Regeneracion Democratica Global - Jorge Alexandre

Resulta un momento idóneo el actual, en el que se han constituido o están a punto de hacerlo la mayor parte de gobiernos en España, incluido el propio Gobierno de la Nación, y también la nueva Comisión Europea; para que -aunque sea testimonialmente- nos acordemos de un concepto muy manido en campaña, y tristemente olvidado durante la legislatura: la regeneración democrática.

Y es que, desde que la extinta (no voy a entrar en debates, sí, extinta) UPYD empezará a generalizar la utilización de esta expresión allá por 2007 para referirse a las necesarias reformas estructurales y de transparencia que precisaba nuestro país, no ha habido ni una sola formación política que haya renunciado a abanderar precisamente la lucha por la regeneración. Estamos hablando de doce años en los que este concepto ha pasado de la nada, a articular programas electorales enteros o a dar nombre a pactos de gobierno.

Lo cierto, en cambio, es que tras más de una década de ‘maduración’ de la idea de regeneración democrática, y tras ser utilizada para escribir páginas y páginas de programas electorales, programas de gobierno, programas de televisión, etc. poco o muy poco se ha hecho a nivel estructural para hacerla real y efectiva en nuestra sociedad. Quizá por paradigmático -aunque sea un ejemplo muy manido- el caso de la necesaria reforma de la Ley Electoral sigue siendo la medida más típicamente referida en cuanto a regeneración democrática: un ciudadano, un voto. Podemos hablar igualmente del necesario cierre constitucional del modelo de Estado, de la profundización y mejora sobre la División de Poderes, la autonomía del Ministerio Fiscal, la incompatibilidad para ejercer varios cargos públicos al mismo tiempo, el fin -o al menos actualización- de algunos privilegios decimonónicos como el aforamiento o el indulto, la rendición real de cuentas públicas y la introducción de delitos como el enriquecimiento injusto de cargo público o la lucha contra el transfuguismo político, entre algunas iniciativas más. En definitiva, toda una serie de medidas de regeneración democrática y transparencia que no han sido llevadas a cabo -por mucho que la mayoría abanderen esta lucha- a la realidad de nuestro ordenamiento jurídico y diseño constitucional.

En doce años de maduración, como digo, nada de nada sobre estos y muchos otros temas. Y quizá la peor noticia es que el concepto de regeneración en sí mismo ya no despierta entusiasmo o esperanza entre los ciudadanos, me temo que pocos o ninguno ya se lo creen, se ha convertido en una frase hecha más de la política como el ‘gobernar para todos’ y otras tantas.

El problema de este largo periodo de maduración -inmovilismo que diríamos algunos- para implementar las reformas necesarias en el ámbito de la regeneración democrática, es que el mundo global en el que estamos no para, y junto a la falta de implementación de los elementos originales de la regeneración en España, encontramos una segunda derivada, y es que no ha surgido en nuestro país un movimiento político con las ideas para -o al menos capaz de- actualizar esos principios de regeneración a nuestro entorno actual. Lo actuales defensores de la regeneración viven de las rentas, de buenas ideas que se les ocurrieron a otros, pero inevitablemente están pendientes de actualizar. Seguimos hablando de cuestiones que, si bien siguen estando por resolver, olvidan los retos que España sólo ha comenzado a afrontar y afrontará de lleno en la próxima década.

Y es que existen al menos cuatro o cinco ámbitos -bastante relacionados entre sí- que implican un cambio, o debieran hacerlo, de paradigma mundial, y sobre los que convendría que, desde una posición política, institucional y de poder, pero también realista y radical -en el mejor de los sentidos- se comenzasen a platear soluciones globales. No tanto para regenerar ahora, sino para no tener que hacerlo en el futuro.

1.- El ecologismo liberal. O ecologismo realista si se sospecha de una posición ideológica por utilizar el adjetivo liberal. Que debe partir de una posición política clara en la lucha por la preservación de nuestro planeta y la sostenibilidad de nuestras empresas, sin olvidar que éstas, a su vez, son las generadoras últimas del progreso económico, y con ello del estado de bienestar y el mundo de oportunidades en el que vivimos. Una posición radical, pero realista, que acompañe a nuestras empresas en el tránsito a la sostenibilidad, apretando, pero sin ahogar. Un planteamiento de ecología realista que huya de los ámbitos donde hasta ahora se ha movido éste, al menos en nuestro país, más cercano a tesis radicales, científicamente discutibles y, sobre todo, nada realistas sobre cómo proceder en esta inevitable transición ecológica. El debate sobre la sostenibilidad debe afrontarse desde la lealtad institución-empresa-economía. No en barricadas radicales. Y buen ejemplo de ello lo tenemos en Alemania, donde el partido verde hace muchos años que dejó de ser un partido de izquierda al uso, para abrazar precisamente una idea ecoliberal y transversal, que además de darle las mejores perspectivas electorales de su historia, le permite defender a izquierda y derecha una política ecologista no menos exigente, pero sí más realista en cuanto a los pasos que son necesarios dar y el timing para ello.

2.- Un feminismo global. Nuevamente huyendo de estereotipos de feminismo o categorías de feministas. Es necesario continuar la lucha siendo conscientes de que en los países occidentales el avance en los últimos 50 años puede considerase satisfactorio y -sin olvidarse de seguir en este camino- llevar esta lucha, por fin, a países que en los últimos 50 años no sólo no han mejorado la situación de las mujeres, sino han retrocedido notablemente en sus libertades (que son las de todos). Impulsar, apoyar y acoger un feminismo global que huya de la protesta cómoda y dé un paso más, precisamente allá donde más hace falta. Un salto valiente -de riesgo cierto- en el que todos deberemos estar implicados.

3.- Las empresas-estado. Un fenómeno cada vez más frecuente y que hasta ahora se desarrolla en un ámbito regulatorio puramente empresarial es el de compañías no ya multinacionales, sino que desarrollan elementos propios de los estados-nación, tanto en sus aspectos positivos como negativos. Piénsese en una organización que facilita a sus empleados domicilio, seguro médico, opciones de servicios y ocio, y todo ello dentro sus propias instalaciones, etc. Las llamadas ‘ciudades de…’ (añádase el nombre de una gran corporación). Estas megaorganizaciones cuentan desde luego con ‘territorio’, que va más allá de la mera oficina, cuentan con ‘ciudadanos’, y si bien no cuentan con soberanía, sí tienen desde luego una influencia extraordinaria y decisiva en las políticas de los estados y por lo tanto en la vida de las personas, llegando a mantener un nivel de interlocución sino análogo, sí al menos en cierta igualdad de condiciones. Todo ello, incrementado especialmente en aquellas organizaciones que manejan datos de carácter personal u otra información sensible, o construyen o gestionan infraestructuras críticas, entre otros ejemplos. En un futuro no tan distópico -de hecho, por complejidad, tamaño y valor de estas organizaciones ya existe el marco para ello- veremos compañías como sujetos cuasiplenos en el Derecho internacional púbico, un lugar hasta ahora vedado a los estados-nación soberanos y las organizaciones internacionales.

4.- Relaciones internacionales perversas -o con países (y empresas) que no respetan los Derechos Humanos más básicos-. El mundo occidental, la Unión Europea, España, reconociendo nuestros muchos defectos, tenemos que plantear una estrategia común y clara sobre cómo nos vamos a relacionar con estructuras de poder que no respetan cuestiones básicas de Derechos Humanos. Y cuando me refiero a cuestiones básicas, son básicas de verdad. Países que lapidan o condenan a muerte a homosexuales o a mujeres infieles (no así a sus varones, claro…) por ejemplo. Lo que abre la vía, en realidad, a nuevos retos absolutamente vinculados a todo lo anterior ¿Debemos seguir manteniendo relaciones comerciales con países como China o la India que siguen basando sus industrias en procesos altamente contaminantes o en los que apenas se respetan los derechos de los trabajadores? ¿Debemos seguir manteniendo relaciones -no ya comerciales, sino de cualquier tipo- con países donde se condena a muerte a los homosexuales por sus preferencias sexuales? Desde luego, la respuesta no populista no es sencilla, pero la pregunta está ahí, y requiere de un análisis y una posición clara, pero también realista, huyendo de extremos que tiendan a plantear soluciones sencillas a problemas complejos.

5.- Europa Nación. Y es que es un gran reto decidir hacia dónde se dirige la Unión Europea y abandonar la actual (tensa) calma en la que se desenvuelven sus instituciones.¿Debe convertirse la UE en una Nación soberana? Visto desde otra perspectiva, ¿debemos las naciones tradicionales europeas, que ostentamos el poder real en este continente desde la edad media, hacer un ejercicio histórico -vaya si sería histórico- de cesión de soberanía a la Unión para que se convierta en una potencia en condiciones reales de competir e impulsar la política mundial? Un estado de 400 millones de personas que luchan por un planeta sostenible, un feminismo global, una democracia de calidad… Es fácil soñar, lo sé, pero seamos realistas, ni España, ni Alemania, ni ninguna actual nación europea puede enfrentarse por sí sola al resto de potencias mundiales, y menos aún, imponerles un comercio progresivamente sostenible ni ninguna otra condición sobre el necesario respeto a los Derechos Humanos y la calidad democrática. El proceso de integración europea debe definirse más pronto que tarde, porque de no hacerlo, corre el riesgo de padecer una muerte lenta, destruido desde fuera y también desde dentro víctima de populismos ignorantes o nacionalismos insolidarios que no saben en qué siglo estamos ni cómo funciona el mundo actual.

Concluyendo, y haciéndolo de forma optimista, no creo que podamos estar en un momento más importante y también atractivo para participar en política. Un momento para que todos aquellos que tengan buenas ideas busquen su lugar y las defiendan en las opciones políticas que consideren… y si no son escuchados, se animen a abanderar nuevas formaciones que defiendan -nuevamente- la regeneración democrática, tanto la más clásica, como esta nueva y muy necesaria versión actualizada. Que luchen, en definitiva, por un vivir en un mundo -global- más libre, justo y sostenible: la regeneración democrática global.