Para mí que van en serio - Manuel Hernández

Que me perdonen sus víctimas, pero tengo que confesar que de un tiempo a esta parte empiezo a sentir cierta ternura por los nacionalistas catalanes. No es que sus argumentos me convenzan en lo más mínimo, ni que piense que el proceso famoso vaya a traer nada bueno para nadie, salvo para el inevitable grupo de pillos que siempre consigue pescar en las aguas revueltas. Lo que sucede es que nunca hasta ahora he visto tan claramente hasta qué extremo los nacionalistas catalanes (también los vascos, pero esos no están ahora tan en el candelero) tienen más razón que un santo cuando dicen que, en lo que ellos llaman “Madrid”, no los entienden o no entienden “el problema”. En lo que no tienen tanta razón es en lamentarse de ello, porque esa incomprensión ha sido y sigue siendo su mejor carta.

El “Madrid” del que hablo no es el de los ultranacionalistas españoles o los paletos que no terminan de llevar bien que haya gente en España que hable idiomas que ellos no entienden. Esa es gente poco recomendable pero que tiene una presencia marginal en las élites intelectuales, mediáticas y políticas españolas. El problema es el “Madrid” de los listillos, o sea, de los que, sin entender nada, se erigen en intérpretes privilegiados de los sentimientos de “los catalanes” (que es como en su lenguaje llaman a los catalanes nacionalistas). Y esos son legión.

Ser el “español bueno”, el español “que comprende” ha resultado muy rentable

De hecho, han pretendido convertir esa supuesta comprensión del “problema” en su gran baza política. Ser el “español bueno”, el español “que comprende” ha resultado muy rentable. Pero, por mucho que algunos epígonos se empeñen, es un recurso que ya ha dado de sí todo lo que podía dar.

Y es que, aunque alguno siga haciendo como que no se entera, los nacionalistas catalanes dicen lo que dicen totalmente en serio. Dicen en serio que Cataluña es una nación, tan nación o más que España, por poner un ejemplo. Dicen en serio que la pertenencia de Cataluña a España es el resultado de una conquista. Dicen en serio que Cataluña ha sido y sigue siendo víctima de una explotación económica que esquilma su riqueza y de una colonización cultural que trata de destruir su identidad. Es decir, dicen en serio que Cataluña está en la misma situación en la que estaría España si Napoleón hubiera ganado la Guerra de la Independencia y Francia se la hubiera anexionado por la fuerza.

Pero es inútil. Por mucho que se desgañitan, en “Madrid” siguen sin darse por enterados. No es que no terminen de convencerse de que Cataluña es una nación ocupada y oprimida por España, que con eso supongo que los nacionalistas catalanes ya contaban. Es que ni siquiera parecen creerse que lo de que Cataluña es una nación ocupada y oprimida por España no lo dicen por decir, sino porque están convencidos de ello; y que, lógicamente, no les hace la menor gracia. Hasta que no les ha quedado más opción que plantear la ruptura unilateral para demostrar que su nacionalismo no es una inocentada.

Argumento curioso ese de que algo es imposible porque es ilegal

Pero ni por esas han conseguido que los tomen en serio. Unos aseguran, con pasmosa tranquilidad, que la secesión es ilegal y, como es ilegal, no se va a producir. Argumento curioso ese de que algo es imposible porque es ilegal. El día en que lo escuchen los cárteles de la droga será sin duda el fin del narcotráfico.

Desde luego, a los nacionalistas catalanes no les impresiona demasiado el argumento de que Cataluña no debe intentar independizarse porque la legislación de la, para ellos, nación extranjera ocupante lo prohíbe. Lo que sí impresiona es que haya quien se sorprenda de que los nacionalistas catalanes tengan tan poca devoción por la legislación española y no consideren el permiso del resto de España una conditio sine qua non para la creación de un estado catalán independiente. Vale que el concepto de nación es discutido y discutible, pero no sé qué concepto de nación, de los muchos que son discutidos por los nacionalistas, que son los que aquí vienen a cuento, es desligable del de soberanía.

Las lumbreras de “Madrid” siguen empeñados en proponer soluciones “imaginativas” que nadie comprende, más que nada porque no las explican. Y no las explican, más que nada, porque no hay nada que explicar

Vamos, que no, que cuando los nacionalistas catalanes afirman que Cataluña es una nación no están diciendo que quieren mucho a su tierra, ni que les gusta mucho bailar la sardana, ni que el catalán es su lengua materna y les gusta usarla (o no lo es pero es como si lo fuera), ni que prefieren que Cataluña sea una de las diecisiete comunidades autónomas de un estado descentralizado, ni que les gustaría que el gobierno español cediera alguna competencia más al gobierno autónomo. Están diciendo lo que están diciendo, no lo que los muchos jugadores de ventaja que pululan por “Madrid” se empeñan en que están diciendo o quieren decir en realidad. Pero da igual. No les escuchan. Las lumbreras de “Madrid” siguen empeñados en proponer soluciones “imaginativas” que nadie comprende, más que nada porque no las explican. Y no las explican, más que nada, porque no hay nada que explicar.

Así que sí, empiezo a sentirme cada vez más “comprensivo” con quienes están entusiasmados con el proceso secesionista en curso. Porque a mí que me lleven la contraria no me produce un especial sufrimiento, aunque me guste más que me den la razón. Lo que sí me fastidia sobremanera es que me mareen. Y a los nacionalistas catalanes, a los que supongo que les fastidiará lo mismo que a mí, se los ha mareado más de lo que ni el mismísimo Santo Job podría soportar.

Lo que sí sabemos es a dónde nos ha llevado la estrategia del “déjalo que ya se aburrirá”

No sé qué habría ocurrido si desde “Madrid” se les hubiera llevado la contraria en lugar de darles la razón para luego, supongo que con la esperanza de que no se dieran cuenta, quitársela. Lo que sí sabemos es a qué ha conducido tratarlos como a menores de edad, a dónde nos ha llevado la estrategia del “déjalo que ya se aburrirá”, el tratarlos como a niños con caprichos un poco tontos pero no demasiado dañinos a los que es mejor seguir la corriente y dejar que se desengañen por sí mismos.

No sé cuál será el desenlace del famoso proceso. Sí sé que los más egregios representantes de “Madrid” actúan como si estuvieran convencidos de que sus impulsores, aunque les cueste confesarlo, están ya desengañados. De que en realidad están a la espera de que se les dé una oportunidad de dar marcha atrás a base de ofrecerles la enésima cuadratura del círculo que hayan parido las mentes privilegiadas del “Madrid” comprensivo y dialogante. Para mí que se equivocan. Para mí que los del proceso están ya más que escamados de disquisiciones bizantinas sobre nacionalidades no políticas, de hermenéuticas constitucionales vaporosas o de propuestas federalistas enigmáticas y han apostado en serio por la acción directa, por lo que los anarquistas llamaban la “propaganda de los hechos”.

No veo que a la mayoría de los españoles nada de esto les quite el sueño

Por otra parte, no veo que a la mayoría de los españoles nada de esto les quite el sueño. No sé en qué medida se debe a que también piensan que el proceso es un simple farol o a que los nacionalistas catalanes han logrado que la famosa “desafección” de la que tanto hablan sea mutua y sean ya mayoría los ciudadanos españoles de Cataluña y de fuera de Cataluña a los no les importe demasiado que los únicos Barcelona-Madrid del futuro sean los que se jueguen en la Champions.

Quizá si lo de la “memoria histórica” hubiera sido algo más que una moda y los aprendices de brujo que la lanzaron hubieran hablado algo menos y leído algo más (por ejemplo, lo que Azaña dice en sus diarios sobre Companys y los partidos catalanes), otro gallo cantaría. Pero no ha sido así y lo único que nos ha dejado esa moda es una proliferación de esa peculiar especie de “antifascistas” caracterizados por ver fascismo por todas partes menos donde lo hay.

Eso de que en lugar de tranquilizarme me pidan que me tranquilice me pone bastante nervioso

Pero bueno, puede que me equivoque y el golpe de Estado no se consume. ¿Y si los listillos esta vez sí aciertan y resulta que todo era una pequeña broma?. Mucho dinero, esfuerzo y molestias parecen las que se han tomado para una simple broma, pero, si los próceres de “Madrid” están tan tranquilos, a lo mejor es por algo. Me gustaría creerlo, pero cada vez que lo intento me viene a la memoria una entrevista al hispanista e hispanófilo (y nacionalizado español) Ian Gibson que leí hace muchos años en un diario británico. El entrevistador le preguntó si había algo de España que no le gustaba. Gibson dijo que dos cosas. Una era el ruido. Decía que todo el mundo hablaba a la vez y nadie escuchaba. Algo de lo que los debates, por llamarlos de alguna manera, sobre el proceso de secesión son un caso paradigmático. La otra era la chapuza (la expresión que usó era “bad standards”). Decía que, cuando alguien le decía “no te preocupes, esto está hecho”, se echaba a temblar. Justo lo que yo siento cada vez que el presidente del Gobierno de España o los líderes políticos de “Madrid” intentan convencerme de que no hay problema o, si lo hay, ellos tienen claro cómo resolverlo. Y es que, no sé ustedes, pero a mí, eso de que en lugar de tranquilizarme me pidan que me tranquilice me pone bastante nervioso. Porque los secesionistas, insisto, para mí que van en serio.