importante destacar qué pasó o mejor dicho qué no paso este domingo en los Goya, cuando nadie hizo referencia a Cataluña, ni en un sentido ni en otro.

Los Goya sin Cataluña

Nada queda más lejos del sincero compromiso cívico que las reivindicaciones que responden a un activismo impostado

Vaya por delante que me parece loable que quien tenga la oportunidad aproveche su fama o su momento de gloria, en el foro que sea, para poner el foco en la reivindicación o situación que considere que lo merece. Sin embargo nada queda más lejos del sincero compromiso cívico que las reivindicaciones que responden a un activismo impostado, pues no entiendo otra forma de definir un comportamiento casi unánime o gregario, conforme al que todos visten la chapa que mola y se manifiestan con arreglo a un guión que la progresía recibe con palmas, porque curiosamente se dirige siempre contra los otros, los gobiernos de “derechas” o sus adláteres.

Es tal la uniformidad con que se presenta el activismo en estas galas que quienes manifiestan su diferencia, aunque sea mínima, son asaeteados por los medios de comunicación, censores de cualquier nueva inquisición, que controlan escrupulosamente que nada se salga del guión. Ese ha sido el caso este año con titulares como “El patinazo machista de Arturo Valls” tras afirmar éste que le gustaría que se hablara más de cine ya que los Goya no le parecían el escaparate para tratar otros temas. Pese a que ninguna intención parecía tener el actor de decir nada en contra de las mujeres, los medios se lanzaron raudos a reprocharle sus declaraciones y tildarlas de machistas, ratificando así la máxima cada día más en boga de que “si no eres un aliado sumiso te conviertes en un enemigo a batir”, como apuntaba acertadamente Carlos Martínez Gorriarán.

Como decía, fue muy llamativo el silencio de la gala en relación con Cataluña, tanto que me pregunto qué opinión tendrá al respecto la propia gente del cine o la misma Aitana Sánchez-Gijón, quien fuera Presidenta de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España y en 2013 afirmaba que “hubiera sido muy frívolo y me hubiera decepcionado que una gala como la de los Goya no reflejara el sentir popular y lo que está pasando en la calle”.

La gente del cine no puede evitar el gregarismo en la puesta en escena de sus reivindicaciones, tampoco en ocasiones como ésta cuando acaban decidiendo todos a una no meterse en un jardín, el catalán

Como no creo que cada uno de ellos, en su casa, carezca de opinión sobre una cuestión que despierta adhesiones inquebrantables o rechazos profundos, y que somete a nuestro país a una tensión y desgaste democrático evidente, es por lo que me pareció tan sorprendente la unanimidad en el silencio. Decía más arriba que la gente del cine no puede evitar el gregarismo en la puesta en escena de sus reivindicaciones,  pues tampoco en ocasiones como ésta cuando acaban decidiendo todos a una no meterse en un jardín, el catalán. Tal pareciera que la previsible impopularidad de determinadas posturas, y por tanto su incierto coste, les llevara a concluir como lo más conveniente ni mencionar la cuestión.

No deja de resultar chocante que en relación con este silencio las únicas recriminaciones vinieran de la mano de los “independentistas”, lamentando estos que no hubiera ninguna “referencia solidaria sobre los ciudadanos catalanes presos en Estremera y Soto del Real”. El resto de españoles debió ver la gala sin llegar a creerse del todo que no se dijera nada sobre Cataluña, sin un lazo amarillo, ni una referencia al exilio, a los menús carcelarios o a Tabarnia… hasta que llegó el final y con él los premios a Isabel Coixet, que no es de extrañar que se recibieran por la mayoría de espectadores como una conciliadora declaración de intenciones por parte de la silente Academia del Cine.

Fue extraño que ninguno de sus compañeros le dedicara ni unas palabras de solidaridad con el sufrimiento y la angustia con que la directora vive la situación en Cataluña

Aún siendo obvio que los premios no fueron un reconocimiento al activismo de la directora sí fue extraño que ninguno de sus compañeros le dedicara ni unas palabras de solidaridad con el sufrimiento y la angustia con que la directora vive la situación en Cataluña, según ella misma relata; palabras que sin lugar a dudas habría recibido si su situación hubiera sido cualquier otra.  Mucho me temo que los Goya de este año no pasarán a la historia como una lección de decencia ciudadana.

“Más mujeres”

Lo cierto es que los premios a Isabel Coixet se jalearon en la sala por ser una mujer, porque la gala iba “oficialmente” de eso, de reivindicar los derechos de las mujeres en el cine, aunque algunos pudiéramos concluir que extraoficialmente fue de esconder Cataluña detrás de las mujeres.

Y en este asunto volví a quedarme ojiplática cuando constaté que pese a los acontecimientos que estaban teniendo lugar en Irán nuestras compatriotas habían mantenido su lema y reivindicaciones, sin ceder el espacio a las valientes mujeres que en esos precisos momentos luchaban por sus derechos civiles más básicos poniendo en peligro su libertad, su integridad física e incluso su vida y la de sus familias. Aunque también puedo entender que si no seguían el guión y cundía el ejemplo podría haber salido cualquier cosa… incluso Cataluña.

Este feminismo de cartón piedra sobre alfombra roja, sin más contenido que el necesario para nutrir titulares de rápido consumo no nos va a resultar muy útil a las mujeres, ni siquiera a las del mundo del cine

En cualquier caso la gala iba de reivindicar los derechos de la mujer en el mundo del cine y qué quieren que les diga, que me pongo a ver qué han dicho y me sonrojo leyendo declaraciones tan triviales como las de una joven actriz, icono al parecer del feminismo podemita, que en ronda de photocall contaba que “el hecho de que vengamos con taconazos y vestido largo es dar un relato muy Disney. Quiero mostrar a las niñas que me vean hoy que pueden ir elegantes con traje y zapato plano”… Por desgracia el resto de la gala no elevó demasiado el listón, lo cual me reafirma en que este feminismo de cartón piedra sobre alfombra roja, sin más contenido que el necesario para nutrir titulares de rápido consumo no nos va a resultar muy útil a las mujeres, ni siquiera a las del mundo del cine.

Ready Player One

Soy fan de la distopía, venga en formato pequeño relato, libro, película o serie, así que no podía dejar de leer el “best seller” en el que se basa la nueva película de Steven Spielberg. Ready Player One sitúa la acción en el año 2045 y retrata una sociedad al borde del colapso en la que según el protagonista no tiene sentido votar ya que a nadie le importa quién esté al mando de un país pues en realidad se está al mando del Titanic. Para terminar de completar el paisaje desde hace años las únicas personas que pueden salir elegidas son estrellas de cine, concursantes de “reality shows” o telepredicadores radicales.

Observemos críticamente a nuestras caras más populares, y exijámosles lo mínimo, que si optan por el compromiso cívico lo hagan con honradez

Ese mundo distópico no es éste pero se le parece, no tanto al de 2011 que es cuando se publica el libro, sobre todo al de 2018 con un presentador de concursos-empresario como Donald Trump, elegido Presidente de Estados Unidos y otra estrella de la televisión (Oprah Winfrey) que parece que amenaza con sumarse a la carrera.  Tampoco España es Estados Unidos, pero mientras nos vamos pareciendo observemos críticamente a nuestras caras más populares, y exijámosles lo mínimo, que si optan por el compromiso cívico lo hagan con honradez y ya puestos sin mirarse tanto el ombligo.

Entretanto, seguiremos aplaudiendo a esos cómicos que no se autocensuran y que pisan el charco de lo políticamente incorrecto sin importar a quien salpican, aunque sea a ellos mismos. Porque “habelos, hailos” aunque no vayan a los Goya.