Francia en la encrucijada - Ramón Marcos

La primera vuelta de las elecciones francesas ha confirmado el vendaval que se anunciaba y se ha llevado por delante su tradicional sistema de partidos. La confrontación en la segunda vuelta será entre Macron, ¡En Marcha!, y Marine Le Pen, Frente Nacional. Los Republicanos han quedado en tercer lugar —nunca antes habían quedado fuera de una segunda vuelta— y la izquierda radical, en cuarto. Estos cuatro partidos han estado en una horquilla de cuatro puntos. Sin embargo, el candidato del Partido Socialista, actualmente en el gobierno, ha quedado en quinto lugar, a una enorme distancia de los otros candidatos. Mensaje a navegantes que pueden seguir el mismo rumbo: mensaje al PSOE.

Francia sigue en aguas turbulentas

Francia sigue en aguas turbulentas. La segunda vuelta de las presidenciales será un pequeño paso más hacia la clarificación de su nuevo sistema político. Un hecho destacable del resultado de la primera vuelta es la victoria de Macron en votos, lo que obliga a Marine Le Pen a ir a remolque y a no contar con el efecto halo del ganador. Pero lo más destacable es que, por primera vez, se va a visualizar en Francia un enfrentamiento distinto del habitual entre las clásicas marcas de la izquierda y la derecha. Las nuevas realidades sociales conformadas con la aceleración de la globalización y la crisis vivida en Europa van a confrontarse directamente, sin que podamos aventurar cuál va a ser el resultado definitivo, más allá de la anunciada victoria de Macron en la votación final.

Estas nuevas realidades se pueden visualizar en el mapa de Francia. El este ha votado mayoritariamente por Le Pen, salvo los enclaves alrededor de París, Lyon y las zonas alrededor de los Alpes que, como el oeste, han votado preferentemente por Macron. El mapa no deja de reflejar la tradicional división del voto en Francia entre derecha e izquierda, si bien protagonizada por partidos distintos. Así se ha consolidado la tendencia —iniciada ya con el proceso de desindustrilazación de Francia, a finales de la década de los setenta del siglo pasado— por la que el antiguo voto obrero y las zonas más castigadas por el paro y la pobreza han optado preferentemente por el Frente Nacional, mientras que las zonas más dinámicas y conectadas con la globalización han votado a Macron, quien en París, por ejemplo, ha superado el 30% de los sufragios, su mejor resultado.

La dinámica principal se da entre las zonas que crean empleo y riqueza y las que no

Ahora bien, como señala Christophe Guilly, más interesante que esa división geográfica son las dinámicas que subyacen tras ella. La dinámica principal se da entre las zonas que crean empleo y riqueza y las que no. Un ejemplo muy claro lo tenemos en Bretaña: en la ciudad de Rennes, pujante económicamente, Le Pen ha obtenido un 6%, mientras que en las zonas rurales de esa región ha logrado un 20%. Se perfila una nueva división política entre la Francia periférica y la Francia insertada en el mercado mundial. Resultado, seguramente, del fin de la tradicional clase media surgida en Francia en los llamados «30 gloriosos», como consecuencia de la globalización y de las políticas adoptadas en Francia y Europa en las últimas décadas, que sustentaba el tradicional sistema de partidos francés de la V República.

Divisiones muy semejantes, entre zonas pujantes y deprimidas, son la registrada en Estados Unidos en las últimas elecciones y la que condujo al Brexit. Y en otros países del sur está sucediendo lo mismo, mas con el rol de los partidos populistas cambiados, pues en ellos, como sucede en España, la clase media emergente, que tiene miedo de vivir peor que sus padres, ha optado por votar opciones más populistas, mientras que el voto tradicional obrero se ha mantenido en el PSOE y la clase media asentada ha optado por seguir votando al Partido Popular.

Existe un riesgo de que se use el antifascismo como un instrumento de clase para proteger a los beneficiados por la globalización

Volviendo a Francia, cabe decir que nos hallamos ante una dinámica muy peligrosa. La llegada al poder del Elíseo de un partido populista y nacionalista ha dejado de ser una distopía para convertirse en una amenaza seria y real. Para evitar tal desastre, una de las estrategias que conviene seguir es la de procurar no tildar de racistas o fascistas a los votantes del Frente Nacional, pues muchos de ellos son votantes del lado de los perdedores. Sólo logrando su reintegración en el marco social común y mejorando sus expectativas de vida sería posible romper la división social y ayudar a construir una nueva dinámica que se asemeje a la de los «30 gloriosos». Y la diagnosis para Francia vale para toda Europa: existe un riesgo de que se use el antifascismo como un instrumento de clase para proteger a los beneficiados por la globalización, y de este modo impedir que se lleven a cabo los cambios políticos y económicos que hagan una Francia y una Europa más inclusiva.

Estas realidades están tomando cuerpo en esta segunda vuelta. Basta ver sus eslóganes. Le Pen ha elegido como eslogan Choisir la France, «Elegir Francia». Un eslogan muy parecido de nuevo al de Trump o al del Brexit. Un mensaje nacionalista que identifica Francia con ella, que a su vez ha definido como la opción del pueblo. No elegirla a ella sería votar por lo «no francés» y por el «no pueblo». Macron ha optado por Ensemble, la France!, «¡Juntos, Francia!», que pretende ser más inclusivo y dar respuesta a la idea de que Francia son todos los franceses.

En teoría, asistimos a un enfrentamiento entre «nacionalismo» y «ciudadanía»; sin embargo, en los primeros días de campaña estamos viendo más. La visita a la empresa en crisis Whirlpool por los dos candidatos resulta reveladora. Mientras Macron estaba reunido como un tradicional enarca con el comité intersindical de la empresa, encerrado en una habitación, Le Pen se presentó ante los huelguistas y fue recibida con vítores. Cuando Macron, alertado, intentó salir y hablar con los huelguistas, apenas le dejaron hablar. Otro eje: «populismo» frente a «tecnocracia».

Mélechon no ha decidido apoyar a Macron. Tampoco es evidente que los electores de Fillon se vayan a pasar en masa a Macron

¿Qué pasará con el voto? Las cosas no son claras. Mélechon no ha decidido apoyar a Macron. De hecho, según sondeos, la mayoría de sus votantes apostarán por la abstención, a continuación por Le Pen y sólo tras ella por Macron. Tampoco es evidente que los electores de Fillon se vayan a pasar en masa a Macron, y puede que la parte más conservadora acabe votando a Le Pen y otra parte absteniéndose. Por lo tanto, en estas elecciones la llamada del «frente republicano» para votar contra el Frente Nacional no va a dar el resultado de las elecciones del año 2002, cuando Le Pen padre pasó a la segunda vuelta y Jaques Chirac ganó con el 82% de los votos. El resultado va a ser mucho más ajustado, pues el Frente Nacional, con su electorado consolidado, va a recibir nuevos votantes tanto de la tradicional izquierda como de la derecha, que coinciden ahora socialmente en la nueva «Francia periférica». E incluso en un escenario de victoria de Macron, queda por ver cómo logra consolidar una mayoría parlamentaria.

Nos jugamos la defensa de sociedades libres, pero políticamente justas

Huelga decir que, pase lo que pase, el resultado electoral en Francia no va limitar su efecto a este país. Va a afectar a toda Europa. Pero cometeríamos un error al respirar tranquilos en caso de que gane Macron. Es importante no olvidar que, si en esta ocasión Francia se salva de caer en manos del populismo nacionalista, lo hará quedándose al borde del abismo. Así que habría que sacar las conclusiones pertinentes para poner remedio antes de que sea tarde. Si no se modifican las políticas llevadas hasta ahora, la deseable victoria de Macron podría no ser más que un pequeño interludio de transición que anunciase una ulterior victoria de Le Pen y del nuevo partido que se configure en torno al Frente Nacional. Hay mucho en juego en esta encrucijada de la segunda vuelta y en lo que venga después. Nos jugamos la defensa de sociedades libres, pero políticamente justas.