Plumillas covachuelistas - Consuelo Sanz de Bremond

Hoy en día con Wikipedia, el Rincón del Vago y algo más de brujuleo por Internet se puede hacer un TFG, o lo que es más sangrante, una tesis doctoral y llevarte un «cum laude» bajo el brazo. Más que nunca, lo que se lleva es presumir de «titulitis», y hay que ser doctor, catedrático, académico, tertuliano o simplemente «influencer» para decolorar el «pelo de la dehesa».

La baja calidad y la falta de rigor no es algo nuevo

El problema surge cuando al fragor de las RRSS uno de estos individuos amasa miles de seguidores que creen a pie juntillas los bulos o imprecisiones que regala. Este país nuestro donde lo chocarrero gusta, y cualquier programa de radio o de televisión debe convertirse en una verdulería para tener éxito, ha degenerado hasta justificar sin rubor «el todo vale». La baja calidad y la falta de rigor no es algo nuevo, pero sí el modo de mostrarlo al público.

Los divulgadores son necesarios, acercan el conocimiento sin excesivos academicismos a un público con ganas de saber y fomentan el pensamiento crítico. Ayudan a formar individuos más inteligentes, menos manipulables. Pero es necesario que su divulgación sea rigurosa.

quizá, y esto es lo más preocupante, prefieren ser «plumillas covachuelistas» al servicio de una ideología

En este caldo de cultivo han surgido escritores y periodistas, hábiles comunicadores, referentes para el público general, que difunden sobre Historia de España, fomentando una visión «negrolegendaria» de la misma. La falta de rigor en algunos de sus contenidos es notoria, y me pregunto si se debe a una carencia en su formación o a que no han renovado sus librerías, por lo que siguen agarrados a libros obsoletos o, quizá, y esto es lo más preocupante, prefieren ser «plumillas covachuelistas» al servicio de una ideología.

En este artículo empezaré con la visión que dan Ángeles Caso y Arturo Pérez-Reverte de la corte de Felipe II, donde no escasean los siguientes adjetivos: sobria, austera, rígida, triste, beata, negra… Para lo cual extraeré algunas citas.

Ángeles Caso, en su programa La radio tiene ojos de RNE, habla del cuadro de Isabel de Valois pintado por Sofonisba Anguissola:

«…que venía de una corte no sólo muy refinada, sino muy divertida. La corte de Francia ya entonces estaba llena bailes, de juegos, de cacerías, de fiestas para las damas, de música, y llega a esta corte de Madrid, que era ya mucho más sobria, aun así se volvió mucho más después de su muerte…»

«…ya no exhibe nada, es pura negrura [….], pero, pero ya no lleva ningún signo de ni de lujo, ni siquiera de alegría, y se corresponde muy bien con esa etapa final de la corte final Felipe II.», «y además era una indumentaria que les hacía sufrir muchísimo…»

Por su parte Arturo Pérez-Reverte en Una historia de España:

«Con lo que, para resumir el asunto, Felipe II nos salió buen funcionario, diestro en papeleo, y en lo personal un pavo con no pocas virtudes: meapilas pero culto, sobrio y poco amigo de lujos personales: es instructivo visitar la modesta habitación de El Escorial donde vivía y despachaba personalmente los asuntos de su inmenso imperio

«Felipe II, por ejemplo, que aunque aburrido y meapilas hasta lo patológico.»

«Además, a él que era pacato, soso, más aburrido y sin substancia que una novela de José Luis Corral o los diarios de Andrés Trapiello,…»

Por supuesto hay que preguntarse de dónde han sacado esas conclusiones, porque los estudios sobre la corte de Felipe II indican que no fue ni austera ni sobria. Un aposento, como el que ocupó en El Escorial, y que es importante recordar que está dentro de un monasterio, es decir, en el ámbito de un edificio religioso, no tiene por qué «instruirnos» en el carácter, mentalidad, rigor ascético de Felipe II. El rey Prudente coleccionó mitologías de Tiziano, obras con sensuales desnudos que decoraron los aposentos del Alcázar de Madrid, pero que en un monasterio postridentino estarían fuera de lugar. Las habitaciones personales que podemos ver del rey no son las originales. Sabemos que las decoraciones eran generalmente itinerantes, que se iban trasladando por las diferentes residencias reales y según las estaciones. Pero veamos que escribió Fray José de Sigüenza (1544-1606):

«El adorno de estas piezas o de esta tan honrada celda es harto sencillo y llano; otras hay más bien aderezadas en la casa, que parece no venía aquí a ser Rey, sino religioso de los muy observantes. […]. Dos bufetes […] de un mármol que trajeron de las Indias […]. Por las paredes, algunas imágenes y cuadros de Nuestra Señora, […] algunos dicen que son de aquel gran Alberto Durero,…»

el negro fue signo de lujo y poder

El negro de las prendas se debía al tinte extraído de una planta de la Indias, Palo de Campeche (Haematoxylum campechianum), que daba a los tejidos unos tonos vivos, irisados, únicos hasta el momento, sin que perdiera su intensidad con los lavados. Este tinte se aplicaba con más facilidad que otros tintes negros, pero era cara la obtención, exportación y comercialización. Por tanto, el negro fue signo de lujo y poder.

Además, en la corte había comedias, teatro, torneos y batallas fingidas, naumaquias, banquetes, danzas, bailes de máscaras, monterías, cañas, luminarias, saraos con todo tipo de galas y riquezas. En los grandes actos, sobre todo durante los años que vivió Isabel de Valois, vestirán siguiendo la tradición borgoñona: los regidores se engalanarán a la veneciana, con telas de oro forradas de plata, y los oficiales vestirán de carmesí con calzas de terciopelo blanco… Cierto que con la llegada de Ana de Austria el rey quiso que se volviera a los «usos y modos de Castilla», prohibiendo los brocados de oro, pero lucirán vestidos de terciopelo carmesí combinados con forros de oro, jubones de raso blanco, además de collares de oro y otras joyas en la gorra, así como vestidos de damasco rojo con fondos de terciopelo amarillo o vestidos de terciopelo azul forrados de raso amarillo. Pérez de Tudela escribe sobre Ana de Austria:

«Las cuentas de 1578 de Francisco de Herrera, sastre de la reina, hablan de vestidos casi siempre negros –aunque de gran lujo- que, a la muerte de la soberana, dada la riqueza de sus tejidos y bordados, se conservaron en el guardajoyas del Alcázar en cofres»

En cuanto al carácter de Felipe II se dice que fue taciturno, serio, desconfiado, suspicaz, enemigo de la adulación, sencillo en el trato, amante del orden, devoto (que no afectado… o meapilas) y poco aficionado al teatro. También se dice que fue un entusiasta de los libros, las ciencias, la tapicería, la música, la arquitectura, la decoración, la caza, la pesca, la jardinería…, y un gran coleccionista de pintura.

Continuará…

Bibliografía:

-Altamira, R.; Martínez, J.: Ensayo sobre Felipe II, hombre de Estado: su psicología general y su individualidad humana. Alicante: Fundación Rafael Altamira.

-Bernis, C.: La moda en la España de Felipe II a través del retrato de corte. En el catálogo de la exposición Alonso Sánchez Coello y el retrato en la corte de Felipe II.

-Bernis, C.: El traje y los tipos sociales en el Quijote.

-Colomer, J. L.: El negro y la imagen real.

-Ferrer, T.: Las fiestas públicas en la monarquía de Felipe II y Felipe III.

-Ferrer, T.: De los medios para mejorar estado. Fiestas, literatura y sociedad cortesana en tiempos de El Quijote.

-Franco, G.: Valedoras del linaje y guardianas de la dinastía: las mujeres de la Casa de Austria en el siglo XVI.

-García, M.: La casa de la reina en tiempos de Isabel de Valois.

-Jiménez, A. Mª; y otros autores: Fiestas nupciales en el Madrid de Felipe II. Madrid.1999.

-Muñoz de la Nava, J.M: Espacios públicos de ocio en el Madrid de Felipe II y Felipe III. Tesis doctoral. 2016.

-Pizarro, F.J.: Arte y espectáculo en los viajes de Felipe II: (1542-1592).

-Pérez de Tudela, A.: El traje en la corte de Felipe II: las infantas Isabel Clara Eugenia y Catalina Micaela.

-Rodríguez, Mª.J.:  Una perfecta princesa: casa y vida de la reina Isabel de Valois (1559-1568).

-Sanz, C.: Ocio en la corte de Felipe II.

Sigüenza, José de: Historia primitiva del monasterio del Escorial.

-Trueba, Idoia: La hispanización de Isabel de Valois a través del vestido.