Movimiento okupa y nueva izquierda - Juanan Nuevo

«True terror is to wake up one morning and discover that your high school class is running the country” Vonnegut

¿Es la nueva política de izquierdas un movimiento nuevo con ideas frescas y regeneradoras en la historia de nuestro país? Pese al adanismo con que se comportan y expresan, lo cierto es que todas las ideas que traen al debate público desde el 15M vienen de las que llevan décadas cocinándose en Centros Sociales Okupados. Sin su influencia como lugares de reunión y de propagación de ideas libertarias y de un amplio espectro de izquierdas, este movimiento hubiera sido imposible, muchos medios de comunicación no existirían y el software libre no tendría ni el número de usuarios que lo usan ni sería símbolo de rebeldía frente al capitalismo o el estado.

Pensar en los CSO como lugares marginales, llenos de jóvenes con poco dinero e ideas estrafalarias dedicados a escuchar música, vivir gratuitamente y disfrutar de una fiesta continua, es equivocarse completamente

Pensar en los CSO como lugares marginales, llenos de jóvenes con poco dinero e ideas estrafalarias dedicados a escuchar música, vivir gratuitamente y disfrutar de una fiesta continua, es equivocarse completamente. Las ideas que se discuten en las asambleas forman la columna de las vanguardias políticas y artísticas; los participantes tienen al menos una titulación universitaria, cuando no proceden o van hacia el mundo académico; con frecuencia pertenecen a estratos sociales de clase media alta. Políticos, escritores, periodistas, hackers y académicos presentan sus trabajos o completan su formación en estos espacios con activismo, asambleas, charlas, radios y publicaciones periódicas.

Como contrapartida, tienen su lugar todos los delirios: desde activistas radicales veganos y animalistas, hasta activistas por la liberación de los pueblos dispuestos a la violencia, sin olvidar a quienes piensan que el mundo debería perder la población blanca masculina. Experimentadores de conciencias alteradas, traficantes camuflados y protogurús del reiki, sanación natural o la liberacion sexual.

El progreso, transformación social y revolución que se propagan desde los movimientos okupas están empapados por la confrontación

En la medida en que se puede considerar como algo homogéneo el movimiento okupa se identifica con cuanta causa justa exista, siempre y cuando ésta tenga carácter o aura de progresismo, entendido como cualquier idea en oposición a lo establecido, a la tradición y en general a lo realmente existente. El progreso, transformación social y revolución que se propagan desde los movimientos okupas están empapados por la confrontación; de existir algún cuerpo ideológico, o alguna idea subyacente o un atisbo de coherencia, este es sencillamente estar en contra.

Los movimientos y colectivos adscritos u organizados en este movimiento okupa, suelen definirse como autónomos y con toda la gama de “anti-” que se pueda imaginar. No basta con ser de izquierdas o anarquista: hay que ser beligerantemente antifascista, sea lo que sea lo que se entienda en una amplia acepción del fascismo. No basta con ser activista por el derecho de los animales: el colectivo debe definirse como antiespecista. El feminismo no es suficiente si un colectivo no se define como antipatriarcal. Si se desea saber cómo se definen ideológicamente estos grupos, basta con estar al tanto de los rasgos de la sociedad occidental en conjunto. Hacen contracultura, contrainformación, contraeconomía.

Por supuesto, el análisis cultural de la sociedad que se pretende subvertir, transformar o al menos remover es con frecuencia ingenuo y más frecuentemente simplista

Por supuesto, el análisis cultural de la sociedad que se pretende subvertir, transformar o al menos remover es con frecuencia ingenuo y más frecuentemente simplista. El anarquismo y el nacionalismo conviven con el materialismo histórico; la liberación de los pueblos y la reivindicación de las identidades culturales con el internacionalismo y la ciudadanía del mundo; la crítica a la burguesía con la admiración por quienes pueden vivir sin trabajar y acumular vivencias; la reivindicación de la clase obrera con el más completo aristocratismo y desprecio por el esfuerzo. Estas contradicciones no tienen el riesgo de acabar con el movimiento okupa, porque son su esencia: todas deben tener lugar, validez al mismo tiempo e igualdad jerárquica.

En esta cosmogonía, los enemigos son los clásicos: imperialismo, capitalismo, liberalismo, burguesía y la cultura europea. La virtud se va a buscar en los oprimidos, que se catalogan cuidadosamente en identidades, bien marcadas por la pertenencia a un pueblo de los considerados oprimidos -gitanos, kurdos, palestinos y también vascos, catalanes, gallegos -, orientación sexual, o campo de activismo -información, liberación animal, alfabetización-. El virtuoso lo es del todo; el enemigo es incapaz de ninguna virtud. Como toda religión tiene dogmas y exégetas para explicar las contradicciones, y un cuerpo de sofismas, pero no funcionaría sin santos y demonios.

Lo que no hay que perder de vista es que, al negar la validez e imparcialidad a la justicia estatal, burguesa o establecida, se pasa a ver el mundo en culpables e inocentes sustanciales. 

Así se entienden peticiones de dinero y manifestaciones para la liberación de un atracador y delincuente sexual en los años 90 al que se consideraba que la policía acusaba injustamente por ser árabe, o la agresión y expulsión a puñetazos en 1990 de un miembro de un colectivo del centro social Minuesa a quien se acusaba de ser familiar de policía. Aunque tener familiares relacionados con altos cargos, incluso policiales, no es motivo de expulsión, serlo sin haber renegado y, sobre todo, siendo de clase trabajadora agrava bastante el asunto: la traición es doble. Lo que no hay que perder de vista es que, al negar la validez e imparcialidad a la justicia estatal, burguesa o establecida, se pasa a ver el mundo en culpables e inocentes sustanciales. Los juicios populares sumarísimos sustituyen a los tribunales. No deja de ser coherente: el pueblo no se equivoca.

Por eso no sorprende cuando ante casos como el de La Manada, Íñigo Errejón apela a la justicia popular y a que los jueces escuchen a la calle

Por eso no sorprende cuando ante casos como el de La Manada, Íñigo Errejón apela a la justicia popular y a que los jueces escuchen a la calle. O que ante la muerte accidental de un mantero en Lavapiés, pese a la asistencia de la policía, sean políticos del entorno de la nueva izquierda quienes pretenden convertirlo en una ejecución por parte de las fuerzas del estado. O que lancen proposiciones de ley para convertir en delito los piropos, como “acoso callejero”, o aplicar sanciones administrativas a quienes “ofendan” al “colectivo” LGTB (ofender a una persona de una determinada identidad es ofender a todo el colectivo, en un movimiento que oscila entre la importancia absoluta y central del individuo y la anulación de éste en todo tipo de grupos). O que un candidato a presidente del gobierno español haya comenzado su carrera en gaztetxes y comprendiendo las motivaciones de ETA, a la que se veía como un grupo revolucionario heroico víctima de una represión injusta.

Pero si a la izquierda que vivía, discutía y realizaba su activismo en los centros sociales costaba llamarla izquierda, la Nueva Política, en cambio, si viene con los deberes hechos, con Althusser, Gramsci o Laclau leídos y asimilados. Los dogmas como el materialismo histórico o la formación de la plusvalía son tan importantes como las consignas anarquistas y pos sesentaiochistas. Es difícil ver a un miembro de la Nueva Izquierda defendiendo no pagar impuestos mientras se aprovecha de todo lo que ofrece la sociedad o teorizando sobre la disolución del estado. Por supuesto se mantiene, una vez pasados a la política real, la actitud hostil a la Unión Europea -cuyo funcionamiento es un misterio para la mayoría de sus votantes- y la sumisión jerárquica a líderes carismáticos, algo inseparable del mundo okupa una vez que han demostrado su desconfianza a la autoridad tradicional y a la democracia burguesa.

Han aprendido cómo discutir y comunicarse e incluso cómo ser admirados por un montón de seguidores dispuestos a perdonarles todo

Se puede imaginar que una vez que se ven obligados a poner en práctica real la teoría, los años pasados en centros sociales pasan a ser sencillamente una época de entrenamiento y formación para la nueva casta de políticos: han aprendido cómo discutir y comunicarse e incluso cómo ser admirados por un montón de seguidores dispuestos a perdonarles todo. Para estos chicos y chicas salidos del movimiento okupa, éste ha sido su Escuela Normal Superior. Para la mayoría, sin embargo, habrá sido un espacio donde pasar el tiempo y aprender cómo opinar, lo que no es muy distinto de lo que ofrecen otras formas de ocio.

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