Populismo Podemos y Vox - Pedro Insua

El vulgo es necio, y pues que paga, es justo hablarle en necio para darle gusto” (Lope de Vega, Arte nuevo de hacer comedias en este tiempo).

Democracia, progresismo, emancipación, justicia social, socialismo, estado de bienestar, etc., son una constelación de ideas políticas que, generalmente presentadas como opuestas a las ideas asociadas a la Derecha (dictadura, capitalismo, reacción, privatización, individualismo, etc.), alimentan ciertas corrientes ideológicas en torno a las cuales se forman, a su vez, grupos de un radio de acción más o menos amplio, que reconocen en “la izquierda” sus señas de identidad. Es más, bajo dicha adscripción “izquierdista” se encubren ideologías de muy diversa índole, muchas veces incompatibles entre si (por ejemplo, el anarquismo y el comunismo), pero que en la noche del izquierdismo todas ellas se vuelven pardas al buscar su oposición, una oposición maniquea, frente a “la Derecha”. El “activismo” ligado a estos grupos “de izquierda” así entendido es, sin duda, mucho más extenso y beligerante, más “visible” (según se dice ahora), con su pretendida “superioridad moral”, que el activismo de los que se identifican, o pueden identificarse, con la llamada derecha.

La autoproclamada Derecha, por su parte, y casi más bien por oposición al izquierdismo (es raro mostrarse “orgulloso de ser de derechas”), recoge el guante y trata de organizarse y rearmarse ideológicamente en torno a otra constelación de ideas, como la de libertad y liberalismo, democracia, imperio de la ley, individualismo, emprendimiento, esfuerzo, excelencia, etc., confrontadas a las que se supone, desde esta perspectiva, son características de “la izquierda” (totalitarismo, comunismo, colectivismo, igualitarismo, revolución, etc.).

Es ahí, en el terreno de la confrontación global, en donde la dualidad Izquierda y Derecha, reinterpretada como dualidad maniquea, puede funcionar propagandísticamente

Las pugnas y controversias entre ambas corrientes (en parlamentos, en tertulias, en la prensa, etc.) se suelen mover en términos muy generales, evacuando los contenidos concretos (económicos, culturales, sociales, políticos propiamente dichos), porque es ahí, en el terreno de la confrontación global, en donde la dualidad Izquierda y Derecha, reinterpretada como dualidad maniquea, puede funcionar propagandísticamente, de hecho lo hace, como idea fuerza movilizadora, pero también divisoria, digamos, cainita, guerracivilista (“una idea y un enemigo es lo necesario para movilizar a la masa”, decía Hitler).

Izquierda y Derecha se han transformado así en la actualidad, una actualidad marcada fundamentalmente por la caída del muro de Berlín, en mitos oscurantistas y confusionarios[1], que ni siquiera se ciñen en su definición al ámbito político, sino que se conciben como “visiones del mundo”, como modos metafísicos de situarse ante la realidad, y que son vistos, desde el interior de cada una de tales mitologías, como absolutamente irreconciliables entre sí: la Izquierda será el reverso “subversivo” para la Derecha; y la Derecha el negativo “inmovilista” para la Izquierda.

Ambas se presentan, frente a las “renuncias” del PSOE y del PP respectivamente como “genuina izquierda”, en un caso, y como “genuina derecha”

Pues bien, dos nuevas formaciones políticas han surgido en España, casi a la vez, en los últimos tiempos, situándose mutuamente en ambos extremos del espectro partidista español: Podemos y Vox.  Ambas se presentan, frente a las “renuncias” del PSOE y del PP respectivamente como “genuina izquierda”, en un caso, y como “genuina derecha”, en el otro, cultivando y alimentando deliberadamente ese antagonismo maniqueo para posicionarse en los polos opuestos de dicho espectro partidista ( y ambos, también, son prueba electoral, por cierto, de la distinta capacidad de movilización que tiene el mito de la Izquierda –Podemos con cinco millones de votos- frente al que tiene el de la Derecha –Vox no llega a los trescientos mil-).

Es prácticamente unánime la consideración (entre periodistas, analistas políticos, los propios políticos) de que Podemos se encuentra en la “extrema izquierda”, así es percibida (por ejemplo, desde Vox), pretendiendo además aglutinar como partido a las distintas corrientes también de izquierda (absorbiendo a IU, intentándolo también con el PSOE) para, borrando sus diferencias, enfrentarse así en bloque al “capitalismo” y a sus modos “fascistas”, “dictatoriales”, de acción política representados por la derecha (un “bloque de izquierdas” que quiere recordar de algún modo, y con ello han jugado sus líderes desde el principio, a los “frentes populares” de los años 30).

Desde aquella “transversalidad” (gente/casta, arriba/abajo, el 99% frente al 1%, etc.) el discurso se agotaba (o se volvía muy incoherente a medida que iban pisando moqueta), y los líderes de Podemos hubieron de volver, para definirse, al dualismo maniqueo izquierda/derecha en el que se mueven más cómodamente

Podemos, en cualquier caso, y así se expresa en su programa, se fundó para dar salida política a la corriente de “indignación” que se supone representó el movimiento del 15M del año 2011 que, entonces, se decía transversal, y no adscrito, por tanto, a la izquierda. En principio pues, más que un partido, quiso ser una plataforma tipo asambleario, que por la vía de las nuevas tecnologías permitiera que determinadas facciones, naturalmente con determinado perfil ideológico (lo que se denominaban “círculos”, hoy muy desdibujados), se organizasen para formar una lista de candidatos que pudieran concurrir a las elecciones. Es lo que desde la organización llamaron, de modo ciertamente pretencioso, “empoderamiento del pueblo o la gente”, toda vez que el “poder popular”, se suponía, este era el diagnóstico del 15M, era ignorado, o más bien amordazado y secuestrado por el bipartidismo hegemónico y por la oligarquía de partidos en general (situación esta que venía expresada en el célebre eslogan “no nos representan”). Una oligarquía más preocupada, eso decían los “indignados”, por los intereses de los “poderes fácticos” (IBEX 35, etc.) que por los del “pueblo”, desatendido por unos representantes más pendientes de los “dictados” de los mercados (y de poder sacar tajada en ellos), que de las siempre nobles aspiraciones “del pueblo”. Más adelante esto de la “transversalidad” fue abandonado por Podemos (un abandono que coincide con el paso a un segundo plano del errejonismo) para volver, renunciando a la confrontación con el bipartidismo (“PPSOE”), a la distinción tradicional izquierda/derecha y buscar así un pacto “de izquierdas” con el PSOE (ahora ya se trataba de “echar” del gobierno a la “derecha” del PP). Se ve que desde aquella “transversalidad” (gente/casta, arriba/abajo, el 99% frente al 1%, etc.) el discurso se agotaba (o se volvía muy incoherente a medida que iban pisando moqueta), y los líderes de Podemos hubieron de volver, para definirse, al dualismo maniqueo izquierda/derecha en el que se mueven más cómodamente.

Vox pretende aglutinar en su caso el voto de “esa derecha social” que ha quedado, dicen, “huérfana” políticamente al haber abandonado el PP los “principios” y “convicciones” que, al parecer, la caracterizaban

Vox, por su parte, se autoconcibió con claridad desde el principio como partido político (no como plataforma, etc.), y un partido además de “centro-derecha” (otra cosa es que sea claro en Vox el significado político de “derecha” y de “centro”), aunque algunos lo situarían, y así lo hacen, más bien en la “extrema derecha o ultraderecha” (por ejemplo, desde Podemos). Sea como fuera, Vox pretende aglutinar en su caso el voto de “esa derecha social” que ha quedado, dicen, “huérfana” políticamente al haber abandonado el PP los “principios” y “convicciones” que, al parecer, la caracterizaban. Así pues, Vox busca el voto de aquellos grupos desencantados con la política desarrollada por Rajoy, particularmente en Cataluña y en el País Vasco, desde que este alcanzó el gobierno en 2011 (aunque el principio del desencanto algunos lo fijan con anterioridad, desde el momento en que Rajoy, en un congreso del PP celebrado en Valencia en 2008, invita a “conservadores” y “liberales” a salir del Partido Popular[2]). Y es que, de nuevo, también desde Vox, se entiende que la democracia de partidos del 78, en razón de la oligarquización de los mismos, deja fuera del sistema a un sector muy amplio de la población, igualmente “indignados”, pero en este caso por la supuesta “traición” a su propio programa llevada a cabo por parte del “socialdemócrata” PP. Ahora, con Vox, esa “derecha social” que solo podía actuar desde la “sociedad civil” (a través de distintas asociaciones y fundaciones), y a la que el PP hacía oídos sordos, ya puede por fin “hablar” políticamente, sobreentendiendo que hasta ahora permanecía silente o amordazada en el PP (un eslogan este de “habla”, que baraja Vox en su agitprop que recuerda al “habla, pueblo, habla” de la UCD liderada por Adolfo Suárez). Vox representa una derecha, dicen ellos, “sin complejos” y que, si no tiene más eco electoral es por una “conspiración” de los medios (favorables siempre a “la izquierda”) que impide que esa voz se oiga (para romper este supuesto “pacto de silencio” los líderes de Vox se dedican muchas veces al erostratismo, con acciones “heroicas” –en el terreno judicial, en la acción directa, etc…- con las que buscan llamar la atención de esos “españoles de bien” que, sin duda, esta es su pretensión, les votarían si les conocieran).

Ambas formaciones, a pesar de las diferencias en su adscripción ideológica (izquierda/derecha), parten, sin embargo, de un supuesto semejante, y es que si hubiera una representación “verdaderamente democrática” del pueblo en las instituciones, y esta representatividad no estuviera desviada por la distorsión y el ruido que produce la oligarquía de partidos (y los medios de comunicación a su servicio), entonces alcanzaríamos en España un sistema político que recogería el “sentir verdadero” del pueblo o sociedad civil (un sentir que desde cada una de estas dos formaciones, por supuesto, lo perciben como favorable) satisfaciendo de una vez por todas sus siempre legítimos intereses. Esto, a su vez, impregnaría todas las instituciones, las depuraría de corrupción, y las situaría en “estado de derecho” pleno, realizándose por fin España como “verdadera democracia” (uno de los líderes de Podemos habló, en cierta ocasión, de “densidad democrática”, para referirse a esta situación de plenitud democrática)[3].

Ambas formaciones, pues, coinciden, a pesar de situarse en la distancia máxima en el espectro partidista, en que la solución de los problemas de la sociedad política española pasa por la necesidad de una “regeneración democrática” (ante lo que se supone una “degeneración oligárquica”), en un saneamiento de las instituciones democráticas que tiene a la propia democracia como remedio antiséptico: la solución a los problemas de la democracia española está en “más democracia”.

En este sentido ambas formaciones, Vox y Podemos, se autorrepresentan como partidos que buscan genuinamente esta regeneración democrática (frente a otros que, al parecer, la procuran solo de boquilla), con una modélica “democracia interna”, fijando en ello además su razón de ser en tanto que nuevas formaciones[4]. De hecho en sendos nombres, Po-demos y vox populi (vox Dei), aparece la referencia al “pueblo” cuyo protagonismo se reclama desde ambas formaciones (e insistimos, presuponiendo que ello les va a favorecer), frente a esa oligarquía partitocrática dominante que desvía de manera espuria los auténticos intereses del pueblo.

Pero, ocurre, que “el pueblo”, en su sentido político, no es unívoco, ni sus intereses homogéneos, de tal modo que algo así como el “interés popular” o su propia “voluntad” son conceptos, más que problemáticos, inconsistentes. La analogía entre la unidad del pueblo y la unidad de un organismo (base del concepto univoco de pueblo), ambos se supone movidos por una voluntad que coordina las distintas partes que los componen, es una analogía inconsistente al confundir los atributos de un individuo con los de un grupo. Así un grupo de organismos, en rigor, no tiene voluntad, como no tiene inteligencia, aunque la tengan cada uno de los miembros individuales que lo componen. La “voluntad popular” es un concepto tan equívoco como el de “inteligencia” de un pueblo, equivocidad que se transmite automáticamente al de “representación” de esa voluntad popular: los intereses del pueblo son los intereses de los distintos grupos en los que el pueblo está dividido (por profesiones, por clase, por edad, por sexo, por regiones, etc.), tan populares unos como puedan ser sus contrarios, siendo así que no existe algo así como una “voluntad general” que reconduzca armónicamente los intereses (contrapuestos) del pueblo. Por muy alejadas, pues, que se encuentren en el espectro partidista, ambos partidos tienen en común una concepción populista de la sociedad política, presuponiendo que si al “pueblo” se le dejara manifestarse (al margen de toda esa maraña de intereses creados por la oligarquía), revelaría sus verdaderos intereses, los de esa “mayoría social de este país”, que se supone representa Podemos, o los de los “españoles de bien”, que se supone representa Vox. Intereses, en cualquier caso, siempre legítimos (he aquí el componente adulador, demagógico del populismo), y a cuyo conocimiento tienen acceso los líderes de ambas formaciones, cada cual a su modo, precisamente por no estar contaminados del virus oligárquico.

La reivindicación, pues, de una “democracia real”, y más cuando se habla de la necesidad de una “democracia interna”, no es más que pura propaganda, utilizada como estrategia electoral, sobre todo, por estas formaciones de reciente creación, para presentarse ellos como organizaciones plenamente democráticas en contraste con los dos grandes partidos (PP y PSOE), se supone representativos de todos los vicios de la oligaquía (nepotismo, tráfico de influencias, corrupción en general, etc.). Unos partidos, PP y PSOE, que, por otro lado, utilizan la misma ideología populista para enfrentarse a esas recientes formaciones, al principio despreciándolas (“águila no caza moscas”) precisamente por su escasa representatividad.

Ambos buscan, como la madre bastarda del relato del rey Salomón, beneficio electoral, y ganarse el favor popular, a base de someter a ese pueblo a su división cainita

A pesar, pues, de sus diferencias en el terreno sociológico[5], Podemos y Vox tienen mucho en común en el político, al cultivar un populismo que busca, profundizando en la división maniquea entre Izquierda y Derecha, la manera de adular a ese pueblo que ellos piensan hecho a su medida, y obtener así rédito electoral. Es decir, ambos buscan, como la madre bastarda del relato del rey Salomón, beneficio electoral, y ganarse el favor popular, a base de someter a ese pueblo a su división cainita.

En definitiva, un fantasma recorre España, es el fantasma del populismo que todo lo anega, no representando Vox y Podemos ninguna novedad en tal respecto. Contraria sunt circa eadem.

 

[1] Son decisivos en este sentido, para entender esta transformación, los libros de Gustavo Bueno El mito de la Izquierda y El Mito de la Derecha.

[2] Rajoy: “Si alguien se quiere ir al partido liberal o al conservador, que se vaya”, ver enlace.

[3] Es verdad que esta “democracia real” en España pasaría, tal como la concibe Podemos, por la puesta en marcha de sendos procesos de “autodeterminación” (con consultas plebiscitarias) en algunas regiones españolas (aún no se sabe en cuántas, ni en cuáles), mientras que Vox se opone radicalmente a tales consultas e, incluso, promueve la disolución del estado autonómico porque ese, dicen, es el “sentir mayoritario” de los españoles.

[4] Ya han pasado cuatro años desde la fundación de ambas formaciones y sus principales líderes siguen siendo los mismos, y lo siguen siendo a través de mecanismos parecidos a los practicados por el resto de partidos, incluyendo “dedazos”, exclusiones de unos miembros a favor de otros, vetos, renuncias “voluntarias”, etc.).

[5] Y es que entre la rasta de “ciencias políticas” de Podemos y la gomina de la facultad de Derecho de Vox va, desde luego, un gran trecho que recorren el resto de formaciones políticas: unos buscan en “la calle” los apoyos de sus posiciones, frente a los otros que lo buscan en el trato con la élite en hoteles (a partir de cuatro estrellas); unos tienen su sede en el barrio de Salamanca de Madrid, frente a los otros que se domicilian en Vallecas; unos, manifestándose en Lavapiés, llevan la batucada y la bandera de la segunda república buscando el enfrentamiento con la policía (en tanto que “fuerzas de represión”), y los otros, reunidos en Colón, llevan la rojigüalda, escuchan el himno nacional y, bien aseados, piden un “justo salario” para policía y guardia civil.

1 Comentario

  1. Interesante el artículo y sugerente su lectura.
    No obstante se me antoja que el autor ha establecido una cierta ‘elegante equidistancia’ entre PODEMOS y VOX de la cual respetuosamente disiento
    PODEMOS tiene un enfoque ciertamente comunista. Sus actos políticos con claramente tóxicos y su actual ideología cuando ya se acababa el pasado siglo, era vieja. Ni el comunismo ni el socialismo como formas de gobierno han dado otra cosa que muerte y desolación;se calcula que en sXX de los más de 170 millones de victimas dictatoriales al menos 140 lo fueron por dictaduras comunistas/socialistas. Pretender establecer un nuevo comunismo de diseño y pijo-progre lo único que hace es avanzar en la destrucción de la cultura occidental la cual tiene una raíz helénica y judeo-cristiana innegable (las primeras universidades de Europa las fundo la Iglesia; las de América las fundó España). Eso no es óbice para que en el sXXI los estados deban ser aconfesionales y respetuosos con aquellas religiones que no se opongan (como el caso de la religión musulmana) al Estado de Derecho y a los Derechos Humanos.
    La vertiente feminazi -que se considera ‘islamofilia’ y ‘cristianófoba’ de estos neo.con no distingue entre la Sura 4 aleya 34 y Mateo (10,6,9), y claro luego pasa lo que pasa;se asaltan capillas católicas pero no tienen…eso para asaltar mezquitas. Son tóxicos y lo peor es que alientan el terrorismo en todas sus formas
    VOX ha sido -mediante dinero privado- quien ha llevado a la cárcel a los golpistas. Han sido ellos y no los parásitos del gobierno, y no los parásitos de las Cortes, y no los parásitos del multipartito en general,quienes han llevado ante la Justicia a los golpistas. Si en 1981 a todos nos pareció bien que Tejero y compañía fueran a la cárcel ¿porqué ahora hay tanto gilipollas y todólogo indocumentado que habla de no-se-qué derechos fuera de la Ley?. Salvo error, esta formación no ha realizado acción alguna fuera de la Ley ni ha apoyado a la basura terrorista o golpista

    Todos los países tenemos derecho a tener de vez en cuando algún detritus político como Zapatero, pero también la obligación de superarlo. Lo que ocurre es que subproductos políticos buenistas de la i mal llamada ‘izquierda’ quieren ganar los partidos en los despachos -como los malos equipos que son- en lugar de jugar honestamente en la cancha
    Saludos