Francia en aguas turbulentas - Ramón Marcos

La Unión Europea se juega el ser o no ser en el futuro próximo. ¿Acabará disolviéndose como un azucarillo, como le ocurrió a la Unión Soviética tras el hundimiento del comunismo, o saldrá reforzada como un potente actor internacional que mejore la vida de sus ciudadanos y ayude a la estabilidad mundial? La primera incógnita que debe resolverse para dar respuesta a esta pregunta es la posición que adoptará quien resulte elegido en las inciertas elecciones francesas a Presidente de la República de finales del mes de abril.

El dilema europeo coincide en Francia con una grave crisis de su tradicional sistema político, quizás la más grave desde el final de la IV República

El dilema europeo coincide en Francia con una grave crisis de su tradicional sistema político, quizás la más grave desde el final de la IV República. Entonces, en 1958, hubo que recurrir a De Gaulle para salir del marasmo generado por la guerra de Argelia y la incapacidad del sistema de partidos de conformar mayorías claras. Un final que terminó en la actual Constitución presidencialista refrendada por los franceses y con la independencia de Argelia. Mas ahora, a diferencia de entonces, no apuntan liderazgos o partidos capaces de proponer y unir a una mayoría de franceses con un propósito claro que les permita navegar por las turbulentas aguas de su país, europeas y mundiales.

Reflejo de esta carencia es la incapacidad de los dos veteranos partidos, socialistas (PSF) y republicanos (LR), para conseguir que sus candidatos, elegidos por un sistema de primarias que parece no haber funcionado, destaquen por encima de la mediocridad generalizada. El de los socialistas, Benoit Hamon, arrastra una baja popularidad debida en buena medida a su posicionamiento cercano a la izquierda radical. Y el de los republicanos porque su candidato Fillon, que se presentaba como el candidato de la «verdad», ha sido imputado por ocultar que había hecho contratos «de mentira» para miembros de su familia, y está siendo abandonado por sus fieles, lo que hace presagiar que terminará renunciando y siendo sustituido o fracasando estrepitosamente. En lugar de ellos, a la cabeza de la carrera presidencial, están Marine Le Pen (FN), con sus posiciones nacionalistas radicales, y Macron, antiguo ministro de Hollande, con su movimiento En Marche! Ambos representan algo nuevo alejado del viejo sistema de partidos.

Francia se enfrenta a dos problemas cruciales, uno es la política económica que afecta a su crecimiento  y el otro es la inmigración

Francia se enfrenta a dos problemas cruciales. Uno es la política económica que afecta a su crecimiento, competitividad y la reducción de una tasa de desempleo, que se mantiene más o menos invariable entorno al 10%. El otro es la inmigración, que atemoriza a parte de Francia —a pesar de no ser uno de los principales países europeos en la recepción de inmigrantes en las dos últimas décadas— porque se relaciona con el miedo a la pérdida de la identidad tradicional y parcialmente con los gravísimos atentados terroristas sufridos en los dos últimos años. La hondura de estos problemas pone en cuestión las políticas seguidas en la Unión Europea impulsadas por Alemania, la otra gran obsesión de Francia.

En política económica, el debate gira en torno a la austeridad y el euro. Francia ha consentido hasta ahora, más por debilidad que por aquiescencia, que Alemania impusiera su visión. Existe en este momento un cuestionamiento generalizado de la política de austeridad y del diseño del euro. De la austeridad porque, en lugar de disminuir el déficit y la deuda, ha podido incrementarlos al reducir el crecimiento. En cuanto al valor del euro, está puesto en cuestión al considerarse que la debilidad relativa de esta moneda para la economía alemana habría facilitado sus exportaciones mientras que su fortaleza para la francesa las habría dificultado. Esto habría generado en parte que Alemania tenga un superávit de la balanza comercial en 2016 de más de 250 mil millones de euros mientras que Francia tiene un déficit de más de 48 mil millones. Esto sin contar las limitaciones al crédito de esa política monetaria que habrían generado la destrucción de muchas empresas en Francia, como en otros países del sur de Europa, entre ellos España.

Le Pen propone directamente la salida del euro y el regreso al franco con la idea de tener una política económica propia que le permita devaluar la moneda, relanzar el presupuesto y establecer medidas proteccionistas

Para solucionar estos problemas, Le Pen propone directamente la salida del euro y el regreso al franco con la idea de tener una política económica propia que le permita devaluar la moneda, relanzar el presupuesto y establecer medidas proteccionistas. El sector más izquierdista, encabezado por Mélenchon, propone asimismo una salida de los tratados europeos y su renegociación para acabar con los criterios de Maastricht, la independencia del Banco Central Europeo, lograr el repudio de parte de la deuda y establecer políticas proteccionistas en Europa y si no se logran esos cambios por las reticencias de Alemania amenaza con la salida de Francia del euro. Ambos, con sus matices, parecen unidos en un doble cierre a las personas y las cosas.

Macron considera que hay que cumplir con las obligaciones de Maastricht, sin perjuicio de reposicionar a Francia en al UE y obligar a Alemania a tener una política que no le beneficie exclusivamente a ella

Macron mantiene una posición más ortodoxa: considera que hay que cumplir con las obligaciones de Maastricht, sin perjuicio de reposicionar a Francia en al UE y obligar a Alemania a tener una política que no le beneficie exclusivamente a ella. Para ello, cree que Alemania y Europa deben aumentar la inversión, redefinir las reglas del Euro completándolo con un gobierno económico, al tiempo que Francia para mejorar su competitividad debe hacer reformas del mercado de trabajo y de la educación. Teme que, en caso de no reequilibrarse Europa, en diez años el euro habrá desaparecido. Fillon, quien en 1992 votó contra Maastricht, se ha convertido en un defensor del euro y del reforzamiento de la UE desde el núcleo de los países de la moneda común. Quiere que haya una armonización fiscal del impuesto de sociedades, que la deuda sea parcialmente mancomunada y que el euro sea una moneda de reserva mundial que compita con el dólar. Al mismo tiempo apuesta por los recortes presupuestarios en Francia y la reducción de los costes laborales imitando en esto a las políticas alemanas. Benoit Hamon, por el PSF, no tiene una política clara sobre Europa más allá de un presupuesto europeo financiado por el BCE y una posible reestructuración de la deuda. Es como si quisiera pasar de puntillas. Por otra parte, sectores académicos apuestan por mantener el euro como moneda común, pero no única, y el restablecimiento de las monedas nacionales.

La inmigración es el otro gran tema. Francia tiene una de las demografías más potentes de Europa, con un tasa de hijos por mujer superior al 2%. Alemania sin embargo tiene una tasa del 1,38%, una de las más bajas de Europa. De hecho, se enfrenta a un problema serio en su mercado de trabajo en los próximos años por falta de mano de obra. Estas distintas realidades demográficas influyen en la economía —Francia necesita empleo para los jóvenes, mientras que Alemania mantener el valor de los ahorros de sus mayores— y por tanto condicionan la política migratoria de ambos países.

Francia, en las últimas dos décadas, ha sido uno de los países europeos que menos inmigración ha recibido. La que ha llegado ha sido básicamente por el reagrupamiento familiar de antiguos inmigrantes

Francia, en las últimas dos décadas, ha sido uno de los países europeos que menos inmigración ha recibido. La que ha llegado ha sido básicamente por el reagrupamiento familiar de antiguos inmigrantes. Tiene, a pesar de ello, por antiguas inmigraciones de los años sesenta y setenta del pasado siglo, una importante población de origen magrebí mayormente musulmana, con segundas, terceras y hasta cuartas generaciones nacidas en Francia que no han terminado de integrarse y que están generando un debate sobre la identidad francesa desde hace años, acentuado tras los últimos atentados terroristas. Alemania, que cuenta con una importante población de origen turco, tampoco había sido uno de los principales receptores de inmigrantes en Europa hasta que Merkel abrió las fronteras a los refugiados sirios que llegaron por cientos de miles en pocos meses en el año 2015. Seguramente lo hizo influenciada por motivos humanitarios, pero también por las necesidades de su mercado laboral que se estima necesitará millones de nuevos trabajadores en los siguientes años.

La presión migratoria y el temor de ciertas poblaciones europeas están poniendo en cuestión el acuerdo de supresión de fronteras de Schengen. En Francia, el FN quiere el restablecimiento de las fronteras nacionales y la prohibición de la emigración. Otros, desde posiciones más liberales, pretenden reforzar el espacio europeo guardando sus fronteras exteriores y mejorando la seguridad interna con políticas policiales comunes. Eso sí, todos están de acuerdo en más controles de la inmigración con pequeñas modulaciones.

Estos dos problemas de Francia coinciden con los dos pilares de la Unión europea: el euro y la supresión de fronteras entre europeos. De ahí la trascendencia de las próximas elecciones francesas

Como decimos, estos dos problemas de Francia coinciden con los dos pilares de la Unión europea: el euro y la supresión de fronteras entre europeos. De ahí la trascendencia de las próximas elecciones francesas. Del triunfo de unos o de otros dependerá que uno de los motores de Europa apueste por el desmantelamiento o el reforzamiento del barco en que todos los europeos navegamos, en estos momentos, en aguas turbulentas. Más adelante están las aguas bravas, esperemos por Europa y por España que el barco se refuerce para llegar a buen puerto.