Las sesiones del juicio a los responsables del golpe de Estado del 1 de octubre de 2017 en Cataluña siguen avanzando lentamente en la Sala Segunda del Tribunal Supremo. Y tenemos la oportunidad de comprobar que un juicio real nada tiene que ver con lo que el común de la gente tiene en mente, el modelo americano.
Es la primera vez que un juicio de esta índole se retransmite en directo y sin interrupción, poniendo en evidencia las dificultades del ejercicio de la acusación y de la defensa para las partes; y las miserias de los juicios, de cómo mienten algunos testigos, de la recreación naif de la realidad, de la proverbial mala memoria de otros; en definitiva, un calidoscopio de pruebas y testimonios que componen un juicio con el cual el Tribunal finalmente deberá formar una única imagen, un relato coherente de lo ocurrido, y dictar sentencia.
Lo cierto es que hay semejanzas evidentes entre este juicio y el de Lluís Companys y sus consejeros por la proclamación del Estado catalán del 6 de octubre de 1934. Las circunstancias políticas y sociales del golpe de Estado postmoderno del 1 de octubre de 2017 y el del 1934 son distintas, pero paradójicamente los procesos tienen paralelismos inevitables.
En el juicio a Companys también se suscitaron cuestiones jurídicas parecidas a las que ahora se han planteado en este juicio: la competencia del Tribunal que los juzga, la violencia y el papel de los acusados en ésta, ….
E incluso estamos viendo ahora que la elección del abogado en un proceso no es cosa baladí y que puede influir en el desarrollo y, por qué no, en el resultado del juicio. Algunos procesados han preferido abogados afines ideológicamente a la causa independentista, Pina, Van den Eynde, Homs, Salellas,…. Algunos de ellos podrían calificarse de auténticos hooligans independentistas pero togados, que incluso participaron en la preparación y ejecución de los hechos que ahora se enjuician. Pasará a los anales de la historia judicial la respuesta del comisario, encargado del dispositivo de los colegios electorales el 1 de octubre, al abogado Van den Eynde cuando lo colocó, como activista, en el centro de los hechos por los que preguntaba: «Usted estuvo en un colegio”, le dijo. Hay máximas profesionales que aconsejan al abogado que ha sido parte de un asunto a no intervenir en su defensa y se está viendo que esa elección de abogados de “agit prop” ha sido un error.
En el caso de Companys, la elección de su abogado no fue al azar. Eligió un abogado que estaba en sus antípodas ideológicas, al abogado y político madrileño Ossorio y Gallardo. Companys y Ossorio eran antagónicos en lo político. Companys era un nacionalista radical (aún cuando se dijera federalista) y, por el contrario, Ossorio, ex ministro de Maura, era buen conocedor de la realidad catalana por haber sido gobernador civil en Barcelona y aunque partidario de dotar de cierta autonomía política a Cataluña, era crítico con el nacionalismo catalán y un claro defensor de la “España verdadera” como “una unidad de designio histórico”[1]. Eso permitió a Ossorio desplegar una defensa creíble ante el Tribunal de Garantías.
Ossorio y Gallardo tiene su trasposición en el proceso del 1 de octubre. De todos los abogados destaca Javier Melero por profesionalidad y técnica procesal quien, como es sabido, tiene un pensamiento político distinto al de sus clientes, Joaquim Forn y Meritxell Borrás. Melero estuvo en los primeros momentos de la fundación del partido Ciutadans y participó en la manifestación del día 8 de octubre de 2017 en Barcelona, como respuesta al intento independentista de golpe de Estado, en defensa de la unidad de España y de la Constitución y el Estado de derecho. Y ahí, en parte, está también la fortaleza de su defensa letrada.
El Tribunal de Garantías Constitucionales condenó el 6 de junio de 1935 a Companys y a sus seis consejeros a la pena de treinta años de reclusión, como autores de un delito de rebelión. Y al entonces jefe de los Mossos de Escuadra, comandante Pérez Farrás, se le acusó de rebelión militar y alta traición, y su condición de jefe del Ejército le hizo acreedor de un trato más severo que a los responsables civiles; circunstancia que, paradójicamente, podría llegarse a reproducir con el Mayor Trapero, con su intervención en el golpe de Estado del “procés” es especialmente reprochable por ser el más alto funcionario del orden público en Cataluña que se debía a la defensa del orden constitucional.
Hasta en lo más miserable caben analogías entre ambos procesos
Los hechos del 6 de octubre de 1934 como el del 1 de octubre de 2017 han tenido sus cobardes simétricos, el primero fue Josep Dencás, Consejero de Gobernación, quien huyó del Palacio de la Generalidad por las alcantarillas y el último ha sido Puigdemont que huyó de España metido en el maletero de un coche para dejar a sus compañeros de aventura en la estacada. Hasta en lo más miserable caben analogías entre ambos procesos.
Companys y sus consejeros, como parte de los ahora procesados, también utilizaron las elecciones para eludir sus responsabilidades, quienes se presentaron a las elecciones de febrero de 1936 con la denominación de Candidatura del 6 de octubre, en cuyo programa electoral contemplaba su amnistía. Companys obtuvo, entonces, escaño de diputado. Tras el triunfo del Frente Popular en las elecciones, Azaña amnistió a Companys y a sus consejeros. El 29 de febrero de 1936 alcanzaría de nuevo la presidencia de la Generalidad.
80 años más tarde de los hechos de 1934, un presidente de la Generalidad y sus consejeros hicieron caso omiso a las lecciones de la historia y no dudaron atacar el orden constitucional, llevar la sociedad al conflicto civil para enfrentar familias, amigos,…. y alcanzar así la gloria de sus obsesiones.
Esperemos que los españoles hayamos aprendido de los errores pasados y que el déjà vu catalán no sea completo, que esta vez no haya amnistía del Gobierno de España para quienes con su irresponsabilidad han llevado a la sociedad catalana, y por extensión española, a la más grave crisis de la democracia. El indulto sería nuevamente una muestra de debilidad de la democracia frente al nacionalismo totalitario y una invitación a que se vuelva a repetir en España un golpe de Estado liberticida, más pronto que tarde.
[1] Arnau González y Gisela Bou (2007) “La creació del mite Lluís Companys. El 6 d’octubre de 1934 i la defensa de Companys per Ossorio y Gallardo” Editorial Base.