Pedro Insua nació en Vigo en 1973 y se licenció en Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid en 1997. Actualmente ejerce como profesor de Filosofía y es uno de los discípulos más destacados del profesor Gustavo Bueno, fallecido en agosto de 2016 y autor principal del sistema denominado Materialismo Filosófico.

Profundamente comprometido con su pensamiento, Pedro Insua escribe en diferentes medios de comunicación artículos de opinión de los que no pasan desapercibidos, entrando a fondo en las cuestiones más candentes y controvertidas de la política de nuestro país. También participa asiduamente y sin pelos en la lengua en numerosos programas de radio y televisión.

En esta entrevista le preguntamos sobre su libro recién publicado 1492: España contra sus fantasmas, editado por Ariel y a la venta en las librerías desde el pasado 15 de mayo. Pedro Insua empieza su libro con una cita de León Trotski: “Hasta que no está todo perdido, nada está perdido”. Esperemos que los sueños y propósitos del autor de este más que interesante libro tengan mejor final que el que tuvo el famoso judío, político y revolucionario ruso, finalmente represaliado y asesinado por sus propios camaradas.

En el libro analizas lo que denominas tres hitos temáticos que, vinculados a la fecha de 1492, son recurrentes para alimentar la idea de una España negra. Se trata de la derrota y extinción de al-Andalus (conquista de Granada), el aniquilamiento y expolio americano (descubrimiento de América) y la segregación de Sefarad (expulsión de los judíos a instancias de la Inquisición). ¿Cuál es tu propósito al abordar estas tres cuestiones? 1492 es una fecha que, fundamentalmente, pone fin a la presencia política (que no social, pues los moriscos continuarán durante un siglo y pico) del islam en la península, a la vez que se abre el horizonte americano para el imperio español. Y ello además en el momento en el que la población conversa de judíos tiene que lograr la paz social con su integración de pleno derecho. Estos tres acontecimientos, claves para la historia de España, pasados por la historiografía del siglo XIX y XX creemos que han sido muy mal interpretados, en función de distintos intereses, políticos, ideológicos, ajenos a la Historia. La intención es poner de manifiesto cómo han sido instrumentalizados, y fijar su significado histórico liberándolos de su desquicie, sobre todo, negrolegendario.

La Historia, en cuanto que ciencia, tiene que ver con la verdad proveniente de esos documentos y monumentos

El posmodernismo ha pretendido diluir las disciplinas –todas, no solo la Historia– en un “relato” en el que la “verdad” queda reducida a la “retórica victoriosa”, por así decir: es verdadero aquello que consigue imponerse como tal, sin tener en cuenta si existe o no base alguna. Digamos que el “pasado” es una “narrativa” cuyo valor de verdad se resuelve íntegramente en el presente, siendo el presente el que se “inventa” ese pasado en función de intereses políticos o ideológicos. Sin embargo, nosotros creemos que en el presente existen unos materiales, que son los documentos y monumentos elaborados en un pasado ya acabado, definido, que no se pueden “inventar”, que están ahí y que la historia, en cuanto que ciencia, tiene que ver con la verdad proveniente de esos documentos y monumentos. Gustavo Bueno escribió un artículo, llamado “Reliquias y relatos” sobre este asunto, que está en la base de lo que nosotros afirmamos en relación a la Historia como disciplina científica. Por mucho margen de interpretación que haya en el relato histórico, éste, si es histórico, no puede eludir la documentación (los archivos).

La idea de España, como demuestra Maravall en El concepto de España en la Edad Media, ya estaba ahí, en los documentos, a partir del siglo VIII, y por mucho que exista margen a la interpretación, insistimos, esos documentos no pueden ser eludidos, a riesgo de que el relato deje de ser histórico para convertirse en ficticio.

Este libro, pues, reclama, entre otras cosas la idea de verdad histórica, y quiere ser prueba de ello. La verdad histórica de España, del imperio español que tiene en 1492 la fecha fundacional.

El problema no está en Cataluña, o no solo, sino que sobre todo el problema está en Madrid

Consideras que las opiniones y juicios negativos sobre la historia de España que llegan a cuestionar la propia justificación de nuestra existencia como Estado ya no solo están presentes en multitud de ámbitos de la cultura, sino que han penetrado también en el seno de los actuales órganos representativos de la soberanía nacional española. ¿Cuáles citarías como principales muestras de dicha afirmación y cuál es tu diagnóstico sobre las consecuencias futuras de tal situación? El propio hecho de que determinados partidos políticos, así se les considera con todos los honores, tengan como plan de acción política la disolución de España, considerado como “Estado opresor”, es una muestra clara de esto. Solo un Estado que tiene inoculado en su propia administración esta idea tan negativa de sí mismo puede soportar eso. Y, claro, lo que yo digo es que no puede soportarlo, o no puede soportarlo mucho tiempo. Aquí yo suelo citar a Spinoza, en su Tratado político, y así lo hago en el libro: “el Estado comete, pues, falta, cuando cumple o tolera actos susceptibles de arrastrarlos a su propia ruina”. Digamos que el problema no está en Cataluña, o no solo, sino que sobre todo el problema está en Madrid.

Aunque son tres los hitos temáticos abordados, diferencias en cuatro lo que denominas fantasmas que sirven para operar en contra de la cohesión de España: el fantasma de al-Ándalus, el de Sefarad, el de América y el de la Inquisición. ¿Qué nos dirías sobre cada uno de ellos para favorecer una mejor convivencia entre los ciudadanos españoles de hoy? Yo tampoco creo que en la Historia haya que buscar ninguna salvación de nada. Lo que la naturaleza política no da, la Historia tampoco lo presta. Aquí se trata de ajustar, desajustado por la leyenda negra, el relato sobre el pasado de España a la historia, a la documentación. Luego ya, en el caso de que el libro se lea, cada uno que entienda lo que le parezca (aunque yo soy bastante escéptico al respecto, y muchos verán en el libro un “relato” más, igual de sesgado que cualquier otro, cuando no lo es).

España, en tanto que Imperio universal, lo que hizo fue tratar de incorporar civilmente, con plenos derechos, a judíos, musulmanes y nativos americanos

En conjunto, por no hablar de uno en uno, estos temas prueban que España, en tanto que Imperio universal, lo que hizo fue tratar de incorporar civilmente, con plenos derechos, a judíos, musulmanes y nativos americanos. Es verdad que el tema americano es el más decisivo en este propósito (por eso en el libro se le dedican muchas más páginas), porque es ahí en donde España se consuma como imperio universal, de gran alcance, incorporando todo un continente que no estaba en los cálculos de nadie (tanto la lucha contra el islam como la expulsión de los judíos son acciones no exclusivas de España; realmente es el hecho americano el que da a esas otras dos acciones otro sesgo).

Adviertes que el peso negativo de una especie de ideología “negrolegendaria” que gravita sobre muchos ámbitos de la vida social española hace que, por pura necesidad, la actividad política de quienes defienden España esté orientada más a que sobreviva el Estado que a procurar el progreso y la prosperidad. ¿No te parece que este planteamiento puede contener un exceso de alarmismo o, por el contrario, crees que la amenaza de ruptura de España ha entrado en una fase determinante que impide el avance como país? No, el diagnóstico no me parece alarmista en absoluto. La amenaza de ruptura ya es secular en España y motiva aquellas palabras atribuidas a Bismarck (España es un país muy fuerte cuando llevan décadas intentando acabar con él y sin embargo ahí sigue –algo así decía el canciller alemán–). Ahora bien, con la Transición se ha concedido una vía de penetración institucional para las facciones que amenazan España y que ahora estamos viendo eclosionar. El estado autonómico ha sido el juguete que los padres de la patria han regalado a los separatistas para que, creyendo que con eso se entretendrían, dejaran de dar la matraca (un parlamentito, un gobiernito). Pero, claro, resulta que ahora estamos viendo que no quieren un juguete, quieren un estado de verdad, y resulta que tienen instrumentos administrativos para, haciendo palanca sobre ellos, poner a España en un brete importante. La amenaza separatista se ha convertido en un verdadero peligro.

“Emancipa y anexiona” es el lema con el que Inglaterra quiso operar sobre el Imperio español. Y el modo de emancipar es buscar la ilegitimidad de su dominio

Sitúas los orígenes de la mala reputación española en la guerra propagandística entre naciones rivales en la pugna por el dominio del mundo, debido a que España, imperio dominante durante más de tres siglos, no supo batirse bien en dicho terreno, pero, en todo caso, ¿cuáles son las causas de que los efectos de dicha propaganda negativa se hayan mantenido al alza hasta nuestros días? La explicación está en el siglo XIX, que en ese sentido ha sido devastador. El hecho de convertirse, al ir descomponiéndose, en pieza de caza de otras potencias (Inglaterra particularmente, pero también Alemania, Francia y EEUU), la Nación española de “ambos hemisferios” ha sido objeto de una propaganda en contra muy fuerte. “Emancipa y anexiona” es el lema con el que Inglaterra quiso operar sobre el Imperio español. Y el modo de emancipar es buscar la ilegitimidad de su dominio. El caso es que Inglaterra, a pesar de todo, apenas pudo sacar tajada, y ¿por qué?, pues porque, por la propia acción imperial de España, las naciones americanas ya estaban emancipadas, ya eran soberanas (no eran colonias como pensaban los ingleses –por reflejo de la acción de su propio imperio–), y por tanto, resistieron a los numerosos intentos de anexión inglesas (Cartagena de Indias, Buenos Aires, Manila, etc). EEUU quiso hacer lo mismo en 1898, pero tampoco le funcionó bien (sólo con Puerto Rico). Esto es un tema que trato con más profundidad en un libro que publiqué en la editorial Pentalfa que se llama Hermes católico (2013).

Por otro lado, su propia redefinición como sociedad política, España pasa de ser un Imperio a convertirse en una nación en sentido contemporáneo, produce una serie de ideologías (liberalismo, carlismo, federalismo, cantonalismo, etc.) cuya pugna generará mucho desgaste social e institucional. Una rivalidad ideológica que produce cinco guerras civiles, nada menos, en apenas algo más de un siglo (contando, como hacen muchos, con la guerra de Independencia como guerra civil).

Afirmas que esta visión negativa de España, azuzada en muchos momentos de nuestra historia, también se propagó intensamente a través de la educación básica y el bachillerato durante los todavía recientes años ochenta en los cuales tú eras un alumno más. ¿Consideras que la educación en España sigue jugando este mismo papel actualmente o ha cambiado? Sigue jugando el mismo papel, un papel fundamental, claro. La educación institucional, reglada, formal, es el modo de incorporar a las nuevas generaciones a la sociedad política. Es una invasión constante de barbarie la de las nuevas generaciones (la “barbarie vertical”, de la que hablaba Ortega), que hay que canalizar y articular a través de su instrucción y formación. Cualquier proceso de transformación social, más o menos reformista o revolucionario, pasa por la reforma de un plan de estudios (esta es la idea de Platón, que no puede ser más verdadera).

En España, sobre todo en determinadas regiones, existe una verdadera formación del espíritu nacional, pero nacional-fragmentario, es decir, un verdadero adoctrinamiento nacionalista

Pues bien, aquí, en España, sobre todo en determinadas regiones, existe una verdadera formación del espíritu nacional, pero nacional-fragmentario, es decir, un verdadero adoctrinamiento nacionalista (varios libros se han escrito al respecto, por ejemplo, los de Ernesto Ladrón de Guevara, o el de Pedro Antonio Heras, se me ocurren así a vuela pluma). Yo estudié en Galicia la versión nacionalista de la historia de España: los reyes católicos descabezando y capando (al decir de Castelao) a la nobleza “gallega” en la figura del mariscal Pedro Pardo de Cela. Una cosa ridícula pero que ha dado de sí la cosa como para montar toda una mitología al respecto, que acompañan al visitante en Mondoñedo y alrededores.

En contra de una forma de pensar muy extendida sostienes que la expansión española en América fue incluyente bajo la fórmula política de imperio, sobre la cual afirmas que genera construcción y estabilidad a través del mestizaje cultural y de sangres en contraposición con el colonialismo, que también es una fórmula de expansión, pero excluyente por basar su estructura en una diferencia radical entre colonia y metrópoli. ¿Cuáles son tus argumentos principales y en qué hechos históricos sustentas todas estas afirmaciones? Bueno, ése es el argumento principal del libro. Ello está basado en la distinción aristotélica entre régimen político recto (politikés, o civil) y régimen político torcido (despotikés o heril). Se ha acusado a España de que su acción imperial se ha conducido por la vía despótica, tiránica, heril, cuando, en el libro creo ofrecer abundantes pruebas para mostrar que siguió una vía civil, buscando propagar sus propias formas institucionales allí donde pudo. Buscó la simetría civil (provincia) con los territorios en los que desarrolló su tarea imperial, y no mantener la asimetría (colonia) sobre dichos territorios dedicándose a su mera explotación (extractivo, comercial).

España quiso generar sociedades parecidas a la propia sociedad española (modelo romano), fundando ciudades con el modelo castellano (iglesia, hospital, estudios generales, plaza de armas) y su administración correspondiente (concejo, audiencia, etc.), metiendo (“reduciendo”) a los indígenas en ellas (como hizo Alejandro). No le valía instalar factorías (modelo fenicio) desde las cuales explotar (materias primas, esclavos) dejando a las sociedades sin tocar. Una acción ésta, que es la del imperio portugués (y sobre él siguió el holandés y después el inglés) aparentemente más benevolente, pero que lo que realmente muestra es un desprecio total por las sociedades colonizadas. A un imperio colonial le interesa que las sociedades nativas se mantengan confinadas en dicha condición social indígena, más fácil de explotar.

Pedro Insua 2 - Juan Luis Fabo
1492: España contra sus fantasmas (Editorial Ariel, Mayo 2018) de Pedro Insua con prólogo de Elvira Roca Barea.

También explicas cómo, en contraste con lo ocurrido en Norteamérica, en el caso de los territorios americanos ocupados por España no hubo una aniquilación de la población indígena, sino protección y mezcla de la misma, integrándola de pleno derecho en el ordenamiento institucional imperial español. ¿Qué resultados dio esta integración y cómo se puede explicar entonces la radical disminución de la población indígena que se produjo?  Bueno, esa disminución no fue tan radical. Yo sigo las cifras dadas por Rosenblad. En 1492 la población indígena era de algo más de 13 millones de habitantes. En 1570 es de casi 11 millones, conformando el 96% de la población total. En 1650 es de 10 millones, que es todavía el 80% de la población total. Teniendo en cuanta además que los mestizos no son contabilizados, claro, como indígenas.

La disminución de la población indígena se debió más a los costes que produce la integración (enfermedades, régimen de trabajo, nuevas condiciones de vida) que a un afán aniquilador, que no lo hubo. Y no lo hubo principalmente porque el régimen productivo americano dependía del trabajo del indio. Un régimen de trabajo, por otro lado, bastante menos pesado, el que se instituyó bajo la Legislación de Indias, que el de la industria decimonónica inglesa en Manchester (por ejemplo, tal como lo describe Engels).

El 2 de enero y el 12 de octubre son efemérides de acontecimientos históricos transcendentales para España como son la conquista de Granada y el descubrimiento de América. Hoy en día, el primero es fiesta local en Granada y el segundo es el día de la fiesta nacional de España, pero en los dos casos es habitual que se produzcan campañas de protesta por su celebración. ¿Cómo se ha generado este rechazo promovido especialmente desde una parte de la izquierda política de nuestro país? El posmodernismo, el estructuralismo francés, la etnología como ideología (fenómeno que Bueno supo ver ya en los años 70, en su libro Etnología y Utopía, cuando apenas estaba naciendo como fenómeno de masas) son corrientes que se han filtrado socialmente, dominando la opinión pública, y haciendo del relativismo cultural la posición hegemónica. Es una posición muy débil desde el punto de vista de su consistencia, pero muy fuerte desde el punto de vista de su propagación social, porque es una posición tremendamente elogiosa para con uno mismo. Es una posición que marca como criterio último de verdad la opinión de cada uno, la opinión subjetiva como ultima ratio para juzgar cualquier fenómeno histórico y social (en general). Así se dibujan dichas acciones, las llevadas a cabo por los Reyes católicos en el siglo XV, como acciones (conquista de Granada, expulsión de los judíos, inquisición de los conversos y conquista americana) que perseguían la libertad de opinión, dando la impresión de que judíos, musulmanes e indígenas eran “demócratas” actuales que, a modo de tertulianos de programas de la Sexta, lo único que querían era debatir mostrando libremente su opinión. Parece una caricatura, pero esto es lo que tiene el personal en la cabeza cuando habla de la “intolerancia” de los Reyes católicos, etc.

Al final, a pesar de todas las dificultades que vienen de tanto tiempo atrás y que ya estaban presentes en la propia forma en que se forja como nación imperial, ahí sigue España. ¿Cuáles son los puntos fuertes que han hecho posible esta realidad y que han posibilitado el paso de nación histórica a nación política contemporánea?  Los puntos fuertes son, precisamente, una tradición institucional (en todos los ámbitos, en el jurídico y político, pero también científicos y tecnológicos), bastante potentes, mucho más de lo que dice la leyenda negra. España contaba a principios del XIX con el observatorio de lentes más potentes del mundo, fue un país capaz de vacunar de viruela a prácticamente todos sus habitantes, con uno de los censos más potentes, todavía primera potencia naval, etc.

La labor de esta readaptación institucional por parte de los políticos del XIX (muy maltratados por la historiografía del siglo XX), transformando un Imperio en Nación contemporánea, no es nada despreciable, sometida además, a una fuerte polarización (ya he dicho, cinco guerras civiles). En estas condiciones, hemos llegado, es verdad que en un tris de convertirnos en una quimera como Estado, a constituirnos en una de las naciones más poderosas del actual mapa político (de las 200 naciones, España está, atendiendo a los índices de bienestar, etc., en el número 12).

Es una pena, realmente, que tengamos que estar consumiendo energía en tratar de sobrevivir, ante el desafío separatista, y no en prosperar y crecer. Es verdad, en cualquier caso, que, como ciudadanos españoles, estamos aprendiendo mucho (a la fuerza ahorcan) lo que vale el Estado, lo que vale la nación, y la necesidad de su defensa desde el punto de vista del ejercicio de nuestros derechos. Esto no se aprende en una facultad de Ciencias Políticas (es más, a juzgar por lo que ha salido de tal facultad, esto allí, más bien, se desaprende).