Un país que deja morir a su gente - Adán F. Veiguela

¿Qué podemos esperar de un país que no cuida a sus mayores? ¿Qué podemos esperar de un país que desoye a sus personas con discapacidad? ¿Qué podemos esperar de un país que es injusto con sus enfermos? En definitiva, ¿Qué podemos esperar de un país que deja morir a su gente?

Desde los recortes de 2012 han muerto en España 150.000 dependientes sin que nunca hayan recibido una ayuda

Avergonzado, enrabietado y entristecido por unos datos que no dejan lugar a ninguna duda, hablar hoy de la Dependencia* en España es hablar de la crueldad y la sinrazón de quienes nos gobiernan. 90 dependientes mueren cada día en España sin recibir la ayuda y atención a la que el Estado se comprometió con ellos. O lo que es igual, desde los recortes de 2012 han muerto en España 150.000 dependientes sin que nunca hayan recibido una ayuda o una asistencia específica de los poderes públicos desde que fueron acreditados como tal.  Se mire por donde se mire, quieran ellos darle las vueltas que quieran, esto es increíble, inaceptable, bochornoso, desolador, dramático… y así podría seguir hasta casi quedar sin aliento. Es más, creo que aquí podría finalizar este artículo. Al sinsentido y la falta de humanidad no es necesario darle muchas vueltas.

Es fundamental en un asunto como este saber bien de qué estamos hablando y, sobre todo, de quién estamos hablando. Y en este caso lo hacemos de personas y de sus derechos, pero no de personas en cualquier situación; lo hacemos de personas débiles, frágiles, dependientes. Personas que en su día a día dependen de los cuidados y atenciones de otras, familiares y profesionales que en la mayoría de las ocasiones tampoco se ven apoyados ni protegidos. Y ante esa debilidad nos encontramos continuamente con la tiranía de unas instituciones que con sus trabas van privando lentamente a estas personas de una vida digna.

Debido al envejecimiento poblacional  el Alzheimer es una “bomba de relojería” que las administraciones y los políticos tienen en sus manos

Les hablaré por ejemplo del Alzheimer, una de las enfermedades que más está afectando a nuestros mayores y que como tantas veces le he escuchado a mi amiga Concha Mena, presidenta de la Asociación Democrática Asturiana de Familias con Alzheimer, es una “bomba de relojería” que las administraciones y los políticos tienen en sus manos, en clara alusión al envejecimiento poblacional y al consiguiente aumento de casos. Y no se equivoca. Uno de cada cuatro hogares en España cuenta con un familiar enfermo de Alzheimer y eso puede suponer para cada familia un coste anual de unos 31.000 euros. Con estos datos es fácil entender que en la mayoría de los casos detrás de una persona afectada por la enfermedad están sus familiares, personas que no solamente se convierten en cuidadores sino que también son su fuerza y apoyo. Y sí, es normal considerar algo natural cuidar de un familiar enfermo pero no podemos olvidar que la persona que aplica los cuidados está supliendo en buena medida, y muchas veces a base de sacrificar su propio trabajo o sus propios recursos económicos, la responsabilidad de los sistemas sociales y sanitarios.

Unos 1.600 millones de euros sería el ahorro que se lograría atajando los problemas de las personas mayores en fase de fragilidad, sin esperar a la dependencia

¿Qué se debería de hacer? Por un lado, y ante los datos de un país donde la población envejece a pasos de gigante, invertir en nuestros mayores. El 40% de las personas mayores de 65 años en España se encuentran en fase de fragilidad física, el estadio previo a la dependencia. Y está demostrado que unos 1.600 millones de euros sería el ahorro que se lograría atajando los problemas de las personas mayores en esta fase de fragilidad, sin esperar a la dependencia, lo que contribuiría al mantenimiento del sistema. Y por otro lado, reconocer la figura del cuidador, el cual debería de ser objeto de atención preferente en las políticas de protección.

¿Y qué se hace? Poco o nada. Mucha teoría y poca práctica. Muchas reuniones, mesas redondas, palmaditas en la espalda y propuestas de pactos, pero a la hora de la verdad nada de nada. Todo son complicaciones y trabas, y ya desde los pasos iniciales. Ya solamente a la hora de reconocer la dependencia y solicitar ayudas, y tomo como ejemplo un caso real de alguien cercano, la cantidad de papeleos, médicos, test absurdos e impersonales, ventanillas, vueltas y mareos que uno tiene que sufrir en un proceso que ya es duro de por sí invita a salir del sistema antes de que ellos decidan abrirte o no la puerta. Si eso hacen con lo inicial y aparentemente sencillo no podemos aspirar a que miren más allá o a que piensen e inviertan en un futuro mejor y más rentable para todos.

En temas como el reconocimiento de los derechos humanos de las personas con discapacidad y sus familias las cuestiones partidistas deberían de quedarse al margen

Especial atención merecen también aquí las personas con discapacidad, castigadas en la Ley de Dependencia con, entre otras cosas, un injusto copago que no hace otra cosa que perjudicar a un colectivo que ya tiene suficientes dificultades familiares, estructurales y económicas. Es muy lamentable que haya tenido que ser una Iniciativa Legislativa Popular, lanzada por el Comité Español de Representantes de Personas con Discapacidad (Cermi) y apoyada por 740.000 firmas, la que agite las conciencias de nuestros políticos y los ponga de acuerdo para que el Congreso vuelva a abordar esta ley y se busque una solución a todas sus lagunas. Veremos a ver en lo que queda finalmente la buena intención y las bonitas palabras de nuestros representantes (hay motivos de sobra para desconfiar), pero miren, no se trata de otra cosa que de defender el reconocimiento de los derechos humanos de las personas con discapacidad y sus familias. En esto, como en tantas cosas, las cuestiones partidistas deberían de quedarse al margen.

Ahora bien, conviene recordar que si todo esto sucede es fruto de las decisiones de ellos, de los que mandan, de todos esos que están mucho más preocupados por sus congresitos y sus batallas internas, por sus sillones y sus sueldos, por sus apariciones y declaraciones en los medios de comunicación, o simplemente por aparentar que hacen algo, que por los problemas reales de aquellos que les sentaron en sus poltronas. Y no, no me vengan aquí y ahora con la demagogia. Tomar decisiones jamás debería de estar unido a la falta de escrúpulos y a la ausencia total de principios. Mientras ellos recortan sin priorizar y sin piedad, mientras hablan de pactos pero no hacen absolutamente nada, mientras incumplen sistemáticamente todo lo prometido, la gente se muere, así de claro, así de cruel.

Lamentablemente, este es el país que han querido y siguen queriendo los que nosotros hemos elegido en las urnas. La culpa de esto es de ellos… pero también es nuestra.

* Dependencia: estado de carácter permanente en que se encuentran las personas que, por razones derivadas de la edad, la enfermedad o la discapacidad, y ligadas a la falta o la pérdida de autonomía física, mental, intelectual o sensorial, precisan de la atención de otra u otras personas o ayudas importantes para realizar actividades básicas de la vida diaria o, en el caso de las personas con discapacidad intelectual o enfermedad mental, de otros apoyos para su autonomía personal (Definición recogida en la Ley 39/2006, de 14 de diciembre, de Promoción de la Autonomía Personal y Atención a las personas en situación de dependencia de España.)