Plomo en las alas - Alejandro Cercas

Estos días tan sombríos he vuelto a escuchar el bello poema de Víctor Manuel, España Camisa Blanca, interpretado tan maravillosamente por Ana Belen. Pero no me ha devuelto la alegría de otras veces, de tantas veces como creí que al fin la paloma había encontrado cielos mas estrellados y podíamos vivir sin destrozarnos. El vendaval de odio e irracionalidad que sacude Cataluña nos ha vuelto a poner plomo en las alas…

¿Cómo es posible que estemos otra vez tocando el fondo? ¿Qué pasó para que se haya vuelto a abrir la caja de Pandora y la paz cívica y la convivencia estén en riesgo de ser rotas por las pulsiones cainitas que nos sacuden periódicamente?

Mucha gente, entre la que me encuentro, nos entregamos estos días, con la modestia de nuestros pequeñas medios individuales, pero con toda seriedad y honestidad a pensar en las causas y buscar, si es que existen, curas o remedios para frenar la catástrofe que amenaza a Cataluña y el conjunto de España.

Lo que más extraña es que el incendio se produce en una España democrática, razonablemente próspera y esperanzada y justamente en la región que más ha prosperado

Lo que mas extraña es que el incendio se produce en una España democrática, razonablemente próspera y esperanzada y justamente en la región que más ha prosperado y que ha contado, como nunca en su historia, con una ancha vía constitucional y estatutaria para desarrollar todas sus capacidades, su lengua y cultura propia, y con el sistema de autogobierno que colmaba todas sus demandas a la salida de la Dictadura. Ninguna región en España se vio más confortada, y así lo expresó con su voto, con los principios de la reconciliación y con las formas de autogobierno que estableció la vigente Constitución. Habrá que buscar por tanto en razones poco razonables.

La autonomía y el autogobierno son muy deseables para el buen funcionamiento del Estado, pero es agua que no atraviesa el impermeable caparazón de los que han desarrollado la enfermedad nacionalista

Mi sorpresa y decepción son las mismas que sufrieron los hombres de izquierdas y los republicanos ante la deslealtad que perpetraron los nacionalistas catalanes contra la Constitución y las Instituciones de la 2ª Republica. No es de extrañar que los reproches más duros los dejara patentes D. Manuel Azaña, quien tanto empeño puso en dotar de autogobierno a Cataluña y que con tan gran optimismo creyó que esa era la vía para sosegar el conflicto y los agravios expresados por el nacionalismo catalán. A la postre tuvo que dar la razón a Ortega, y concluir que el apaciguamiento es causa perdida y que la autonomía y el autogobierno son muy deseables para el buen funcionamiento del Estado, pero que es agua que no atraviesa el impermeable caparazón de los que han desarrollado la enfermedad nacionalista.

Y en estos días, nosotros, los que también fuimos ingenuos y optimistas en la Transición, descubrimos que la sinrazón de los nacionalistas sectarios les lleva a abominar de la Constitución y del Estatuto, y a descalificar a quienes lo hicieron posible con epítetos tan ilustrados como fachas o franquistas. Y cuentan en sus propósitos, para mayor escarnio, con los bolivarianos y peronistas españoles que con ignorancia y mala fe, en dosis diversas, caricaturizan a la Constitución como un Régimen cuasi dictatorial y ensalzan como héroes democráticos y estiman presos políticos a los culpables de delitos de sedición contra el orden democrático y constitucional.

Pese a todo el tiempo y energía invertidos no han conseguido la mayoría pero son muchos y han acumulado demasiado poder

También es bien triste que la amenaza a la propia supervivencia de la convivencia democrática en España está en el amplio apoyo que tiene en la población catalana el proyecto nacionalista de fragmentar España, construido sobre una montaña de falsedades y manipulaciones falaces, y con la ventaja que les ha dado su hegemonía en los espacios de la formación, la información y los de ocio y cultura , hasta atreverse a violentar derechos de la mayoría silenciada, con técnicas y medios peligrosamente pre fascistas. Pese a todo el tiempo y energía invertidos, no han conseguido la mayoría pero son muchos y han acumulado demasiado poder.

El eslogan de “España nos roba”, auténtico grito de guerra de los ricos

Esta metástasis del separatismo solo se explica por la dimisión de los que tenían que haber llevado una lucha ideológica y política contra esa pulsión separatista, xenófoba, en mayor o menor medida, y radicalmente anti solidaria. A la postre, todo se ha multiplicado en esa región cuando se ha cambiado la agenda social por una agenda identitaria grabada a fuego con el eslogan de “España nos roba”, auténtico grito de guerra de los ricos, y de las regiones ricas, como en otros lugares de Europa, contra un Estado que proclama y practica la solidaridad entre todos los territorios y todos los ciudadanos.

Resulta patético que esta directriz reaccionaria y contra la solidaridad interterritorial esté siendo apoyada por fuerzas que se dicen de izquierdas pero que difícilmente pueden ocultar la vergüenza que supone buscar en el populismo y la demagogia nacionalista el remedio a la perdida de sus principios e ideales igualitarios e internacionalistas.

El segundo vector que explica la fuerza del nacionalismo en Cataluña es otra renuncia, otra abdicación, la del Estado, que ha ido abandonando su presencia, sus símbolos y sus responsabilidades en el territorio, de manera que se ha producido una dilución de los valores, los objetivos y los recursos constitucionales, dejando que ese espacio se llenara, sin control ni supervisión, por una administración autonómica en la que ha ido gestándose, con los recursos del Estado, una compleja maquinaria de legitimación de la secesión y de odio a todo lo que representa la España Constitucional.

Causa estupor que el Estado haya abandonado y transferido tanto poder, capacidad y recursos, sin la menor prudencia ni seguridad y ni tan siquiera se haya garantizado el fiel cumplimiento de la legislación estatal

Causa estupor a los que nos observan desde fuera, y desconsuelo a millones de catalanes que no renuncian a seguir siendo españoles, que el Estado haya abandonado y transferido tanto poder, capacidad y recursos, sin la menor prudencia ni seguridad, hacia agentes políticos cuya principal y casi única dedicación era romper amarras con el resto de España. Causa estupor además, que ni tan siquiera se haya garantizado el fiel cumplimiento de la legislación estatal, como la Alta Inspección sobre los servicios de educación, o de las sentencias de los Tribunales que limitaban los abusos de poder y la insumisión de poderes públicos autonómicos en cuestiones vitales o muy simbólicas para que todos los catalanes siguieran de iure y de facto cubiertos con las garantías de la Constitución.

Todo eso se ha consentido desde los Gobiernos del Estado a veces de buena fe, por una consideración equivocada sobre la pacificación y el desistimiento separatista, pero a veces lamentablemente, y se hizo a diestra y siniestra, para conseguir apoyos en la investiduras presidenciales o en las votaciones legislativas ordinarias.

Ahora de poco vale llorar por el agua derramada pero es de la máxima importancia que se extraigan las lecciones oportunas para reconducir el proceso en los duros tiempos que se avecinan, pues estos destrozos exigirán de tiempo pero sobre todo de inteligencia para salir del pozo sin caer en los mismos o peores errores. Y no se trata de que haya que tirar el niño del autogobierno con el agua sucia de la secesión, pero seriamos estúpidos si no se aprovechara esta enfermedad para realizar las curas y hasta la cirugía de los tumores que casi destrozan el cuerpo de la convivencia nacional.

Me parece que aún estamos a tiempo de salvar la convivencia y el porvenir en España pero para ello es vital que la izquierda retome sus principios fraternales, europeístas e internacionalistas y confronte sus ideas con los mitos de los nacionalismos xenófobos e insolidarios, incluido el nacionalismo catalán. Creo también que la arquitectura institucional y política de España no puede seguir pivotando sobre las concesiones ni las claudicaciones ante las demandas que supongan romper la unidad y la solidaridad de los territorios y ciudadanos españoles.

Caben, y hasta serán necesarios, cambios que actualicen nuestra Constitución, pero no aquellos que hagan más fácil la demolición del espacio publico que compartimos

Caben, y hasta serán necesarios, cambios que actualicen nuestra Constitución, pero no aquellos que hagan más fácil la demolición del espacio publico que compartimos. Y es urgente y preciso que sin complejos se asuma que al Estado le toca activar y mejorar sus competencias de control e inspección en las materias trasferidas, para que el autogobierno de los territorios siga como seña de identidad de la España autonómica pero para que nunca más se use como arma de destrucción de la democracia, los derechos y el bienestar de todos.