Desde que estalló la crisis subprime hace diez años, una serie de crisis encadenadas han ido lastrando el crecimiento económico de las economías desarrolladas. En Europa hemos sufrido el envite de la crisis de la deuda, la guerra de divisas, la crisis del euro y la del propio proyecto europeo con el auge de populismos. En julio de 2012, Mario Draghi salió en defensa del euro con el famoso what ever it takes. El Banco Central Europeo procedió de forma inédita a un nivel de facilidad cuantitativa con bajos tipos de interés y compra de deuda soberana para rebajar los diferenciales de la prima de riesgo y, a su vez, realizar la lenta digestión de la abundante toxicidad financiera de las instituciones bancarias.
En España, la reestructuración bancaria pasó por la eliminación de las Cajas de Ahorro como instituciones para ser absorbidas por los bancos. La constitución del FROB, denominado banco malo, ha cumplido y sigue cumpliendo la función de vertedero público donde volcar los activos tóxicos derivados de la mala praxis. Como quien enmascara un alimento en una papilla para que el bebé no lo rechace, hemos ingestado esa carga poco a poco sin rechistar.
El foco se puso en la urgencia por los efectos para obviar lo escandaloso de la causa necesaria: la connivencia política en los criterios de financiación de proyectos de las Cajas de Ahorro
En política, la dosificación y la resignación suelen ir de la mano. Así que asumimos como normal y única la imperiosa necesidad de esta reestructuración ante el riesgo sistémico. El foco se puso en la urgencia por los efectos para obviar lo escandaloso de la causa necesaria: la connivencia política en los criterios de financiación de proyectos de las Cajas de Ahorro. Y hubiera pasado totalmente inadvertida si no hubiera sido porque algunos aventureros cuerdos decidieron decir basta y poner en jaque a los artífices de uno de los expolios bancarios más graves de nuestra historia, Bankia.
No obstante, los más pragmáticos y resultadistas suelen justificar los fines con los medios: gracias a esta lenta digestión – defienden – hoy podemos afrontar una clara recuperación económica. Mirar atrás entraña un riesgo, convertirnos en estatuas de sal como le sucedió a la mujer de Lot. Y así se impone un velo sobre el pasado para acabar diluyendo causas y responsabilidades en el mar de neblinas del olvido. Pero lo paradójico es que tanto Lot como toda su familia sí que sabían de dónde veían y de qué huían mientras que tanto en España como en las primeras potencias optamos por embelesarnos con fuegos de artificio.
La urgencia por refundar el capitalismo venía de la necesidad de sostener un castillo de naipes que amenazaba con desmoronarse
Recuerde el lector, por ejemplo, aquella época en la que se discutía de forma ampulosa la necesidad de refundar el capitalismo, haciendo uso del doble sentido, de repensar el propio sistema y de volver a dotarlo de fondos. ¿En qué quedó de todo aquello? Tras diez años, se ha evidenciado que aquella urgencia expresada por los dirigentes políticos y las suprainstituciones de refundar el capitalismo no provenía de la necesidad de repensar el mundo económico sino de sostener un castillo de naipes que amenazaba con desmoronarse porque la crisis financiera había dejado al descubierto las vergüenzas de un sistema financiero que había diseminado activos tóxicos sin garantía por todo el mundo y, en España en particular, con la necesaria colaboración de los grandes partidos políticos que copaban espacios politizados.
Ahora, con el ansiado advenimiento del final de la crisis, se impone revisar nuestra historia económica para no caer en los mismos errores. Resulta imprescindible conocer las bases del crecimiento económico que ha experimentado el mundo desarrollado actual y nuestro país si queremos continuar con la construcción o bien del castillo de naipes o de algo más sólido.
Es un gran error considerarse más rico cuando el aumento se debe a un préstamo, cuando se ha crecido a crédito
Imagine que su cuenta corriente aumenta ¿significaría que la bonanza ha llegado a su familia? Pues depende. Evidentemente lo primero que hay que saber es el origen de ese aumento. Si se debe a una mejora salarial, va a poder vivir más relajado; pero si se trata de un crédito, simplemente tiene más dinero porque le han abonado en cuenta el préstamo que debe ir devolviendo cada mes. El gran error sería considerarse más rico cuando el aumento se debe a un préstamo, por lo tanto, cuando se ha crecido a crédito.
Para entender la naturaleza del crecimiento de los primeros quince años del siglo XXI calculamos unos indicadores a partir de la Base de Datos del Banco Mundial por país y por áreas geográficas. En primer lugar, cuánto ha crecido en promedio anual el producto interior bruto (PIB) real per cápita y por otra parte, calculamos cuántos puntos ha aumentado en promedio anual la deuda total, privada y pública, de cada país respecto de su PIB. A nivel mundial, la importancia de la deuda sobre el PIB ha aumentado a un ritmo de 0,475 puntos porcentuales cada año durante estos 15 años, mientras que el PIB per cápita ha aumentado a un 1,47% anual. Lo interesante es conocer cuánta deuda ha aumentado por cada 1% de crecimiento económico anual. A este indicador le denominaremos Ratio de incremento anual de Deuda vs Crecimiento PIB per cápita anual (en lo sucesivo RiDCr). Así pues para el Nivel Mundial, éste ha sido de 0.34, es decir, durante estos 15 últimos años de especial ritmo de globalización, para alcanzar un punto anual más de crecimiento per cápita en términos reales su posición deudora respecto del PIB ha aumentado 0.34 puntos porcentuales cada año.
Uno de los aspectos curiosos es que los países desarrollados disponen de un ratio mayor, más o menos cinco veces la media mundial. Si bien la Unión Europea sigue este patrón, la zona euro se dispara a seis veces la media mundial con un valor de 1.92.
ZONAS | RiDCr |
World | 0.34 |
European Union | 1.62 |
OECD members | 1.64 |
High income | 1.66 |
Latin America & Caribbean | 1.71 |
Euro Area | 1.92 |
North America | 2.54 |
Un RiDCr de 2.54 como el de Norte América significa que se eleva la posición deudora en 20 años en más de 50 puntos porcentuales para aumentar el PIB per cápita un 1% anual. En consecuencia, se crece pero al cabo se acaba debiendo más que lo que se ha crecido, se crece a crédito. Cuanto mayor sea el indicador, mayor es el crecimiento a crédito asociado.
Entre los países peor situados se encuentra España con un 7.22
Si nos centramos en el indicador para los países, quien dispone del valor más bajo es China con un 0.02 lo que muestra un crecimiento más basado en la exportación por competitividad que en el crédito. El país europeo con el valor más bajo, con un 0.98, es Polonia. A partir de este valor podemos encontrar otros países cuya evolución es mucho más preocupante como Venezuela con un 3.55 o Grecia con un 4.10. Pero entre los peores se encuentra España con un 7.22, superado sólo por Portugal, Japón, que sufrió una época de raquítico crecimiento, e Italia con niveles estratosféricos.
El análisis de la influencia de la estructura territorial de nuestro país sobre el crecimiento a crédito merece un artículo aparte
La reciente historia económica de nuestro país resulta altamente preocupante no sólo porque el crecimiento vivido, que nos permitía supuestamente participar de la Champion League de los países desarrollados o que el presidente Aznar reposara sus zapatos sobre la mesita de invitados de la Casa Blanca, fuera a crédito y, por lo tanto, aparente; sino porque además las oligarquías que salieron beneficiadas en este proceso disponen de los medios e incentivos para seguir perpetuando el mismo sistema. A esto se le añade que el sistema de descentralización en comunidades autónomas ha ido estructurando el gasto público al albur de reinos de taifas en clara pugna de irresponsabilidad fiscal huyendo de la necesaria corresponsabilidad fiscal. El análisis de la influencia de la estructura territorial de nuestro país sobre el crecimiento a crédito merece un artículo aparte.
De igual manera que ante una dolencia esperamos que el médico investigue las causas, tras estos años de crisis resulta de extrema gravedad no indagar los pilares que dieron lugar a un crecimiento a crédito muy superior a la media europea que nos ha lastrado y que amenaza con seguir minando los esfuerzos de todos los españoles. Obviar las causas en el pasado reciente, tal y como se pretende, no sólo nos debilita en el futuro sino que además puede condenarnos a mirar con cierta añoranza un mitificado pasado y convertirnos en estatua de sal como la mujer de Lot.