El sentido de la vida - Jaime Berenguer

Estando en la tertulia radiofónica de EsRadio con Luis del Pino y a raíz de la detención y envío a prisión de los máximos responsables del desafío nacionalista en Cataluña, surgió la cuestión sobre cómo era posible que tantos catalanes votasen a opciones nacionalistas cuando han arruinado económica y socialmente Cataluña.

Son muchos los catalanes que sin un beneficio económico o social directo han optado por apoyar el movimiento secesionista

No es una pregunta nueva y las explicaciones que se han venido dando son, como el propio problema, variadas, tales como, el beneficio económico y social que reporta pertenecer al movimiento nacionalista, las presiones sociales, la propaganda de los medios o la propia opción ideológica. No obstante, si bien estas razones explican parte del problema fracasan si pretendemos extenderlas más allá de los propios beneficiarios. Son muchos los catalanes que sin un beneficio económico o social directo han optado por apoyar el movimiento secesionista. Cabe la necesidad, por tanto, de buscar otras explicaciones algo menos evidentes que ayuden a explicar el motivo que ha llevado a muchos catalanes a apoyar la independencia, pasando de un 14% en 2006 a un 45% en 2017.

Hace unos días leí un par de artículos de Psicología Positiva sobre el «sentido de la vida». Según este concepto el Ser Humano tiene la necesidad de dar sentido a su existencia, y lo hace de distintas maneras, la religión, el trabajo, la solidaridad hacia los demás, la familia, el dinero o, como no, la política. Señalan los estudios, que las personas que no consiguen dar sentido a su vida son menos felices, o directamente infelices, y más proclives a desarrollar cuadros depresivos, suicidio o mayor consumo de sustancias adictivas como alcohol u otras drogas. Algunos episodios vitales, como la juventud, el síndrome del nido vacío (cuando los hijos abandonan el hogar), la jubilación o la pérdida de la pareja, por ejemplo, serían momentos en los que puede darse esta necesidad por volver a dar «sentido a la vida» tras quedar «vacía».

Pero ¿cómo se puede dar sentido a la vida? Según Baumeister y Vohs1, para dar un sentido pleno a la vida deben cubrirse los cuatro aspectos básicos en los que se descompone el concepto, a saber; meta/finalidad, valores, sentido de eficacia y autoestima (purpose, values, sense of efficiency and self-worth). A grandes rasgos las metas se refieren a la conexión de la vida presente con las expectativas (reales o no) del futuro. La personas se imagina a sí mismas en un futuro consiguiendo un objetivo –goal– al que confieren una expectativa idealizada (por ejemplo, de libertad, pleno empleo o cualquier otro) y emociones positivas –fulfillment– (por ejemplo, la felicidad más absoluta). Los valores hacen referencia a la necesidad de las personas por saber que sus decisiones son correctas y de que sus actos son buenos porque están basados en los mejores valores posibles. Con la autoeficacia, el sujeto cubre la necesidad de saber que es capaz de alcanzar los objetivos que se ha marcado anteriormente, sin una autoeficacia positiva el objetivo dejaría de ser realista, inalcanzable y, por tanto, dejaría de ser una meta válida. Por último, la autoestima se refiere a la necesidad por contrastar que realmente somos los mejores y superiores a los demás.

El «sentido de la vida» tiene, por tanto, un alto valor motivacional (emocional) y explica bien los motivos por los que el independentismo secesionista ha logrado llegar tan lejos

El «sentido de la vida» tiene, por tanto, un alto valor motivacional (emocional) y explica bien los motivos por los que el independentismo secesionista ha logrado llegar tan lejos, incluso entre aquellos que sociológicamente no tenían motivos para sentirse más catalanes que españoles, cuando no directamente odiadores de España, como es el caso de aquellos cuyas familias llegaron a Cataluña en los años sesenta desde otras partes de España, especialmente Andalucía. También explica esa superioridad moral, cuando no racial y xenófoba que se escucha permanentemente en el argumentario nacionalista (no solo en el caso catalán), basado en un pasado glorioso y falso que les hace mejores, especiales, cuando no superiores.

Así, el movimiento secesionista, sobre todo, lo que habría hecho es coadyuvar la necesidad de dar un «sentido a la vida» a muchas personas residentes en Cataluña con independencia de su ideología y lugar de nacimiento. Ha sido, un movimiento social más que político que ha permitido a miles buscar algo en lo que creer, con el que dar sentido a su día a día en la fe de una utopía posterior, algo que les ha hecho sentirse útiles, especiales y mejores al resto (véase aquí la importancia que estos aprendices de brujo han dado a tener el mejor club de fútbol capaz de ganar a todos) en un momento especialmente difícil por una crisis económica y social que llevó a muchos a perder sus empleos, a deprimirse, a sentirse apartados socialmente, sobre todo, a los que se quedaban sin empleo con una cierta edad, y desde luego, un lugar hacia el que ir en una etapa tan necesitada de dar sentido a la vida como lo es la juventud (nada fue mejor para lograrlo que correr delante de los «grises» para los jóvenes de los 70).

Tal es así, que para el militante de a pie, el independentismo ha supuesto algo muy diferente a sus élites. Así, mientras que para estas últimas, el independentismo ha sido, y es, dinero (3%), una forma de ganarse la vida, poder, reconocimiento y movilidad social, para el soldado raso del independentismo significa, ante todo, sentirse útil, una esperanza, falsa, sí, como todas las utopías, pero que da sentido a su propia vida. Salir a la calle, tener algo que hacer, construir algo propio que te pertenece y que te proporciona trascendencia, conocer a otros, hacer amigos (quizás parejas), hacer enemigos (indispensables para crear la identidad), creer que los valores propios son los mejores y que se está haciendo lo correcto pulula transversalmente debajo de todas esas movilizaciones que, si se fijan, eran totalmente lúdicas y festivas, alegres, con disfraces, música, baile, caceroladas, banderas, antorchas, comida. Un acto social continuo que, sin duda, hace buena la famosa frase de Vázquez Montalbán «contra Franco ¿vivíamos mejor?». Parece ser que sí.

Por tanto, en el nacionalismo es uno pero se dice de distintas maneras, coexisten las más perversas inquietudes de una élite depredadora cuyos dos primeros apellidos denotan un hedor insufrible a «aristocracia» y una «plebe» deseosa de dar un sentido a su día a día, de relacionarse, de recuperar la autoestima.

Si los objetivos, aquello que da sentido a nuestra existencia, resultan inalcanzables o se rompen, se genera una gran vacío y una fuerte frustración, algo que se va a producir en Cataluña irremediablemente

Señala también estos autores, que si los objetivos, aquello que da sentido a nuestra existencia, resultan inalcanzables o se rompen, se genera una gran vacío y una fuerte frustración, algo que se va a producir en Cataluña irremediablemente entre aquellos que habían puesto todas sus esperanzas vitales en un Mundo que no existe. Como apuntaba Paul Lagarde refiriéndose al nacionalismo alemán prebélico «Vivo suspirando por un pasado que nunca fue y que es el único futuro que ansío».

Baumeister, R. F y Vohs, K. D (2002). The Pursuit of Meaningulness in Life. En C.R. Snyder y S. J. Lopez (Eds.) Handbook of Positive Psychology (pp. 608-618) New York, NY, US: Oxford University Press