Las mujeres no somos un porcentaje; las mujeres no somos una cuota; las mujeres no somos un colectivo. Las mujeres, junto con los hombres, conformamos la sociedad.
Los derechos de las mujeres no dependen del número de mujeres con el que participemos en la conformación de la sociedad. Los derechos de las mujeres, como los de los hombres, nos son reconocidos por nuestra condición de ciudadanas y están consagrados en las leyes democráticas, en nuestro caso en la Constitución Española.
si las condiciones en las que se encuentra el bien a proteger no son iguales hay que actuar para corregir la anomalía
Dado que el derecho a la libertad, a la igualdad, a la no discriminación… es idéntico para hombres y mujeres, si las condiciones en las que se encuentra el bien a proteger no son iguales hay que actuar para corregir la anomalía. Es lo que en el mundo democrático se conocen como leyes de discriminación positiva. Las leyes de discriminación positiva no han de tener otro objeto que garantizar para todos los ciudadanos el ejercicio efectivo de los derechos que les son reconocidos como tales. No solo es un principio de justicia elemental; con la igualdad- entre hombres y mujeres, entre ciudadanos que viven en una parte u otra de nuestro territorio- gana toda la sociedad.
Iguales en derechos, iguales en oportunidades.
Las mujeres no somos mejores que los hombres; ni peores: somos diferentes. Por eso la sociedad se enriquece cuando compartimos responsabilidades tanto en la esfera de lo público como en la privada. Es lo que se llama mestizaje.
Si la sociedad está compuesta por hombres y mujeres lo natural es que esté dirigida por hombres y mujeres. Cada cual según sus capacidades, todos en igualdad de condiciones de acceso, sin filtros previos en razón del sexo.
Hoy nadie puede apelar a la falta de formación, de preparación, de cualidades, de capacidad… de las mujeres para explicar algunas cifras sorprendentes
Hoy nadie puede apelar a la falta de formación, de preparación, de cualidades, de capacidad… de las mujeres para explicar algunas cifras sorprendentes. Luego habremos de aceptar que hay un freno previo -unas veces más sutil que otras- que dificulta que hombres y mujeres asuman con normalidad funciones de responsabilidad. Si no existiera una especie de censura previa, ¿cómo se explicaría que siendo las mujeres mayoría entre los estudiantes universitarios, mayoría entre los docentes (el 96,/% en educación infantil, el 41,3 en universitaria), solo haya 20 mujeres rectoras entre las 81 universidades de la Red y que solo una haya sido Presidenta de la Conferencia de Rectores?
Si no existiera una suerte de tradición, teniendo en cuenta la cantidad y calidad de mujeres catedráticas, escritoras, ensayistas… ¿cómo explicaríamos que de los 483 académicos de la historia de la RAE solo 11 hayan sido mujeres… y que actualmente, de 46 que la componen, solo 8 sean mujeres?
Si no fuera porque es un mundo tradicionalmente de hombres y esa costumbre perdura, ¿cómo explicaremos que, a pesar de que existe un gran número de mujeres periodistas muy acreditadas, de los 25 principales diarios españoles solo el 28% de los directores sean mujeres?
Hay sin embargo unas cifras en las que, desgraciadamente, las mujeres seguimos siendo apabulladoramente mayoritarias: las cifras sobre víctimas de la violencia a manos de sus parejas o ex parejas. En el informe del Consejo General del Poder Judicial que abarca los años 2008/2015 se constata que durante ese periodo 58 hombres y 448 mujeres han sido asesinados por sus parejas o ex parejas. Entre los años 2011 y 2016 se han dictado 259 sentencias condenatorias por violencia machista y 47 sentencias condenatorias por violencia en el ámbito familiar; en las primeras las víctimas son mujeres; en las segundas las víctimas son hombres. Y en lo que llevamos de año 49 mujeres han sido asesinadas por sus parejas o ex parejas; más que en todo el año 2018. Como comprenderán yo no aspiro a empatar en este ratio con el número de hombres asesinados; lo señalo como uno de esos elementos que confirman que hay que actuar de forma extraordinaria ante situaciones extraordinarias. Las mujeres (y los niños, y los ancianos, y las personas con alguna discapacidad) están en mayor situación de riesgo y por eso requieren de protección especial.
Para luchar contra esta la violencia se requiere algo más que leyes, por muy importante que estas sean. Se requiere educación, se requiere pedagogía, solidaridad activa de los entornos, de las familias, de las empresas, de los centros escolares… Se requiere una infraestructura de apoyo, de reacción, de seguimiento. Medios materiales, medios humanos. Formación específica a los policías, a los jueces. Sí, también a los jueces, a los fiscales… De nada sirve cambiar la denominación del Juzgado, de la unidad, de la fiscalía… si la nomenclatura no va acompañada de una formación especial que permita a quienes se encuentran con las víctimas – ya sea en un proceso de separación o ante una denuncia- detectar que estas lo son. La mayoría de las veces hay años de calvario antes de que una mujer pase a engrosar la lista de fallecidas. En muchísimas ocasiones las víctimas lo son de una violencia sicológica -mucho más difícil de probar pero no tan difícil de detectar si los jueces o fiscales no tuvieran tanta prisa por resolver y archivar el expediente y pasar al siguiente- que les destruye la vida a veces para siempre. El maltrato sicológico es, hoy por hoy, una de las lacras más crueles y de las que con mayor facilidad se libran los verdugos.
Este es un ámbito en el que es particularmente vital que hombres y mujeres trabajemos juntos. Esto no va de sexos, ni de géneros, ni de derechas, ni de izquierdas. Va del tipo de civilización que queremos ser, del tipo de sociedad que queremos construir.
Y para acabar, y por eso de que estamos ante unas inminentes elecciones, hablemos de las mujeres en el ámbito de la política
Y para acabar, y por eso de que estamos ante unas inminentes elecciones, hablemos de las mujeres en el ámbito de la política. Más allá de los discursos feministas de que hacen gala en campaña todos los partidos políticos, particularmente los llamados de izquierdas que además son excluyentes – recuerden aquello del “no bonita, no….” de la Vicepresidenta Calvo-, miren ustedes la plancha de candidatos a la presidencia del Gobierno: todos hombres. Y, para rematarlo, los machos alfa proponen que se celebre un debate de mujeres. Es una forma de demostrar que en la política española son los machos alfa los que mandan y son ellos quienes mandan a las mujeres a debatir de sus cosas… Si no recuerdo mal nunca hubo debates de mujeres… hasta que llegó la nueva política. Yo fui candidata a la Presidencia del Gobierno de España en nombre de UPyD y no pude debatir con los candidatos de otros partidos: teniendo derecho -y grupo parlamentario- nunca me invitaron. Y jamás hubiera ido a un debate de mujeres.
Acabo por donde empecé: esto no va de cifras, va de derechos. Las cifras sirven para fotografiar la realidad, pero no para cambiarla. Si no nos gusta lo que reflejan estas cifras habrá que hacer algo, ¿no?. Pues, o lo hacemos entre todos… o nada cambiará. Y perderemos todos.