El pasado 27 de Enero fue un día especial. Se celebraba ese domingo el día internacional por las víctimas del holocausto. Políticos, instituciones y personalidades de todo el mundo conmemoraban ese día a través de los medios de comunicación o las redes sociales con el fin de homenajear y recordar a las víctimas del nazismo y con el propósito de que aquello nunca más vuelva a repetirse.
Ese día las calles de Alemania amanecieron cubiertas de rosas. Es el pequeño homenaje que los vecinos hacen para honrar la memoria de quienes un día vivieron en su mismo portal, fueron deportados a un campo de concentración y más tarde asesinados. En muchas calles, una placa del tamaño de un adoquín enfrente de la vivienda recuerda con nombre y apellidos a la persona (o personas, a veces son tres o cuatro los adoquines) que allí vivían antes de ser asesinadas. Es sobre esas placas donde los ciudadanos hacen su particular homenaje colocando ese día una rosa.
Pero aquellas no serían las únicas rosas aquella mañana de domingo.
A unos cuantos kilómetros de distancia, en el municipio navarro de Etxarri Aranatz, la familia Ulayar quiso recordar a su padre, quien fuera alcalde del municipio, colocando un pequeño ramo de rosas en la puerta de su casa, a escasos metros del lugar donde un terrorista de ETA, vecino del mismo pueblo, le asesinó. Se cumplían también aquel día 40 años de su asesinato.
Historias, países y protagonistas distintos, pero con un denominador común: el odio totalitario. Pero hay, por desgracia, una pequeña gran diferencia. El ramo de rosas de la familia Ulayar fue arrancado y tirado en la calle tras destrozarlo, cual desperdicio al contenedor.
Ocurre que en Alemania las víctimas son respetadas y su memoria y dignidad conservada, mientras que en España se venera a los terroristas y se humilla a sus víctimas. A nadie se le ocurriría en Alemania hacer una pintada sobre una de las placas en recuerdo a los asesinados o pegar una patada a las flores que allí se encuentran. Y si alguien lo hiciera, sería afeada su conducta por cualquier vecino o incluso detenido por las autoridades dada la estricta legislación que el país tiene en relación a la apología del nazismo.
en Alemania hubo un “Nuremberg”, donde se juzgó al nazismo como tal pero en el País Vasco y Navarra sigue habiendo muchos rincones que son auténticos nidos de odio y totalitarismo
La diferencia es que en Alemania hubo un “Nuremberg”, donde se juzgó al nazismo como tal pero en el País Vasco y Navarra sigue habiendo muchos rincones que son auténticos nidos de odio y totalitarismo. Esos lugares que tan bien definió Carlos Martínez Gorriarán como “pequeños holocaustos de bolsillo”. Porque no hay otra forma de definir la persecución y humillación que han tenido que sufrir tantas familias durante años. Incluso después de ser asesinado Jesús Ulayar, su familia ha tenido que soportar pintadas de ensalzamiento de ETA, amenazas, agresiones y contemplar cómo el asesino de su padre era nombrado hijo predilecto del pueblo. Incluso recientemente el Gobierno de Navarra incluyó al asesino de Jesús Ulayar como “víctima” a la par que la persona a la que asesinó, en ese mejunje infame que llaman mapa del sufrimiento con el que pretenden diluir responsabilidades de los terroristas.
Hagamos ahora por un momento el ejercicio de extrapolar esta situación al país germano. Si Etxarri Aranatz fuese un pueblo de Alemania, veríamos como algunos saldrían a pisotear las flores que los vecinos colocan en las placas en memoria de los judíos asesinados por el nacionalsocialismo y además el resto de los vecinos callaría o apoyaría la hazaña. Aparecerían pintadas de “Heil Hitler” en las paredes y en los portales donde vivieron ciudadanos asesinados tras ser deportados a un campo de concentración aparecería la inscripción que rezaba a la entrada de aquellos campos: “Arbeit macht frei”. Los vecinos organizarían un Biergarten con Currywurst para festejar la pureza de la raza y nombrarían a destacados nazis hijos predilectos del pueblo.
Pues eso, cambiando las salchichas y la cerveza por el kalimotxo y el aurresku, es lo que ocurre no solo en Etxarri-Aranatz, sino en muchos pueblos del País Vasco y Navarra. ¿Por qué el primer ejemplo nos resultaría impensable e intolerable, con razón, y lo que ocurre en nuestro país lo tragamos sin mayor inconveniente como un elemento más del paisaje?
Cada homenaje a un terrorista, cada recibimiento a un preso etarra, cada pintada elogiando a la banda asesina ETA, es un desprecio hacia las víctimas
Cada homenaje a un terrorista, cada recibimiento a un preso etarra, cada pintada elogiando a la banda asesina ETA, es un desprecio hacia las víctimas del terrorismo y hacia el Estado de Derecho que éstas defendieron con su vida. Arrancar las flores que la familia Ulayar humildemente colocó en la puerta donde hace unos años asesinaron a su padre es lo mismo que pisotear su tumba y humillarle a él y a todas las víctimas del terrorismo después de asesinadas. Es decirle a su familia que su familiar está bien asesinado. Rematarlo.
Lo que ocurre en España es consecuencia de la ausencia de un final con vencedores y vencidos
Es algo que sería impensable como digo en Alemania porque allí se ha construido el verdadero relato y las instituciones velan por el respeto a la memoria de las víctimas del nazismo. Lo que ocurre en España es consecuencia de la ausencia de un final con vencedores y vencidos, como en Alemania se venció al nazismo, y de una falta de “visualización” de su derrota. Algo que así ha ocurrido porque así lo han querido los principales partidos políticos (y no hablo de los nacionalistas) que pagaron ese precio a una banda terrorista.
Y las trágicas consecuencias de esto se visualizan hoy perfectamente a través de ese ramo de rosas arrancado y destrozado a unos pocos metros de donde hace 40 años ETA asesinó a Jesús Ulayar.