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En unos tiempos que hoy parecen remotos, cuando en España solo había dos canales de televisión, se estrenó una serie que rápidamente se convirtió en un éxito internacional y catapultó a sus protagonistas a la fama y el estrellato. Se trataba de Los Problemas Crecen, que narraba las aventuras y problemas sociales que afectaban a una familia de clase media, los Seaver. Entre todos los miembros del elenco, pronto destacó un jovencísimo Kirk Cameron, que se convirtió en ídolo de las adolescentes de la época y en imagen universal de las carpetas escolares, vía Super Pop.

Durante dos años, el joven Kirk se dedicó, como probablemente hubiéramos hecho todos en su situación, a disfrutar con algún exceso de los vicios más placenteros, aunque todo cambió el tercero, cuando se cruzó en su camino un pastor evangélico. Ray Comfort, que así se llamaba la joyita, invitó al actor a acudir a las sesiones de un grupo ultrareligioso de corte creacionista que acabó explotando algunas necesidades del chaval, extrapolables, por otro lado, a las de cualquier adolescente: anhelo de trascendencia, ansia de heroísmo, afán de lucha, encuentro del propio lugar en el mundo, búsqueda de certezas, necesidad de reconocimiento y aplauso social, etc.

Esta fase evolutiva es una época difícil, pues supone una etapa de transición entre la infancia y la vida adulta que se caracteriza psicológicamente por grandes dosis de inseguridad, ilusión de invulnerabilidad (creerse indestructible) y labilidad emocional (cambios rápidos y constantes de estado de ánimo), aspectos que nos sitúan en un momento emocional especialmente débil y, por tanto, nos hace susceptibles de caer en las garras de cualquier manipulador.

De este modo, el grupo fue moldeando la nueva personalidad de Kirk, quien de la noche a la mañana abandonó los placeres mundanos y fundó junto con el pastor una especie de iglesia aliñada con moderno show televisivo, The Way of The Master. Sin embargo, y aunque sin duda hoy ha evolucionado lo suficiente como para convertirse en una red que debe reportar jugosos beneficios, este canal televisivo fue en origen una página web con el mismo nombre, gráficamente muy rudimentaria, que contenía herramientas interesantes. Entre ellas, destacaban un curso de formación para la captación de fieles y la difusión de la palabra de Dios (más claro no se puede ser) y un cuestionario de evaluación autoadministrado titulado: ¿Eres una buena persona?, con el cual uno podía analizar su conducta en relación al cumplimiento de los diez mandamientos.

En el cuestionario figuraba cada uno de los mandamientos con dos alternativas de respuesta, culpable o inocente (por ese orden), en función de si uno cumplía o no con tal mandato, aunque lo verdaderamente relevante del proceso de autoevaluación llegaba con la respuesta. Así, si uno se declaraba culpable de, por ejemplo, haber robado, no había problema, pues ya asumía que era un ser humano repugnante y minaba su autoestima él solito; pero si reflejaba su inocencia, rápidamente se activaba una réplica en la que se reinterpretaba el hecho, generando la consiguiente culpa, no solo por el hecho de ser un bellaco y un infiel, sino también por el de ser un hipócrita. En el caso del robo, la reinterpretación se basaba en que robar no es solo sustraer bienes materiales a un tercero:

¿Alguna vez ha robado algo (aunque sea algo pequeño)? El valor de la cosa robada no importa; los pequeños robos siguen siendo robos. ¿Alguna vez se llevó algo que perteneciera a otra persona (de la oficina, la escuela, los padres, etc.)? Si es así, eso te convierte en un ladrón. Ayer mismo, usé un bolígrafo de oficina para escribir una nota en un post-it para recordarme a mí mismo que tenía que pagar una factura cuando llegara a casa. Sí, es una cantidad muy pequeña para tomar del trabajo, pero «sigue siendo un robo». Entonces, soy un ladrón.

proceso de manipulación basado en la falacia del falso dilema

Es destacable cómo la redacción del texto utiliza la segunda persona del singular, para en un giro imprevisto pasar a la primera, provocando un efecto de autosugestión que se parece demasiado, como para obviarlo, al que utilizan las técnicas de sugestión hipnótica. Pero al margen de la redacción, lo que nos encontramos en este caso es un proceso de manipulación basado en la falacia del falso dilema, por el cual se presenta una aparente elección que en realidad no es tal, pues el propio planteamiento sesga el significado de la cuestión, reduce las opciones disponibles, limitándolas a dos extremos, y conduce a una misma consecuencia ya determinada apriorísticamente. En definitiva, nos envuelve en un proceso semejante al juego de lanzar la moneda y decir: “cara yo gano, cruz tú pierdes”.

Vamos, que eres un ladrón sí o sí. Por ello, en caso de admitirlo debes sentirte culpable y seguir las indicaciones del grupo, que son las de sus líderes, para crecer y evolucionar. Y si no, además de un ladrón, eres un mentiroso, por lo que debes seguir las indicaciones del grupo para crecer y evolucionar.

El fin que tiene en los grupos de dinámica sectaria la estrategia del falso dilema es generar patrones inestables de refuerzo

El fin que tiene en los grupos de dinámica sectaria la estrategia del falso dilema es generar patrones inestables de refuerzo. Los patrones inestables son modelos de comportamiento por los cuales el refuerzo o reproche a una conducta no viene determinado por lo que se hace, sino por una valoración externa y contradictoria. Los líderes mesiánicos, como buenos psicópatas que son en su mayoría, no felicitan a sus acólitos en función de que hayan hecho algo bien o mal, sino en función de si ellos están bien o mal. Así, el martes pueden felicitar a un adepto por vender diez libros del grupo y el jueves ponerlo a caldo porque solo ha vendido doce. Este mismo patrón lo podemos ver en la educación, donde el mantenimiento de patrones inestables genera desequilibrio emocional en los educandos y, muy especialmente, en la violencia de género, donde la víctima se culpabiliza cuando es agredida pensando que ha hecho algo mal, cuando tal circunstancia solo es fruto del viento que sople en el estado mental del maltratador, ya bastante perturbado por definición.

el sujeto interioriza un patrón de indefensión aprendida

La consecuencia que tiene esto es que el sujeto interioriza un patrón de indefensión aprendida, por el cual no sabe a qué atenerse ya que la valoración de sus actos no depende de él, sino de la evaluación que de él hagan agentes externos caprichosos, lo cual lleva a una destrucción de la autoestima y a un proceso de infantilización que lleva al punto en que la persona no sabe qué tiene que hacer, quedando a merced de otros, que serán quienes se hagan dueños de su conducta.

Desgraciadamente, buscar marionetas de las que sacar beneficio no es solo cosa de sectas. Desde hace años el progresivo deterioro de la vida política, liderado por personajes que manifiestan tener cada vez menor rigor intelectual, y no digamos ya ético, está desplegando estrategias de reforma del pensamiento o de ingeniería social (que se entiende mejor) que nada tienen que envidiar a las que usan las primeras. Porque cabe plantearse si algunos temas prioritarios de la agenda política, caballo de batalla especialmente de determinados grupos, no estarán premeditadamente diseñados en función de esta estrategia.

Si no eres feminista eres machista, pero si eres feminista, también eres machista por exceso de paternalismo, a lo que habría que añadir la condición inherente propiciada por el pecado original de ser hombre. Si no te gusta alguna de las veinticinco nuevas identidades sexuales, eres un lgtbqfóbico; pero si te gustan eres un ser inhumano que cosifica a las personas. Si eres una persona conservadora en el tema sexual eres un facha casposo; pero si ves porno, eres un degenerado ansioso de sadismo. Si comes carne eres un caníbal especista (sic.), pero si no la comes también, porque seguramente comerás huevos (y qué huevos tiene la cosa). Y si eres mujer, tienes el derecho a considerarte una minoría oprimida, pero no tienes derecho a quejarte demasiado porque también eres blanca, que es una raza opresora (que la raza para esto sí que existe).

Todo este proceso es demasiado complejo como para integrarlo en un sistema y una mente coherente y cabal. Especialmente por adolescentes que, como ya saben, están en un momento vulnerable, pero con una necesidad imperativa de anhelos de trascendencia, ansias de heroísmo, necesidad de certezas y muchas otras características susceptibles de ser aprovechadas por el más listo de la clase.