La uber-democracia - Alfonso Valero

El Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha decidido este 25 de octubre que la libertad de expresión puede limitarse penalmente cuando esta puede distorsionar la convivencia entre las religiones. En el caso en cuestión, el TEDDHH evaluaba si una sentencia condenatoria por parte de los tribunales criminales austriacos limitaba la libertad de expresión de la apelante, quien, entre otras cosas, había dicho que el profeta Mahoma era un pederasta por haberse casado con una menor. Los tribunales austriacos consideraron que tal expresión, en las circunstancias que se dieron, constituía una expresión insultante y que por lo tanto podía alterar la paz religiosa. El Tribunal consideró apropiada la sentencia dado que la libertad de expresión no se puede exceder hasta el punto de causar esa alteración de la paz entre las religiones. La sentencia, que habrá de ser valorada en profundidad por los expertos en esa área del derecho, viene a incidir en una polémica muy actual de la sociedad: los límites del consentimiento o la voluntad individual y la convivencia social.

En esta neo-democracia, la voluntad es dogma. Curiosamente, no es la voluntad individual, como en las democracias liberales, sino la voluntad del pueblo, que tiene todavía más peso

En los últimos tiempos hemos asistido a propuestas normativas para requerir consentimiento expreso y reiterado para las relaciones sexuales, a defensas del del derecho a decidir (autodeterminación territorial), a pedagogos que reclaman que los estudiantes de cualquier edad decidan los contenidos de sus estudios, a quien dice que la leche de vaca es el resultado de una violación y por lo tanto no se debería permitir beberla y a la propuesta de despenalización de los delitos de odio religioso. Todas y cada una de esas medidas vienen revestidas con un aura de democracia. Es más, tan democráticos son sus fines que no se puede hablar ya de democracia, sino de una superación de la misma: la über-democracia.

En esta neo-democracia, la voluntad es dogma. Curiosamente, no es la voluntad individual, como en las democracias liberales, sino la voluntad del pueblo, que tiene todavía más peso. El pueblo reclama que para que un hombre y una mujer (es de suponer que se extiende a relaciones entre el mismo sexo, pero no es seguro) mantengan relaciones sexuales, debe haber una constante reiteración del consentimiento. Por lo tanto, estar en contra de esa voluntad popular es, innegablemente, anti-democrático; o facha, como prefieran. El pueblo reclama su derecho a decidir por el futuro de la tierra que ocupa, por lo que cualquier consideración ajena es simplemente ser un opresor y un dictador; o facha, si prefieren. Los escolares deben poder determinar el contenido de sus estudios porque ellos saben mejor que el profesor lo que saben y necesitan saber. Lógica aplastante; tanto que, si alguien discrepa, es un reaccionario y anclado en métodos arcaicos; o facha, siendo breves. El pueblo, que claramente ha superado instituciones de la caverna como la monarquía y la religión, puede manifestarse en contra de las mismas sin que eso pueda causar ofensa; si alguien se ofende por ello, claramente es una mente que mira a tiempos oscuros de la humanidad; o facha, por eficiencia lingüística.

Esta über-democracia esconde una aparente lógica. Dado que si democracia es el poder del pueblo que se manifiesta a través de sus representantes, tanto en cuanto esa voluntad se puede manifestar de forma instantánea (por medio de tecnología), sólo una democracia que tiene esa capacidad de adaptación inmediata es una democracia de verdad. Por poner un ejemplo, si una norma dice que determinada conducta no es agresión sexual, sino abuso sexual, y esa norma es el resultado de la voluntad del pueblo (aprobado a través de sus representantes en el Parlamento), lógicamente se podrá derogar la misma norma si el mismo pueblo sale a la calle (esta vez sin representantes intermedios) para expresar su nueva voluntad. El argumento, desde luego, parece entroncar con el espíritu de la democracia, esto es, la voluntad de la mayoría. El pueblo es el gobierno y no hacen falta los mecanismos de control y supervisión porque, al fin y al cabo, todo se reduce a la voluntad popular y estar en contra del pueblo es ser anti-demócrata .

Se está obviando que existe otra parte cuya voluntad se sacrifica en favor de la otra que se considera superior. Esa es la diferencia entre la democracia y la über-democracia

Sin embargo, la posición de la über-democracia es una falacia. En primer lugar, porque no se intenta considerar la contradicción inminente entre las diferentes voluntades de la sociedad, sino generar emociones. Son juicios sumarísimos sobre acontecimientos que causan respuestas emocionales: un cazador que ha matado al león insignia de Zimbabue es identificado para que reciba el merecido que la sociedad determine, los niños no tienen que tener deberes y democracia es votar… Con estas afirmaciones se está obviando que existe otra parte cuya voluntad se sacrifica en favor de la otra que se considera superior. Esa es la diferencia entre la democracia y la über-democracia. En esta última se quieren reducir las instituciones a una: la voluntad del pueblo que se formule de forma inmediata; en aquélla, las instituciones democráticas generan filtros que depuran y dan forma a esa voluntad por medio de la ley. La ley es la expresión de la voluntad popular que como consecuencia de pasar por el tamiz de las instituciones democráticas se acepta por la mayoría de la ciudadanía como justa.

La über-democracia se presenta como una voluntad sin cortapisas y sin limitación espacio o tiempo; lo mismo se condena a un dictador de un país lejano que se decide acabar con instituciones históricas porque se consideran caducas. Y por eso mismo no es representativa ni democrática: la democracia es necesariamente el resultado de poner en la balanza el conjunto de las voluntades individuales, no una apisonadora de las mismas.