Liderazgo femenino - Carmen Alvarez Vela

Nunca creí que unas palabras del Sr. Hernando -D. Rafael-, pudieran dar para algo más que para una chanza o un chascarrillo. Y es que, del Partido Popular de Rajoy, es de los políticos más mediocres e insulsos que hay, cosa esta difícil de conseguir ante una competencia tan feroz.

Pero en esta ocasión unas declaraciones suyas, fútiles como tantas, dan lugar a dedicarle a los políticos podemizados, entre los que veo que también se encuentra ese señor -en ese eterno complejo de la derecha de querer parecer de una izquierda que, a su vez, no tiene nada que ver con la auténtica izquierda-, unas palabras que no son más que fruto del hartazgo de que utilicen a la mujer para hacer política, para ser modernos.

Optó el Sr. Hernando por ser políticamente correcto, por ser moderno, por parecer progre

Preguntado el ínclito por su preferencia a la hora de elegir candidato a la presidencia del partido -supongo que haciendo una pirueta con doble salto mortal con la que descartar al Sr. Casado sin acritud y, al mismo tiempo, no entrar en la refriega Sáenz de Santamaría vs Cospedal- optó el Sr. Hernando por ser políticamente correcto, por ser moderno, por parecer progre, descolgándose con un «creo que sería bueno tener un liderazgo femenino en el partido”.

Oído esto por casualidad de mi sempiterna radio encendida de fondo, le hubiera preguntado en ese momento: ¿por qué Sr. Hernando? ¿Por qué sería bueno un liderazgo femenino? ¿Porque ya toca? ¿Porque se lleva? ¿Le da igual cualquier mujer con tal de que lo sea?

Comprendo que resulto a menudo impertinente con este tipo de preguntas -y con otras también-, pero esto me llevó a pensar en el feminismo y a hacer ciertas reflexiones.

Yo soy feminista. Cualquier persona normal es feminista

Yo soy feminista. Cualquier persona normal es feminista, entendiendo el término tal y como lo define la RAE: movimiento que exige para las mujeres iguales derechos que para los hombres. Derechos iguales, obligaciones iguales, igualdad plena ante la ley. De tal forma que cualquier conculcación del derecho de una mujer sea susceptible de ser llevado a los tribunales y tratado de la misma manera que si se tratara de un hombre. Doy gracias mil a todas aquellas feministas que nos precedieron para que hoy en día esto sea una realidad. Ha sido un larguísimo camino. Pero, en España, ya somos iguales ante la ley -con algunas excepciones terribles que obvian la presunción de inocencia para los hombres, pero ése es otro tema- y éste era el objetivo.

Revisemos pues, a raíz de la demagogia que vivimos en los últimos tiempos a costa de las mujeres, nuestra idea de igualdad y comprendamos que la clave del principio de igualdad radica principalmente en la «no discriminación», entiéndase: tanto negativa como positiva.

No queremos llegar a ningún sitio por conveniencia o estética política, sino porque somos idóneas para ello

Por eso, no somos pocas las mujeres que rechazamos la discriminación positiva en forma de cuotas y de paridad. Tenemos tan arraigado el hecho de que somos iguales que los hombres, que aportamos como méritos para un puesto, única y exclusivamente, los que cada una tiene en virtud de su formación, su talento, sus habilidades y su inteligencia. No queremos llegar a ningún sitio por conveniencia o estética política, sino porque somos idóneas para ello, porque somos las personas adecuadas para ese cargo.

Sr. Hernando, me dirijo a usted y a todos los que dicen querer feminizar la política como solución a todos los males. Eso les servirá con un tipo de electorado, no lo dudo, pero están ustedes desfasados. Nosotras no nos levantamos por la mañana pensando que como mujeres nuestro deber es conquistar el mundo. Nos levantamos como cualquier ser humano, pensando en nuestras obligaciones diarias, que no son pocas. Igual que los hombres.

Despierten, ha llegado el tiempo de la igualdad real y efectiva, interpretada ésta como la posibilidad de que las mujeres tengan las mismas dificultades y las mismas facilidades que los hombres para alcanzar sus objetivos vitales en libertad. Ya sea su objetivo ser presidente del gobierno, abogado, médico o ama de casa. Libertad se llama.

Ésta no es la década de las mujeres, ni el siglo de las mujeres. Quisiéramos todos que fuera el siglo del ser humano, en el que se erradique todo tipo de discriminación

La condescendencia de poner a una mujer en un cargo de responsabilidad por razones de cuota es ofensiva. No hemos dejado de ser floreros para convertirnos en jarrones. Ésta no es la década de las mujeres, ni el siglo de las mujeres. Quisiéramos todos que fuera el siglo del ser humano, en el que se erradique todo tipo de discriminación por razón de raza, sexo, religión o cualquier otro motivo. Decía Campoamor que la definición de feminismo indica la realización de la mujer en todas sus posibilidades, por lo que debiera llamarse humanismo.

También en su discurso ante las Cortes en el que defendió el sufragio universal, Clara Campoamor, auténtica feminista que pagó bien cara su militancia, afirmó: “yo, señores diputados, me siento ciudadano antes que mujer, y considero que sería un profundo error político dejar a la mujer al margen de ese derecho…”. “Me siento ciudadano, antes que mujer”, no creo que fuera muy partidaria de la perspectiva de género que pretende impregnarlo todo -incluso el ámbito jurídico- y que supondría retroceder nada menos que un siglo en los logros de la mujer.

El auténtico feminismo no ha querido nunca un estatus especial para la mujer, ha querido que sea reconocida como ciudadana, como sujeto de derechos políticos al igual que los hombres. Puesto que ya lo hemos logrado, es responsabilidad de cada una hacer lo que quiera con su vida.

La discriminación positiva no deja de ser otra forma de tutela, de dominio y de sumisión. Vuelve a infantilizar a la mujer. La gran Emilia Pardo Bazán dio en el clavo, como en muchas otras ocasiones, en este tema: “la liberación de la mujer sólo puede lograrse por medio de una educación completa y sólida que la libre de su eterno infantilismo”. Logrado este objetivo, trátennos como a iguales, no como a víctimas indefensas porque, como ustedes bien saben, no lo somos.