Esclavos en el siglo XXI - Ramón Marcos

Hombres, mujeres y niños hacinados, vendidos como esclavos en pleno siglo XXI. La CNN emitió recientemente un vídeo de South China Morning Post (SCMP.TV) en el que se veía como emigrantes del África Subsahariana, que habían salido de sus países para intentar llegar a Europa, eran transformados en mercancías y subastados para hacer negocio con ellos.

Los principales países receptores, las puertas de Europa, son desde hace años Grecia, Italia y España. En el año 2017, Italia ha recibido 117.121, todos por mar; España 25.450; y Grecia 31.692

Según la Organización Internacional de Migraciones (OIM), en 2017 —datos a 6 de diciembre— han llegado 175.959 personas a Europa, 165.409 por mar y 10.550 por tierra. Los principales países receptores, las puertas de Europa, son desde hace años Grecia, Italia y España. En el año 2017, Italia ha recibido 117.121, todos por mar; España 25.450; y Grecia 31.692. En 2016, las cifras fueron mayores, 387.739 personas llegaron a Europa: 181.436 a Italia; 176.906 a Grecia; y 13.246 a España.

Comparando las cifras de 2016 con 2017 se observa que ha bajado el número, sobre todo en Grecia, cuyos flujos migratorios vienen de Asia y están ligados al conflicto bélico de Siria e Irak, gracias en parte a los acuerdos de la UE con Turquía. Ese descenso ha sido menos acusado en Italia. En España, sin embargo, no sólo no ha disminuido, sino que ha aumentado. La razón de las variaciones en la parte occidental de Europa son debidas a las mayores dificultades que están encontrado los flujos migratorios del África subsahariana para embarcarse en Libia camino de Italia, como consecuencia de las mafias, que los atemorizan y esclavizan, y de los acuerdos de Europa con los «gobiernos» de Libia que están permitiendo un mayor control de las salidas de emigrantes de sus costas. Esas dificultades están recuperando rutas en el mediterráneo más occidental, que habían sido cerradas hace años, que hacen de España un destino deseable.

Los que vienen del África subsahariana y consiguen llegar a Europa han tardado mayoritariamente más de un año en su trayecto, atravesando diferentes rutas que van por Niger, Chad, Malí, Libia, etc.

La mayoría de los inmigrantes que usan las rutas del mediterráneo central y occidental provienen del África Subsahariana: Nigeria, Guinea, Gambia, Costa de Marfil, Senegal, etc. Los que utilizan el mediterráneo oriental provienen de Siria, Irak, Pakistán. De nuevo, de acuerdo con una encuesta de OIM hecha entre casi 5.000 inmigrantes llegados a Europa, los que vienen del África subsahariana y consiguen llegar a Europa han tardado mayoritariamente más de un año en su trayecto, atravesando diferentes rutas que van por Niger, Chad, Malí, Libia, etc. Durante ese periodo la mayoría, sin olvidar los miles de muertos cada año en el mar Mediterráneo y los muertos durante el trayecto cuyas cifras se desconocen, un 77%, —88% de los niños, 75% de los hombres y 67% de las mujeres— han sufrido graves violaciones en sus derechos fundamentales: 79% han sufrido violencia física; 68% fueron retenidos contra su voluntad, por grupos armados; un 48% trabajaron gratis y un 31% fueron obligados a trabajar forzosamente; un 0,3% fueron obligados a matrimonios forzados; asimismo, un 30% dicen haber sido testigos de abusos sexuales; y un 2,1% de extracciones forzadas de sangre, órganos y otras partes del cuerpo. Casi todos ellos, donde más han padecido ha sido en Libia. Es allí, donde se están cometiendo, conforme relatan los propios inmigrantes, el 88% de los abusos.

El crecimiento económico, aun en muchas ocasiones de los más altos del mundo en la última década, sigue siendo insuficiente para ofrecer trabajo a los jóvenes y una expectativa de vida digna

¿Por qué se mueven, a pesar de estos enormes riesgos, hacia Europa? En muchos casos, los desplazamientos vienen determinados por la existencia de conflictos graves en sus propios países de origen y, en otros, por razones económicas. No se puede obviar que, en la casi totalidad del África Subsahariana, una zona cuyos países son de los más pobres del mundo, se están produciendo importantes crecimientos demográficos y el crecimiento económico, aun en muchas ocasiones de los más altos del mundo en la última década, sigue siendo insuficiente para ofrecer trabajo a los jóvenes y una expectativa de vida digna: acceso a la educación, sanidad, electricidad, agua potable y saneamiento, etc.

En este flujo, el impulso de las familias es muy determinante. Recaudan el dinero para que sus jóvenes emigren —la media de edad está en torno a los 23 años—. Les animan a irse y los reciben, en muchas ocasiones, con recelo si fracasan en su intento. Por eso muchos de ellos lo han intentado más de una vez o no se atreven a volver, a pesar de haber sufrido violaciones graves de derechos en ocasiones anteriores e incluso habiendo la familia tenido que pagar un rescate a los traficantes de personas para que pudiera regresar. Pero es que la ayuda en divisas que ese joven, de llegar a destino, puede aportar, permite a la familia salir de la penuria y vivir con decencia. No se debe olvidar que en esos países la red de asistencia social no la provee tanto el Estado como las redes informales familiares y de la comunidad religiosa y que quienes trabajan están obligados a ayudar y mantener al resto de la familia y/o comunidad.

Europa está al lado de África y está recibiendo el flujo migratorio que viene de esos países, como hemos visto. Tiene una notable responsabilidad para ayudar a evitar los enormes padecimientos de esos emigrantes y limitar esos desplazamientos. Su gestión no está siendo fácil y está resultando una prueba a su unidad. Para acertar en la política, merece la pena tener en consideración varias cuestiones.

Urge parar el desastre político de Libia, que Europa, aunque con buena fe, potenció

En primer lugar, a corto plazo, para detener esa esclavitud, urge parar el desastre político de Libia, que Europa, aunque con buena fe, potenció. No sólo conteniendo las salidas desde sus costas hacia Europa, sino también favoreciendo el retorno de los inmigrantes retenidos allí a sus países de origen, ayudándoles a insertarse productivamente para evitar que vuelvan a emigrar, al tiempo hay que tratar de que no resurjan nuevas vías, como las que llevan a España.

Hace falta un cambio de paradigma, que transcienda las tradicionales relaciones entre exmetrópolis y excolonias y lleve a una asociación entre iguales que favorezca su autonomía, estabilidad política y la inversión

Luego, a medio plazo, pero empezando desde ya, hace falta un cambio de paradigma, que transcienda las tradicionales relaciones entre exmetrópolis y excolonias y lleve a una asociación entre iguales que favorezca su autonomía, estabilidad política y la inversión para el crecimiento económico, teniendo en cuenta su realidad social y familiar. Y esta revolución tiene que hacerse sin temor al crecimiento demográfico de África. O no demasiado. Históricamente, como recoge Hervé Le Bras, en su libro Les limites de la Planète, los países con altas densidades de población son los países que han conseguido mayor desarrollo humano y mayor calidad de vida.

Europa en noviembre de 2015, tras la cumbre de La Valeta, creó el Fondo fiduciario de emergencia de la Unión Europea para África. Fue dotado con 1.800 millones euros y su objetivo es contribuir a impulsar la estabilidad en estas regiones y a mejorar la gestión de la migración. Este Fondo está siendo utilizado, sobre todo desde este año, para sufragar programas en Libia que detengan las salidas de emigrantes de sus costas. Y, asimismo, con ayuda de la OIM, y otros fondos aprobados por la UE con posterioridad, se está luchando contra las mafias y financiando retornos humanitarios de inmigrantes confinados en Libia, Níger, Chad, etc. Se quiere alcanzar la cifra de unos 50.000. Un retorno que es muy útil, bien hecho, para mostrar que se puede tener éxito en el país de origen y que sirve para evitar nuevas migraciones, porque los que vuelven pueden contar la verdad sobre las dificultades de la emigración y porque pueden ayudar a mejorar la capacitación profesional del país. Pero ese Fondo, además, está financiando otros proyectos, que a medio plazo mejorarán la gobernabilidad de la migración y la capacidad productiva de los países del África Subsahariana.

Por otra parte, hay significativas acciones de apoyo militar a esos países, sobre todo por el ejército francés, y de cooperación policial que pueden concurrir a contrarrestar las mafias que trafican con seres humanos.

Hay en marcha ideas para movilizar hasta 400.000 millones de euros entre inversión pública y privada

En la reciente cumbre África-Europa en Costa de Marfil, se ha hablado de todo ello. Hay en marcha ideas para movilizar hasta 400.000 millones de euros entre inversión pública y privada. Es preciso que ese dinero se emplee desde este nuevo enfoque, desde la perentoriedad que da la constatación de que de lo que estamos hablando es de tráfico de esclavos, de tráfico de esclavos en el siglo XXI.