Cooperación Internacional - Javier Gabilondo

Es evidente que  la Cooperación  Internacional (CI) consiste en colaborar en el desarrollo de un país extranjero, es decir, fuera de las fronteras y con países que lo necesitan por sus circunstancias de subdesarrollo, de tercer mundo. Es decir, por sus circunstancias de pobreza, para no eludir el término que mejor define la situación.

Sin embargo, siendo lo anterior evidente, no explica muchos aspectos que he apreciado en mis experiencias vividas en diferentes países y con diferentes instituciones. Me refiero a algunas contradicciones, tópicos y prejuicios que oscurecen el panorama de río revuelto: altruismo o corrupción, caridad o justicia, relación con regímenes no democráticos, etc…

Preguntémonos: ¿La CI es una actividad utópica, altruista, o neocolonial caritativa algo injusta, que no resuelve el fondo del problema?  No generalicemos y separemos el polvo de la paja.

Como diría Eduardo Galeano es o debe ser una actividad utópica que no persiga objetivos aparentemente inalcanzables como el horizonte, que conviva y trabaje con frustraciones, pero que ese carácter utópico sea precisamente su motor, le empuje hacia el horizonte y le ayude a vencer obstáculos y a fijar objetivos realistas, concretos, humildes pero factibles. Adaptarse a trabajar sin megalomanías en programas concretos evitando la frustración de la propaganda y el derrotismo demagógico.

La labor altruista no remunerada necesita de una estructura económica como instrumento para su funcionamiento

Los cooperantes voluntarios saben que su labor altruista no remunerada necesita de una estructura económica como instrumento para su funcionamiento. Aunque sea una gota de agua dulce en un océano, los programas y las instalaciones de las fundaciones u organizaciones no gubernamentales requieren personal y gastos de funcionamiento imprescindibles en proporción a su tamaño y conforme a su actividad. Todo ello dentro de la austeridad y sin confundir esta necesidad material con la corrupción o las desviaciones, que, como en toda actividad humana y como excepción, pueden darse. De todas formas, un juicio ponderado con datos y comparativo con las multinacionales, actividades oficiales, gobiernos o Fondo Monetario internacional (FMI)  es ilustrativo  de las diferencias, aunque no es momento para detenerse en ello por evidente.

La aparente contradicción entre Justicia y Caridad no es real, es un problema de estrategia

Todos preferimos la justicia frente a la caridad, ¿en qué proporción y casos  se producen? Hay de todo, pero es necesario no confundir el laicismo con el anticlericalismo o lo urgente con lo importante, que a veces por estrategia se complementan y no se contradicen. Citando paradigmas o líderes de opinión como Ghandi, por ejemplo, con su famosa elección de la enseñanza y caña de pescar frente a la donación del pescado, así el hambriento recupera autonomía y dignidad, pero es imprescindible que no fallezca previamente en una situación de evidente riesgo, pues por pragmatismo la estrategia requiere pura y simplemente evitar lo peor, sin olvidar que luego hay que seguir con lo importante, salvada la situación de hambruna, enfermedad grave o riesgo irreversible.  Es decir, la aparente contradicción entre Justicia y Caridad no es real, es un problema de estrategia, no de juzgar motivaciones religiosas o ideológicas con sectarismo ante lo evidente.

Recuerdo otra frase a veces no entendida de una ONG con la que colaboré con satisfacción: «nuestro objetivo es desaparecer», añadiendo: «dejar de ser necesarios». Utopía fantástica que como el horizonte, no se alcanza a pesar del caminar y trabajar. Siempre hay nuevos objetivos concretos diferentes, la gota de agua dulce no cambia el océano y hay que trabajar conviviendo con la frustración. Por esto hay que ser realistas por pragmatismo no por falsa humildad, no incrementar la frustración, con calendario de etapas comprobables, objetivos cuantificables, sencillos, que sean factibles con los medios a nuestro alcance para sonreír ante la tristeza, no defraudar, cumplir, sumar granos para conseguir un granero. Luego vendrán nuevos programas, objetivos diferentes complementarios que nunca faltarán.

La cooperación también es crítica en donde la libertad de pensamiento y expresión se persigue, se encarcela al disidente, se exilia el periodismo rebelde o no hay prensa libre y se impone el «pensamiento único del régimen»

Otro tema recurrente son las relaciones institucionales o políticas y la crítica necesaria de las injusticias estructurales. La cooperación no es complicidad ni vasallaje, ni lo contrario a la crítica de las causas que hay tras la pobreza y los atropellos a los derechos humanos. Para cambiar la situación en el futuro se actúa en el presente. La cooperación también es crítica en donde la libertad de pensamiento y expresión se persigue, se encarcela al disidente, se exilia el periodismo rebelde o no hay prensa libre y se impone el «pensamiento único del régimen». Las campañas contra la hambruna no excluyen las críticas a la corrupción, el respeto a los derechos humanos o la liberación de presos políticos o de conciencia. Todo ello no impide comer con el diablo si es necesario, pero hay que hacerlo de manera pragmática, sin complejos y con pragmática precaución. La finalidad lo merece y, aunque la acción contamine aparentemente, siempre es necesario mancharse las manos de harina para hacer pan.

La rigidez sectaria no debe impedir una actividad tan necesaria

El trabajo tenaz, constante, al margen e independiente de los gobiernos, ministerios e instituciones, pero peleando por los recursos necesarios requiere prescindir de dogmatismos ideológicos de todo tipo, flexibilidad cuando no se comparten liderazgos, personalismos u obstáculos de todo tipo. El fin no justifica todo tipo de medios pero la rigidez sectaria no debe impedir una actividad tan necesaria con fines claros y concretos.

También se da otro tipo de pobreza: la de los países cuyas administraciones no defienden el interés general de sus ciudadanos. Fenómeno que, para que luego el tratamiento sea correcto, requiere un diagnóstico documentado con crítica.  Si no se conocen los problemas y desde la metrópoli  se toman medidas con un «culto» desconocimiento, esta actitud no sirve aunque se construyan alambicados razonamientos lejos del realismo. Como sucede en muchos casos en la vida, hay que escoger lo menos malo y no caer en la inactividad de no intentarlo.

¡Ojo! con lo perfecto que suele requerir dos condiciones: obediencia absoluta al líder, grupo, partido, es decir, no rebelarse y falta de autocrítica, y estar paralizado en el «pensamiento único», vivir para la imagen y la apariencia. En suma: lo contrario de una rebeldía pacífica propia de la cooperación sin fronteras, es decir, internacional.

Como el gran QUINO le diría a Mafalda: no te bajes de este mundo, es lo que hay, toma la sopa y mañana veremos.