Malos sometidos - Marina de Quevedo Pueyo

Ahora los periodistas de todo el mundo (incluidos
los de la televisión)
les lamen (como creo que aún se diga en el lenguaje
de las universidades) el culo. Yo no, amigos.
Tienen caras de hijos de papá.

(…)”[1]

Escucho en la televisión como una escritora, previa justificación de que ella de monárquica no tiene nada, condena las agresiones a los invitados a los premios Princesa de Girona. Se quiere centrar en Josep Bou, quien se mostró emocionado y dolido por los escupitajos, insultos y empujones que le fueron proferidos. Y digo se quiere centrar porque no la dejan, la presentadora rápidamente la interrumpe para señalar que Castañer también fue agredido “¿y qué hay más catalán que unas alpargatas?”, dice con cara de agobio. Porque las agresiones solo se pueden condenar si son hacia los catalanes de verdad, y Josep Bou no lo es, no lo es porque tiene una ideología que no está bien vista y por lo tanto queda reducido a la categoría de daño colateral. Bou pasaba por allí y si no quería que le pegasen, que no hubiera pasado.

Pienso en la infamia moral de reprobar una agresión dependiendo de quién sea el agredido

Pienso en lo sencillo que me parece condenar un acto violento, sin paliativos, sin salvedades y sin excusas infantiles. Pienso en la infamia moral de reprobar una agresión dependiendo de quién sea el agredido, en la mediocridad de necesitar salvaguardar previamente la imagen propia con un “que nadie se vaya a pensar que soy monárquica”. Entre ser monárquico y realizar un escrache, por favor, que nadie piense que sería capaz de lo primero.

Ni con los del 155 ni con los independistas, pero siempre más cerca de quienes alteran la convivencia y pretender socavar el Estado de Derecho. Defender el orden constitucional es reprimir, pero impedir mediante violencia el acceso a un acto, eso, eso es libertad de expresión.

(…)

Esto, queridos hijos, es lo que ustedes saben.
Y lo aplican a través de dos inderogables sentimientos:
la conciencia de vuestros derechos (se sabe, la democracia
los toma en consideración sólo a ustedes) y la aspiración
al poder.
Sí, sus slogans mencionan siempre
la toma del poder.
Leo en sus barbas ambiciones impotentes,
en sus palideces snobismos desesperados

(…)

Un mal catalán, muchos malos catalanes, por no querer aceptar la imposición de un sentimiento común, de una historia tergiversada, del dogma ideológico que pretende cercenar las libertades de parte de la ciudadanía. Con la cara tapada para esconder el totalitarismo y con harapos de algo que se hace llamar “izquierda”. Fascistas, fascistas siempre los otros. ¿Pero qué hay más antidemocrático que impedir la pluralidad de ideas mediante la violencia?

“El deber del PSOE es frenar el franquismo”, clamaba Pedro Sánchez cuarenta y ocho horas antes de acabar la campaña electoral. Franquistas, no creo que queden tantos como quiere él dar a entender, pero, ¿querría decir fascistas? ¿A quiénes?

Fascismo, del italiano fascio, que significa “haz”. Haz, impón

Fascismo, del italiano fascio, que significa “haz”. Haz, impón. Mientras algunos miran a otro lado, y quien calla, otorga. Otorga, en este caso, la condena a quienes no comulgan con una identidad impuesta, una identidad configurada mediante tribalismos, un idioma secuestrado e instituciones doblegadas.

Exigen la claudicación del Estado y de la Ley, con diálogo en realidad pretenden concesiones. La amnistía. Estos pijos de manual, cuya lucha no consiste en paliar desigualdades sino en acrecentarlas en pos de una nueva Nación, no son ni siquiera lo suficientemente valientes como para mantener el pulso. Y como adolescentes caprichosos que no han respetado la hora de llegada a casa, exigen en levantamiento del castigo.

“Hablando así,
piden todo de palabra,
mientras, en los hechos, piden sólo eso
a lo cual tienen derecho (como buenos hijos burgueses):
una serie de improrrogables reformas,
la aplicación de nuevos métodos pedagógicos,
la renovación de un organismo estatal.
¡Buenos! ¡Santos sentimientos!
(…)”

Les escucho defender su idea de Nación, su Patria sentimentaloide, y recuerdo a Maslow y a su pirámide. La Jerarquía de las necesidades humanas establece una escala de necesidades divididas en cinco niveles: los cuatro primeros son necesidades primordiales mientras que el superior constituye el de la “autorrealización”, la “necesidad del ser”.

La idea fundamental detrás de esta pirámide es que conforme son satisfechas las necesidades más básicas –parte inferior de la pirámide- las personas pueden desarrollar sus deseos más elevados –parte superior de la pirámide-, es decir, solo se atienden las necesidades superiores cuando las inferiores han sido complacidas.

¿Es la República Catalana una necesidad básica? Siguiendo la teoría, las necesidades primordiales son las fisiológicas –dormir, alimentarse-, estabilidad de recursos –casa, dinero, educación- o la seguridad –integridad física-. La respuesta la tienen ahí.

Teniendo en cuenta la premisa más básica de quien dice defender un pensamiento de izquierdas, que es la defensa de la igualdad social y en relación con lo anterior, vuelvo a preguntar: ¿Es la República Catalana una necesidad básica? Digo más, ¿garantiza la República Catalana la igualdad social?

“Lo ignoran yendo, con el moralismo de las profundas provincias,
“más a la izquierda”. Es extraño,

abandonando el lenguaje revolucionario del pobre, del viejo,

(…)”

Esgrimir la pureza ideológica como justificación al constante atropello y supresión de derechos de parte de la ciudadanía. Escudarse en la dicotomía izquierda-derecha y en el guerracivilismo de hace ochenta años para avalar la violencia contra ciudadanos que deberían ser iguales.

Qué izquierda más pura, la que impide que en los colegios públicos se estudie en español. Qué izquierda más pura que señala y delata a quien piensa diferente. Qué izquierda más pura que desprecia y pretende silenciar mediante miedo, amenazas y vejación a parte de la población.

Pero la culpa no es suya, es nuestra. No somos ciudadanos, no tenemos derechos. Somos malos catalanes y siempre seremos malos vascos. Nuestras necesidades básicas nunca deberán ser satisfechas, el Estado Catalán, nunca deberá garantizar derechos y libertades a aquellos que no juren eterna lealtad a un concepto tan amplio, nuevo e imaginario como la República Catalana.

“Espero que hayan comprendido
que comportarse como puritanos
es un modo de impedirse
una acción revolucionaria verdadera.”

Ahí es donde se esconde el progresismo tan denostado últimamente. Siendo malos catalanes, malos vascos y malos sometidos 

La acción revolucionaria verdadera es mantenerse de pie defendiendo la igualdad entre españoles, sin salvedades ni coletillas insustanciales como “naciones culturales”. Ahí es donde se esconde el progresismo tan denostado últimamente. Siendo malos catalanes, malos vascos y malos sometidos.  Es el momento de un partido nacional de izquierdas, no de partidos de izquierdas nacionalistas.

Así hablaba Pasolini sobre el dualismo fanático y la ambigüedad, “llegando al borde de la vergüenza” acababa ese famoso poema. Aquí está por ver, si hemos llegado o no, al borde de la nuestra.

[1] Poema “Il PCI ai giovani” de Pier Paolo Pasolini, 16 de junio de 1968. L’Espresso.