En el panorama educativo español pueden señalarse numerosos males que permanentemente nos acechan y no contribuyen a la mejora escolar que los ciudadanos demandamos para nuestros niños y jóvenes. En este artículo me detendré en uno de ellos: muchas de las decisiones que se han tomado y se toman en educación se basan en ideología, opiniones y/o propuestas con escasa o nula fundamentación científica (cuando no contrarias a los dictados demostrados sistemáticamente en los estudios internacionales), tanto por parte de los gobiernos como de los profesionales de la educación, con negativas consecuencias.
La politización de las decisiones educativas y de la investigación es tanta que cuesta separar el grano de la paja
Del mismo modo que en medicina se investiga cómo prevenir enfermedades, cómo potenciar hábitos de vida saludable, cómo afrontar dolencias, la efectividad de diferentes tipos de curas, etc., y todo ese conocimiento se difunde a nivel internacional (y nos parece que así debe ser), se investiga en todos los campos del saber, incluida la educación. Sin embargo, el uso que se hace de la producción científica varía notablemente entre los campos del conocimiento. Cuando se descubre en el campo de la salud que los ojos se pueden operar con láser, la medicina internacional se reorganiza con relativa rapidez para incorporar ese descubrimiento. En el campo de las ingenierías, cuando se descubre una técnica para excavar túneles o edificar puentes que supera a las anteriores, asimismo, se incorpora el descubrimiento. Sin embargo, en el campo de la educación en España esto rara vez sucede: la politización de las decisiones educativas y de la investigación es tanta que cuesta separar el grano de la paja.
Siempre que he explicado a ciudadanos de a pie cómo se realiza, se gestiona y se difunde la investigación educativa en el panorama internacional han puesto cara de asombro y de interés porque estamos tan habituados a vivir entre mitos que pensar que puede haber conocimiento científico en el campo educativo parece un imposible. Pues no lo es.
El conocimiento científico de la educación y la ideología
De hecho, cualquiera que conozca y tenga acceso a bases de datos de investigación científica se maravillará al ver la elevadísima producción científica existente al respecto, la diversidad de áreas y temas de estudio, la notable variedad de métodos de investigación, la infinidad de revistas científicas disponibles, su notable calidad y su nula politización. Si en España comenzáramos a tomar todas las decisiones (tanto los gobiernos como los profesionales) tras documentarnos seriamente leyendo los estudios que se hacen a nivel internacional para desarrollar prácticas educativas basadas en evidencias demostradas en los estudios científicos, provocaríamos una mejora educativa sustancial.
Hay mucho desconocimiento de la investigación científica educativa y, por tanto, mucha invasión de opiniones y mitos pedagógicos
Si preguntamos hoy a nuestros gobernantes y a nuestros profesionales de la educación por las principales editoriales de monografías educativas, las mejores revistas científicas de educación y las bases de datos más relevantes para documentarse, la inmensa mayoría las desconocen. En el mejor de los casos puede sonarles algo a nivel nacional, lo cual con toda probabilidad estará teñido de alguna ideología. Hay mucho desconocimiento de la investigación científica educativa y, por tanto, mucha invasión de opiniones y mitos pedagógicos que no ayudan a mejorar nuestro sistema educativo, sino a seguir intoxicándolo.
Mostraré un ejemplo que ayude a entender mejor esto. En la Educación Infantil, Primaria y Secundaria en España ha triunfado el concepto de “atención a la diversidad”. Casi nadie se atreve a cuestionarlo (entre otras cosas porque muchas personas viven de ello) aunque sería más correcto denominarlo “atención al alumno que presenta dificultades”. Efectivamente, atención a la diversidad suena mejor, aunque no represente lo que se hace: se debe atender a la diversidad, todos los niños con independencia de su sexo, edad, capacidades, origen social, nacionalidad, etnia, etc. deben ser atendidos por el sistema educativo. Sin embargo, bajo este concepto caben cientos de prácticas educativas, tanto las que promueven su éxito como su fracaso. La investigación internacional ha demostrado que las prácticas que logran los mejores resultados son aquellas que se basan en los principios de diálogo, inclusión, participación, colaboración e innovación para todos los alumnos (todos, sí, todos), en materia de diversidad y en todas las demás (lectura, ciencias, cálculo, idiomas, lo que sea).
En España, sin embargo, nuestra atención a la diversidad (y así podríamos examinar otras áreas) no tiende a basarse en estos principios de manera natural, más bien al contrario: se priva a los alumnos con más dificultades del contacto con su grupo de referencia en las aulas de apoyo (negándoseles el diálogo con compañeros más avanzados y su profesor de referencia) para aislarlo con un especialista de Pedagogía Terapéutica en Primaria (individualmente o con otros alumnos con necesidades), o introducir al alumno en programas específicos como el antiguo Programa de Diversificación Curricular, el actual Programa de Mejora del Aprendizaje y Rendimiento en Secundaria o la Educación Compensatoria (que es la vía empleada por parte de muchos centros para escolarizar separadamente al alumnado gitano).
Falta diálogo con el alumnado y las familias (se les informa de decisiones, pero las prácticas las deciden los centros), falta inclusión (se les aparta de los grupos de referencia para que el docente avance sin obstáculos), falta participación y colaboración (los alumnos aprenderían más si contasen con dos profesores por aula, se potenciase más el aprendizaje mediante tutorías entre iguales, etc.) y falta innovación (las prácticas de atención a las dificultades suelen reducir contenidos limitando las expectativas del alumnado y basarse en prácticas académicas tradicionales o la realización de “folclore didáctico”). Ni nos sorprende que no pocas veces se hable de la creación de grupos flexibles (agrupaciones de alumnos por nivel de competencia) como innovación pese a que sólo logre el éxito de los ya de por sí exitosos y cronifique el fracaso de los que tienen mayores dificultades.
En España el modelo potenciado por los gobernantes y los centros educativos impide el diálogo, potencia la exclusión, no potencia la participación ni la colaboración, ni apuesta por el aprendizaje “de máximos” desde la innovación
La investigación internacional ha demostrado el enorme interés del aprendizaje cooperativo, la tutoría y ayuda entre iguales, los apadrinamientos entre alumnado, etc. para la atención a la diversidad y para todo el alumnado. Sin embargo, en España el modelo potenciado por los gobernantes y los centros educativos (salvo honrosas excepciones) impide el diálogo, potencia la exclusión, no potencia la participación ni la colaboración (de profesionales y de alumnado), ni apuesta por el aprendizaje “de máximos” desde la innovación.
Cuando una persona cuestiona la atención a la diversidad u otras claves del sistema educativo siempre hay alguien que dice que faltan recursos materiales y humanos, que las ratios profesor/alumno son elevadas o que no hay estabilidad normativa, instalándonos a todos en una especie de queja e insatisfacción constante imposible de satisfacer que no es sino el lenguaje del derrotismo para llevar el asunto a la arena política, ideológica y de opinión sin entrar en el debate sobre la base profesional de las decisiones que previamente se han tomado sobre cómo idear y ejecutar las acciones de atención a todos los niños para que desarrollen su máximo potencial.
Información de calidad sobre educación de calidad
Aunque como vemos a diario hay una gran desconexión entre la investigación, la educación y la política en gran número de países, no sólo en España, con indeseables efectos, esto tiene solución porque la información existe, solo hay que acercarse a ella (en algunos casos, traducirla del inglés) y tener la voluntad de guiarse por sus resultados, obviando intereses partidistas o ideológicos. Si de verdad queremos una educación de calidad éste es el primer paso.
Otra cosa es que se quiera, pero desde luego, en el panorama educativo internacional hoy en día existen relevantes esfuerzos por evaluar las prácticas educativas y determinar su valía con criterios científicos. Animo a los lectores a visitar estas webs donde se facilita información útil a docentes y gobiernos para tomar decisiones fundamentadas en las investigaciones y experimentaciones realizadas:
- What Works Clearinghouse: http://ies.ed.gov/ncee/wwc/
- The EPPI-Centre: https://eppi.ioe.ac.uk/cms/
- The EIPPEE Network from the European Commision: http://www.eippee.eu/cms/Default.aspx?tabid=3318
- The Center for Evidence-Based Education: http://www.cebe.us/
- Campbell Collaboration: http://www.campbellcollaboration.org/
- Best Evidence Encyclopedia: bestevidence.org
- Web of Science: webofscience.com (acceso restringido)
No estaría de más empezar a afrontar decisiones de gran calado que hasta ahora se han desestimado, pese a que se hacen en países punteros
Los gobiernos y los profesionales de la educación si realmente quieren mejorar la educación deben comenzar a abandonar la ideología en materia educativa y pasar a documentarse con profesionalidad antes de hacer propuestas y de llevarlas a cabo. No estaría de más empezar a afrontar decisiones de gran calado que hasta ahora se han desestimado, pese a que se hacen en países punteros. Señalo cuatro que han sido divulgadas en estos medios internacionales tan desconocidos, pero potentes: (1) realizar un reclutamiento de los mejores alumnos en la Educación Secundaria postobligatoria para que estudien carreras de educación, (2) hacer atractiva la formación del profesorado basándola en evidencias científicas que ayuden al sistema educativo a avanzar, (3) implementar políticas serias de evaluación del desempeño docente, y (4) una formación permanente basada en seminarios horizontales estables en el tiempo donde se promueva la lectura profesional.
No olvidemos que la mayor parte de los cursos de formación del profesorado ignoran la bibliografía internacional y carecen de la actualización científica pertinente, convirtiéndose en meros foros en donde se intercambian ideas o experiencias docentes no refrendadas científicamente. Los países que han apostado claramente por crear sistemas educativos competentes y competitivos han afrontado decisiones sobre el reclutamiento, la formación inicial, el desempeño y la formación permanente en base a resultados científicos, generando políticas y prácticas educativas en pro de la mejora educativa. En el último congreso internacional al que asistí sobre formación del profesorado pude comprobar cómo España está varios pasos por detrás de muchos países en todos estos asuntos, sintiendo cierta vergüenza. Pero la buena noticia, repito, es que España puede y debe avanzar.
Cuando la ciudadanía sepa que existen políticas y prácticas educativas evaluadas a nivel internacional demandarán que las mejores se desarrollen en España. Pero, ante todo y sobre todo, nuestros niños y jóvenes necesitan y se merecen recibir una educación de la máxima calidad. Si la investigación ha demostrado que hay políticas y prácticas que están mejorando notablemente las diferentes realidades escolares, ¿por qué no difundirlas y desarrollarlas al máximo y cuanto antes? ¿Algo acaso justifica que las prácticas educativas se basen en opiniones o ideologías?