Chernobyl - Esperanza Fernandez Acedo

La realización de una serie, “Chernobyl”, sobre el accidente nuclear ocurrido en la central soviética de Chernóbil la madrugada del 26 de abril de 1986 ha sido una buena idea de HBO. Hay mucha gente que no sabía nada de lo que allí había ocurrido y no porque escasee la información; al contrario, existe numerosa documentación en la red sobre el mismo de más o menos calidad y fiabilidad. Pero, en alas de la moda de las series, cualquier asunto tiene muchas posibilidades de llegar a mucha gente si se recrea en este formato. A esto se añade que, sea en formato serie o película, la dramatización de un hecho histórico lo hace accesible a un público que no tiene tiempo o ganas de leer documentos, blogs, noticias de la época o ver documentales.

Al igual que la novela histórica está siendo un acicate para que mucha gente se acerque a la Historia, las series que dramatizan un hecho histórico pueden cumplir ese papel. Es positivo a condición de que se sepa distinguir realidad de ficción y se sea consciente de la intencionalidad. El problema surge cuando la dramatización es el pretexto para dar un sesgo ideológico a la historia. Y es lo que, en mi opinión, ocurre con “Chernobyl”, que parece un panfleto propagandístico propio de la época de la Guerra Fría más que un intento de acercar al gran público unos hechos que deben conocerse con objetividad.

Mis impresiones contradicen en parte las opiniones que he visto por las redes

Mis impresiones contradicen en parte las opiniones que he visto por las redes. No cuestiono que tiene méritos. Los principales son la buena puesta en escena del dramatismo de la situación que debió vivirse en la central tras la explosión, el realismo con el que describen los efectos de la radiación y los momentos de divulgación técnica sobre el funcionamiento de la central, pero no tiene tantos como para hacerla merecedora del título “la mejor serie de la historia” y su intención propagandística le resta calidad. Para empezar, aunque de manera menos burda que en los mejores tiempos de la Guerra Fría, la serie refleja estereotipos vulgares sobre la Unión Soviética y contiene algunos episodios un tanto absurdos. El primer gran fallo es, a mi parecer, el matiz crítico con el que se juzga la presencia de los servicios secretos que, de manera caricaturesca, parecen actuar para obstaculizar la investigación cuando lo lógico es pensar que si alguna función tuvo la KGB en el asunto fue la de responsabilizarse de la investigación o seguirla muy de cerca para conocer las causas del accidente, como no podría ser de otra manera, al tratarse de una cuestión estrechamente ligada a la seguridad del Estado. El sesgo ideológico es claro y, a estas alturas de la historia, innecesario incluso para la propaganda preventiva. O eso pienso, aunque quién sabe; no es fácil penetrar en los arcanos de la geopolítica.

A otro estereotipo responde el que se represente una pugna entre científicos y burócratas. Por dos motivos: en primer lugar, porque un científico de alto nivel en la URSS formaba parte del aparato de poder tanto como el burócrata y, en segundo lugar, porque la polémica en el seno del comité que se formó para hacer frente a las consecuencias del accidente, compuesto de científicos, ministros y militares, se dio entre científicos con diferentes opiniones.

En cuanto a los hechos absurdos, cabe señalar, en primer lugar, el tratamiento de la actividad del personaje inventado de la científica Ulana Komyuk. Según los creadores de la serie, en dicho personaje se ha querido concentrar al gran número de científicos que trabajaron en la investigación, muchos de los cuales eran mujeres. El fallo no está en esa invención, que es admisible como licencia creativa en aras de la síntesis y la dramatización eficaz de cara al espectador; el sinsentido radica en que se la presenta como una científica que, espontáneamente, sin nombramiento ni encomienda alguna, irrumpe en la investigación y se pone a actuar, en algunas ocasiones de forma semiclandestina, a espaldas de no se sabe quién. Aquí los guionistas han incurrido en la cómica paradoja de ubicar a este espontáneo personaje en ese Estado totalitario hiperregulado y controlado, tan denostado en el contexto global de la serie. Control o caos, ¿en qué quedamos? En mi opinión, en que esta serie no es del todo seria.

La historia del soldado recién reclutado y las escenas de la matanza de los animales me resultaban especialmente naïf, ridículas o faltas de verosimilitud

La historia del soldado recién reclutado y las escenas de la matanza de los animales me resultaban especialmente naïf, ridículas o faltas de verosimilitud. Menos mal que el general Tarakanov, quien dirigió a los soldados voluntarios que trabajaron en la descontaminación y aún vive, ha venido a confirmar mi impresión cuando ya estaba a punto de fustigarme por mi excesivo rigor al juzgar el evento televisivo del año. Y me parecen verosímiles sus palabras, tanto más cuanto que elogia otros aspectos de la serie y, especialmente, porque confirma un detalle muy desfavorable para el Estado de la URSS: el ostracismo al que se sometió a Valery Legasov, el científico a cargo del comité de investigación, pero no tras el juicio, en el que no estuvo pues estaba ingresado en un hospital, sino a su retorno de Viena, donde expuso un detallado informe sobre el accidente ante el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA). Juzga que ese desplazamiento pudo deberse a juegos de poder, lo que resulta más verosímil que atribuirlo a su informe. A diferencia del general, Gorbachov ha considerado que a Legasov no se le marginó porque, de haber tomado alguien esa decisión, tendría que haber sido él y no lo hizo. Posiblemente, sigue siendo un ingenuo al pensar que él tenía el pleno control de lo que se hacía en la URSS.

La moraleja que subyace en la serie es que la causa del accidente es el sistema, opinión, cuando menos, discutible si pensamos que, de aceptar esta premisa, quedarían sin explicación los accidentes nucleares previos y posteriores, de diversa gravedad, en Francia, Reino Unido, Suiza, India, España, EE.UU… El más grave de los previos fue el de Three Mile Island, en Pennsylvania (EE.UU.), ocurrido el 28 de marzo de 1979, en el que se produjo una fusión parcial del núcleo, con nivel 5 en la INES, siglas en inglés de la Escala Internacional de Eventos Nucleares. El de Chernóbil y el de Fukushima, ocurrido este último en 2011, fueron catalogados como de nivel 7, el máximo. Para algunos expertos, el de Fukushima fue más grave en cuanto que la emisión de radiactividad se va a prolongar en el tiempo. En este caso, la catástrofe natural del tsunami explica el accidente pero menos explicación encuentra la elección del emplazamiento. En cambio, sí puede ser característico del sistema soviético que las debilidades en cuanto a seguridad que poseían los reactores RBMK eran desconocidas incluso por el personal de la central y, según se reveló en la reunión del Politburó del 3 de julio de ese año, también por los dirigentes políticos. Recalco que puede ser característico porque desconozco los niveles de transparencia de los demás países con centrales nucleares. En todo caso, los errores humanos, la violación de normas de seguridad y negligencias en la realización de la prueba pueden darse en cualquier lugar.

Sí es fidedigno que la evacuación de Prypiat se produjo 36 horas después del accidente. Este hecho puede tener su causa en que los burócratas se hubieran creído su propia propaganda sobre la calidad y seguridad a ultranza de toda la producción soviética, basada en el argumento de la superioridad de una economía racional no orientada al beneficio privado. Era impensable un desastre de esas características. Adam Higgimbotton, el periodista inglés autor de “Medianoche en Chernóbil” declaraba a la BBC esa “dimensión psicológica”, la dificultad para ellos de asimilar la magnitud de la catástrofe. No sé si eso puede explicar un retraso imperdonable que pudo hacer aumentar el número de cánceres entre la población más cercana en los años siguientes. Es difícil de creer que hasta el día siguiente no se dieran cuenta de que el reactor había explotado y las consecuencias que eso tendría.

También es cierto que la primera comunicación a través de la televisión pública no tiene lugar hasta dos días después, cuando en Suecia detectaron altos niveles de radiactividad que provenían de la central ucraniana. Ya no era momento de ocultar porque era demasiado grave. Ahora bien, ese mecanismo de defensa de los Estados de no dar a conocer, mientras pueden evitarlo, este tipo de sucesos que afectan a sectores estratégicos y a su prestigio es una actitud muy extendida. ¿Qué Estado no intenta salvaguardarse y más tratándose de una superpotencia en declive y a punto de recibir el golpe de gracia por parte de la otra superpotencia en el final de la Guerra Fría? El accidente de Three Mile Island se dio a conocer tres días después, los mismos que se tardó en decidir la evacuación de la población afectada. No justifico esta tendencia, y menos tratándose de amenazas que no se limitan a un país, pero hay que reconocer que es general. En abril del 86 la nueva dirección de la URSS ya había lanzado la política de perestroika (reestructuración) y glásnost (transparencia), que fue puesta a prueba precisamente con el accidente, prueba que no pasó, al menos en los primeros días. Posteriormente se fueron conociendo los hechos con más detalles, especialmente con motivo del informe Legasov en la conferencia de Viena. Esa conferencia de expertos dio un impulso trascendental a la cooperación y coordinación internacional en materia de energía nuclear. Chernóbil marcó un antes y un después tanto para las centrales soviéticas como para la energía nuclear civil en el mundo.

Tuve la ocasión de hablar en aquella época con personas del PCUS y, por lo que percibí en su forma de tratar lo relacionado con Chernóbil, me resulta tendenciosa la velada acusación de falta de sensibilidad 

Tuve la ocasión de hablar en aquella época con personas del PCUS y, por lo que percibí en su forma de tratar lo relacionado con Chernóbil, me resulta tendenciosa la velada acusación de falta de sensibilidad ante las consecuencias humanas y ausencia de autocrítica. No solo hubo juicio a los responsables de violar las normas de seguridad sino que también hubo autocrítica de los aspectos técnicos y extrajeron las consecuencias para mejorar el diseño de las centrales. Repasando papeles de la época, me encuentro con un boletín de prensa de la agencia Novosti de enero de 1988 en el que se informa de que se ha comenzado a construir un reactor nuclear más seguro en el que la participación humana “se reducirá al mínimo”. Haciendo gala de los valores de los que se sienten orgullosos, como el de la capacidad de sacrificio en aras de objetivos más altos, los soviéticos destacaban mucho el heroísmo de los liquidadores voluntarios. Lo cierto es que existió ese heroísmo, ese sacrificio consciente y desinteresado de muchos voluntarios del ejército soviético y el partido, sabedores de que se trataba de salvar vidas de su país y de otros. La serie no solo no lo destaca sino que más bien sugiere la obligatoriedad o el engaño.

Con todo, creo que merece la pena verla, aunque solo sea para contrastar la ficción con la realidad. Para deslindar unas de otras y conocer realmente la versión más aproximada de los hechos, hay que buscar la información en los documentos más fiables. Se puede ver también con la mentalidad de abstraerse del contexto político y lo que tiene de propaganda para fijarse en el aspecto humano de las reacciones ante una catástrofe y, sobre todo, en lo que ilustra sobre algunas de las motivaciones que hay tras los errores humanos en cualquier sistema u organización y el encadenamiento de los mismos para generar consecuencias imprevisibles. Las pregunta serían: ¿hay más incentivos para el error, la negligencia o el desprecio de las normas en un sistema de partido único y sin libertad de prensa que en un sistema de libertades como los occidentales? ¿Hasta qué punto los occidentales responden al patrón ideal?

La televisión pública rusa ha anunciado que está preparando una serie sobre el accidente con su versión del mismo, en la que van a destacar la participación de ¡un agente de la CIA! en el accidente. Espero que sea un rumor y no nos abochornen respondiendo con engaños a otros engaños.