La propaganda - Mon Bosch

Los éxitos del desafío nacionalista de los últimos años para separar Cataluña del resto de España no han sido fruto de una casualidad, ni de la crisis económica, ni de un sentimiento aletargado que tenía el pueblo catalán, ni de la modificación sustancial de un texto estatutario aprobado en el Parlamento de Cataluña y modificado en Madrid, como presuponen los relatores separatistas.

El triunfo de las tesis secesionistas ha sido gracias a un largo proceso de formación del espíritu nacional

El triunfo de las tesis secesionistas ha sido gracias a un largo proceso de formación del espíritu nacional que se ha gestado desde hace muchos años por parte de funcionarios del estado, con fondos públicos que pertenecen a todos los españoles y con el mutismo, indolencia e indiferencia de los poderes fácticos. El suicidio en directo de la nación más vieja de Europa puede ser el punto final a muchos años de corrupción que nos lleva directos a una tragedia de final consentido. Una nación que ha decidido inmolarse por la abdicación de las responsabilidades de sus gobernantes, la inacción de sus gestores económicos, regios, jurídicos, militares y con la corresponsabilidad manifiesta del poder político en el desamparo de los pocos catalanes que decidimos alzar la voz para defender la unidad de España.

El texto centraba sus propuestas en tres flancos; la creación de asociaciones a favor de la autodeterminación de Catalunya, el control de los medios de comunicación y la dirección de las escuelas

El domingo 28 de octubre de 1990, El Periódico de Catalunya publicaba un documento titulado “Propuestas para aumentar la conciencia nacional en Catalunya”, promovido por los “Think Tanks” de Pujol. El programa explicaba la perversa voluntad de liquidar el llamado “Estado español”, a través de un complejo programa de ingeniera social en la formación del espíritu nacional de los catalanes, para modificar en 25 años el “mainstream” a través de una enorme red clientelar, un explícito maccarthysmo para promover el miedo entre los discrepantes y el uso de decenas de miles de millones de euros en medios de comunicación para comprar y vender voluntades, y así ganar una impostada mayoría a favor de la secesión. El texto centraba sus propuestas en tres flancos; la creación de asociaciones a favor de la autodeterminación de Catalunya, el control de los medios de comunicación y la dirección de las escuelas: “Es necesario reunir diferentes grupos de personas, instituciones y asociaciones que estén decididos a desarrollar líneas de sensibilización. Hay que incidir de manera eficaz en todos los medios de comunicación. Potenciar el uso de la lengua catalana por parte de profesores, maestros y alumnos. Promover que en las escuelas el profesorado de EGB incorpore el conocimiento de la realidad nacional catalana”.

El nacionalismo catalán es un movimiento político surgido a partir del catalanismo, movimiento cultural nacido en la Renaixença que quería recuperar el uso de la lengua catalana como lengua literaria y de cultura, materializado en los Juegos Florales. El nacionalismo catalán tuvo mucho que ver con el despegue industrial y económico de Cataluña de finales de siglo XIX. Sobre todo a raíz de la repatriación de capitales que trajo el “desastre del 98”, que también fue aprovechado por el nacionalismo para desprestigiar, aún más, la imagen de España.

Francesc Cambó explica cómo se extendió el nacionalismo a partir de los motivos descritos anteriormente: “Diversos motivos ayudaron a la rápida difusión del catalanismo y la aún más rápida ascensión de sus dirigentes. La pérdida de las colonias, después de una sucesión de desastres, provocó un inmenso desprestigio del Estado, de sus órganos representativos y de los partidos que gobernaban España. El rápido enriquecimiento de Cataluña, fomentado por el gran número de capitales que se repatriaban de las perdidas colonias, dio a los catalanes el orgullo de las riquezas improvisadas, cosa que les hizo propicios a la acción de nuestras propagandas dirigidas a deprimir el Estado español y a exaltar las virtudes y merecimientos de la Cataluña pasada, presente y futura”.

Pero en sus inicios el nacionalismo era algo ajeno al pueblo y al sentir de los catalanes. El propio Cambó lo explica en sus memorias: “En su conjunto, el catalanismo era una cosa mísera cuando, en la primavera de 1893, inicié en él mi actuación (…). Aquel era un tiempo en que el catalanismo tenía todo el carácter de una secta religiosa”.

El que fuera su secretario y posteriormente gran literato, Josep Pla, lo explica con estas palabras:“Los catalanistas eran muy pocos. Cuatro gatos. En cada comarca había aproximadamente un catalanista: era generalmente un hombre distinguido que tenía fama de chalado”.

Rovira i Virgili también escribió sobre el tema: “Había unos cuantos catalanistas en Barcelona y algunos otros escampados por las comarcas. Se los podía contar. Muchas villas tenían un solo catalanista; otras, ninguno”.

Pero en las siguientes décadas el nacionalismo creció a gran velocidad. Especialmente contribuyó el “desastre del 98”, pero sin duda ese gran crecimiento se debió a las manipulaciones que los nacionalistas hicieron de la historia, manipulaciones que hoy día siguen utilizando. Los nacionalistas han reinventado una historia donde Cataluña ha sido oprimida por España, siendo el nacionalismo la última manifestación de la supuesta opresión.

Cambó escribió en sus memorias: “Como en todos los grandes movimientos colectivos, el rápido progreso del catalanismo fue debido a una propaganda a base de algunas exageraciones y de algunas injusticias”.

Prat de la Riba nos aporta otro valioso testimonio: “Había que acabar de una vez con esa monstruosa bifurcación de nuestra alma, había que saber que éramos catalanes y que no éramos más que catalanes, sentir lo que no éramos para saber claramente, hondamente, lo que éramos, lo que era Cataluña. Esta obra, esta segunda fase del proceso de nacionalización catalana, no la hizo el amor, como la primera, sino el odio”.

Este odio fue dirigido contra quien había sido identificado como el enemigo, España, identificada en Castilla: “La reacción fue violenta: con esa justicia sumaria de los movimientos colectivos, el espíritu catalán quiso resarcirse de la esclavitud pasada, y no nos contentamos con reprobar y condenar la dominación y los dominadores, sino que, tanto como exageramos la apología de lo nuestro, rebajamos y menospreciamos todo lo castellano, a tuertas y a derechas, sin medida”.

Esta actitud la vemos en el libro Compendi de la doctrina catalanista, escrito en 1894 por Prat de la Riba y Pere Muntanyola: “La lengua catalana se caracteriza por la concisión y la sequedad de sus frases y sus modismos, que van directos y sin giros inútiles a la expresión de las cosas tal como son: totalmente al revés de las formas ampulosas de la lengua castellana, que gasta un tiempo precioso y una gran cantidad de palabras para expresar la más insignificante de las ideas (…). La lengua catalana es más dulce que la castellana porque mientras que la nuestra tiene ocho sonidos vocales, que forman una gradación suave e insensible, comparable a la que posee la lengua francesa, el castellano tiene sólo cinco sonidos vocales y es abundante en guturales como la “j” y la “a” clara, que la emparentan con las lenguas semíticas”.

Otro argumento más del nacionalismo, el étnico, haciendo referencia al semitismo de los castellanos, un tópico muy repetido por los nacionalistas de la época, que gustaban de presumir de la superioridad racial de los catalanes, que serían arios.

El nacionalismo lleva un siglo manipulando la historia, y la sociedad catalana ha asumido esos hechos como reales, mostrando un evidente desconocimiento de la historia de Cataluña. En un artículo de Antoni Simon i Tarrés, escrito hace algunos años, podemos leer: “El desconocimiento generalizado por parte de la sociedad catalana actual de su propia historia no significa, sin embargo, que determinadas ideas básicas del catalanismo político elaboradas a partir de referentes históricos –como puede ser la lucha del pueblo catalán contra las agresiones del poder central- han penetrado en importantes sectores sociales; y, precisamente, el objeto de este artículo será desentrañar cómo el pensamiento político e histórico catalán contemporáneo –desde los primeros hombres de la Renaixença hasta la Guerra Civil de 1936-1939- ha interpretado, utilizado y a menudo manipulado los referentes históricos de la etapa de formación del Estado Moderno para alimentar un discurso Estado-Nación cambiante y diverso”.

Más de un siglo de manipulaciones, mentiras y exageraciones que han conseguido que varias generaciones de catalanes hayan absorbido la farsa como algo natural, con absoluta buena fe

Más de un siglo de manipulaciones, mentiras y exageraciones que han conseguido que varias generaciones de catalanes hayan absorbido la farsa como algo natural, con absoluta buena fe. El fruto de esta manipulación, de esta siembra de mentiras y odio, no podría ser otro que el que es: el rechazo a España. Especialmente en nuestra juventud, adoctrinada en las escuelas.  En los últimos años una conjunción de factores ha multiplicado el separatismo en Catalunya, permitiendo la presencia de un elefante en nuestro comedor que la mayoría de políticos no ha querido ver. Por un lado una impresionante maquinaria propagandística, con cientos de millones de euros invertidos en la manipulación histórica, la atonía de un estado incapaz de defender a los catalanes que se sienten españoles, una educación perversa en manos de unos personajes que adoctrinan y sobretodo unos personajes que han ejercido de mediadores propalando una sensación de pactismo y falso diálogo que han precipitado a España a la peor crisis vivida en la última centuria.

El control del lenguaje y por tanto de la mente de los individuos ha sido vital para promover las trampas dialécticas de las que los españoles hemos salido perdiendo, siendo una de ellas consiste en hablar de España y de Cataluña como dos entidades que están al mismo nivel y que además están enfrentadas. Su discurso crea la sensación de que España es algo lejano, que se encuentra al otro lado del Ebro, que es un país vecino al que tenemos que soportar. Mediante este lenguaje quieren hacer olvidar que Cataluña es parte de España imprimiendo una dinámica psicológica en la mente, donde Cataluña se ve como un país más que está y ha estado siempre fuera de España.

Si algún día alguien estudia la estrategia y la táctica de Convergencia Democrática, o mejor dicho de Jordi Pujol, podrá ver que todo ha sido un gran plan de ingeniería social, recogiendo los votos del franquismo sociológico de las zonas rurales y tradicionales. 

Durante años se ha jugado con los sentimientos de los catalanes, usando dos ritmos distintos para alcanzar el mismo fin, es decir la independencia de Catalunya. Por un lado, lo que podría llamarse “el sector moderado”, que durante lustros ha sido dirigido por Jordi Pujol y sus últimos representantes fueron Artur mas y el enajenado Puigdemont, centrados en el eslogan de “Fer país” y vampirizando el ámbito institucional, donde el proyecto independentista pretendía conseguir sus éxitos a largo plazo. Aquí encontraremos también a una ERC de tipo federalista sin un papel importante en todo el proceso, hasta la etapa final que, debido al fin político de Pujol por la trama del 3%, las huestes de Oriol Junqueras han adoptado un mayor protagonismo. Si algún día alguien estudia la estrategia y la táctica de Convergencia Democrática, o mejor dicho de Jordi Pujol, podrá ver que todo ha sido un gran plan de ingeniería social, recogiendo los votos del franquismo sociológico de las zonas rurales y tradicionales. Paralelamente el pujolismo promocionó y subvencionó al separatismo radical (CRIDA y MDT), que con los años confluyeron en la CUP.

Desde la llegada al poder de Jordi Pujol en 1980, el gobierno de la Generalitat ha seguido un patrón de gobierno ideológico conforme a la doctrina nacionalista y ajeno al sentir de la mayoría de catalanes, que lo han tolerado y a veces celebrado gracias a una gigantesca operación de propaganda a largo plazo dirigida desde la Generalitat. El objetivo de Jordi Pujol, confesado en 1979, era «un metódico trabajo de reconstrucción» de Cataluña para ajustarla a su catecismo nacionalista. Para ello era preciso que los catalanes aceptaran esa ideología del «fer país» nacionalista; por eso Pujol incluyó siempre en su equipo de confianza a expertos en comunicación y directivos de agencias de publicidad como Jordi Vilajoana o Joaquín Lorente. Ellos conocían los mecanismos de la formación de juicios y decisiones, y ajustaron la propaganda para que los catalanes sustituyeran involuntariamente la cuestión sobre la gestión del Govern por una pregunta identitaria: «¿Amas a Cataluña?».

Se estima que más de 20.000 millones de euros de los catalanes se han empleado en divulgar estas referencias a través de centenares de medios subvencionados, que a su vez han creado una red de periodistas acostumbrados a vivir de la ideología nacionalista a costa de todos los catalanes

Siguiendo esta estrategia, los sucesivos gobiernos nacionalistas han dedicado enormes cantidades de dinero a crear marcos mentales que situaran las cuestiones políticas en el terreno de juego diseñado por el nacionalismo. Se estima que más de 20.000 millones de euros de los catalanes se han empleado en divulgar estas referencias a través de centenares de medios subvencionados, que a su vez han creado una red de periodistas acostumbrados a vivir de la ideología nacionalista a costa de todos los catalanes. Desgraciadamente, apenas ha habido contestación desde el Gobierno con una estrategia de medios decidida y a largo plazo. La lluvia propagandística regada desde el poder y convertida en aguacero desde la crisis de 2008 ha conseguido partir la convivencia catalana y crear en España una tensión inaudita que nos perjudica a todos.

El Estado español puede enfocar sus esfuerzos en dos direcciones. O bien la indolencia de siempre y esperar que dentro del nacionalismo vuelvan a surgir voces capaces de poner sosiego a tanto dislate y retrotraernos a un falso dialogo. La segunda es emprender el camino de la valentía

Ahora llega el fin del trayecto del relato triunfante a favor de la ruptura, la apuesta final, el reto definitivo, la estocada mortal al proyecto común español. El Estado español puede enfocar sus esfuerzos en dos direcciones. O bien la indolencia de siempre y esperar que dentro del nacionalismo vuelvan a surgir voces capaces de poner sosiego a tanto dislate y retrotraernos a un falso dialogo. La segunda es emprender el camino de la valentía. Aplicar la ley junto a la promoción de un relato cargado de simbolismo, capaz de atraer a la mayoría de catalanoparlantes cuyos sentimientos han sido secuestrados por el mensaje separatista. Para ello se debe dotar a los catalanes libres de nacionalismo de los medios e instrumentos necesarios para combatir el mensaje, con una auténtica voluntad de regenerar el discurso político, mediático y social que vivimos en la Catalunya, asfixiada por el oasis putrefacto y cuya responsabilidad máxima pertenece a las estructuras del propio Estado español. Desde 1990 estábamos avisados de lo que sucederá en los próximos años. Avisados estamos.