El cine, la televisión y el teatro han cambiado mucho durante las dos últimas décadas. Fernando Ramallo creció rodeado de cámaras desde que David Trueba lo descubriera en ‘La buena vida’, para después ser nominado al Goya a Mejor Actor Revelación por ‘Carreteras Secundarias’ y, más tarde, revolucionar el cine protagonizando la primera película juvenil de temática gay en nuestro país, ‘Krampack’. Su filmografía cuenta con decenas de títulos. Material suficiente como para haber sufrido en su propia piel el declive de una industria en la que se aprovechan de los sueños, la vocación e incluso el ego de los actores para ofrecer unas condiciones laborales que, en ocasiones, sobrepasan la ilegalidad.
La mejor forma de enfrentarse a esta situación es manifestarse. ¿No es eso lo que casi toda la sociedad española cree que hacen los actores? Hay distintas formas de expresión, más allá de las pancartas. La de Fernando Ramallo es más sutil y elegante. Ha decidido debutar como dramaturgo con ‘Compañía en alta mar’, montaje que se representa los viernes en el madrileño ‘Teatro de las Aguas’.
La historia se desarrolla en un crucero. “Todos son actores/animadores a los que no les sale trabajo en TV, cine ni teatro y, aquí, el productor no les paga,” explica el autor. “Durante toda la obra tienen que ver cómo conseguir que el productor les pague. Como son unos anormales todos, entre ellos mismos se lían y se ve la desunión que hay entre los diferentes trabajadores para pedir algo, porque cada uno mira por sí mismo y ninguno se pone de acuerdo.”
En los personajes también se ven los distintos perfiles que existen en el mundillo en la actualidad. “Ismael Fritschi es el productor. Casposo. Siempre intenta liar a la compañía diciendo que les va a pagar, pero en el siguiente espectáculo. Es la forma de no pagarles nunca,” explica Ramallo. Eloi Yebra da vida a Tito, un personaje muy sencillo que disfruta siendo animador, no tiene ambiciones. A su mujer la interpreta Sara Cobo. “Quiere ser protagonista de series. Es de esas personas que piensa que, si se relaciona bien durante el crucero, acercándose a cierta gente, le puede venir la oportunidad.” Carlos Pulido se convierte en el típico actor frustrado. “Ya ha puesto la rodilla en el suelo y lo ha hecho todo gratis.” Por último, Fernando Ramallo se mete en la piel de un mimo. “No sé por qué me escribí ese personaje tan difícil,” se pregunta. “Habla mucho y mima poco y tiene un problema al expresarse.”
Le han llegado a decir que hacen una deconstrucción del teatro en directo. ¿Eso es bueno o malo? ¡Yo creo que muy bueno! Es una comedia golfa, macarra, surrealista, muy ácida. Un humor muy mordaz, muy negro. ¡Como soy yo, que para eso la he escrito yo!
También hay gaviotas. Bueno, gaviotas… -dice entre risas. Es una cosa poética que se me ocurrió cuando escribí la sinopsis. Pero digamos que suenan gaviotas.
¿Tiene doble sentido? En la obra no hay mucha crítica política, aunque hay momentos en los que se hace referencia a lo que está pasando ahora. Obviamente la obra trata de lo corrupto que es el promotor, cómo funciona todo… y puede haber alguna mención política, pero mínima.
¿Suenan gaviotas o charranes? Siempre ha habido gaviotas. Lo del charrán se lo han inventado porque, aunque la gaviota es un animal bonito, cuando tiene hambre, se devoran entre ellas, que es un poco lo que está pasando en el Partido Popular. A mí me gusta ver cómo se devora un partido y desaparece porque es algo apocalíptico. – comenta bromeando. Es como si el fin del mundo estuviera aquí y hubiera comenzado por un partido político. Ahora, hablando en serio, creo que no va a pasar.
¿Y en el PSOE? Ya ha desaparecido.
Todavía no han anunciado el cese de su actividad ni entregado las actas. Pero no levanta cabeza.
Muchos actores apoyaron a Podemos. Lo están haciendo muy mal. A mí me han decepcionado. Se han desunido, hay luchas internas… Son como todos los partidos políticos. Lo que ha pasado en Madrid a nivel cultural es desastroso. Una la lía, luego dicen que ha sido un malentendido, Carmena intenta poner orden…
¿Alguien le representa en estos momentos? Estoy desilusionado completamente.
Para promocionar su obra envían un mensaje a sus amigos diciendo que la entrada son sólo 12 euros, lo mismo que cuesta una copa en un sitio cool, aseguran risas y, además, ayudan a mantener a unos actores ocupados y no están sueltos por ahí, manifestándose y opinando. Pensé que entre nuestros compañeros de profesión sería gracioso. En cualquier artículo que hable sobre cine español, si lees los comentarios de la gente, son demoledores. El mensaje típico es: “los actores son rojos que se manifiestan y que viven de las subvenciones.” Es como ir a favor del tópico y criticarlo.
También hay actores de derechas. Sí, pero es gente que no manifiesta su ideología. A mí lo que me importa es el actor. Cuando voy al teatro, quiero ver el trabajo de los actores, me da igual a quién voten y lo que opinen.
Seguro que ahora más de uno se preguntará: “de qué se quejan estos actores, si ya les han bajado el IVA.” Me alegro de que se le haya bajado ya al teatro, a la danza y a los conciertos. Pero sigue la venganza sobre el cine. Ya no pueden disimular. Es una venganza personal contra el cine por el “No a la Guerra.” Cuanto más pasa el tiempo, más evidente es. Se habla de las subvenciones, pero sólo con ‘Ocho apellidos vascos’ el Estado ha recaudado muchísimo más de lo que dio para hacer la película.
Se critica mucho que el cine se subvencione. Pero todo está subvencionado en este país: la industria del automóvil, la agricultura, los medicamentos… ¿Por qué no va a haber subvenciones para el arte y la cultura?
Y parece que su afán es ganar más de lo invertido a través del IVA, el IRPF y el impuesto de sociedades. Si el año pasado el Gobierno destinó 30 millones de euros al cine, la industria cinematográfica generó 100 millones. Es un negocio muy bueno. Mantienen la subida del IVA porque siempre hay tres o cuatro pelis que arrasan y ganan dinero a la vez que se siguen vengando de nosotros. Pero más que el IVA, es más peligrosa la censura que está habiendo ahora, que haya gente que decida si un chiste es gracioso o no. Entiendo que hay chistes de muy mal gusto, pero hay que respetar la libertad de expresión.
En ‘Compañía en alta mar’, lo que hacen es más bien autocrítica, sobre lo que ocurre dentro de su propio mundillo. La promesa de darte una buena oportunidad, la gente lo acepta y a lo mejor cobra menos por una esperanza que nunca llega. Gente que trabaja gratis o que acepta unas condiciones nada legales por miedo a que les echen del trabajo. Los actores ahora cobramos 20 veces menos de lo que se estaba pagando.
¿Quién es el culpable? Principalmente nosotros, por aceptarlo. Pero como los actores no nos podemos unir porque siempre hay alguien dispuesto a hacerlo por menos dinero y por condiciones más precarias…
¿Qué hace la Unión de Actores? Como sindicato está funcionando muy bien, pero, si el actor deliberadamente accede a trabajar en unas condiciones irregulares, no puede hacer nada.